'Educación sexual saludable'
El pasado miércoles volvimos a toparnos con una fatídica noticia: la investigación en Burjassot (Valencia) por dos violaciones, una de ellas grupal, a dos niñas de 12 años. Las primeras alarmas que me saltan se dirigen hacia la cuestión: ¿está habiendo una proliferación de violaciones grupales o me lo parece a mí? Y, en segundo lugar, si la respuesta es afirmativa, por qué está ocurriendo esto.
En un intento por comprender las causas que pueden hacer que un menor considere hacer uso del cuerpo de una chica sin su consentimiento, es necesario remitirse a cuáles son sus referentes, de dónde le viene su comportamiento sexual
El caso de las violaciones de Burjassot es espeluznante, como cualquier caso de violación, pero este conjuga varios factores que lo hacen especialmente escandaloso: por un lado, que las víctimas son niñas de 12 años; por otro lado, que los cinco supuestos agresores son menores de edad; que la juez haya decidido no internar a los jóvenes mientras se produce la investigación (en contra del criterio de la Fiscalía, que ya ha recurrido esta decisión) y que los familiares hayan ido a recibir a los investigados entre aplausos y vítores. Si yo fuera madre, no se me ocurre mayor pesar que imaginar que mi hijo pudiera cometer este tipo de actos. ¿Tan convencidos están de la inocencia de sus parientes o es que la situación no les reviste tanta gravedad? Imaginando el mejor de los escenarios posibles, es decir, que no se haya producido violación y las relaciones hayan sido consentidas, me pregunto no obstante en qué piensa un chaval de 17 años queriendo tener sexo con una niña de 12.
En un intento por comprender las causas que pueden hacer que un menor considere hacer uso del cuerpo de una chica sin su consentimiento, es necesario remitirse a cuáles son sus referentes, de dónde le viene su comportamiento sexual. Teniendo en cuenta que su vida sexual, por lo general, habrá sido limitada y, por lo tanto, no podrá estar sustentada en un conocimiento experimental, probablemente su mayor fuente de contacto con el sexo sea la pornografía. Si en la infancia o adolescencia de mi generación, tenías que esperar a que tus padres se fueran de casa para imaginar lo que ocurría a partir de las 00:00h entre las rayas codificadas de Canal + o, con suerte, encontrar algún VHS subido de tono, nuestros niños y adolescentes tienen acceso ilimitado a la pornografía a través de la red desde muy jóvenes y sin ningún tipo de filtro. Una pornografía que, imagino, no solo no habrá superado el imaginario masculinizado del placer sino que, tal y como tiende a funcionar el mercado, habrá diversificado su oferta en la carrera titánica del haber quién da más.
Esta falta de pudor sexual entre ellos me lleva a preguntarme si en esto de las violaciones grupales hay algún tipo de camaradería en compartir a la misma mujer o alguna recompensa extra al poder demostrar ante los compañeros su potencia de la misma forma que muestran cuántos 'push up jacks' hacen en su sesión de 'core' en el entreno del gimnasio
Y digo “imagino” porque ciertamente nunca he sido consumidora de porno, ya que incluso antes de tener conciencia feminista, este tipo de productos me causaban rechazo bien porque me aburrían por su falta de imaginación, originalidad e interés artístico, bien porque no me excitaban al no sentirme reconocida ni en los cánones ni en los papeles atribuidos a los personajes femeninos. Sin embargo, siempre me llamó mucho la atención que mis compañeros masculinos en aquellas edades no fuesen capaces de establecer un vínculo íntimo entre ellos basado en la expresión de sus sentimientos y, sin embargo, sí pudieran masturbarse a la vez mientras veían una porno.
Esta falta de pudor sexual entre ellos me lleva a preguntarme si en esto de las violaciones grupales hay algún tipo de camaradería en compartir a la misma mujer o alguna recompensa extra al poder demostrar ante los compañeros su potencia de la misma forma que muestran cuántos push up jacks hacen en su sesión de core en el entreno del gimnasio. Tal vez a los chavales ya no les baste con decir que han mojado. Tal vez los efectos de las RRSS, además de causar adicción, falta de atención, trastornos del sueño y todas esas cosas que están padeciendo nuestros jóvenes, también está teniendo un impacto grave sobre la manera en la que se relacionan sexualmente. No es descabellado pensar que la sobreexposición de la vida privada en las RRSS, unido a una educación sexual fundamentada en la pornografía, pueda tener alguna relación con las violaciones grupales de forma que lo que antes era un acto íntimo entre dos personas ahora se convierta en una representación donde tienen la oportunidad de ser espectador y de exhibirse.
Se trata de que nuestros niños y jóvenes tienen a su alcance un producto que idealiza y desnaturaliza el acto sexual y a sus participantes, fomenta una imagen de dominación masculina y pervierte el deseo y el placer femenino al tratarse de un producto hecho principalmente por y para hombres
Atacar la pornografía (o la prostitución) se ha convertido en un asunto delicado en el que parece quererse pervertir el debate encorsetando a quienes discuten en las etiquetas de feministas-moralistas vs. liberales (económicos, se entiende), en lugar de poner el foco en lo realmente importante: el tema de discusión. Aquí no se trata de personas eligiendo libremente si van o no a un espectáculo de dudosa moralidad; se trata de que nuestros niños y jóvenes tienen a su alcance un producto que idealiza y desnaturaliza el acto sexual y a sus participantes, fomenta una imagen de dominación masculina y pervierte el deseo y el placer femenino al tratarse de un producto hecho principalmente por y para hombres. Nuestros hijos se están educando en ello mientras desde las instituciones se afanan en campañas de educación en igualdad que parecen no poder contrarrestar el efecto de la nueva figura de autoridad para nuestros jóvenes: Internet. No se confundan, es un debate sobre educación y no sobre libertad comercial o individual.