Andalucía, una comunidad orgullosa aún sin vertebrar con grandes retos pendientes
Más allá de los discursos oficiales y la propaganda, las postales de sus parajes únicos: playas infinitas y montañas verdes y blancas; ciudades y monumentos espectaculares: la Alhambra, la Mezquita o la Giralda; el legado de su cultura inigualable: el pensamiento de Averroes, la voz de Lorca y Machado, el flamenco, la pintura de Picasso… existe una Andalucía que después de 37 años de autonomía clama por lo mismo que entonces: trabajo, dignidad, igualdad.
Los avances constatables no han suplido aún los problemas estructurales de una comunidad orgullosa de su pasado, de la lucha por su dignidad, indisociable a su carácter, de alzarse contra poderosos, los señoritos de entonces, que ahora desde otras tribunas siguen faltando el respeto a Andalucía, aludiendo a clichés hirientes y mentirosos, como el habla propio o una supuesta indolencia, que al alba se desmiente en pueblos y ciudades. Aún hoy hay que defenderse.
Andalucía llegaba de muy atrás, abandonada y castigada durante siglos. Toda la injusticia histórica, heredada de padres y madres a hijos e hijas, quiso repararse aquel 28 de febrero de 1980 en las urnas, al ritmo de la música de Carlos Cano, para conseguir la autonomía plena de Andalucía. Histórica, como Cataluña, País Vasco y Galicia, al reconocer la identidad colectiva, lingüística y cultural, diferenciada del resto.
Es insoportable que 28 de cada cien andaluces en condiciones de trabajar no tengan un empleo, diez más que en toda España
37 años después, Andalucía ha avanzado. Pero a un ritmo que no lograr recortar distancias, con un paro insoportable que no se ataja. Porque es insoportable que 28 de cada cien andaluces en condiciones de trabajar no tengan un empleo, diez más que en toda España.
Sin contar, además, que entre los que disfrutan de un trabajo es un empleo precario, el que abunda en el principal sector productivo: el turismo, sin ganas de atajar, como para no molestar a empresarios sin escrúpulos.
Las ayudas han sido recortadas. Del drama a la tragedia. Y los niños y niñas, los más desfavorecidos, como las mujeres.
Mientras, pese a los esfuerzos más dialécticos que físicos, se anima al autoempleo, un jardín con trabas y más trabas, que convierten al autónomo en un héroe que en muchas casos paga aunque no logre ni facturar.
Que 1.120.300 andaluces no tengan trabajo no solo es un drama que debe ser inexcusablemente una prioridad, es una realidad que constata una sociedad fragmentada porque parte de Andalucía se desangra sin atisbar una solución. Así, que el progreso queda invadido por una sensación de decepción. Crecemos, sí, pero no es suficiente.
Y el trabajo y la vivienda, hoy como ayer, siguen siendo asignaturas pendientes para cumplir el Estatuto de Autonomía.
Hay un riesgo evidente de acrecentar el desequilibrio territorial entre el litoral y el interior; las capitales, del resto de las provincias, y de las locomotoras como Málaga y Sevilla, de las otras
Líder de la solidaridad, Andalucía despunta en sectores impensables en un pasado no tan lejano: como la ciencia y la investigación. Pero esa realidad no aleja el riesgo de un avance generalizado que no termina de vertebrar Andalucía. Y que corre el riesgo de distanciar el litoral pujante, por el turismo y la construcción desmesurada, con los pueblos del interior.
Las capitales, del resto de las provincias. Y las grandes locomotoras económicas, Málaga y Sevilla, del resto, donde Córdoba y Granada, tratan de no descolgarse.
Hemos avanzado en infraestructuras. No hay duda. Pero aún es insuficiente. El AVE de Granada y su imprescindible soterramiento es un ejemplo incuestionable, como el Corredor Mediterráneo.
Y otro riesgo: Andalucía ya no es una región prioritaria como receptora de fondos de la Unión Europea, sino una de Transición, por lo que las ayudas, que han contribuido decisivamente al despegue de la comunidad, se centran en el I+D+i.
Joyas desgastadas
En un escenario de desigualdad, los Derechos Sociales, inevitablemente, se han resentido. La resistencia durante la crisis pasa factura. La Dependencia, como ejemplo. Andalucía trata de suplir las carencias del Gobierno. Pero no es suficiente. Listas de espera interminables, que no remedian la situación para las familias, ni logran crear el empleo esperado.
Andalucía siempre presumió de sus políticas sociales. Y su defensa de la Igualdad y la lucha contra la violencia machista es un ejemplo. Pero la contestación sanitaria en Granada, deja deteriorada lo que fue una de las joyas de la corona.
Tardó y mucho en reaccionar el Gobierno andaluz en el conflicto sanitario. En reconocer el error y modificar radicalmente la estrategia, instalada en la soberbia, cada vez más evidente, tras gobernar ininterrumpidamente durante 40 años
Tardó y mucho en reaccionar el Gobierno andaluz. En reconocer el error y modificar radicalmente la estrategia, instalado en la soberbia , cada vez más evidente, tras gobernar ininterrumpidamente durante 40 años, con el apoyo del pueblo en las urnas.
Tampoco ayuda al desgaste del Gobierno andaluz, que dos expresidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, estén procesados por un delito de prevaricación administrativa en el caso de los ERE.
Después de cuatro décadas dirigiendo los destinos de Andalucía, el PSOE llega casi sin aliento a la encrucijada decisiva cuyo desenlace marcará su secretaria general y presidenta de la Junta, Susana Díaz, en su decisión de dar el salto a la política nacional, cuando aún queda trecho y largo por hacer en la comunidad autónoma, aún sin vertebrar.
Y a esa encrucijada llega el PSOE andaluz, tras perder las elecciones nacionales de junio de 2016 después de cinco victorias consecutivas en las urnas.
El Gobierno andaluz, puede que como reflejo del partido que lo sustenta, ha perdido alma y vigor, con un Gobierno en general plano, sin que se vislumbre, tampoco en el PSOE, un relevo de peso a Susana Díaz, que pueda aglutinar, al menos, una imprescindible renovación de métodos.
La política en Andalucía debe dejar de ser un campo de batalla, donde se disputan guerras propias, ajenas y partidistas, para ser una auténtica fábrica de soluciones. Ya es hora.