Coronel Chaleco, héroe de la Independencia y último descuartizado en el Triunfo
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Militar y político liberal, perseguido por Fernando VII, se le añadió condena por infamia; su cabeza fue expuesta en una pica en el camino de Córdoba a Toledo
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Nadie se ocupó de rehabilitar su honor como militar asesinado tras la muerte del rey felón; ha quedado prácticamente olvidado por la Historia
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Su partida de Húsares de La Mancha entorpeció y retrasó dos años la ocupación de Andalucía por las tropas francesas
Entre 1823 y 1833 fueron ejecutados en el cadalso del Triunfo casi un centenar de españoles por el sólo motivo de haberse alineado con el bando liberal y defender la vigencia de la Constitución de 1812. La más famosa fue Mariana Pineda. Y el militar de mayor graduación el Brigadier Coronel Francisco Abad, Chaleco. Casi todos ellos fueron ejecutados mediante garrote vil, varios más por ahorcamiento.
Pero el caso de Chaleco fue muy especial y tratado con ensañamiento. Como militar que era, le hubiese correspondido una ejecución frente a un pelotón de fusilamiento. Pero las órdenes de Fernando VII no fueron esas: había que degradarlo
Pero el caso de Chaleco fue muy especial y tratado con ensañamiento. Como militar que era, le hubiese correspondido una ejecución frente a un pelotón de fusilamiento. Pero las órdenes de Fernando VII no fueron esas: había que degradarlo, considerarlo un delincuente común, aplicarle la pena más dura consistente en añadirle la de infamia. Esto conllevaba el descuartizamiento de su cadáver. Y sus restos deberían ser repartidos por los caminos, como advertencia a quien osaba oponerse al absolutismo. Que no eran pocos.
Aquella brutal forma de ejecución y deshonor contra militares liberales no fue la primera ocurrida en España; ya la habían practicado con el general Rafael del Riego y con Juan Martín Díez, El Empecinado, compañeros de la causa liberal de Chaleco. Las condenas llevaban aparejado enviar sus despojos humanos al lugar “del crimen”. En el caso de Rafael del Riego, fueron enviados a Cabezas de San Juan, el pueblo sevillano donde se alzó en armas contra Fernando VII y comenzó el Trienio Liberal.
En el caso del Coronel Francisco Abad, Chaleco, tenemos la certeza de que su cabeza fue colocada en la Venta la Bienvenida, cerca de Almodóvar del Campo, en lo que era el Camino Real de Córdoba a Toledo (hoy paso del AVE Brazatortas). Allí, según sus acusadores, había cometido uno de sus mayores crímenes al dar muerte a medio centenar de personas; en realidad se había tratado de una escaramuza entre una partida liberal por él comandada y otra absolutista, al parecer encabezada por el guerrillero Manuel Adame, alias Locho. No se trató de crímenes comunes como se hizo creer en su farsa de juicio.
El espectáculo del Triunfo
A partir de la Constitución de 1812 se unificaron las ejecuciones en la ciudad de Granada. En esta ciudad no sólo se ejecutaban a los reos locales, también solían desplazar a bastantes condenados de lo que fue la demarcación de la Chancillería (el Tajo hacia abajo). Hasta esa fecha, hubo horcas y patíbulos en Plaza Nueva, Bibarrambla, el Humilladero y el Campo del Príncipe. Por lo menos. Además, hubo colocada una picota al principio del Campo de los Mártires. donde se colgaban los miembros de quienes eran descuartizados.
