'Baiuca nos traslada a un aquelarre en 'Embruxo''
Ya decíamos hace unos meses que esto de unir folklore y pop se había convertido en una de las vías más exploradas por la vanguardia musical de nuestro país mucho antes de que Tangana inventara su personaje de El Madrileño. Por esas mismas fechas Califato ¾ nos entregaron un ejemplo estupendo de esta misma combinación, añadiendo la electrónica al mix de estilos. Tampoco esto era nuevo, claro: en un ya lejano 2007, El Guincho ya había hecho fusiones de música canaria (y otros estilos latinos y africanos) con electrónica desde una base compositiva pop en Alegranza. Pero lo de Baiuca es para quitarse el sombrero. Embruxo, su nuevo disco, son 34 minutos de música rave construida a base de flautas, pandeiros, gaitas y demás elementos de la música tradicional galega. Aunque la cercanía entre ambos mundos puede parecer sorprendente, Alejandro Guillán, el hombre tras este proyecto, la revela con una naturalidad pasmosa. Es una conexión que quizás siempre había estado ahí, pero hacía falta alguien con este buen gusto y este oído desprejuiciado para revelarla al resto de mortales.
Le acompañan en su empeño excelentes compañeros de viaje. Destaca, naturalmente, el nombre de Rodrigo Cuevas, cuyo carisma hace de “Veleno” el hit obvio del disco. Pero el grupo de pandereteiras y cantareiras Lilaina brilla llevando el peso vocal del resto del álbum, con una intensidad y un timbre metálico que ayudan a conducir a ese trance que el álbum persigue en la mayoría de sus cortes. El flautista Cristian Silva aporta un par de grandes interpretaciones con su instrumento, mientras que Xosé Lois Romero, compañero de Baiuca en el sello raso., también deja su toque con su trabajo en la percusión de dos canciones. Pero el maestro de ceremonias es Guillán, cuyo trabajo de producción y composición derrocha elegancia. No hace nada excesivamente complejo: hay algunas progresiones de sintes sencillísimas, notas de piano discretas, beats austeros. Pero ni falta que le hace, porque lo que sí cuida mucho es que todo quede perfectamente ensamblado. No parece haber una nota fuera de sitio en Embruxo.
Mientras tanto, las letras, mayormente en galego, exploran la mitología del noroeste de España, con especial papel para las meigas y bruxas. Esta obsesión temática es similar a la de Maria Rodés en el estupendo Lilith (2020), uno de mis discos favoritos del año pasado. Pero mientras que la catalana asombraba desde la serenidad folk, este disco transmite la sensación de estar en medio de un aquelarre
Mientras tanto, las letras, mayormente en galego, exploran la mitología del noroeste de España, con especial papel para las meigas y bruxas. Esta obsesión temática es similar a la de Maria Rodés en el estupendo Lilith (2020), uno de mis discos favoritos del año pasado. Pero mientras que la catalana asombraba desde la serenidad folk, este disco transmite la sensación de estar en medio de un aquelarre. “Pocas cosas hay más salvajes en el mundo que un grupo de pandereteiras”, ha dicho Guillán, y el disco es buena prueba de ello. En ese sentido, diría que el proyecto reciente más hermanado en cuanto a sensibilidad musical es Porvenir (2019), la obra maestra de la andaluza Le Parody, otro trabajo pensado para la noche y la fiesta. La diferencia, aparte de las raíces concretas de las que beben, radica en que mientras en Porvenir muchas canciones superan los seis minutos, todos los cortes de Embruxo se atienen al canon de la estructura pop: se hayan sin excepción entre los 3 y 4 minutos, salvo el atrapante interludio que es “Romaría”.
De hecho, hay que señalar que cuando este marco pop cambia, las canciones sufren un tanto: “Embruxo” y “Cortegada”, sin ser mediocres ni mucho menos, enganchan algo menos al no contar con voz y dejarse llevar más por una estructura electrónica que, con estas duraciones inferiores a los cuatro minutos, es menos satisfactoria. El último corte, “Lobeira”, sí que decepciona un poco. Su tono es más melancólico, sosegado y misterioso que el resto del álbum, lo que supone un giro algo desconcertante tras media hora de emociones fuertes. Además, su inserción de voces en segundo plano y algo distorsionadas tampoco termina de funcionar. Habría estado bien escuchar de forma más clara y sostenida a esos hombres cantando, las únicas voces masculinas aparte de la de Cuevas, para explorar otros matices emocionales. Y hablando de Cuevas, también recuerda a su excelente Manual de Cortejo (2019) esa inserción de voces de mujeres mayores en plan historia oral; pero de nuevo no se las entiende, de modo que el valor de su testimonio se pierde por completo y se queda en un gesto fallido.
Por lo demás, es cuestión de gustos: ¿qué melodía vocal prefieres, la de “Meigallo” o la de “Diaño”? ¿Prefieres la enloquecedora progresión de “Conxuro” o el luminoso giro final de “Lavandeira”? También depende del gusto en cuanto a los estilos de electrónica: si eres más de garage británico, sin duda te enamorarán los ritmos y el uso de samples vocales de “Luar”. Si prefieres un sonido más evocador del house estadounidense clásico, ese piano del principio del estribillo de “Meigallo” te pondrá la piel de gallina. Pero todas las canciones de este álbum cuentan con detalles de producción fantásticos y un alma pop que las eleva. Si alguien pensaba que esta veta de unir pop con tradiciones folk se estaba agotando, Baiuca ha demostrado que no es así. Embruxo es una obra maestra más nacida de ese encuentro con el pasado que tanto está marcando la música de vanguardia de la última década.
Puntuación: 8.9/10