La cómica y trágica equidistancia esperpéntica
Alguna que otra vez, he escrito y reflexionado, críticamente, sobre la cómoda equidistancia esperpéntica a la hora de manifestar determinada opinión. No sobre la actitud equidistante que se fundamenta en carecer de información suficiente y contrastada sobre un asunto en concreto, o la que parte de la duda ante las diversas fuentes de información por ser éstas muy diversas. O simplemente la que se basa en una opción por la prudencia, o directamente cobardía, o en evitar un alineamiento no buscado ni deseado. Y por supuesto tampoco en aquélla que pretende, simplemente, "no meter la pata". Considero sensata, razonable y entendible esa actitud equidistante, aunque no la comparta.
Cuestión bien distinta, en mi opinión, es la equidistancia de aquellas personas, normalmente personajes públicos del mundo de la comunicación, la cultura, la ciencia o el espectáculo, que se autositúan (nadie lo hace, sino por si mismos) por norma en el altar de la equidistancia, como posición personal e intransferible. Pretendiendo mantener así una posición de tétrica superioridad moral o de "divinidad", por encima de los simples mortales
Creo firmemente, en esa línea, que los poderes públicos y las organizaciones políticas, sociales y ciudadanas deben procurar un nivel de información, documentación y, por supuesto, opinión, para dotar al conjunto de la ciudadanía de elementos de análisis y de contraste de pareceres, y mantener siempre un nivel de debate público lo suficientemente didáctico, argumentado y sustentado, como para que el mantenimiento de posiciones equidistantes fuera residual. En eso debemos mejorar.
Cuestión bien distinta, en mi opinión, es la equidistancia de aquellas personas, normalmente personajes públicos del mundo de la comunicación, la cultura, la ciencia o el espectáculo, que se autositúan (nadie lo hace, sino por sí mismos) por norma en el altar de la equidistancia, como posición personal e intransferible. Pretendiendo mantener así una posición de tétrica superioridad moral o de "divinidad", por encima de los simples mortales. Hay quienes se consideran dotados de un status tan especial, que no toman partido y prefieren no optar. Como si el legítimo ejercicio de la opción por una posición fuera algo muy terrenal. Y olvidando, yo creo que conscientemente, que esa equidistancia es la peor de las opciones.
Resulta que sin negar que la opinión o el criterio exista, calificarlo de generalizado es una presunción. Pero sirve a los objetivos de la persona esperpénticamente equidistante
Un altar, el de la equidistancia sistemática y esperpéntica (siempre cómoda, a veces trágica), muy concurrido en tiempos de crisis y de convulsiones, pues sin duda, es un lugar confortable y agradable de transitar, pues allí no se reciben críticas ni opiniones contrarias. Esta actitud suele caracterizarse por afirmaciones muy vagas e imprecisas. Por ejemplo, se dice que existe "algo generalizado" como punto de partida, bien sea una opinión, un criterio o una sensación. Resulta que sin negar que la opinión o el criterio exista, calificarlo de generalizado es una presunción. Pero sirve a los objetivos de la persona esperpénticamente equidistante. Siguiendo con el ejemplo, lo "generalizado" es que "llegamos tarde", "la desescalada fue caótica", "la clase política es un desastre", "todos lo hacen fatal", etc. No hace falta más. Parece que da igual quiénes, dónde y porqué llegaron tarde o pronto, a dónde lo hicieron, si lo hicieron realmente, en comparación con quién, o si es que el camino para llegar estaba inexplorado o era desconocido. Da igual también establecer qué es realmente un caos, quién lo provoca, qué decisiones conducen o no a él, si es que conducen, porqué se tuvo que desescalar, cómo estaba la situación al iniciar la desescalada citada, y porque hubo que cambiar ésta.
Basta con declarar que todo o casi todo está mal hecho, mal pensado y peor planificado. Sin analizar responsabilidades, sin escudriñar datos, sin contrastar acciones y comportamientos, pues eso supondría abandonar la cómoda placidez del altar de la equidistancia esperpéntica
Basta con declarar que todo o casi todo está mal hecho, mal pensado y peor planificado. Sin analizar responsabilidades, sin escudriñar datos, sin contrastar acciones y comportamientos, pues eso supondría abandonar la cómoda placidez del altar de la equidistancia esperpéntica. A partir de ahí, nuestros y nuestras divinos equidistantes lanzan a los cuatro vientos, desde su inaccesible altar, proclamas que generalizan el mal. No sólo éstos o aquéllos lo hacen mal, sino que también aquéllos o éstos lo hacen mal. De hecho, cualquiera que hiciera algo, lo haría mal. Si hago, malo. Si no hago, peor. No sólo "no me mojo", sino que evito que una sola gota de agua, alcance mi posición en el altar de la equidistancia.
Imaginen ellos y ellas que el resto hiciéramos igual. Que en lugar de comparar, analizar, contrastar y valorar, nos dedicáramos a proclamar: "Todos los periodistas y todas las periodistas son horribles", "todas y todos los escritores son pésimos y no aportan nada", "toda la clase empresarial es nefasta e ineficaz", "toda la profesión médica es errática y va a lo suyo". Profundamente injusto, poco serio y menos riguroso. Pues eso.