La condena por infamia conllevaba la muerte civil de esa persona y la de su familia. Fernando VII abusó de ella como escarmiento contra líderes liberales
También a partir de la Constitución de Cádiz se pretendió “humanizar” las ejecuciones. Empezaron a desaparecer los descuartizamientos, las picas con cabezas clavadas en los caminos y las jaulas colgadas en las murallas con los reos pudriéndose en ellas. Existió de facto desde tiempo inmemorial la sobrecondena por infamia, es decir, se añadían varias condenas en una por la gravedad del delito: consistía en quitar la vida a una persona, despedazar su cuerpo y esparcirlo por los campos, quitarle su honra (pérdida de su buen nombre y su reputación) e incautarle sus bienes. La condena por infamia conllevaba la muerte civil de esa persona y la de su familia. Fernando VII abusó de ella como escarmiento contra líderes liberales. Curiosamente, sus jueces se basaron en una legislación (código civil de 1822) que la reguló por escrito por vez primera en la historia de España; y lo habían redactado precisamente los liberales en el gobierno.
No he hallado en los archivos históricos de Granada ninguna pena por descuartizamiento posterior a la del Coronel Chaleco. Ocurrió el 21 de septiembre de 1827. El cadalso con la silla de garrote llevaba ya varios años instalada en el Triunfo, frente a la iglesia de San Ildefonso. Por ella fue pasando mucha gente por iniciativa del inefable Ramón Pedrosa y Andrade, el alcaide del crimen que también ejecutó a Mariana Pineda. Pero en este caso nada tuvo que ver el segundón de la Chancillería; por tratarse de un militar de alta graduación, un cabecilla liberal y político opuesto al Rey, los encargados de eliminarlo fueron directamente el presidente de la Chancillería y Capitán General de Granada, Ignacio Álvarez Campaña, y el regente o delegado real, Josef Salelles y Palos [1].
No tenemos constancia exacta de cómo se hizo en el caso de 'Chaleco'; en su inscripción de enterramiento los fossores de la Hermanos de la Caridad debieron meter sus despojos en un agujero del cementerio del Armengol y cubrirlos someramente de tierra. Así solía hacerse con todos los ejecutados en el Triunfo
Para 1827, los descuartizamientos de reos ya no solían hacerse como en siglos anteriores, incluso muy habituales durante el imperio romano. Los reos no eran amarrados, vivos, a cuatro caballos que tiraban de cada una de las extremidades. Para principios del siglo XIX solía ser el propio verdugo quien, tras ejecutar al condenado, procedía a trocearlo con un hacha. No tenemos constancia exacta de cómo se hizo en el caso de Chaleco; en su inscripción de enterramiento los fossores de la Hermanos de la Caridad debieron meter sus despojos en un agujero del cementerio del Armengol y cubrirlos someramente de tierra. Así solía hacerse con todos los ejecutados en el Triunfo (Mariana Pineda fue hallada con un solo palmo de tierra encima en 1836). Así figura al menos en el libro de muertos de la parroquia de San Ildefonso. Excepto su cabeza, que ya queda dicho que fue llevada al camino real de Córdoba a Toledo.
De sus últimos momentos en la cárcel de la Chancillería conocemos solamente dos cartas que envió a su esposa y a su padre, cuando ya estaba en capilla. Sabemos que hizo testamento y que se le hizo un simulacro de juicio. Pero ninguno de estos dos documentos se conservan; su testamento está desaparecido en el libro de protocolos del escribano Francisco de Paula Carrillo del Colegio Notarial; en el libro de providencias definitivas por causas penales de la sala de gobierno de la Chancillería, tampoco aparece anotado su juicio (los libros de sentencias completas fueron destruidos antes de 1882). Es muy probable que las cartas a sus familiares les llegaran de a través de alguno de los correos que trapichearon por aquellos años desde dentro de la prisión y el exterior. Recordemos que una de esas personas que hizo de correo entre presos y familiares fue Mariana Pineda.
Frenando a los franceses en La Mancha
Manuel Francisco María Gregorio Abad-Moreno Calvo nació en Valdepeñas en el seno de la pequeña burguesía agrícola. Aprendió a leer y escribir. Como todos los jóvenes valdepeñeros, participó en la famosa batalla campal contra el ejército francés ocurrida el 6 de junio de 1808. Los franceses causaron más de treinta muertos e incendiaron el pueblo, pero los valdepeñeros se cobraron más de un centenar de víctimas a hicieron retroceder a las tropas gabachas hasta Manzanares. A su empeño por no dejar pasar más franceses a Andalucía se debe el que el general Castaños venciera en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808).
