'A la entrada de Granada/ calle de los Herradores/ está la Virgen del Triunfo/ con veinticinco faroles'
Aquí asesinaron los franceses a 66 granadinos durante sus dos años de ocupación (1810-12) y a otros tantos por orden el felón fernandino durante su década ominosa (1823-33)
El campo abierto que antecedía la puerta de Elvira era el inmenso cementerio de Ben Malik en época musulmana. A principios del siglo XVI fue desmontado por los cristianos y empezaron a trocearlo con edificaciones: la calle San Juan de Dios y Acera del Triunfo, el barrio de San Lázaro y Cartuja; aquí se levantó el hospital de sangre de los Reyes Católicos, el convento de la Merced y el de los Capuchinos. A todo el lugar se le llamó al principio Campo de la Merced. En el centro quedó una gran explanada que hizo las veces de ejido, campo de justas, basurero, cascajar, mercado de cerdos, etc. En 1765 fue levantada la primera plaza de toros, la de la Real Maestranza.
El centro de la gran explanada de la Merced fue elegido a principios de siglo XVII, en 1618, como punto más idóneo para ubicar el homenaje de la ciudad de Granada al triunfo de la Inmaculada sobre el pecado original
En tiempos de los franceses y hasta final del reinado de Fernando VII el lugar fue elegido para colocar el patíbulo de ajusticiamientos. Aquí asesinaron los franceses a 66 granadinos durante sus dos años de ocupación (1810-12) y a otros tantos por orden el felón fernandino durante su década ominosa (1823-33).
El centro de la gran explanada de la Merced fue elegido a principios del siglo XVII, en 1618, como punto más idóneo para ubicar el homenaje de la ciudad de Granada al triunfo de la Inmaculada sobre el pecado original. Granada fue de las ciudades pioneras y acérrimas en la defensa del inmaculismo. No sin duras batallas entre la abundante grey religiosa que poblaba la urbe por entonces. El pueblo y los grandes mayorazgos se conjugaron para sufragar una obra de homenaje que se prolongó varios años: el basamento fue colocado en 1630 por el maestro Francisco de Potes, jefe de obras de la Alhambra; los escultores fueron Juan Fernández y Juan Sánchez Cordobés. Todos ellos bajo diseño y dirección de Alonso de Mena. Pero la renta de la aduana municipal con la que se sufragaban la mayor parte de los salarios resultó insuficiente, lo que provocó retrasos.
Esa es la causa de que aparezcan borrados sus textos. Ni siquiera quedó constancia de la literalidad de aquellas cartelas
En 1634 fue inaugurado el monumento. Alzado sobre una base de piedra de Sierra Elvira; cabezas de león en las cuatro esquinas y sobre ella un plinto con la dedicatoria a “Santa María Madre de Jesús, verbo encarnado de Dios, siempre Virgen, bendita, pura, libre de pecado de todas maneras…” En la inscripción figuran los personajes de la época: Felipe III, el papa Urbano VIII, el corregidor de la ciudad que lo ordenó, Luis Lasso de la Vega. En las otras tres caras del basamento cuadrangular figuraban inscripciones basadas en los textos de los Libros Plúmbeos del Sacromonte; pero su definitiva condena como apócrifos e invenciones moriscas llevó a que, en 1777, fuesen fresados a base de escoplo y martillo. Esa es la causa de que aparezcan borrados sus textos. Ni siquiera quedó constancia de la literalidad de aquellas cartelas.
La columna fue regalada por Felipe IV procedente del Palacio de Carlos V
En una escocia o moldura cóncava, con óvalos de serpentina incrustados, se deposita una urna sobre la que se enseñorean cuatro ángeles de mármol blanco. Uno de los angelotes desapareció en el primer tercio del siglo XIX y fue repuesto en la reforma de 1960. Esos querubines pisan sobre monstruos hechos con mármol rosa de Loja; sus pechos están atravesados por una banda con la inscripción “María sin pecado original”. Está labrado en las caras del cuadrado el escudo de Granada y relieves de Santiago, San Cecilio y San Tesifón. Desde aquí arranca la columna de estilo corintio, profusamente labrada de simbología mariana. A su cimacio se asoman cuatro querubines y, sobre ellos, otra urna con ángeles músicos. La columna fue regalada por Felipe IV procedente del Palacio de Carlos V.
La imagen estuvo coronada con oro y limbo de rayos a su alrededor, también sobredorados; hoy lucen sin brillos áureos
En el centro de todo se enseñorea la imagen de la Purísima, de tamaño natural, labrada en mármol blanco de Macael. Sobre su pecho tiene un relicario que contiene restos del Lignum Crucis que el cardenal Baronio regaló a los jesuitas que se establecieron en Granada a mediados del siglo XVI. La imagen estuvo coronada con oro y limbo de rayos a su alrededor, también sobredorados; hoy lucen sin brillos áureos. El diseño de la imagen de Mena está inspirado en las inmaculadas de tipo sevillano.
