Sierra Nevada, Ahora y siempre.

La Caja

Blog - De repente - Alejandro V. García - Jueves, 1 de Octubre de 2015
De repente nos hemos dado cuenta de que el mayor fracaso colectivo, el chasco principal de las últimas décadas que ha sufrido la provincia (y que padecerá en mucho tiempo pues ya no hay capital que perder) se llama Caja Granada y que en él están implicados todos los partidos, todos los sindicatos, los empresarios y el resto del titirimundi local. Todos ellos mandaron durante años a sus consejeros a impartir exhortaciones, pareceres, avisos y sugerencias. Eran puestos bien pagados y de mucha pompa y circunstancia. Los llamados consejeros lucían muchos en las reuniones sociales y en Navidad desfilaban con cajas de mantecados, agendas y botellas. Todo a cambio de unas observaciones que, combinadas con unas circunstancias económicas adversas, han reducido el valor al triste 2,79% que la Fundación Caja Granada posee dentro del banco BMN. No hay antecedentes de un fracaso similar. Granada ha perdido su caja; ya sólo retiene un perfil evanescente en forma de cubo. En las cajas mandaron sobre todo los partidos, pero hoy los partidos no quieren saber nada.
 
Lo último que nos ha contado El Independiente (el único medio que ha tenido redaños de romper el tabú del silencio, esa especie de omertá que aún sobrevive en el resto de medios y círculos de influencia aunque no haya casi nada que repartir) es el desmantelamiento de los servicios centrales en Madrid del BMN y del regreso a Granada de las vanguardias de trabajadores que fueron enviadas en su día a la fuerza a defender los pabellones del banco. La estrategia ha resultado un descalabro. Otro más.
 
Es verdad que no ha sido la única caja que ha sucumbido en el desastre; tampoco es que haya caído exclusivamente por deméritos propios. La tormenta ha sido excesiva y las posibilidades de salvar el naufragio exiguas. Pero eso no rebaja la magnitud de la pérdida ni la responsabilidad compartida de sus gestores. 
 
El perjuicio ha sido enorme, tan grande como la dimensión del mutismo sobre los últimos años de Caja Granada. ¿Qué ha pasado en la última época? ¿Qué decisiones se han adoptado? ¿Qué ha fallado? ¿Era un desastre inevitable?
 
Hemos pasado de un periodo en que todos los partidos mascaban el nombre de la caja como si fuera un chicle infinito a una insensibilidad absoluta, una suerte de afasia colectiva originada, seguramente, por un profundo sentimiento de vergüenza. Nadie se quiere mirar en el espejo para no ver el propio deterioro.