Aproximación a Ítrabo durante la II República y la guerra: el alcalde Manuel Calderón Gutiérrez y la represión (y II)
Las diez declaraciones del 20 de marzo de 1937
Ese mismo día declaraba Juan Lozano Morata. Afirmó que todos los mítines del Frente Popular en Ítrabo fueron pronunciados desde los balcones de la casa de Manuel Calderón. Entre otros, participaron Narciso González Cervera y Franco, de Motril, Venegas, alcalde de Salobreña, y “otras muchísimas personas”. El mismo Calderón también hablaba, llegando a decir que había que cortar la cabeza a todos los señoritos y que era necesario proveerse de todo tipo de armas de fuego, pues serían necesarias muy en breve. A los pocos días, continuaba el declarante, sin especificar la fecha, unos quince o veinte individuos, entre los que estaba Manuel Calderón, y otros de la Juventud, dispararon contra dos vecinos que resultaron heridos; uno de ellos fue curado por el médico del pueblo, mientras que el otro pasó cinco meses en el hospital. Se trataba de José “el Corsario” y de Francisco “Cuartillas”.
Sobre el asesinato de Rafael Carrillo, afirmó tener la información que le proporcionó Enrique “el Realo”: cuando fueron a detenerlo, él fue uno de los que tiró, pero quien llevaba la dirección de todo, e hizo los primeros disparos, era Manuel Calderón
Sobre el asesinato de Rafael Carrillo, afirmó tener la información que le proporcionó Enrique “el Realo”: cuando fueron a detenerlo, él fue uno de los que tiró, pero quien llevaba la dirección de todo, e hizo los primeros disparos, era Manuel Calderón. Lo hirió en una mano. Con engaños y fingiendo que llegaban otros, cuando en realidad eran los mismos, lo sacaron de la casa de campo donde estaba, diciéndole que iban a curarlo, y lo que hicieron fue terminar de matarlo un poco más arriba. Un individuo llamado Antonio Ruiz no quiso tirar, pero el alcalde, pistola en mano, le obligó a hacerlo, pues de lo contrario estaba dispuesto a disparar contra él.
El disparo partió de un miembro de las Juventudes
Antes de la guerra, continuó el declarante, Calderón excitaba continuamente al pueblo, y en una de las manifestaciones llamó prostituta repetidas veces a Obdulia Vinuesa, esposa de José Bustos, diciéndole que estaba con el médico. Ya en la guerra, obligó a participar a su propia hija en manifestaciones, yendo al frente de las mismas con la bandera roja. Calderón, continuaba el denunciante, ordenó matar a los niños de las personas de derechas, y cuando un día iban varios a la salida del pueblo, uno de ellos, que era hijo del declarante, recibió un balazo o perdigonada en la oreja y espalda. El disparo partió de un miembro de las Juventudes.
Juan Lozano afirmó, asimismo, que el alcalde se había apropiado de diversos artículos, como almendras o aceite, y que lo hizo con ánimo de lucro, vendiéndolos en Almería por unos 50 ó 60.000 duros
Juan Lozano afirmó, asimismo, que el alcalde se había apropiado de diversos artículos, como almendras o aceite, y que lo hizo con ánimo de lucro, vendiéndolos en Almería por unos 50 ó 60.000 duros. Aseguró que intentó asesinarlo, y para ello llamó a cuatro individuos de Málaga para que lo mataran y se incautaran de un revólver suyo, pero su esposa entregó el arma y por ello lo dejaron. Agregó que el alcalde, viendo que a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno no se la había tocado, entró en la iglesia y le disparó cinco tiros, arrastrándola a la puerta, y una vez en ella, llamándola “cabrón” e “hijo de puta”, comenzó a golpearla contra el suelo; posteriormente la arrojó por un terraplén. Estas últimas escenas no las presenció Juan Lozano, pero sí lo hicieron su esposa y otras personas. Por último, Lozano manifestó que el alcalde le robó, bajo amenazas y coacciones, diversos comestibles tanto a él como a otra persona, llamada Hipólito Bustos.
Las nueve siguientes declaraciones, tuvieron lugar el 23 de marzo de 1937 y, salvo la última, todas fueron desfavorables para el alcalde.
Lo supo porque se lo contó otro vecino, llamado Serafín, el que a su vez se enteró porque se lo narró otro hombre, cuyo nombre no dio: solo dijo que era el hijo de Gonzalo, que se trataba de un gitano que estaba de guardia aquella noche
El primero en comparecer ante el juez instructor fue Francisco Vallejo Bustos. Afirmó que se encontraba en su cortijo cuando mataron a Carrillo. Lo supo porque se lo contó otro vecino, llamado Serafín, el que a su vez se enteró porque se lo narró otro hombre, cuyo nombre no dio: solo dijo que era el hijo de Gonzalo, que se trataba de un gitano que estaba de guardia aquella noche. La versión de este sería que Calderón fue con otros vecinos a exigirle a Carrillo cuatro mil pesetas, bajo amenaza de muerte. Acto seguido, Calderón le disparó, y lo remataron sus acompañantes: Joaquín Pineda, el Guarda hijo de Fernando “el Loco”, el hijo menor de José Ruiz, Enrique “el Realo”, Ángel “el de Paca la espartera” y Mariano, esposo de “la Canaria”. Esta información se la confirmó al día siguiente Antonio Bustos, hermano del casero de Carrillo. Una vez cometido el crimen, Calderón y sus acompañantes lo festejaron, bebiendo y haciendo comentarios sobre la muerte de Carrillo. Estos mismos hechos se los relataron un hijo de José Ruiz a las primas de Calderón, quienes se lo contaron a Elvira, hermana del declarante.
Igualmente, hicieron que Carrillo firmara recibos cancelando deudas que tenían con él distintas personas, sin percibir efectivo alguno
Antes del asesinato, Calderón tuvo detenido a Carrillo en diferentes ocasiones, exigiéndole dinero y la relación de deudores que tenía, para “ellos” cobrar los créditos, rentas y demás deudas que tuvieran con Carrillo. En una ocasión los llamaron a presencia del alcalde y algunos fueron obligados a hacer entrega de las cantidades que le debían. Igualmente, hicieron que Carrillo firmara recibos cancelando deudas que tenían con él distintas personas, sin percibir efectivo alguno; entre ellos, Vallejo recordaba “al colono de la Huerta Endérica y el de la Ofra”.
Según Vallejo, Calderón llevó a cabo muchas más actuaciones, como acudir a Guájar Fondón y exigirle a una vecina, llamada Mariquita, viuda de Manzilla (sic), que le entregara dos mil pesetas, bajo amenaza.
Calderón se dirigió a esta localidad y le exigió al alcalde que le entregara a esa persona, para incautarse del dinero que llevaba, que pertenecía su hermano, llamado Jesús González, “que días antes había sido asesinado por los rojos en Salobreña”
Un vecino de Salobreña, el comerciante Genaro González, intentó evadirse de la zona republicana, y en Lentegí fue protegido “por un elemento destacado de este pueblo”. Calderón se dirigió a esta localidad y le exigió al alcalde que le entregara a esa persona, para incautarse del dinero que llevaba, que pertenecía su hermano, llamado Jesús González, “que días antes había sido asesinado por los rojos en Salobreña”.
Las Juventudes Socialistas habían sacado a las imágenes de la iglesia; Calderón se aproximó y les arrebató la de Nuestro Padre Jesús, le hizo cinco disparos y la echó a rodar por un tajo, al tiempo que decía “[A] este tío cabrón para qué lo queréis, lo echaremos a rodar”.
Vallejo concluyó añadiendo que amenazó a distintas personas adineradas para que le entregaran diversas cantidades, y a él mismo le pidió quinientas pesetas, y como no las tenía en efectivo, se llevó granos por valor de trescientas pesetas.
Ante esta amenaza, cumplió lo exigido, y le pidió de buena forma a Carrillo lo que requería el alcalde. Carrillo le entregó cien pesetas, que él a su vez dio a Manuel Calderón
Plácido Bustos Jiménez manifestó que solo fue conocedor e intervino en uno de los atropellos sufridos por Carrillo. Un día de agosto de 1936, cuando regresaba a su casa de las faenas del campo a las que estaba dedicado, le visitó Ricardo “Lizo”, diciéndole que el alcalde lo llamaba para darle una orden. Al día siguiente se presentó ante Calderón, quien le mandó que, en compañía de Joaquín Pineda, fuese a ver a Rafael Carrillo y que, en su nombre, le exigiese quinientas pesetas. El declarante se resistió a cumplir lo ordenado y Calderón le dijo: “si no traes las quinientas pesetas no vuelvas tú tampoco”. Ante esta amenaza, cumplió lo exigido, y le pidió de buena forma a Carrillo lo que requería el alcalde. Carrillo le entregó cien pesetas, que él a su vez dio a Manuel Calderón.
Plácido Bustos aseguró desconocer las circunstancias del asesinato de Carrillo, pues a los pocos días de lo antes relatado, marchó al campo para abstraerse de todo lo que pudiera ocurrir en el pueblo: le repugnaban los hechos realizados por los marxistas, tanto más cuanto su padre estaba amenazado por ellos, y él deseaba evadirse a la zona sublevada.
Aragón afirmó que Calderón había dirigido todo lo ocurrido en Ítrabo, “como Jefe de los Rojos”, y que los mítines se celebraban en la puerta de su domicilio, teniendo como tribuna el balcón del mismo
Otro declarante, llamado Francisco Aragón Justos, aseguró ser testigo de que llevaban detenido, el 12 de julio de 1936, a José Cordobilla Sánchez. Lo trasladaban el alcalde, Manuel Calderón, y Juan Miguel Fornes, primer teniente de alcalde. Se dirigían a la casa del primero, “rodeados de la canalla marxista con gran alegría de la misma para llevarlo a asesinar”. Ante los gritos que daban las mujeres, acudieron varios vecinos a las puertas de sus domicilios para enterarse de lo que ocurría. Salieron entonces de la casa de Calderón el guardia municipal Ricardo Morata, el guarda de campo Juan Carrascosa, así como Fornes, y se dirigieron al declarante de forma amenazadora, preguntándole si tenía armas. Al contestarles negativamente, y después de ofenderle de palabra, empezaron a dispararle. Le alcanzaron tres disparos: uno en el cuello, otro en el maxilar, y el tercero en el muslo izquierdo, este último realizado por Calderón. Por todo ello, tuvo que permanecer cinco meses en el hospital de San Juan de Dios, en Granada.
Aragón afirmó que Calderón había dirigido todo lo ocurrido en Ítrabo, “como Jefe de los Rojos”
Aragón afirmó que Calderón había dirigido todo lo ocurrido en Ítrabo, “como Jefe de los Rojos”, y que los mítines se celebraban en la puerta de su domicilio, teniendo como tribuna el balcón del mismo. Tomaban parte Narciso González Cervera, la comunista Virtudes, de Otívar, y Francisco Franco Sánchez, presidente de la Juventud Socialista de Motril y cuñado de Calderón.
Manifestó también que José Pineda, uno de los asesinos de Carrillo, se lamentó de su detención, mientras que los dirigentes, y entre ellos Calderón, principal autor del crimen, estaban en libertad
Según el declarante, Calderón no cesaba de aconsejar a los marxistas que se proveyeran de armas, ya que pronto las necesitarían para llevar a cabo la revolución, y se las debían arrebatar a quienes las tuviesen, siempre que fuesen personas de orden. Manifestó también que José Pineda, uno de los asesinos de Carrillo, se lamentó de su detención, mientras que los dirigentes, y entre ellos Calderón, principal autor del crimen, estaban en libertad. Pineda también habría manifestado que Calderón se vanagloriaba de haber destrozado la imagen de Jesús Nazareno, arrojándola al atrio de la plaza pública.
Cuando Canillas cayó en manos franquistas y Carrillo regresó a su cargo de médico del mismo fue cuando afirmó enterarse de esto último
El siguiente declarante fue Antonio Carrillo de Albornoz y Pons. Se sumó a las manifestaciones de su hermano José, agregando que le constaba, por información fidedigna, que fue Calderón quien hizo los primeros disparos sobre su padre. Además, el alcalde se dirigió por carta al comité del pueblo malagueño de Canillas de Albaida, donde Antonio ejercía como médico, preguntando por él, sin duda para ir en su busca y asesinarlo. No pudo hacerlo por encontrarse detenido en el buque-prisión Marqués de Chávarri, en el puerto de Málaga. Cuando Canillas cayó en manos franquistas y Carrillo regresó a su cargo de médico del mismo fue cuando afirmó enterarse de esto último.
Entraron en discusión, por suponer estos últimos que salían de una reunión fascista, y con voces de “hay que terminar con esta canalla”, les hicieron unos disparos
Por su parte, José Contreras Sánchez afirmó que el 12 de mayo se encontraba reunido con unos amigos en casa de Eusebio Serafín y, al salir de la misma, acudieron al encuentro Calderón, Juan Miguel Fornes y “el Canario”, presidente de la Juventud Socialista de Ítrabo. Entraron en discusión, por suponer estos últimos que salían de una reunión fascista, y con voces de “hay que terminar con esta canalla”, les hicieron unos disparos. No le alcanzó ninguno, pero posteriormente detuvieron tanto a Cordobilla como al declarante, permaneciendo siete días en el arresto municipal.
El siete u ocho de septiembre, y debido a las amenazas que le hizo, tuvo que entregar 300 pesetas a Calderón. Estaba enterado de que le sacaba dinero a todo el pueblo de la misma forma
El doce de julio, continuaba Contreras, estuvo dedicado a las faenas de recolección, y luego se trasladó a su domicilio; al dar agua a los animales, para reanudar el trabajo, se enteró de que estaban atando con una cuerda a su primo José Cordobilla Sánchez, para llevarlo a Motril. Se dirigió a la plaza, y cuando Calderón, Fornes “y demás cuadrilla” advirtieron su presencia, le dispararon. Fue herido en una pierna, tardando 26 días en curarse, sin haber percibido quién era el autor del disparo. El siete u ocho de septiembre, y debido a las amenazas que le hizo, tuvo que entregar 300 pesetas a Calderón. Estaba enterado de que le sacaba dinero a todo el pueblo de la misma forma.
Huyó a Granada el 15 de septiembre, y supo posteriormente que Calderón organizaba los asaltos a los domicilios de las personas de orden
Huyó a Granada el 15 de septiembre, y supo posteriormente que Calderón organizaba los asaltos a los domicilios de las personas de orden. Antes de esa huida, habían detenido a Carrillo varias veces, sin permitir Calderón que nadie lo visitara ni le llevara alimentos. Esas detenciones, concluía José Contreras, no tenían otro objeto que sacarle dinero, por ser esa su forma de proceder.
José Sánchez Sáez también aseguró tener constancia de la intervención de Calderón en el asesinato de Carrillo, ya que se lo contó uno de los que tomó parte, llamado Antonio, hijo de José Ruiz. Este le dijo que Calderón hizo los dos primeros disparos, y que obligó a los demás a que lo sacaran del cortijo donde se encontraba, llevándolo algo más arriba de su domicilio, donde lo acabaron de matar.
El declarante agregó que él mismo estuvo preso, por orden de Calderón, quien, en una ocasión, y en su presencia, requirió a varias personas para que fuesen testigos de que Sánchez lo había amenazado con un revólver
El declarante agregó que él mismo estuvo preso, por orden de Calderón, quien, en una ocasión, y en su presencia, requirió a varias personas para que fuesen testigos de que Sánchez lo había amenazado con un revólver, cuando, en realidad, este fue sacado por Calderón de la chimenea de una habitación.
También quiso desvirtuar las manifestaciones del sacerdote en favor del alcalde, pues decía tener conocimiento de que le estaba agradecido porque lo ocultó, ya que eran amigos. Agregó que el cura, unos días antes de esta declaración, denegó a la Falange local la casa de su propiedad, donde hacía guardias. Se la habían solicitado para pernoctar debido a la lluvia, y el cura les dijo que hoy era Falange, pero que mañana no sería nada.
La noche del asesinato, Calderón puso guardias para que las personas de orden no circularan, y así no se diesen cuenta de lo que se tramaba y de los que intervinieron en el hecho
La declaración de Antonio González Alabarce fue muy parecida a la anterior. También dijo saber de la intervención de Calderón en la muerte de Carrillo gracias a lo que le contó el hijo de José Ruiz: los dos primeros disparos fueron obra del alcalde, y posteriormente intervinieron sus compinches, entre ellos el hijo de José Ruiz, pero ignoraba quiénes fueron los demás. La noche del asesinato, Calderón puso guardias para que las personas de orden no circularan, y así no se diesen cuenta de lo que se tramaba y de los que intervinieron en el hecho.
Al no estar afiliado a organización alguna, y apartado de toda actividad política, no había asistido a reuniones en las que se hubiera comentado quiénes habían intervenido “en los hechos criminales realizados por los marxistas”
Con respecto al cura, vino a decir lo mismo que José Sánchez; solo añadió que recogió a los falangistas la llave de la casa.
La última persona en declarar el 23 de marzo fue Juan Calderón Gutiérrez, hermano del alcalde. Afirmó que, en unas cinco ocasiones, se dirigió a Almuñécar por encargo de Carrillo para llevar a su casa los frutos que tenía en Ítrabo. Una vez que lo detuvieron no volvió a verlo, y su hermano Manuel no le encargó que transmitiese noticia alguna a su familia. Desconocía las circunstancias y los autores del asesinato, pues solo tuvo conocimiento del mismo un día que se trasladaba al campo para trabajar. Al no estar afiliado a organización alguna, y apartado de toda actividad política, no había asistido a reuniones en las que se hubiera comentado quiénes habían intervenido “en los hechos criminales realizados por los marxistas”.
Informes del alcalde franquista, del párroco de Ítrabo y del comandante de puesto de Salobreña
El sumario continuaba con tres informes, elaborados a petición del juez Ramón Entrena Fernández, instructor de la causa. El primero lo había redactado el alcalde franquista, Daniel Carrillo de Albornoz el 13 de abril:
El sacerdote, Manuel Bustos, escribió el mismo día lo siguiente:
Conducta - Es un individuo de vida social muy irregular, soez en sus palabras; sin que por esto se le pueda negar su fondo de nobleza; y como dato fehaciente este sujeto a pesar de encontrarnos muy distanciados ideológicamente, me tuvo en su casa escondido, por espacio de seis días, porque las turbas marxistas me querían asesinar en los primeros tiempos del movimiento. También puedo decir que varias familias de esta localidad, cuyos maridos estaban fugitivos en Granada me relatan que se ha portado lo más humanamente posible con ellas, librándolos de muchas vejaciones.
Deduciendo de los muchos años que en esta ha vivido, y de todos sus actos, he llegado a deducir que este individuo es de escasísima educación y menos voluntad, siendo materia dispuesta para toda clase de influencias exteriores.
Y finalmente, en cuanto a actividades extremistas, a mí no me consta de manera demostrable que este sujeto haya podido tener participación inmediata en hechos de esa índole”.
El tercer informe escrito se debía a Adolfo Martínez Martínez, comandante de puesto de Salobreña, quien lo firmó el día 11 de abril. “Según informes reservados adquiridos por el que suscribe”, era el autor de todos los robos y saqueos llevados a cabo a personas de derechas durante “el mando rojo”, así como el principal autor de la muerte de Carrillo. Fue el que primero disparó, hiriéndolo de gravedad, y posteriormente lo remataron “sus secuaces”.
Se ratificó en la declaración prestada ante la Guardia Civil el 22 de febrero. Agregó que al advenimiento de la República fue alcalde, sin filiación política, y, posteriormente, tras las elecciones de febrero de 1936, volvió a ser alcalde, esta vez, socialista
El 16 de abril volvía a ser interrogado Manuel Calderón Gutiérrez. El documento comenzaba registrando sus señas personales: de 44 años, estaba casado con Prudencia Franco Sánchez, con quien tenía cinco hijos; sus padres eran Juan y Encarnación; labrador de profesión, vivía en la plaza de Ítrabo, aunque era natural de Nerja. De estatura regular; el pelo, negro y escaso; los ojos, verdes; las cejas, corrientes; la nariz, recta; la boca, pequeña; no tenía señas especiales; poseía instrucción y carecía de antecedentes penales.
Se ratificó en la declaración prestada ante la Guardia Civil el 22 de febrero. Agregó que al advenimiento de la República fue alcalde, sin filiación política, y, posteriormente, tras las elecciones de febrero de 1936, volvió a ser alcalde, esta vez, socialista.
Al iniciarse la guerra (en la documentación franquista, y en este caso también, se denomina a este periodo “Glorioso Movimiento Nacional”), se encontraba al frente de la alcaldía, y allí siguió, incomunicado con el resto de la provincia, hasta que recibieron órdenes para constituir comités. Aseguró que no quiso formar parte del que se formó en Ítrabo.
Debido a la falta de trabajo que había, organizó una suscripción voluntaria, por la que se obtuvieron 2.700 pesetas, que entregó al comité. Desde Salobreña enviaron una relación de personas que había que asesinar, pero él les avisó para que se marcharan, y ocultó al sacerdote en su propia casa
Debido a la falta de trabajo que había, organizó una suscripción voluntaria, por la que se obtuvieron 2.700 pesetas, que entregó al comité. Desde Salobreña enviaron una relación de personas que había que asesinar, pero él les avisó para que se marcharan, y ocultó al sacerdote en su propia casa. En varias ocasiones se quiso trasladar a la zona franquista, pero no lo hizo, para evitar que mataran a los de derechas.
Preguntado si mandó la detención de Rafael Carrillo de Albornoz y si, después de sacarle dinero, ordenó que lo asesinaran, siendo el primero en disparar; dijo que no. También negó haber ordenado todos los robos y saqueos ocurridos, entre ellos el de la iglesia, destrozando una imagen.
Le preguntaron si tenía parentesco con el entonces jefe de Falange de Ítrabo, a lo que respondió que, efectivamente, lo tenía, y que le salvó la vida.
Insistió en que no intervino en el asesinato de Carrillo, pues se encontraba en su casa con varios vecinos, a los que estaba protegiendo, por haber llegado la FAI de Salobreña y Almuñécar. Del asesinato se enteró por la mañan
Insistió en que no intervino en el asesinato de Carrillo, pues se encontraba en su casa con varios vecinos, a los que estaba protegiendo, por haber llegado la FAI de Salobreña y Almuñécar. Del asesinato se enteró por la mañana.
Un nuevo atestado contra Manuel Calderón Gutiérrez
Por razones que desconocemos, a Manuel Calderón le abrieron otro atestado el 30 de marzo de 1937. Los motivos del mismo eran la acusación de haber sustraído frutos y otros géneros a distintos propietarios del pueblo, ser inductor y autor del destrozo de las imágenes de la iglesia, así como del asesinato de Rafael Carrillo de Albornoz Vallejo.
No obstante, alguno de ellos manifestó posteriormente que esas exacciones se produjeron mientras se encontraban en la localidad
El instructor del atestado fue el guardia Adolfo Martínez Martínez. Escribía que, al presentarse en Ítrabo, acompañado de los guardias segundos Antonio García Yllescas y Francisco Martínez Hervás, a las diez de la mañana de ese día 30 de marzo, acudieron 10 hombres y una mujer. Denunciaron que, cuando regresaron a Ítrabo, localidad que “tuvieron que abandonar con motivo a las persecuciones (sic) de que eran objeto por parte de los comités extremistas”, observaron la falta de frutos y de otros enseres que pertenecían a cada uno de ellos y que, según las noticias obtenidas, habían sido vendidos a los comités revolucionarios de otras localidades. No obstante, alguno de ellos manifestó posteriormente que esas exacciones se produjeron mientras se encontraban en la localidad. El sargento los invitó a que cada uno especificara su denuncia.
Para facilitar su lectura, hemos elaborado la siguiente tabla con sus declaraciones:
Denunciante |
Bienes que declaraba que fueron sustraídos de su domicilio |
Valoración económica de los mismos |
Personas a las que acusa |
Otras acusaciones |
Joaquín Pretel Sáez |
Saqueo de un establecimiento de tejidos, ferretería y coloniales 50 arrobas de pipas de almendra Frutos del campo Créditos perdidos por quemar libros Metálico |
Unas 20.000 pts
Unas 2.000 pts
Unas 1.500 pts.
Unas 5.000 pts
Unas 60 pts |
Autor: Manuel Calderón Gutiérrez
Cómplices: Antonio García Sáez, Juan Villa García, Juan Calderón Gutiérrez, Juan Ruiz Alabarce
Todos ellos formaban parte del comité y se repartían las cantidades recaudadas, según tenía entendido |
|
Juan Lozano Morata |
Almendras, aceites, naranjas, boniato, maíz, un cerdo, metálico |
Unas 16.775 pts |
Manuel Calderón Gutiérrez, Antonio García Sáez, Juan Villa García, Juan Calderón Gutiérrez, Juan Ruiz Alabarce. Sospechaba que este último podía tener en su poder la cantidad mencionada
|
Un hijo suyo, de unos 13 años, fue herido de un disparo de escopeta en los primeros días de la guerra, en virtud de orden dada por el alcalde. Lo efectuó “el hijo del Colmenero”, ausente en esos momentos de la localidad |
Francisco Carrascosa Contreras |
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50 pts |
Un individuo que se presentó en su domicilio por orden del alcalde, y que le amenazó gravemente en caso de no entregarle dicha cantidad |
Manuel Calderón se presentó un día en la bodega de Antonio Serafín y dijo a todos los allí reunidos que tenía una cartera muy grande de billetes, para comprar todas las caballerías que se presentaran. El denunciante deducía que ello se debía a lo mucho que había robado en la villa |
Francisco Jerónimo Martín |
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300 pts |
Varios individuos del comité revolucionario. Entregó el dinero ante el temor de las amenazas de que era objeto “por parte de todos los extremistas” |
|
Francisco Miranda Siles |
Almendras y cebada |
Unas 570 pts |
Varios individuos, entiende que por orden de Calderón |
|
Enriqueta Lozano Morata |
Metálico, aceites, cebadas y habas |
Unas 415 pts |
Varios individuos que se presentaron en su domicilio y a viva fuerza se lo sustrajeron. Culpa al alcalde, “quien era el que todo lo ordenaba” |
|
Daniel Carrillo de Albornoz |
Almendras, aceites, vinos, uvas y otros efectos |
Unas 10.175 pts |
Las hordas marxistas por orden de Calderón |
|
Ramón González González |
Almendra, aceites, vino, trigo, maíz, algarrobas, cerdos, habichuelas, uvas, cebada, aceitunas y otros frutos |
Unas 13.241 pts |
Tiene entendido que estos hechos los realizaron extremistas del pueblo, por orden de Calderón, quien supone que puede tener esa cantidad |
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Antonio García Ramírez |
Efectivo, tejidos y otros enseres |
Unas 2.497 pts |
Sospecha que ese dinero lo tiene Manuel Calderón |
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José Bustos González |
Al regresar de Granada, a donde tuvo que marchar por las persecuciones de que era objeto por “las hordas marxistas”, observó la falta de vinos, aceites, caballerías, cabras, cerdos, cebada y otros frutos |
Unas 27.465 pts |
Manuel Calderón: sospecha que puede tener en su poder ese dinero |
|
Constancio González González |
Aceites, vinos, cebada, maíz, almendras y otros frutos |
18.690 pts |
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Ignora “el destino que haya podido dar a la mencionada cantidad por las hordas marxistas, a quienes esculpa (sic) de estos hechos” |
Matilde Carrillo de Albornoz |
Almendras y uvas |
Unas 1.300 pts |
Los marxistas de la localidad |
|
Tras estas acusaciones, el sargento Martínez estimó que existía coincidencia en que Manuel Calderón era el responsable de lo ocurrido, y que era quien ordenaba a los distintos comités la venta de los géneros
Tras estas acusaciones, el sargento Martínez estimó que existía coincidencia en que Manuel Calderón era el responsable de lo ocurrido, y que era quien ordenaba a los distintos comités la venta de los géneros. Por ello, afirmó que, en unión de la fuerza de su destacamento, llevó a cabo una serie de gestiones para averiguar los hechos relatados. El resultado fue que todos los actos punibles realizados en Ítrabo, como el destrozo completo ocasionado en las imágenes religiosas, la sustracción de frutos y de otros efectos, así como el asesinato de Rafael Carrillo de Albornoz Vallejo fueron por imposición directa de Manuel Calderón, sobre quien recaía toda la responsabilidad, “según la versión de la mayoría del referido vecindario”. En cambio, exculpaba a Antonio García Sáez, Juan Villa García, Juan Calderón Gutiérrez y Juan Ruiz Alabarce, contra quienes no se había podido probar cargo directo alguno. El atestado pasó al Delegado de Orden Público de la provincia de Granada, Mariano Navarro Pelayo, quien, a su vez, lo remitió al Gobernador Militar, a cuya disposición se encontraba Manuel Calderón, detenido en la Prisión Provincial de la capital.
Copia de tres cartas aportadas por José Carrillo de Albornoz
A la causa judicial se añadieron seguidamente la copia de tres cartas que otros tantos vecinos de Ítrabo habían enviado a José, hijo de Rafael Carrillo. Los textos son los siguientes:
“Ítrabo-23-Marzo-937. Sr. D. José Carrillo. Almuñécar.
Antonio Bustos rubricado”.
“Ítrabo 1 de Abril de 1937. Sr. D. José Carrillo. Almuñécar.
Francisco Cobo rubricado”.
“Señor D. José Carrillo. Almuñécar.
De Ud. affmo. amigo. José Bustos (rubricado).
Se me olvidaba decirle que la noche del asesinato se encontraba [palabra ilegible: ¿Manuel?] Calderón con todos los que iban y desfigurando la voz, le pedía a D. Rafael 4.000 pesetas o la vida. José Bustos (rubricado)”.
Reconocía que intervino algunas veces en salvar vidas, pero que, como alcalde, coaccionó a las personas de orden para que entregasen dinero “en beneficio de los rojos”, ordenó detenciones y el saqueo de varios domicilios de esas personas, así como el de la iglesia, destruyendo personalmente una imagen
A continuación, el 17 de abril de 1937, el juez instructor dictó auto de procesamiento contra Manuel Calderón. Reconocía que intervino algunas veces en salvar vidas, pero que, como alcalde, coaccionó a las personas de orden para que entregasen dinero “en beneficio de los rojos”, ordenó detenciones y el saqueo de varios domicilios de esas personas, así como el de la iglesia, destruyendo personalmente una imagen. Igualmente, intervino en el asesinato de Rafael Carrillo de Albornoz. Todos esos hechos podían ser constitutivos de un delito de rebelión militar, previsto y sancionado en los artículos 237 y 238 del Código de Justicia Militar. Así, “vistos los preceptos que se citan, los de general aplicación y de una manera especial los contenidos en el Decreto número 55 de la Junta Técnica del Estado, aplicables en esta plaza a virtud de lo dispuesto en el Decreto número 191”, se declaraba procesado a Manuel Calderón.
El Consejo de Guerra
El 4 de mayo, se decidía que el Consejo de Guerra iba a tener lugar un día después. Además de Manuel Calderón iban a ser juzgados Luisa Pérez Salas, de Motril; Antonio Martos Estévez, de Vélez de Benaudalla; Antonio Solís Quintana, de Málaga, y Antonio Pérez Alaminos, de Salobreña. Las actuaciones fueron entregadas tanto al fiscal como al defensor. Ambos las pudieron estudiar durante tres horas ese mismo día.
El fiscal mantuvo la acusación a cada uno, y pidió la pena máxima para Manuel Calderón Gutiérrez, Antonio Pérez Alaminos y Antonio Solís Quintana; para Luisa Pérez Salas, la de reclusión perpetua, y para Antonio Martos Estévez, la de reclusión temporal
El juicio tuvo lugar en Granada el cinco de mayo de 1937. Presidía el Consejo de Guerra Permanente Sumarísimo Eugenio Serrano García; los vocales eran José Pérez Navarro, Juan Peramo Jiménez y Juan Pérez Melero; el vocal ponente, Francisco Angulo Montes; el secretario, Francisco Navarrete Talero; el fiscal, Eusebio Borrajo Carrillo de Albornoz, y el defensor, Antonio Alarcón Puerta. Hubo, según consta en el acta, lectura del apuntamiento, interrogatorio de los procesados y práctica de pruebas. El fiscal mantuvo la acusación a cada uno, y pidió la pena máxima para Manuel Calderón Gutiérrez, Antonio Pérez Alaminos y Antonio Solís Quintana; para Luisa Pérez Salas, la de reclusión perpetua, y para Antonio Martos Estévez, la de reclusión temporal. El defensor, en cambio, consideraba que Calderón era autor de un delito de adhesión a la rebelión; Luisa Pérez, de excitación a la rebelión; Antonio Solís y Antonio Pérez, de auxilio a la misma, y consideraba que Antonio Martos no había cometido delito alguno, por lo que solicitaba su absolución. No constaba en el acta lo que pidió el defensor para los otros procesados. Estos fueron interrogados “acerca de si tenían algo más que decir”, y “abundaron en lo expresado por el Defensor”, con lo que se dio por terminado el acto y, “declarando el Presidente vista la causa”, se reunió el Consejo para deliberar.
Todo ello se consideraba probado, constituyendo un “delito de rebelión militar por adhesión que define y castiga el párrafo segundo del artículo doscientos treinta y ocho del Código de Justicia Militar”, por lo que teniendo en cuenta “el grado de perversidad” del procesado, “la gran trascendencia del delito cometido y el gran daño causado por la comisión del mismo en los intereses del estado y de los particulares”, procedía condenarlo a la pena de muerte.
En consecuencia, Manuel Calderón Gutiérrez era condenado a la pena capital. También lo fueron Luisa Pérez Salas, Antonio Solís Quintana, y Antonio Pérez Alaminos. Antonio Martos Estévez, en cambio, resultó absuelto
En cuanto a las responsabilidades civiles dimanantes de la comisión de esos delitos, se consideraba que era imposible determinar su cuantía en ese momento, por lo que el Consejo dejaba su tramitación para un trámite ulterior.
En consecuencia, Manuel Calderón Gutiérrez era condenado a la pena capital. También lo fueron Luisa Pérez Salas, Antonio Solís Quintana, y Antonio Pérez Alaminos. Antonio Martos Estévez, en cambio, resultó absuelto.
No consta en el sumario el lugar, pero seguramente fue en las tapias del cementerio de Granada, como conocemos por otros casos similares de juicios llevados a cabo en esta ciudad durante ese tiempo
La sentencia fue comunicada al auditor, residente en Sevilla, quien la aprobó el 10 de mayo. Dos días después, se comunicaba a los procesados, en la Prisión Provincial de Granada. Antonio Martos Estévez quedó en libertad, pero los demás fueron fusilados. No consta en el sumario el lugar, pero seguramente fue en las tapias del cementerio de Granada, como conocemos por otros casos similares de juicios llevados a cabo en esta ciudad durante ese tiempo. Era el trece de mayo de 1937.
Su solicitud evoca el sufrimiento de tantas mujeres a quienes la dictadura había golpeado con fuerza; especialmente, la discriminación que padecieron las viudas. Durante la dictadura no cobraban pensión; las de los franquistas, sí
En la misma causa judicial aparece añadido un escrito de junio de 1980 por el que Prudencia Franco Sánchez solicita al Capitán General de Granada certificación de la sentencia contra su esposo. La necesita para el expediente que está tramitando como viuda de guerra. Su solicitud evoca el sufrimiento de tantas mujeres a quienes la dictadura había golpeado con fuerza; especialmente, la discriminación que padecieron las viudas. Durante la dictadura no cobraban pensión; las de los franquistas, sí.
Una interpretación del proceso seguido contra Manuel Calderón Gutiérrez
En las páginas anteriores hemos desarrollado el contenido de la causa judicial siguiendo el texto de la misma. Hemos procurado hacerlo sin apenas interpretarlo, lo que nos ha parecido más conveniente para quien lea estas páginas y desee elaborar su propia opinión. La que viene a continuación es la nuestra.
Además de la ilegitimidad, el proceso judicial, como era frecuente en la época franquista, y más aún en la guerra, estaba plagado de irregularidades
Además de la ilegitimidad mencionada, el proceso judicial, como era frecuente en la época franquista, y más aún en la guerra, estaba plagado de irregularidades. Veamos cuáles hemos encontrado.
Las expropiaciones de distintos bienes solían tener un carácter de clase y político, afectando a personas de una posición económica acomodada y afines a los sublevados
Sobre las acusaciones de coacción económica, independientemente de la veracidad total o parcial del contenido de las mismas y de las personas que las llevaron a cabo, factores que cabe poner en duda, hay que tener en cuenta que en el territorio republicano se produjo un grave problema de suministro al iniciarse la guerra, al cortase la comunicación con las zonas ocupadas por los sublevados, de donde procedían productos que no se obtenían en el territorio leal. La escasez de mano de obra, parte de la cual había perdido la vida o se encontraba en los frentes de batalla, también hizo disminuir la producción. Todo ello explica que se buscasen productos para ponerlos a disposición de la población, o de dinero, para atender los gastos que se generaban. No es de extrañar que los procedimientos fuesen coactivos ante un mal mayor como era el de la falta de alimento. Las expropiaciones de distintos bienes solían tener un carácter de clase y político, afectando a personas de una posición económica acomodada, así como a quienes se consideraba que eran afines a los sublevados. Con frecuencia, en la misma persona se daban estos dos factores.
Las cartas que aparecen en el proceso, enviadas por el hijo de Carrillo al juez instructor son copias, no originales, con lo que no existe garantía de que quienes se dice que las firman las hayan elaborado en realidad
Las cartas que aparecen en el proceso, enviadas por el hijo de Carrillo al juez instructor son copias, no originales, con lo que no existe garantía de que quienes se dice que las firman las hayan elaborado en realidad. Se trata de José Carrillo de Albornoz y Pons, el farmacéutico que fue separado de su cargo durante el primer bienio republicano por el Ayuntamiento presidido por Calderón. ¿Influyó esto en la denuncia que presentó? Más de una vez se ha señalado que la existencia de rencillas era frecuente en los pueblos, y que constituyó una causa más de las venganzas y de la violencia en la guerra. No estamos seguros de que en este caso ocurriera, aunque es legítimo plantearnos la duda. Lo mismo nos preguntamos con el caso de Joaquín Pretel Sáez, conminado por el Ayuntamiento a rectificar unas obras que perjudicaban a los vecinos, y que luego es uno de los acusadores de Calderón. O con Juan Lozano Morata y Francisco Vallejo Bustos, también acusadores del alcalde, que habían sido denunciados antes de la guerra por la Agrupación Socialista del pueblo por contratar trabajadores saltándose la bolsa de trabajo.
¿Fue torturado Manuel Calderón durante el interrogatorio? No es esta una pregunta infundada, pues los testimonios de ese modo de proceder por los franquistas en esos momentos son abrumadores. Pero no se puede afirmar que en todos los casos ocurriera lo mismo
¿Fue torturado Manuel Calderón durante el interrogatorio? No es esta una pregunta infundada, pues los testimonios de ese modo de proceder por los franquistas en esos momentos son abrumadores. Pero no se puede afirmar que en todos los casos ocurriera lo mismo. No tenemos constancia de que con Manuel Calderón ocurriera, aunque el contexto en que le fue tomada la declaración era de lo más inquietante para él: en manos de sus enemigos, objeto de unas graves acusaciones y cuando, pocos días antes, el 15 de marzo, se ha fusilado a doce vecinos de su pueblo, entre ellos a su compañero de consistorio Juan Miguel Fornes Arnedo, teniente de alcalde. En ese contexto resultaba muy difícil desarrollar la propia defensa.
Llama la atención el escasísimo tiempo con que ha contado el defensor para estudiar el caso: se le entregó la documentación del sumario, y a las tres horas tuvo que devolverla
El juicio fue sumarísimo, es decir, de tramitación muy breve, lo que reducía también enormemente las posibilidades de defensa de los acusados. A esto se le unía el que fueran cinco las personas procesadas, lo que ocasionaba más dificultades para un estudio sosegado de cada caso por parte del tribunal, aunque cabe dudar de que este lo pretendiese. Llama la atención el escasísimo tiempo con que ha contado el defensor para estudiar el caso: se le entregó la documentación del sumario, y a las tres horas tuvo que devolverla. Con el fiscal ocurrió lo mismo, pero mantuvo la acusación, con lo que se mantenía el perjuicio para los procesados. Todo ello solo un día antes del consejo de guerra.
Muestra del apresuramiento y descuido de los jueces fue que en el acta de la sentencia no se recoge la petición del abogado defensor para cuatro de los condenados, y en la sentencia se cambia el apellido de uno de ellos
Muestra del apresuramiento y descuido de los jueces fue que en el acta de la sentencia no se recoge la petición del abogado defensor para cuatro de los condenados, y en la sentencia se cambia el apellido de uno de ellos. Asimismo, en esta se afirma que Calderón dio muerte “por su mano a algunas de ellas”, es decir, a varias personas, cuando toda la acusación anterior se refería a una. Del mismo modo, se afirma que “destruyó Iglesias”, lo que no aparece en el periodo de sumario.
Algunas conclusiones
Matar a una persona, como ocurrió en Ítrabo durante el periodo republicano de la guerra, es mucho. No se puede minimizar. Pero mucho más lo es matar al menos a 17. Ítrabo pone de manifiesto, una vez más, la desproporción que hubo en la represión. No fue la misma, y es necesario ponerlo de manifiesto, frente a las posturas equidistantes, del “unos y otros hicieron lo mismo”, del “ambos fueron iguales”. Cierto es que en este estudio nos referimos a un solo pueblo, pero hemos comprobado que esa fue la tónica predominante en los demás casos que hemos investigado[70], que ratifican los estudios llevados a cabo en distintos lugares de España por parte de numerosos historiadores.
Notas bibliográficas:
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- [70] Lo recogemos en nuestro libro Tiempo de lucha (Salobreña, Alhulia, 2014), especialmente en el capítulo 2º (pp. 43-110). En el mismo, abordamos también otras características de la represión, que muestran que no fue equiparable si comparamos la España republicana con la sublevada. Y no solo en el aspecto señalado, que es solo de carácter cuantitativo.
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José María Azuaga. Historiador. Es uno de los más reputados investigadores sobre la guerrilla antifranquista en Andalucía, y buena parte de España. Lleva investigándola desde hace casi cuatro décadas.Es el tema al que ha dedicado más tiempo en sus investigaciones. Junto a ella, algunos capítulos de la Guerra Civil y de la resistencia política al franquismo. Realizó su tesis doctoral sobre la guerrilla en Granada y la zona oriental de Málaga, que posteriormente publicó, ampliando algunos aspectos, en un libro titulado 'Tiempo de lucha. Granada-Málaga: represión, resistencia y guerrilla (1939-1952)'.
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Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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