Reo de alcaldía
Luis Salvador, líder de Ciudadanos, ha decidido condenar a tres años de alcaldía al socialista Paco Cuenca.
Nadie ignora que la pena de galeras en tiempos de Cervantes era más liviana que la de alcalde de Granada después de Pepe Torres. Salvador castigará el jueves, si la seducción de la risueña conservadora Rocío Díaz no se interpone, como reo de alcaldía.
Es decir, tendrá que padecer durante tres larguísimos años el fracaso económico inevitable de un ayuntamiento arruinado, los gorrazos de los funcionarios cabreados y la presumible revuelta de los polícías locales; deberá solventar los despropósitos urbanísticos de sus antecesores que están en los juzgados; tendrá que subir los impuestos, comulgar con aspas de molino y permanecer horas y horas engrillado en sus despacho convertido no en antesala de poder sino en ergástulo con telarañas. Y además tendrá que dar ejemplo constante de sobriedad: comer bazofia en lugar de gambas congeladas y desfilar en el Corpus con un collar de monedas de chocolate y lucir sandalias franciscanas en las ofrendas a Nuestra Señora de los Terremotos.
Lo ha anticipado el concejal socialista, Baldomero Oliver, en una rueda informativa en la que compareció con cara de terror: “Con los datos que hay sobre la mesa y la nefasta gestión económica del PP es muy probable que tengamos hipotecados los próximos cuatro o cinco años de gobierno municipal”. “Arrastramos 18 millones de remanente negativo de tesorería de 2014, que 2015 se ha cerrado con 40 millones y que 2016 se cerrará con toda probabilidad con 60 millones de remanente negativo de tesorería”. Además el PP “deja pendiente de pago tres millones de euros a la Rober de 2015, 500.000 euros de sobre gasto en TG7 y un sistema de movilidad caótico y ruinoso que lastrará las cuentas municipales”.
Pero lo peor no quedará ahí. Lo peor es que el condenado a la pena de alcaldía estará sometido a la vigilancia constante del tal Salvador y tendrá que dar cuenta a diario de sus decisiones bajo la amenaza permanente de ser depuesto del cargo si se se deja llevar por su albedrío.
Luis Salvador quiere convertirse el día cinco en el monarca que manda el ayuntamiento pero no gobierna. No quiere perder su manicura. El centrismo convertido en holganza de señorito. Salvador no está dispuesto a mancharse las manos, a que los lamparones del ejercicio del mando le manchen su terno impoluto ni los vientos del trabajo sucio le deformen ese peinado que recuerda las cabelleras de mármol de los monarcas antiguos.
Eso de mandar sin gobernar, de desaparecer en los días de siembra pero contabilizar la semilla de los graneros, y de evitar las obligaciones de jornalero sin perder el derecho de pernada tiene un aire más feudal que democrático. Ya no se trata de definir de qué lado está, si en la izquierda o en la derecha, sino simplemente de estar, de dar el callo, de arar o incluso de destripar terrones. Eso es la política, sobre todo en unas circusntancias tan angustiosas como las que sufre la ciudad.
El Ayuntamiento de Granada no se puede permitir el lujo de contar con un doncel ejerciendo de monarca en la sombra. No es una caramelo envenenado, como ha dicho Baldomero Oliver, sino de una ponzoña ligeramente azucarada. ¡Feliz digestión, amigo Cuenca, y hazte con una remesa de antídotos!