El precio que pagó Francisco Abad fue muy alto; su madre y uno de sus hermanos murieron a manos de la caballería francesa. Este hecho le llevó a tomar la decisión de enrolarse en una de las muchas cuadrillas de civiles que empezaron a hostigar a los franceses a lo largo de toda Sierra Morena; el fin no era otro que impedir que continuaran avanzando sobre Andalucía, donde se habían trasladado las Cortes españolas y el regente (Cardenal Borbón y Villabriga). A los valdepeñeros y a aquellas partidas de Sierra Morena se debe el que los ejércitos franceses tardaran dos años en llegar a las ciudades del Sur.
Con solo 22 años, Francisco Abad ya había conseguido ser líder de su propia partida de guerrilleros; estaba formada por más de 400 caballos y algunos infantes. Secundaba las órdenes del general Castaños y del 5º Ejército del Centro; aunque la realidad es que el ejército español era tan endeble que las partidas solían ser mucho más efectivas contra los invasores. Chaleco se anotó decenas de acciones de sabotaje a correos franceses, envíos de armas y ataques a retaguardia de columnas enviadas desde Francia. Se movió con su ejército de paisanos a lo largo de todos los pasos de Sierra Morena, desde el Valle de Alcudia, Despeñaperros, Barranco Hondo (Villamanrique) y Alcaraz. Incluso se adentró en tierras de Albacete, Jaén y Córdoba.
En su hoja militar de servicios se anotó la muerte directa de más de 1.350 franceses entre 1810 y 1814. Este último año ya había sido reconocido como brigadier coronel de caballería por el rey Deseado y sus caballistas fueron integrados en el ejército regular como Regimiento de Cazadores de La Mancha
En su hoja militar de servicios se anotó la muerte directa de más de 1.350 franceses entre 1810 y 1814. Este último año ya había sido reconocido como brigadier coronel de caballería por el rey Deseado y sus caballistas fueron integrados en el ejército regular como Regimiento de Cazadores de La Mancha. Fueron tiempos en que Chaleco despertó gran admiración en todos los pueblos por donde pasaba.
Con el regreso de rey Deseado en octubre de 1814, las partidas que expulsaron a los franceses fueron disueltas y no reconocidas como ejército regular. Ahí empezaron los males de Francisco Abad: mostró sus quejas al Rey y solicitó la integración militar de todos los que habían guerreado con él. Muchos de sus mandos y de sus hombres abrazaron con gusto el absolutismo y sus imposiciones, pero no él. Pronto se olió que el rey Deseado se estaba convirtiendo en rey Odiado. Prefirió retirarse de la vida militar con el grado de coronel, con una paga pequeña. Fue el momento en que se casó dos veces y tuvo cinco hijas, primero con una mujer de Tembleque y después con otra de Valdepeñas.
De guerrillero antigabacho a político liberal
Francisco Abad se alineó inmediatamente con el bando liberal al comprobar que Fernando VII era aún peor que su padre. De ahí lo del apodo Felón. Fernando VII suprimió la Constitución de 1812 y pretendió volver al rancio absolutismo del siglo XVIII. No entendió que el liberalismo y las ideas de la revolución francesa habían calado en ciertos sectores de la sociedad española. Comenzaba el sexenio revolucionario, caracterizado por la formación de nuevas partidas rurales que luchaban contra los absolutistas o realistas. Entre 1814 y 1820 se vivió en España una guerra civil por todos los rincones. España se partió en dos. Los asesinatos políticos se extendieron como un reguero de pólvora; el bandolerismo se adueñó de calles y montes.
Chaleco se alineó en el bando liberal más extremista, el de Riego. El sexenio revolucionario lo aprovechó para introducir la francmasonería en La Mancha, a través del movimiento neocomunero y las merindades. Él fue el cabeza visible del Castillo (logia) número 9, radicada en Valdepeñas y después trasladada a Ciudad Real
Chaleco se alineó en el bando liberal más extremista, el de Riego. El sexenio revolucionario lo aprovechó para introducir la francmasonería en La Mancha, a través del movimiento neocomunero y las merindades. Él fue el cabeza visible del Castillo (logia) número 9, radicada en Valdepeñas y después trasladada a Ciudad Real. Entre tanto, se dedicó a recorrer pueblos realizando una labor de proselitismo en favor de los liberales. Por España surgían continuos conatos de pronunciamientos, que eran reprimidos por los realistas. En una de las reuniones de Chaleco con afines de Gánave (Jaén), fue denunciado por el párroco ante la fiscalía de la Inquisición; este hecho ocurrió en 1816 y, a la larga, influiría en las acusaciones contra él.
En enero de 1820, Francisco Abad estaba al corriente del levantamiento en armas que preparaba el General Riego en Cabezas de San Juan. Él se había trasladado desde Valdepeñas a Madrid para participar en la neutralización de los absolutistas. Riego fue triunfando por las ciudades de Andalucía, primero, y después por toda España. Pero a Chaleco lo cogieron prisionero en Madrid los leales a Fernando VII. Lo trasladaron inmediatamente a la Chancillería de Valladolid para ser ejecutado en su plaza mayor. Mas tuvo la suerte de que el levantamiento de Riego triunfó en Valladolid justo cuando iban a ahorcarlo y los estudiantes de su Universidad lo liberaron y aclamaron como un héroe nacional.
Jefe militar durante el Trienio Liberal
Francisco Abad perteneció al sector más exacerbado de los liberales que gobernaron al principio del Trienio Liberal. Rafael del Riego lo repescó para un nuevo cargo político-militar. Fue nombrado Comandante General de La Mancha, con el grado de Brigadier. Pero el trienio liberal había ahondado las diferencias entre los muchos jefes que fueron de las partidas de la pasada guerra de la Independencia. Muchos de ellos escogieron el bando absolutista y no dudaron en volver a echarse al monte para luchar a favor de Fernando VII y contra los liberales de Riego.
Una de las principales partidas absolutistas resurgida en Sierra Morena-Ciudad Real-Montes de Toledo fue la capitaneada por Manuel Adame, Locho. Se trató de un hombre sanguinario que iba haciendo tierra quemada por donde pasaba. El Brigadier Chaleco se dedicó a perseguir a quien había sido camarada suyo en la guerra de la Independencia; le infligió bastantes bajas en al menos dos refriegas, especialmente en la zona del Valle de Alcudia y Campo de Montiel.
La guerra civil continuaba en España entre partidas liberales y absolutistas. Y con el ejército regular sin saber cuál era su lugar. En 1822, siendo Brigadier Gobernador de La Mancha, los absolutistas asesinaron a un hermano de Chaleco en Valdepeñas. Éste solicitó permiso al Rey para perseguirlos hasta su exterminio. En Valdepeñas había dejado de ser aquel héroe de 1814 y ahora tenía enfrente a más de la mitad de sus paisanos, pues en las zonas rurales la mayoría de la población y el clero se había mostrado partidarios del absolutismo de Fernando VII (¡Vivan las caenas! Gritaba el pueblo empobrecido). Las penurias se habían adueñado de España.
Invasión de los Cien Mil hijos de San Luis y final
Las potencias absolutistas europeas (Rusia, Prusia, Austria y Francia) estaban aterradas por si el movimiento liberal español les contagiaba. Por eso decidieron organizar la Santa Alianza y enviar a los Cien Mil Hijos de San Luis a poner orden en el caos español. El 7 de abril de 1823 empezaron a invadir España y repartirse por todo el territorio como una exhalación. No había ejército que se les opusiera. Las Cortes huyeron a Sevilla y Cádiz; con ellos se llevaron a la familia real, aunque a regañadientes. Fernando VII esperaba la segura liberación por las tropas de su sobrino francés, el Duque de Angulema.
Francisco Abad se afanaba en la primavera-verano de 1823 persiguiendo a la partida del Locho (engrosada con más de 1.500 caballistas de la burguesía rural manchega, alineada con el absolutismo) por tierras del Campo de Montiel. En Villanueva de los Infantes Chaleco infligió una severa derrota a las tropas del Locho; pero pocos días después tuvo que capitular ante las tropas francesas repartidas por La Mancha. Los liberales de Chaleco habían perdido el apoyo popular, los franceses repartían dinero y comida entre el pueblo. No había fuerza militar que se les opusiera. Además, la mayoría de jefes militares liberales se fueron pasando a las filas realistas.
Cuando la ocupación de los Cien Mil se dio por acabada, el general Riego –principal enemigo del Rey- fue decapitado y descuartizado en Madrid
Francisco Abad capituló en en Puebla del Príncipe el 23 de agosto de 1823 [2]. Su carrera política y militar había acabado. Fue custodiado momentáneamente en el próximo Albaladejo. Cuando la ocupación de los Cien Mil se dio por acabada, el general Riego –principal enemigo del Rey- fue decapitado y descuartizado en Madrid. Era octubre de 1823. Chaleco podría correr la misma suerte.
En diciembre de 1823 Chaleco fue trasladado y juzgado en Valdepeñas por la justicia ordinaria. Permaneció encarcelado durante los siguientes once meses en el pueblo que antes le elevó a la fama, sin apenas apoyo popular y cargado de cadenas. Se le preparó su huida a Inglaterra, pero la rechazó. En julio de 1824 fue llevado aherrojado hasta la prisión de la Real Chancillería de Granada, adonde acababa de tomar posesión una serie de jueces a quienes no les temblaba la mano a la hora de ejecutar liberales. El más famoso de ellos, Ramón Pedrosa y Andrade.
Francisco Abad permaneció en la cárcel de la Chancillería de Granada durante tres años largos, sin permitírsele que le viera su familia. Mientras tanto, Locho se había encumbrado en Madrid y se benefició del favor real. Dirigió acusaciones contra Francisco Abad acusándole de asesino de civiles, no como militar en combate. Chaleco cumplió tres años encarcelado en Granada, como tantos liberales, pendiente de su incierto futuro.
La tensión en España continuaba acrecentándose. En febrero de 1827 se constituyó en Londres la junta directiva para al Alzamiento de España, presidida por el General Torrijos. Los emisarios entre Gibraltar y Granada aumentaban; el capitán general y el regente veían enemigos liberales por todos sitios. La invasión se temía que empezase por las costas andaluzas. Entonces se decidió arreciar una política de terror contra liberales y masones. Comenzaron a rodar cabezas; y qué mejor que empezar por quienes ya estaban encarcelados en espera de sentencia o sin saber qué hacer con ellos. Y ahí estaba precisamente Francisco Abad Chaleco, el militar de mayor graduación. Su suerte estaba echada. Detrás de él fueron ejecutados varios liberales y guerrilleros más; el libro de enterramientos de San Ildefonso da buena cuenta de ellos (Todos fueron enterrados extramuros de la ciudad, en el descampado del Armengol).
Honor nunca rehabilitado
La viuda de Chaleco, Sacramento Muñoz, quedó sumida en la más absoluta pobreza en Valdepeñas. Su esposo había sido encarcelado con 35 años y ejecutado con 39. Se quedó al cargo de cinco hijas (dos del primer matrimonio y tres del segundo).
Una vez muerto Fernando VII, su hija Isabel II no tuvo más remedio que apoyarse en los liberales para alcanzar el trono. Empezaba una larga época de guerras carlistas (con su archienemigo Locho alistado entre las filas del pretendiente). Los liberales se acordaron de sus camaradas muertos en acciones de la guerra de la Independencia y/o ejecutados vilmente por Fernando VII durante su reinado. Riego, Torrijos, El Empecinado, Salvador Manzanares, Díaz Porlier, general Lacy, Álvarez Acevedo, Mariana Pineda, etc. comenzaron a ser rehabilitados en su honor. Se escribieron biografías sobre ellos y se les incluyó en los libros de Historia de España. Incluso el 30 de noviembre de 1836, el diputado Juan Escalante Ruiz Dávalos propuso la creación de la Comisión de Premios y Recompensas Nacionales para resarcir a los descendientes de liberales asesinados [3] por el nepotismo. A todos ellos se les inscribió en placas en el hemiciclo del Congreso, para que nunca se les olvidara (las placas desaparecieron en la reforma de 1970).
Pero de Francisco Abad Chaleco nadie debió de acordarse para restablecer su honor. Su viuda Sacramento Muñoz sí se movilizó para conseguir ayuda económica de la Regente María Cristina, tal debía ser su angustiosa situación con cinco niñas pequeñas que alimentar. En 1835 le solicitó por carta la misma pensión que el Estado estaba concediendo a los descendientes de los generales Torrijos, Riego y El Empecinado.
Lo que sí está autentificado es que a mediados del siglo XIX continuaban las dos hijas mayores dirigiéndose al Gobierno y solicitando beneficiarse de pensiones públicas. Al menos lo hicieron tres veces, la última en 1856.
No conocemos si la viuda consiguió su propósito para las cinco descendientes. Lo que sí está autentificado es que a mediados del siglo XIX continuaban las dos hijas mayores dirigiéndose al Gobierno y solicitando beneficiarse de pensiones públicas. Al menos lo hicieron tres veces, la última en 1856. Por una de estas cartas conocemos que el cadáver de Chaleco fue vejado y su cabeza expuesta en la Bienvenida.
En cambio, nunca se ocuparon de rehabilitar su honor como héroe –uno de los más importantes– de la lucha contra los franceses entre 1808 y 1814; amén de uno de los más importantes defensores de la Constitución de 1812 e introducción del liberalismo en los pueblos de La Mancha. El único lugar donde se le conoce y se le homenajea en cierta medida es en su pueblo natal de Valdepeñas.
El único lugar donde se le conoce y se le homenajea en cierta medida es en su pueblo natal de Valdepeñas
El Locho, por su parte, se había enriquecido durante la Década Ominosa (1823-33) por los favores de Fernando VII. Tras su muerte, abrazó el Carlismo y volvió a echarse al monte con una nueva partida de absolutistas, en este caso de carlistas. Narciso López, el nuevo comandante general de Ciudad Real a partir de 1835, ya con los liberales en el gobierno, era un antiguo camarada comunero de Francisco Abad. Se empeñó en perseguir a la partida carlista del Locho hasta conseguir expulsarlo de sus tierras. En esta carta a sus paisanos quedaban bien claras sus intenciones.
[1] El regente Josef Salelles (o Saleyes) fue acusado por la prensa liberal, a partir de 1835, de haber ocultado la llegada de un indulto real de última hora para que Chaleco no fuese ejecutado. En septiembre de 1833, el Capitán General y el Regente fueron encarcelados y perseguidos en Granada. El acusado lo negó y consiguió salvar su vida. Una acusación similar recibió el juez Juan Sevilla, de quien se dijo que también firmó la sentencia contra Chaleco; Sevilla era el juez número 8 en el escalafón de la Chancillería de Granada (Sala Segunda y de Hijosdalgo); se le quiso perjudicar en 1839 cuando optó a la regencia de la Audiencia de Albacete, bajo la acusación de haber firmado siete sentencias de muerte contra liberales granadinos.
