Dignidad e indignidad
Las y los concejales socialistas en el Ayuntamiento de Granada actuamos con mucha dignidad cuando empezamos a denunciar políticamente, hace ya más de diez años, unas prácticas urbanísticas, que consideramos dañinas y perjudiciales para el interés general, y al menos, sospechosas desde el punto de vista de la legalidad. Continuamos aplicando la dignidad en nuestra labor de oposición cuando observamos que, además del daño y el perjuicio claro al interés general y a lo que es de todos y todas, la acción urbanística del PP bordeaba, cuando no sobrepasaba los límites impuestos por la ley, y en cumplimiento de nuestra responsabilidad, acudimos a la vía judicial para que dictaminara al respecto.
Estamos muy orgullosos de la dignidad con la que actuamos al denunciar; de la dignidad con la que ejercimos nuestras responsabilidades. También de la dignidad con la que afrontamos el hecho de estar imputados, nada menos que por "denuncia falsa". De la dignidad que mostramos ante las declaraciones chulescas y prepotentes de dirigentes del PP, con su presidente al frente, ante el hecho de declarar ante un juzgado, porque quienes hoy, a todas luces, aparecen como responsables de un desfalco millonario al patrimonio de todos los granadinos y granadinas, pensaron evadirse de ello, atacando a quienes los denunciaban.
Orgullo y dignidad por el cumplimiento del deber. Orgullo y dignidad frente al insulto y el desprecio de quienes se creyeron intocables. Frente a quienes, en un principio se burlaron de que "fuimos a por lana y salimos trasquilados". Orgullo y dignidad, en definitiva, por no defraudar a quienes nos votaron.
Quiero suponer que estarán inmersos en la indignidad quienes actuaron atentando contra el interés general; quienes negaron las evidencias; quienes callaron pese a tener información de lo que sucedía. Quienes hoy se esconden, vergonzosamente, tras el silencio atronador o tras el balbuceo cómplice. Quienes compartieron gobierno, poder y decisiones, y hoy aparentan actuar como "si no fuera con ellos y ellas".
Quiero suponer que la indignidad de su actuación será reconocida y señalada por la ciudadanía; valorada y castigada en las urnas. Despreciada por una sociedad libre, abierta, exigente, informada. Quiero pensar que la indignidad desaparecerá de nuestra vida pública. Y quiero hacerlo desde el convencimiento de que eso es lo que merece la ciudadanía. De que ese es el legado que dejar a las próximas generaciones de granadinos y granadinas.