El farol número 25 se refería a uno más que se colocaba por dentro de la verja para iluminar más de cerca la columna. Fue diseñado por el artista Juan de Rueda Alcántara en 1670; se colocó para que ardiera perpetuamente por la salud del príncipe Carlos II, 'el Desdichado'
El monumento fue rodeado de una verja de forja, con tramos sostenidos por pilastras de piedra. Sobre cada una de las seis pilastras de cada lado descansaban otras tantas farolas sobre pernos metálicos. Por tanto, eran 24 las farolas originales. Más tarde, la ciudad añadió una más en el interior de la verja para iluminar mejor la cara de la Inmaculada. El farol número 25 se refería a uno más que se colocaba por dentro de la verja para iluminar más de cerca la columna. Fue diseñado por el artista Juan de Rueda Alcántara en 1670; se colocó para que ardiera perpetuamente por la salud del príncipe Carlos II, el Desdichado. Aunque no aparece en ninguno de los grabados que se conservan. En un dibujo que hizo imprimir la Real Maestranza de Caballería en el año 1686 figuran veinte.
La pringue era aportada por las grandes familias nobiliarias de la ciudad, por el Bañuelo, por donaciones, por un censo (hipoteca) suscrito sobre una casa cercana
Las luces de aquellos veinticinco faroles fueron alimentadas con aceite. La pringue era aportada por las grandes familias nobiliarias de la ciudad, por el Bañuelo, por donaciones, por un censo (hipoteca) suscrito sobre una casa cercana. Valladar mencionaba cómo el vecino Pedro Francisco de la Calle Heredia suscribió un censo sobre su casa cercana, en 1750, que rentaba cuatro arrobas de aceite cada año. Siempre estuvieron encendidos, día y noche, hasta que llegaron los franceses a principios del siglo XIX e interrumpieron la tradición. Después, se alternaron épocas de luz y de oscuridad, en función de la complicada situación política y social decimonónica.
La base del monumento estuvo rodeada de un suave montículo empedrado a lo granadino, con cantos blancos y negros
La base del monumento estuvo rodeada de un suave montículo empedrado a lo granadino, con cantos blancos y negros. En cada uno de sus cuatro lados tuvo una inscripción en placa de piedra. Decían lo siguiente:
Frente: De la Virgen castísima, amorosa/Augusta, celestial, inmaculada/Más que todas las vírgenes hermosa;/Más que todos los seres sublimada/
Izquierda: De la pureza en el primer instante/De su admirable concepción bendita/Dudó la mente imbécil, arrogante/De torpe, infiel y bárbaro eremita/
Estas inscripciones fueron añadidas en 1640 tras la profanación protagonizada por un eremita que habitaba en las cercanías. Llamaba puta a la Virgen
Detrás: Más dios en los arcanas de su juicio/Hizo, que de su Madre el dulce nombre/Triunfase del horrible maleficio/Con que Luzbel amenazaba al hombre/
Derecha: Y el hombre firme en la feliz creencia/Que su fiel corazón fortalecía/Proclamó la purísima excelencia/Del sacrosanto nombre de María/
Estas inscripciones fueron añadidas en 1640 tras la profanación protagonizada por un eremita que habitaba en las cercanías. Llamaba puta a la Virgen. El discrepante antiinmaculista repartió unos libelos por la ciudad; fue condenado a galeras y propició un movimiento de fe que resonó por Granada durante todo aquel año. (Ver: Los pomposos desagravios a vírgenes “putas” y las tallas que lloraban sangre).
1846, se ordena el paseo y las alamedas
El Campo de la Merced adquirió pronto el nombre de Campo del Triunfo. En el último tercio del XVIII era un inmenso espacio abierto, que se utilizaba para el paseo y actividades de ocio. No tenía ni un árbol. Sólo era montado un templete o palenque ocasional, sobre ocho columnas, que servía para los juegos de aros de ensartar con lanzas, organizados por los jinetes de la Real Maestranza de Caballería. Se enseñoreaba en el centro el monumento a la Inmaculada, con algunas cruces menores que salpicaban el lugar. Por 1778 en que debió ser pintado el cuadro que sigue se aprecian seis faroles por cada lado de la verja. Así aparece en la conocida pintura de los ilustrados mirando desde el balcón del Carmen de Rolando.
El Triunfo en 1797, según el plano de Francisco Dalmáu. La plaza de Toros de la Maestranza estrechaba el camino de Santa Fe. El resto del gran solar era un triángulo donde confluían los caminos de Santa Fe por abajo y Pulianas por arriba. El monumento era el cuadrado del centro.
En 1853, con el plano de Contreras, ya vemos marcada la gran zona ajardinada que había plantado la ciudad sólo siete años antes. Era un jardín de tipo versallesco, con alamedas. Todo giraba en torno a la columna y un pequeño estanque a su alrededor.