Salelles se había jubilado en Granada en 1832; salvó su vida tras su encarcelamiento entre 1833 y 1835; huyó a Mallorca, donde falleció en 1837.
Ignacio Álvarez de Campaña dejó la Chancillería en 1831 y se fue a un destino a Córdoba, donde fue elegido diputado en 1833; allí se descubrió su pasado absolutista y fue trasladado a Granada en 1833 por sus nuevas simpatías carlistas y sus muchas condenas a muerte. Estuvo en la cárcel con Salelles hasta 1835. Después fue trasladado a Cartagena. Solicitó repetidamente exiliarse a Marsella y, finalmente, lo consiguió en 1837. Falleció en el exilio en 1840
[2] La capitulación de Puebla del Príncipe fue publicada en castellano y francés en el Diario de Madrid de 23 de agosto de 1823. En su punto tercero se dejaba claro el perdón y que "Ningún individuo comprendido en la presente capitulación podrá ser incomodado por su conducta u opiniones políticas". De ahí que los jueces absolutistas le acusaran y procesaran por supuestos delitos comunes. Su carrera política y militar había acabado. Fue custodiado momentáneamente en el próximo Albaladejo. Cuando la ocupación de los Cien Mil se dio por acabada, el general Riego –principal enemigo del Rey- fue decapitado y descuartizado en Madrid. Era octubre de 1823. Chaleco podría correr la misma suerte.
[3] En cierto modo, sí hubo un intento frustrado en las Cortes por incluirle en el listado de liberales a rehabilitar, pero debió acabar mal por culpa del proponente. Propuso incluirle el diputado por Ciudad Real Juan Fernández del Pino y Osorio Calvache. Aquel político liberal era hijo de la granadina María Dolores Osorio Calvache y del juez de la Chancillería Francisco Fernández del Pino Burgo-León, y debió conocer o estar presente en Granada cuando ejecutaron a Chaleco. El 9 de marzo de 1837 propuso a la comisión de premios del Congreso incluir su nombre entre los héroes asesinados por Fernando VII. En septiembre de 1837 incluso la proposición siguió adelante, para que su nombre se inscribiese en el Hemiciclo junto al de Mariana Pineda, además de conceder pensión a su viuda a hijas. Pero Juan Fernández del Pino se vio envuelto en una agria polémica en las Cortes por la que la Fiscalía y la Reina Regente solicitaron su suspensión por haber cometido delitos de desfalco de caudales en su anterior puesto de ministro secretario en las órdenes reunidas de Carlos III e Isabel la Católica. Quizás aquella fuera la causa de que no saliera adelante su propuesta de rehabilitación de Chaleco.
–El historiador Eusebio Vasco publicó un librito en 1908 sobre la guerra de la Independencia en Valdepeñas. Dedica unas cuantas páginas a biografiar la personalidad de Francisco Abad. Conservó algunos documentos procedentes de sus hijas, que donó al Archivo Municipal de Valdepeñas. El libro se llama Ocupación de incendio de Valdepeñas en 1808.
-El historiador Francisco Asensio Rubio publicó un documentado artículo titulado España, entre el absolutismo y el liberalismo: Francisco Abad-Moreno Calvo. Un héroe por la libertad (Revista Espacio, tiempo y forma. Serie V, Hª Contemporánea, tomo 8, 1995).
–El expediente militar de Francisco Abad pereció el incendio del Alcázar de Segovia de 1842. No obstante, en el año 1814 había sido impreso por la imprenta real. Lo reprodujo con detalle la Revista de Historia Militar (año 1966, número 21).
–En el Archivo Histórico Nacional, sección Inquisición, se encuentra el expediente de denuncia formulada contra él por el párroco de Génave.
–En el Archivo Histórico Nacional hay varios partes de las acciones de guerra que protagonizaba en tierras de La Mancha, montes de Toledo y Jaén por la compañía de cazadores/húsares que dirigía contra los franceses, fechados entre 1810 y 1812.