'La enésima vuelta al Anillo'
Como el célebre turrón vuelve a casa por navidad, el Cierre del Anillo de Circunvalación ha vuelto a la vida política granadina, con su serial de vacías generalidades, bombos y platillos, lamentos por adelantado ante la (de nuevo previsible) inejecución de semejante dislate y lloros de cocodrilo por la inversión "perdida", aunque en realidad jamás fue una inversión "ganada". Por supuesto, ni una palabra sobre los objetivos, finalidades y utilidades de tan faraónica, inútil y costosa inversión. Todo, de nuevo y lamentablemente, puro y auténtico nazarí.
No toda infraestructura ni toda inversión que se pone sobre la mesa, merece ni siquiera ser tenida en cuenta. No cualquier proyecto ni cualquier actuación merece, siquiera, llamarse como tal, ni pasar el primer filtro. Comprensibles, eso sí, las urgencias políticas del PP local por salir de la madriguera y por intentar mostrar algo de iniciativa
Vivimos tiempos en los que conviene mostrar algo de coherencia entre lo que se dice y se hace. La sostenibilidad (económica, ambiental, patrimonial.) ya no es una palabra, es una exigencia política y ciudadana. No toda infraestructura ni toda inversión que se pone sobre la mesa, merece ni siquiera ser tenida en cuenta. No cualquier proyecto ni cualquier actuación merece, siquiera, llamarse como tal, ni pasar el primer filtro. Comprensibles, eso sí, las urgencias políticas del PP local por salir de la madriguera y por intentar mostrar algo de iniciativa. Pero nada más.
Voces mucho más autorizadas que la mía ya se decantaron en el pasado, y siguen haciéndolo hoy, contra semejante estropicio político, económico y ambiental, como sería el llamado Cierre del Anillo. Pero sí que resulta conveniente añadir algunas reflexiones que deberían ser previas a cualquier planteamiento sobre el estudio de cualquier infraestructura.
Ya no cuela, quizá en el pasado coló, pero ya no cuela. Hasta los miopes políticos han visto la jugada propagandística de la consejera granadina, ansiosa de poder ofrecer "algo" en mitad del páramo en que ha convertido su gestión autonómica
La primera versa sobre el contexto político, el "porqué" resucitar aquí y ahora la citada obra pública. Puede tratarse de un intento de focalizar el debate público sobre este asunto, buscando una controversia estéril en la que "alguien" aparezca como adalid de la necesidad de invertir en Granada y "alguien" aparezca como contrario a tal inversión. Sin duda, una golosa controversia, con sus dosis de propaganda, enredo y, por supuesto, ruido, en la que aparentar contraponer los "limpios y legítimos" intereses de unos pocos, frente a los "tacaños" intereses de la gran mayoría. Ya no cuela, quizá en el pasado coló, pero ya no cuela. Hasta los miopes políticos han visto la jugada propagandística de la consejera granadina, ansiosa de poder ofrecer "algo" en mitad del páramo en que ha convertido su gestión autonómica. Lo dicho, ya no cuela.
Un enorme coste económico (que a saber si dispone o dispondrá de partidas presupuestarias), sino un brutal e irreversible coste ambiental, patrimonial y paisajístico, que nadie, a día de hoy, ha sabido o podido contrarrestar, salvo con generalidades sin sentido
La segunda reflexión versa (debería versar en todo debate sobre infraestructuras) sobre los costes. No por no querer que se gaste, sino para analizar los mismos en función de la utilidad de la obra. O en comparación con otras actuaciones que, siendo menos costosas, redundarían en un mayor beneficio general. Mucho se ha hablado de los costes, pero a grosso modo, estamos hablando de cantidades desorbitadas para lo que realmente es la obra. Apenas una decena de kilómetros, salpicados de puentes o túneles, para salvar desniveles, incluso cauces fluviales, en un terreno protegido y protegible. No sólo, como he dicho, un enorme coste económico (que a saber si dispone o dispondrá de partidas presupuestarias), sino un brutal e irreversible coste ambiental, patrimonial y paisajístico, que nadie, a día de hoy, ha sabido o podido contrarrestar, salvo con generalidades sin sentido.
Nada se ha acreditado al respecto, seguramente porque no resulta posible hacerlo. Lo único que ha disminuido tráfico de vehículos en nuestra circunvalación ha sido el Metro
La tercera reflexión, justamente, versa sobre la posible utilidad futura de la infraestructura. Esta debería ser el alivio del tráfico en nuestra Circunvalación, es decir, evitar o mitigar atascos y retenciones y ganar en fluidez circulatoria. Nada se ha acreditado al respecto, seguramente porque no resulta posible hacerlo. Lo único que ha disminuido tráfico de vehículos en nuestra circunvalación ha sido el Metro, de manera acreditada y fehaciente, por lo que cualquier innovación en infraestructura en el entorno metropolitano, debe partir del hecho de que, si es posible mejorar esa reducción de tráfico rodado, con mas líneas de metro. Tampoco cuela a estas alturas poner sobre la mesa las dos opciones, como si la ciudadanía fuera párvula. Más metro y además, el cierre del anillo, con las apreturas presupuestarias existentes, se antoja una broma de mal gusto.
Por tanto, creo que hay debates en los que mejor no redundar. Se conoce la solución, no por la teoría, sino por la práctica diaria, por lo que no continuar por esa senda es erróneo y lesivo. Apelar a que hay que esperar al estudio, hay que analizar las alternativas que el mismo ofrezca y hay que mostrar indulgencia a quien va a "invertir" en Granada es marear la perdiz, Si no existe viabilidad económica, si no existe utilidad de la obra, y si, además, ésta daña gravemente el entorno y no ofrece la sostenibilidad demandada hoy, para qué seguir enredando?. La respuesta viene dada por el contexto político, algo que no nos merecemos las granadinas y granadinos.
Análisis relacionado: