'Za! y Perrate construyen una máquina flamenca experimental'
Si pidiésemos al fan medio del flamenco (o, quizás incluso más, a los flamencólogos) que describiesen este género musical, que enumerasen sus características y que enunciasen las virtudes que hacen bueno a un músico o cantaor, casi con seguridad esquivarían las metáforas mecánicas. Pese a la exigente precisión rítmica del género, que convierte a los palmeros en auténticos metrónomos humanos, la estética flamenca se articula en torno a metáforas orgánicas o incluso místicas: el duende, el rajo, la jondura... todos estos términos apelan a lo inefable, a lo que surge espontáneamente de quien posee las cualidades para canalizarlo. Una buena actuación en directo se da cuando los artistas se encuentran sobre el escenario y sus sensibilidades se alinean, cuando el arte de cada uno se acompasa al de los demás y todo fluye en la misma dirección. Esto se produce gracias a una magia inexplicable, que solo puede percibirse, pero no analizarse. Esta es la forma en que se ha codificado el buen hacer en este género desde hace décadas. En un estilo con convenciones tan marcadas, donde predomina el tradicionalismo, es difícil salirse de estos esquemas y ser comprendido, no digamos ya apreciado.
Precisamente por eso, lo que han hecho Perrate y Za! es tan heterodoxo y tan interesante: han usado la imagen de la máquina para ilustrar (literal y metafóricamente) su disco conjunto, Jolifanto. Claro que esto no sorprenderá a quienes conocieran previamente a ambos artistas
Precisamente por eso, lo que han hecho Perrate y Za! es tan heterodoxo y tan interesante: han usado la imagen de la máquina para ilustrar (literal y metafóricamente) su disco conjunto, Jolifanto. Claro que esto no sorprenderá a quienes conocieran previamente a ambos artistas. Por un lado, Za! se cuentan entre los grupos de rock experimental más respetados del underground español y europeo, y sus peculiares y complejos juegos rítmicos destacan desde siempre como una de sus mayores virtudes (recordemos que Edi Pou, batería del grupo, es también una mitad de Los Sara Fontán, autores de uno de los mejores discos del año pasado). Tomás de Perrate, por su parte, pertenece a una familia de cantaores que incluye a su padre, Perrate de Utrera, a su tía María la Perrata y a su abuelo materno, nada menos que Manuel Torre. Él, sin embargo, se dedicó durante años a ser peluquero, y no fue sino hasta pasados los treinta que empezó a cantar profesionalmente. Pero su último disco, Tres Golpes (2022), estaba producido por Raül Refree y “dirigido” por Pedro G. Romero; es decir, como lo fueron otros discos en los que han participado estos dos, era un proyecto orientado a ensanchar las posibilidades sonoras y estéticas del flamenco en el siglo XXI, en esta ocasión buceando en raíces anteriores a la conformación del género, en el Siglo de Oro español.
Perrate escuchó a Za! en concierto y se quedó prendado de la forma de hacer de los catalanes. Les propuso colaborar para una actuación en vivo que dejó alucinado a todo el que la vio
Precisamente por la época en que estaba ultimando aquel disco, Perrate escuchó a Za! en concierto y se quedó prendado de la forma de hacer de los catalanes. Les propuso colaborar para una actuación en vivo que dejó alucinado a todo el que la vio; en marzo del año pasado grabaron el producto de aquella colaboración, que salió por fin un año más tarde. Llevo desde el 22 de marzo escuchando sin parar esta maravilla que es la máquina Jolifanto. ¿Y qué es exactamente? Son ocho canciones y 48 minutos en los que los mundos de ambos artistas colisionan de forma eléctrica, vibrante, iluminadora. Mencionaba antes la densidad rítmica de Za!, y es este el engranaje sonoro fundamental, el motor de este disco. En “Tomaseando”, los pasajes más tranquilos en los que Perrate canta por seguiriyas se alternan con momentos en que toda una maquinaria rítmica entra en tromba. La “Seguirilla MIDI” combina un tambor que marca el clásico compás flamenco de doce tiempos con un platillo a contratiempo que recuerda al house primitivo de Chicago y, ocasionalmente, con unas palmas dobladas, amén de otros muchos detalles percusivos que entran y salen. Este dinamismo rítmico contrasta con la constancia del insistente sinte que vertebra los nueve minutos de canción, creando una tensión asfixiante.
