¿La era de la mediocridad?
No creo en absoluto que la mediocridad sea la nota característica de las personas que ejercen y lideran la política en estos tiempos, en términos generales. Habrá de todo, "como en botica" que diría mi abuela, pero esta época o etapa histórica cuenta, como todas las épocas, con excelentes, aceptables, regulares y horribles dirigentes de la cosa pública. Considero que es un mantra indemostrable, además de profundamente injusto, eso de " la mediocre clase política que padecemos" o que "Churchill, De Gaulle, Kennedy, Gorbachov o los lideres españoles de la Transición, Suárez, González, Carrillo, Fraga, Tierno, etc. eran gigantes políticos (que lo eran) de los que hoy carecemos".
Somos una sociedad con tendencia a la nostalgia, al "cualquier tiempo pasado fue mejor", quizá como excusa indulgente ante nuestros propios comportamientos y actitudes públicas. No cabe duda que los avatares que adornaron los años 70 del pasado siglo en España, fueron de tal envergadura que, sin duda, obligaron a la representación política a un gran esfuerzo de comprensión, de diálogo y de consensos, provocando renuncias sobre asuntos considerados "irrenunciables"
Al menos, no lo creo en la medida en que tampoco creo que las actuales "clases periodísticas", "clases empresariales", "clases académicas", etc. sean mediocres o lo sean en relación a las élites periodísticas, empresariales y académicas del siglo pasado o del último cuarto del mismo en nuestro país. Generalizar siempre es malo, y hacerlo en relación a la legítima representación de la voluntad popular es peor, sobre todo si dicha generalización se hace excluyendo una mirada autocrítica y exigente al colectivo al que se pertenece.
Somos una sociedad con tendencia a la nostalgia, al "cualquier tiempo pasado fue mejor", quizá como excusa indulgente ante nuestros propios comportamientos y actitudes públicas. No cabe duda que los avatares que adornaron los años 70 del pasado siglo en España, fueron de tal envergadura que, sin duda, obligaron a la representación política a un gran esfuerzo de comprensión, de diálogo y de consensos, provocando renuncias sobre asuntos considerados "irrenunciables", lo que a la luz del tiempo actual no deja de ser un encomiable trabajo, digno de reconocimiento. Idénticos esfuerzos realizaron los sectores empresariales, sociales y académicos, y desde luego, salvo contadísimas excepciones, los medios de comunicación. Y por supuesto, el conjunto de la ciudadanía española, de la que fueron fiel reflejo los citados actores políticos, sociales y mediáticos. Que hoy se critiquen esfuerzos de diálogo y comprensión razonablemente similares a aquéllos es profundamente llamativo.
Considero que no es mediocre la actual clase política. Y si llegáramos a la conclusión irrefutable de que lo es, lo sería en la misma medida de la mediocridad de la clase periodística, la empresarial y la académica, entre otras. Porque sería una mediocridad (que ya he dicho que no considero) general a toda la sociedad y toda la ciudadanía
Pero las sociedades avanzan, los cambios sociales, tecnológicos, ideológicos y económicos globales alumbran nuevas realidades, nuevos conflictos, diferentes necesidades y visiones del mundo, de la política, la economía y la sociedad. La ciudadanía tiende a organizarse y movilizarse en torno a otros valores, otras necesidades y diferentes exigencias. Todo es global, el dinero, la información, la injusticia y las desigualdades. Y cada problema admite diferentes respuestas. Pese a que seguimos siendo una sociedad con tendencia a la nostalgia, ahora predomina el "cualquier tiempo pasado fue anterior". Maneras, costumbres y actitudes del pasado, por el hecho de serlo, no son ni deben ser asumidas en el momento actual. De igual manera, los a veces añorados liderazgos del pasado supusieron, en su momento, verdaderas rupturas con lo anterior, y por eso, produjeron grandes cambios. Y por eso son añorados. Como lo serán con el paso de 20 años, los actuales liderazgos y sus actitudes. Es ley de vida y así debe asumirse.
Por tanto, considero que no es mediocre la actual clase política. Y si llegáramos a la conclusión irrefutable de que lo es, lo sería en la misma medida de la mediocridad de la clase periodística, la empresarial y la académica, entre otras. Porque sería una mediocridad (que ya he dicho que no considero) general a toda la sociedad y toda la ciudadanía. Se dice que la prudencia es un valor fundamental de la política, y también lo es el valor. Los grandes liderazgos políticos supieron y saben conjugar ambos elementos. Lo mismo debe esperarse de los liderazgos mediáticos, empresariales y académicos (que son quienes habitualmente más critican a los liderazgos políticos), para que la credibilidad sea común a todos ellos. Poco aporta al sano y democrático ejercicio de la ciudadanía, fustigar por mediocre al poder político, cuando dicha mediocridad también podría pregonarse, llegado el caso, de la acción y la actitud de quien fustiga. Dicho sea con todo respeto y con el mejor ánimo constructivo.