El plano de 1909, del Ministerio de Educación, ya recoge la plaza de toros en la parte alta del solar. También hay cedidos unos solares frente al Hospital Real para usos militares, llamados factorías. Quedan restos de las arboledas y paseos plantadas en 1846. Ya estaba el colegio del Ave María y quedaban los derribos del mercado de cerdos.
El plano de 1939 ya presenta construida la Escuela Normal del Profesorado, el colegio al lado y una fase de las viviendas militares frente a la Merced. Se ve intacta la franja de jardín que después dio paso a una acera de bloques al inicio de la Avenida de la Constitución.
El primer tercio del siglo XIX, con sus aires anticlericales y desamortizaciones de bienes religiosos, no debió sentar nada bien a la columna de la Inmaculada
El primer tercio del siglo XIX, con sus aires anticlericales y desamortizaciones de bienes religiosos, no debió sentar nada bien a la columna de la Inmaculada. En esas fechas se constata abandono y escaso de culto por los granadinos. La desamortización también afectó a la eliminación de los censos que garantizaban el suministro de aceite para las lamparillas.
No fue hasta el año 1846 cuando los próceres de la ciudad volvieron a fijar sus ojos en el denostado Campo del Triunfo. En las décadas anteriores había sido más campo de ejecuciones que de entretenimiento. El alcalde Manuel Gadeo y Subiza le dio nuevos aires a la zona ordenando la traza de unas arboledas y jardines, todo teniendo como centro de distribución y confluencia a la monumental columna y sus faroles. Ordenó sembrar 4.000 árboles. Para esa fecha sólo se contaban activas 6 de las luminarias. En tan sólo cinco años ya estaba muy crecida la alameda. Así lo reflejó Alfred Guesdon en el dibujo alzado que hizo en el año 1853.
La columna volvió a ser restaurada nuevamente en el año 1865. En esta fecha empezaba a ser muy apetecible este diáfano terreno para expansión de la ciudad
La columna volvió a ser restaurada nuevamente en el año 1865. En esta fecha empezaba a ser muy apetecible este diáfano terreno para expansión de la ciudad. El constructor Manuel Garrido quiso comprar a la ciudad una parte del solar para construir doscientas casas; las Hermanitas de los Pobres también quisieron su trozo para levantar su casa (que al final lo consiguieron en las Huertas de San Jerónimo).
1876: empieza la venta del Campo del Triunfo
El año 1876 supuso un cambio drástico en el inicio de la reorganización del Campo del Triunfo. La causa fue el incendio que acabó con la plaza de toros de la Real Maestranza; el fuego redujo a cenizas el que fue primer coso fijo de la ciudad. Desaparecía el tapón que había surgido entre el barrio de Canasteros y las huertas de Capuchinos/mercado de cerdos. Pero muy pronto Granada empezó a pedir nuevo ruedo donde asistir a una de sus principales distracciones, las corridas de toros. El Ayuntamiento sacó a concurso un solar en 1878 para quien deseara convertirse en empresario taurino; el guante lo recogió el empresario Pedro Álvarez Moya. Pero en esta ocasión, la nueva plaza, apodada la Chata, fue levantada un poco más arriba, en el ángulo que formaban el Hospital Real y el Convento de Capuchinos, con la calle Ancha de Capuchinos de por medio. Fue inaugurada en 1880.
El XIX terminó abriendo en canal la Acera del Triunfo para permitir la salida de la nueva Gran Vía, que había empezado sus demoliciones en 1895
Nuevos bocados iban a ir reduciendo el Campo del Triunfo en años siguientes. En 1886 fue cedido un solar para la intendencia militar y se eliminó parte del arbolado frente a la iglesia de San Ildefonso. En 1888 fue construida una escuela de primaria. El XIX terminó abriendo en canal la Acera del Triunfo para permitir la salida de la nueva Gran Vía, que había empezado sus demoliciones en 1895.
El siglo XX continuó modificando sustancialmente este espacio. En 1900 fue abierto el Colegio Ave María por debajo de los Capuchinos, lo que obligó a trasladar el mercado de cerdos a las Eras de Cristo, por encima de la ermita de San Isidro. En 1902-3 se decidió organizar una zona ajardinada paralela a la Acera del Triunfo/Canasteros (donde hoy está la Delegación de Hacienda y bloques siguientes). Se sucedieron obras de alcantarillado y acerado en los años siguientes. También se ajardinaron otros parterres de la que se llamaba Avenida de Alfonso XIII.
El monumento a la Inmaculada también resultó afectado por tanta actividad urbanística en la zona
El monumento a la Inmaculada también resultó afectado por tanta actividad urbanística en la zona. En el año 1906 se decidió desmontar la verja forjada en 1638 y eliminar el empedrado artístico con sus cuatro inscripciones del agravio de 1640. Los hierros fueron arrumbados en el Pósito de la Alhóndiga. En su lugar se colocaron unas flores protegidas por unos marcos de alambrera. La desaparición de la verja se llevó por delante los tradicionales faroles; no dejaron ninguno. En los alrededores fueron colocados tres decenas de bancos de madera y de hierro fundido.