El otro ingrediente sonoro esencial es, por supuesto, la maravillosa voz de Perrate, negra y profunda, pero capaz de jugar con registros variados
El otro ingrediente sonoro esencial es, por supuesto, la maravillosa voz de Perrate, negra y profunda, pero capaz de jugar con registros variados. En “Steve Kahn”, así llamada en honor al fotógrafo estadounidense que dedicó buena parte de su vida a inmortalizar el mundo flamenco, Perrate canta sin palabras, al estilo del scat jazzístico, pero con una melodiosidad más bien latina; y en efecto la trompeta, los sintetizadores, las congas, todo acaba trasladando a Cuba. Conforme múltiples efectos van devorando la mezcla, Perrate se permite forzar la voz en todas direcciones, como con esos graciosos chillidos bañados en reverb. En “Tarareos”, en cambio, quizás la más desnuda de las canciones aquí presentes, apenas guitarra, palmas y unos mínimos toques de percusión, la voz de Perrate se muestra limpia e incluso frágil al entonar una letra tradicional transmitida en su familia sobre el primer amor (“¡Ay, por Dios, matita de romero/ay, Jesús, que olvidarte no puedo!”). Al mismo tiempo, el humor que siempre ha caracterizado a Za! también se filtra en el álbum: precisamente los “Tarareos” empiezan con Perrate pidiendo un momento para ver si se acuerda de la letra, mientras que “Steve Kahn” incluye un sample de una familiar de Perrate criticando su forma de cantar (“Tomás, de la música no te digo na, pero del cante... ¡perro! Vamos, eso no va a ningún sitio”).
Mucho más solemne, pero igualmente creativa en el uso de las voces, es “Jolifanto”, la canción que da nombre al disco
Mucho más solemne, pero igualmente creativa en el uso de las voces, es “Jolifanto”, la canción que da nombre al disco. Sobre un drone grave y oscuro, una apagada mezcla de percusión analógica y sintética y nada menos que unos inquietantes cantos de garganta, Perrate recita con tono uniforme y vehemente las sílabas sin sentido del primer verso de “Karawane”, el legendario poema dadaísta de Hugo Ball (el cual ya referenció en una canción de Tres Golpes). Esta herencia vanguardista es evidente en toda la concepción del álbum, lo que lo emparenta con figuras como la del bailaor Vicente Escudero, que también empleó el lenguaje de las vanguardias artísticas europeas para (re)inventar las tradiciones flamencas, y cuya forma de bailar es seguramente la más mecánica en la historia del género. Pero todo este adorno conceptual daría igual si no hubiera canciones tan inapelables como “Posible soleá”, que se construye muy lentamente hasta llegar a un clímax rockero estruendoso y absorbente, seguido por un divertidísimo pasaje conducido por congas y guitarra eléctrica, con Perrate cantando una letra de bulerías con tonos festivos.
Lo que en el resto del álbum es contención y precisión, en estas dos canciones estalla y se desborda
Y qué decir del single “Pregones”, que nos traslada mediasnte sonido ambiente a un mercado popular para luego hipnotizarnos con un bajo sencillo y adictivo, una percusión crujiente y una trompeta distante, antes de barrernos con una explosión ruidista digna de los alemanes Can. Lo que en el resto del álbum es contención y precisión, en estas dos canciones estalla y se desborda, y ese huracán creativo que han desatado nos arrastra con ellos. Tiene todo el sentido, pues, que después de este apabullante viaje, el cierre del álbum lo marque la canción más breve y ligera. “La milonga” es una versión rumbera de una milonga antiquísima, que fuera interpretada por don Antonio Chacón, la Niña de los Peines o Manuel Vallejo, y constituye un auténtico fin de fiesta psicodélico en el que incluso le aplican un vocoder alienígena a la voz de Perrate. Así concluye este disco que, usando recursos muy distintos, pero igual de radicales, hace lo que ya hicieran Omega o Tercer Cielo: llevar al flamenco al encuentro de otros géneros sin que pierda un ápice de su potencia. Parafraseando al de Utrera en esa última canción: yo me voy con Za! y Perrate adonde me quieran llevar.
Puntuación: 9.2/10