En el año 1919 se inició un movimiento ciudadano reclamando al Ayuntamiento que recuperase el aspecto tradicional que tuvo el monumento durante los tres siglos anteriores
En el año 1919 se inició un movimiento ciudadano reclamando al Ayuntamiento que recuperase el aspecto tradicional que tuvo el monumento durante los tres siglos anteriores. Tardaron tres años, pero se consiguió volver a colocar la verja original y cuatro faroles, uno en cada esquina.
Inmediatamente empezó la construcción de la Escuela Normal del Profesorado (1920) y dos bloques de viviendas para militares en la perpendicular al cuartel de Infantería (la Merced), entre 1924 y 1933. La columna de la Virgen y la más pequeña que recordaba el lugar de ajusticiamiento de Mariana Pineda quedaron empequeñecidas entre las nuevas edificaciones. Definitivamente, el antiguo Campo del Triunfo quedó partido por la mitad con los nuevos edificios: en un extremo, la Plaza del Triunfo en la zona más cercana a la Puerta de Elvira; al lado contrario, los Jardines del Triunfo con su plaza de toros en el cornero superior.
Profunda reforma urbana durante el franquismo
En el año 1928 le había crecido una dura competidora al coso del Triunfo. La plaza de Frascuelo era más grande y mejor plantada. Además, la del Triunfo había tenido mala suerte con el ciclón de 1889 que la dejó mutilada; también hubo que reformarla varias veces. En los años que convivieron las dos, la del Triunfo llevó la etiqueta de segundona. Incluso en el verano de 1929 el Ayuntamiento propuso trasladar el monumento a una de las tres rotondas que se preveía construir en las intersecciones de la Avenida Alfonso XIII (la primera, donde está actualmente la bandera de España). El alcalde Mariano Fernández Sánchez-Puerta dijo que se lo consultaría al arzobispo Casanova. Fue nombrada una comisión de tres concejales (Caparrós, Leyva y Casado Torreblanca) para que iniciaran los trabajos de traslado. La oposición, con Rodríguez-Acosta a la cabeza, se opuso rotundamente; primero, por costoso; y segundo porque era cortar con una tradición centenaria que no gustaría a los fieles marianos. Mejor sería repararlo y atender mejor su iluminación. Y así quedó frustrada la idea.
Por los primeros años de la II República escribía Nicolás María López una crónica en la que constataba que de todos los faroles sólo había operativos seis
Por los primeros años de la II República escribía Nicolás María López una crónica en la que constataba que de todos los faroles sólo había operativos seis. De luces raquíticas y mortecinas, alimentadas con el aceite de los vecinos y con el Ayuntamiento de izquierdas que lo había abandonado. Criticaba que la ciudad había olvidado el voto solemne que hizo en 1618. También en aquel periodo republicano el cronista Zirto de Ideal elaboró una crónica destacando los árboles secos y desgajados del entorno.
En marzo de 1943 ya se empezó a hablar de la necesidad de eliminar la plaza de toros del Triunfo y proyectar un nuevo barrio en su lugar
Pasó la guerra civil y nos plantamos en el franquismo. El alcalde Gallego Burín desplegó su ofensiva reformadora interior de la mayoría de espacios de la ciudad. También el Campo del Triunfo entró en sus planes; le auxiliaba en sus ideas como técnico el arquitecto Miguel Olmedo Collantes. En marzo de 1943 ya se empezó a hablar de la necesidad de eliminar la plaza de toros del Triunfo y proyectar un nuevo barrio en su lugar. Fueron dibujados los planos y las alineaciones. Pero los políticos municipales y los propietarios del ruedo no se pusieron a negociar en serio hasta 1947. La plaza cerró definitivamente tras la campaña taurina de 1948 y empezaron a desmontarla.
El reparto del gran espacio resultante se iba a urbanizar sacando siete grandes solares para alzar bloques de viviendas
El reparto del gran espacio resultante se iba a urbanizar sacando siete grandes solares para alzar bloques de viviendas; estarían partidos por una calle escalonada en perpendicular al Hospital Real y dos travesías. En el centro se dejaría una plaza a la que sería trasladado el monumento de la Inmaculada.
En esta foto aérea se ve el comienzo de desmontaje de la plaza de toros. La columna estaba al otro lado de la Avenida del Hospicio.
Tres de los solares pasarían a propiedad de la ciudad (con 4.667 metros cuadrados; solares 1, 4 y 6)). Los otros cuatro solares (3.610 metros) quedaban en propiedad de los empresarios taurinos (Corría por cuenta de la empresa el derribo de la plaza antes de abril de 1944; y se comprometía a edificar en sus parcelas antes de tres años). Al Ayuntamiento correspondería la urbanización de las calles y la instalación de servicios. Sus solares los ofrecería en subasta a otros constructores interesados. Decían los concejales que el Ayuntamiento estaba haciendo un negocio redondo.
Todo el espacio del campo del Triunfo quedaba para la ciudad en expectativa de destino. Corría ya la década de 1950-60 y era alcalde Manuel Sola Rodríguez-Bolívar
Pero este proyecto se fue retrasando, quedó finalmente en agua de borrajas.
A partir de 1949 ya estaba limpio todo el solar que fue plaza de toros durante 68 años. Y en espera de ver cómo evolucionaba el amplio abanico de obras abiertas por Gallego Burín. Éste dejó de ser alcalde en julio de 1951 y sus sucesores cambiaron de planes con respecto al diseño de 1943. Todo el espacio del campo del Triunfo quedaba para la ciudad en expectativa de destino. Corría ya la década de 1950-60 y era alcalde Manuel Sola Rodríguez-Bolívar.
El primer uso que se le dio a esta plaza recuperada fue en 1957 con motivo de la concentración del Congreso Eucarístico. La parata y el terraplén de la plaza de toros fue allanada. Montaron una imponente tribuna en lo que hoy es fuente corrida y columna. El arquitecto municipal ya empezaba a trazar los planos para el futuro jardín y traslado del monumento.
Tenían sus casas mirando a una zona descampada y ahora iban a ser levantados bloques que les quitarían las vistas de todo el Campo del Triunfo, el Albayzín y Sierra Nevada
Faltaba muy poco para que el alcalde Manuel Sola escuchara a los vecinos de la acera Divina Pastora, capitaneados por el catedrático de Medicina José Higueras Rojas. Tenían sus casas mirando a una zona descampada y ahora iban a ser levantados bloques que les quitarían las vistas de todo el Campo del Triunfo, el Albayzín y Sierra Nevada. No estaban dispuestos a dejarse encajonar. Propusieron al Ayuntamiento permutar esos los solares dejados por su plaza de toros a la familia Fernández Jiménez, popularmente llamados los Menanos. Se le darían a cambio la franja de jardines de Calvo Sotelo. Los propietarios accedieron, vendieron el primer solar a Hacienda y construyeron pisos en el resto.
Fueron sacrificados los jardines de abajo, fastidiaron las vistas a toda la fila de casas de Acera del Triunfo, pero se consiguió dejar diáfano el futuro jardín.
Las líneas básicas del proyecto de Jardines del Triunfo definían calles radiales enfilando al monumento, cuyos anchos disminuían a medida que se aproximaban
En enero de 1959 fue convocado un concurso para construir los jardines del Triunfo y el traslado de la columna, que había quedado ensombrecida y poco vistosa desde que fue rodeada de edificios. El contrato se lo adjudicó la empresa Agromán. El presupuesto de ejecución fue de 526.725 pesetas, más 160.000 para los escultores que repararon los daños en las figuras y la réplica del ángel (aunque dejaron manos, piernas y alas mutiladas como muestra de las agresiones del tiempo). Las líneas básicas del proyecto de Jardines del Triunfo definían calles radiales enfilando al monumento, cuyos anchos disminuían a medida que se aproximaban; se dejaban espacios libres para acoger grandes concentraciones de personas; se primaba la visibilidad del monumento sobre una tribuna realzada; el fondo se cerraba con un surtidor de chorros verticales de agua; una pantalla de vegetación lo separaría del tráfico de la calle Ancha de Capuchinos. También la reja original fue restaurada. La obra duraría poco más de dos meses.
De todos los que plantaron representando a los libaneses, la mayoría no consiguieron aclimatarse; han sido sustituidos por cedros del Atlas y el Himalay
Durante el Corpus de 1959 visitaron el Ayuntamiento de Granada el Patriarca Maronita de Antioquía, Pablo Pedro Meouchi, y el embajador del Líbano en España, Samy El-Khou. El alcalde Manuel Sola les explicó la obra ajardinada que se disponía a hacer en el Triunfo. Plantaría árboles de varios tipos y países. El gobierno del Líbano envió tiempo después unos cuantos plantones pequeños de cedro autóctono de su país. De todos los que plantaron representando a los libaneses, la mayoría no consiguieron aclimatarse; han sido sustituidos por cedros del Atlas y el Himalaya. Solamente sobrevive un ejemplar, situado cerca de la marquesina de autobuses en la bajada de la Cuesta del Hospicio.
Durante el tiempo que transcurrieron las obras, la imagen de la Inmaculada permaneció provisionalmente en el suelo, protegida por la verja desmontada. Fueron meses en que los fieles acudían a verla de cerca, a rezarle y a llenar su regazo de flores
El proyecto resultante es prácticamente el que conocemos en la actualidad. La novedad fue incorporar una fuente corrida y con iluminación en colores en la espalda del monumento. Esta fuente fue diseñada por el ingeniero Carlos Bohígas; fue la segunda más novedosa de España por sus chorros de color, tras la de Montjuic. También se decidió cimentar la base sobre un forjado de hormigón que elevó unos dos metros y hace más esbelto el conjunto. En el proceso de traslado también se decidió girar su orientación noventa grados; si antes la Virgen miraba a la Puerta de Elvira, desde 1960 su mirada se dirige hacia la Vega. Se le añadió una réplica del cuarto ángel trasero, el que faltaba desde fecha desconocida en el siglo XIX. También se recuperó el montículo de empedrado al estilo granadino, pero no las cuatro inscripciones que tuvo entre 1640 y 1906.
Durante el tiempo que transcurrieron las obras, la imagen de la Inmaculada permaneció provisionalmente en el suelo, protegida por la verja desmontada. Fueron meses en que los fieles acudían a verla de cerca, a rezarle y a llenar su regazo de flores.
Desaparecieron los faroles para siempre
Si en 1923, tras la reposición de la verja, ya no volvieron a ser recolocados los 24 faroles sobre los hierros, a partir de su traslado a su actual ubicación desaparecieron todos. Se sustituyó por la iluminación eléctrica de farolas del jardín (actualmente con iluminación específica de proyectores).
Desde la reforma que hizo el arzobispo Moreno y Mazón, en 1885, se encargó una familia del barrio de San Ildefonso de mantener encendidas las llamas durante las veinticuatro horas del día
Eso en teoría, porque en la práctica sí había algunos faroles más alimentados con el aceite de siempre o con velas. Desde la reforma que hizo el arzobispo Moreno y Mazón, en 1885, se encargó una familia del barrio de San Ildefonso de mantener encendidas las llamas durante las veinticuatro horas del día. A principios de la década de los setenta del siglo pasado todavía seguía acudiendo Concepción Peña Serrano a cuidar sus faroles a la nueva ubicación. Antes se habían encargado de hacerlo su madre Concepción Serrano, su abuela María y su bisabuela María Josefa. Seguía viva la tradición de gente que le dejaba botellas con aceite o velas de cera. Y si falta aceite, el párroco de San Ildefonso lo buscaba. Hubo hasta hace unos cuarenta años varios de los faroles antiguos enganchados a la actual peana de piedra. Los custodió la familia de Concepción Peña hasta tiempo relativamente reciente.
¿Origen del cantar “A la entrada de Granada”?
Escribía el cronista Paula Valladar en 1884 (El Defensor, 14 de diciembre) que ya en esa fecha estaba en desuso el cantar popular de
“A la entrada de Granada/
calle de los herradores/
está la Virgen del Triunfo/
con veinticinco faroles/.
Y estaba tan en desuso sin que ni un mal candil alumbrara el airoso monumento que levantó la piedad granadina en momentos de euforia cristiana
Y estaba tan en desuso sin que ni un mal candil alumbrara el airoso monumento que levantó la piedad granadina en momentos de euforia cristiana. Respecto al número de faroles, manejaba datos diferentes, según los escritores antiguos: el Padre Echevarría, en sus Paseos por Granada de 1764, mencionaba que eran 21 los faroles. Valladar los contó el día anterior a escribir su artículo y eran 24, recién repuestos. Con este número inmortalizó el monumento el fotógrafo José García Ayola en 1885 tras la restauración ordenada por el arzobispo Moreno y Mazón. Lo hizo a instancias de un grupo de señoras, recuperadoras de la tradición inmaculista; ya estaba más calmada la situación política durante la Restauración de Alfonso XII. Aquel grupo de mujeres pidieron al Ayuntamiento la cesión de los faroles que habían sido retirados en años anteriores. Se tenía por tradición que los 24 faroles representaban a cada uno de los Caballeros XXIV que en origen componían el Concejo (aunque para 1885 ya eran nada menos que 39 los concejales de Granada).
Se observa la columna con la Virgen orientada hacia la Puerta de Elvira; parece más chaparrita al no estar todavía realzada por la peana actual; conservaba el empedrado y la verja originales
En el año 1877, el joven médico y dibujante Valentín Berrecheguren hizo un esbozo del monumento para una crónica que publicó el periódico La Ilustración Religiosa. Con aquel dibujo, el grabador de la revista buriló una plancha muy curiosa del aspecto que presentaba el monumento y su contorno urbano. Se observa la columna con la Virgen orientada hacia la Puerta de Elvira; parece más chaparrita al no estar todavía realzada por la peana actual; conservaba el empedrado y la verja originales; se ven tres ángeles pisando sus respectivos monstruos, pero la perspectiva no deja asomar el cuarto, en parte porque llevaba muchos años arrancado.
En la estampa costumbrista no faltan los granadinos ataviados a estilo de la época, los burgueses con chaqué y sombrero, las mujeres del pueblo con sus tocas, largas faldas y pañoletas sobre la cabeza; y el aguador con su cántaro a cuestas
En ese año 1877 sólo quedaban cuatro faroles, uno en cada esquina. Se ve un artístico banco de piedra y unos árboles jóvenes alrededor. Al fondo aparecen las edificaciones del Convento de Capuchinos, pues todavía faltaba un año para que empezara la construcción de la nueva plaza de toros promovida por Pedro Álvarez Moya. En la estampa costumbrista no faltan los granadinos ataviados a estilo de la época, los burgueses con chaqué y sombrero, las mujeres del pueblo con sus tocas, largas faldas y pañoletas sobre la cabeza; y el aguador con su cántaro a cuestas. Los jaspes incrustados en el mármol ya habían sido arrancados para entonces, así como el sobredorado de la corona imperial y los rayos de la túnica de la Inmaculada.
El Arzobispado de Granada también quiso inmortalizar el acto de recuperación de la fiesta de la Inmaculada en 1885. Mandó dibujar una estampa del monumento, impresa por litografía Casado
El Arzobispado de Granada también quiso inmortalizar el acto de recuperación de la fiesta de la Inmaculada en 1885. Mandó dibujar una estampa del monumento, impresa por litografía Casado. En la ilustración que sigue ya se ven repuestos los 24 faroles sobre la verja. La columna está falseada, es un poco más corta al faltarle uno de los ocho segmentos-medallón. Es la típica estampa de santos, rodeada de rayos y limbos celestiales; se ve que estaba sombreada de los mismos árboles que dibujó Berrecheguren en 1877, aunque un poco más crecidos. En cambio, eliminaron del fondo la plaza de toros, que ya estaba acabada y en uso.
La imagen en plata del monumento de la Inmaculada del Triunfo, restaurada y trasladada, fue elegida como regalo de boda a Don Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia con motivo de su enlace en el año 1962. Fue donada por la Real Maestranza de Caballería de Granada. Esta institución estuvo muy ligada al Campo del Triunfo; en estos terrenos tuvo su campo de justas a caballo, el templete de las cintas y su plaza de toros durante más de dos siglos.
La joya fue modelada en plata por el taller de Miguel Moreno Grados, actual firma Talleres de Arte Moreno. Se compone de cientos de piezas fundidas en plata y después montadas a mano
La joya fue modelada en plata por el taller de Miguel Moreno Grados, actual firma Talleres de Arte Moreno. Se compone de cientos de piezas fundidas en plata y después montadas a mano. La altura total es aproximada a setenta centímetros. El trabajo de sacado de puntos y diseño permitió a esta firma de joyeros granadinos hacer más réplicas que tienen a la venta. La Real Maestranza quiso que este regalo fuese un recordatorio al futuro monarca del voto de sangre de los maestrantes en defensa de la Inmaculada Concepción, que sus antepasados juraron en la Catedral de Granada en 1618.
En cuanto a la letra y música del poema en cuestión, persisten muchas dudas sobre su origen. Se comentaba en el último tercio del siglo XIX que su autoría fue una tradición popular, no provenía de un escrito literario. Era una cancioncilla que se cantaba asociada a incipientes palos del flamenco. Pero como no hay grabaciones sonoras de la época tampoco podemos conocer su entonación.
Sobre su letra original derivaron algunas variantes. El primer verso ha presentado variaciones ya que se decía “al asomar” y “Graná” en algunas publicaciones
Sobre su letra original derivaron algunas variantes. El primer verso ha presentado variaciones ya que se decía “al asomar” y “Graná” en algunas publicaciones. En el caso del segundo −calle de los Herradores− han aparecido las variantes de “Calle de los Miradores” y “Calle de los Embajadores”. En algún momento también escribieron y cantaron “Plaza de los Herradores”. Los versos tercero y cuarto no sufrieron variantes hasta tiempos recientes.
Autores foráneos dieron la vuelta por completo a estos versos hasta tergiversarlos y arruinar su asociación a la Virgen del Triunfo
Autores foráneos dieron la vuelta por completo a estos versos hasta tergiversarlos y arruinar su asociación a la Virgen del Triunfo. En el último cuarto del siglo XIX en una publicación de Madrid (La Ilustración Católica, 1877), se rizaba el rizo con estas modificaciones:
“Al asomar a Granada
Por la calle de [los] Herradores
Se ve la Virgen del Triunfo
Con veinticinco faroles”
En la revista La Fe (1890) se escribía la siguiente interpretación, mezcla de santos que nada tenían que ver con el Triunfo y las afueras de Granada:
“A la entrada de Granada
Lo primero que se ve
La Virgen de las Angustias
Y el Cristo del Gran poder”
La cuarteta o redondilla que centra este artículo es una definición muy certera de lo que fue esta zona de Granada en el siglo XVIII, origen que inspiró su composición
Y en un libro de refranes y cantares geográficos de España (1906) la versión era aún más enrevesada y casi carnavalesca:
“A la entrada de Granada
Lo primero que se ve
La fuente de las Angustias
Y el molino de café”.
La cuarteta o redondilla que centra este artículo es una definición muy certera de lo que fue esta zona de Granada en el siglo XVIII, origen que inspiró su composición. El monumento a la Virgen del Triunfo estaba, efectivamente, a la entrada de Granada; solamente la antecedían dos barriadas de casas a la vera de los caminos que desembocaban en la Puerta de Elvira, es decir, arrabal de San Lázaro y el Cercado Bajo de Cartuja. Una zona tan despejada permitía ver en el centro y desde lejos la columna.
Este dato lo corroboran los documentos del Archivo Histórico Municipal donde se consigna que hubo establecida allí una familia de herradores, que desarrollaron su trabajo entre 1800 y 1828 en que pidieron permiso para vender la casa
En la ciudad de Granada nunca existió la calle de los Herradores. Gallego Burín creía que estos herradores del verso eran los que trapicheaban en las fraguas de las Ventillas de San Lázaro. En cambio, hay otra versión sobre la ubicación de los herradores que debieron inspirar a quien rimara los versos; el poetastro no iba mal encaminado. Sí hubo unas casas, paredañas entre el lateral del Arco de Elvira y la rábita que hacía esquina para subir a la Alhacaba (mezquita Gindeir), a las que se denominaba Acera de los Herradores y Albéitares. Estaba justo a continuación de la Puerta de Elvira. Este dato lo corroboran los documentos del Archivo Histórico Municipal donde se consigna que hubo establecida allí una familia de herradores, que desarrollaron su trabajo entre 1800 y 1828 en que pidieron permiso para vender la casa. El herrador cabeza de familia se llamaba Manuel Prieto.
Uno de los grandes artistas flamencos granadinos que llevaban la letra de la cuarteta de la Virgen del Triunfo entre su repertorio fue Frasquito Yerbabuena (Francisco Gálvez Gómez, 1884-1944). No conozco que dejara ninguna grabación, ya que dicen que se negaba a ello; actuaba en lugares privados y alcanzó gran fama. Fue funcionario del Ayuntamiento en el área de mercados. Revivió y popularizó “A la entrada de Granada”.
Pero sin duda el broche de oro y el lanzamiento en el mundo del cante flamenco se lo puso a la cuarteta el cantaor Juan Peña, el Lebrijano. Recuperó este tanguillo y con su voz lo elevó a la categoría de sublime
Pero sin duda el broche de oro y el lanzamiento en el mundo del cante flamenco se lo puso a la cuarteta el cantaor Juan Peña, el Lebrijano. Recuperó este tanguillo y con su voz lo elevó a la categoría de sublime. Figura en su disco “Sueños en el aire” (2001), dedicado a glosar las excelencias de Granada. Si bien, en este caso hay que ponerle “un pero”: sustituyó el tercer verso, el principal de la composición: el “está la Virgen del Triunfo” lo mudó por “hay una fuente famosa”. Es cierto, ahora existe una gran fuente, pero ya no está con veinticinco faroles. Sólo tiene iluminación eléctrica.
De todas formas, el cante de el Lebrijano es para no perdérselo. Lo ha convertido en un poema inmortal. Se puede escuchar en el siguiente enlace:
El texto completo de la obra del maestro de Lebrija dice lo siguiente:
Granada canta al son, Del Darro y del Genil,
mientras la Alhambra, Sueña con el Albayzín.
Y a la entrada de Granada,
Calle de los herradores.
Hay una fuente famosa,
con veinticinco faroles.
Me gusta vivir en Granada Porque me gustan a mí
Las campanas de La Vela Cuando me voy a dormir.
Y a la entrada de Granada, Calle de los herradores.
Hay una fuente famosa, con veinticinco faroles.
Pensamiento tiene el Darro, de casarse con Genil.
Y le ha dado de dote, Plaza Nueva y Zacatín.
Y a la entrada de Granada,
Calle de los herradores,
Hay una fuente famosa,
con veinticinco faroles.
Granada canta al son, Del Darro y del Genil.
Mientras la Alhambra, Sueña con el Albayzín.
Paseíto de los tristes, Donde a mí me gusta ir,
Mirando a Generalife, Se acaba mi sinvivir.
Y a la entrada de Granada,
Calle de los herradores,
Hay una fuente famosa,
con veinticinco faroles.
La cueva del Sacromonte, Guarda Lunas encendidas,
Y le van cantando zambra, Toda su gitanería.
Y a la entrada de Granada,
Calle de los herradores,
Hay una fuente famosa,
con veinticinco faroles.
Granada canta al son, Del Darro y del Genil.
Mientras la Alhambra, Sueña con el Albayzín.
Y a la entrada de Granada,
Calle de los herradores,
Hay una fuente famosa,
con veinticinco faroles.
Granada canta al son, Del Darro y del Genil.
Mientras la Alhambra, Sueña con el Albayzín.
-Las cuatro astillas de la Cruz de Cristo que guarda la ciudad 'mora' de Granada