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EUDOXIA PÍRIZ DIEGO (1893-1979)

La marginación machista, el exilio interior y el olvido de la primera médica de Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 8 de Abril de 2018
Excepcional reportaje de investigación firmado por Gabriel Pozo Felguera que recupera del olvido a Eudoxia Píriz Diego, una excepcional mujer, primera doctora de Granada y Andalucía, feminista que tuvo que luchar contra el terrible machismo, silenciada tras la guerra civil por los vencedores y compañeros de profesión. Un homenaje de una gran mujer, que te recomendamos que leas y compartas.
Eudoxia, en el patio de la Facultad de Medicina de C/ Rector López Argüeta. Rodeada de los alumnos de la asignatura Técnica Anatómica, 1912-3, sentada al lado del profesor José Megías Manzano.
FOTO ARCHIVO FAMILIA PÍRIZ DIEGO
Eudoxia, en el patio de la Facultad de Medicina de C/ Rector López Argüeta. Rodeada de los alumnos de la asignatura Técnica Anatómica, 1912-3, sentada al lado del profesor José Megías Manzano.
  • La primera doctora en Medicina de Andalucía tuvo que luchar contra la desigualdad e incomprensión a principios del siglo XX

  • Fue discípula predilecta de Alejandro Otero; no se fue al exilio con su maestro por respeto a su anciano padre, que no veía bien su relación con un profesor tan mujeriego

  • Eudoxia fue depurada tras la guerra, marginada por sus compañeros de profesión y relegada a una consulta particular, que hubo de cerrar por falta de pacientes



Eudoxia Píriz Diego fue la primera médica de Andalucía, allá por 1920. Alumna brillante, no lo tuvo nada fácil por atreverse a entrar en un mundo vedado a las mujeres hasta entonces; y por la persecución de un profesor. Destacó en Obstetricia y Ginecología; fue discípula preferida del catedrático Alejandro Otero. Desarrolló su trabajo en la clínica del Hospital Provincial hasta su expulsión tras el Alzamiento. Estaba profundamente enamorada de su maestro, quien se la quiso llevar al exilio mexicano. Pero no lo hizo porque su padre no veía bien que se fuese con él sin estar casada. A partir de 1939, Eudoxia abrió una modesta consulta en la que atendió a familiares y allegados. En ella comprobó el progresivo boicot y marginación por parte de la rancia sociedad granadina resultante del conflicto bélico. También de sus antiguos compañeros, que no dudaron en calificarla de simple “partera” y “abortera”. ¿Adónde hubiera llegado en su profesión de no haberle sido truncada la vida por la guerra civil?

Silenciarla fue lo que los vencedores de la guerra civil (1936-9) persiguieron, y casi consiguieron, en el caso de la que fue primera doctora en Medicina de Granada, y seguramente de Andalucía. También la primera cirujana ginecológica. Y lo consiguieron con la complicidad silente o activa de muchos de los médicos que formaron su generación

Cuando Julio Belza actualizó, en 1997, su libro sobre los nombres de las calles de Granada, escribió que la vía Eudoxia Píriz había sido dedicada a una mujer a la que se le perdió la pista tras la guerra civil. Ése fue exactamente el efecto que los vencedores de la guerra civil (1936-9) persiguieron, y casi consiguieron, en el caso de la que fue primera doctora en Medicina de Granada, y seguramente de Andalucía. También la primera cirujana ginecológica. Y lo consiguieron con la complicidad silente o activa de muchos de los médicos que formaron su generación. Para la Granada oficial, poderosa y culta, la doctora Eudoxia Píriz no existió a partir de la guerra civil; solamente para unas cuantas enfermas de clase humilde y familiares suyos, a quienes atendió durante unos cuantos años. Hasta que la falta de pacientes le obligó a cerrar su consulta y a diluirse en la historia de su profesión.



Arirba, letrero de la calle Eudoxia Píriz, perpendicular a la del doctor Alejandro Otero, en la zona de Neptuno de la capital granadina. P.V.M.

El motivo de este olvido era más que intencionado: fue la alumna predilecta, la amiga más  íntima del catedrático Alejandro Otero Fernández (PSOE), la primera mujer que rompió moldes al competir en un mundo entonces exclusivo de los varones; se pensaba que la mujer no tenía capacidad para la ciencia. Para empeorar la situación, se dejó ver en política siguiendo los pasos de su maestro, afiliándose al sindicato Juventud Universitaria Feminista (JUF); aunque nunca militó en el Partido Socialista de Otero ni figuró en ninguna candidatura política. Y Alejandro fue hombre de izquierdas demasiado poderoso: concejal, diputado, rector, rico a rabiar, secretario provincial del PSOE, vicepresidente nacional de este partido y subsecretario de armamento durante la guerra civil.



Retrato de Eudoxia cuando comenzó a estudiar Medicina en 1911.

Eudoxia Píriz Diego podría haber pasado a la Historia de la Medicina como una de las más importantes especialistas en el campo de la Obstetricia y Ginecología. Podría haber triunfado en América, como lo hizo Alejandro Otero en su exilio mexicano. Pero sus circunstancias personales se lo impidieron

Eudoxia Píriz Diego podría haber pasado a la Historia de la Medicina como una de las más importantes especialistas en el campo de la Obstetricia y Ginecología. Podría haber triunfado en América, como lo hizo Alejandro Otero en su exilio mexicano. Pero sus circunstancias personales se lo impidieron. No pudo exiliarse con su amado Alejandro Otero. Desde hace un cuarto de siglo, profesor y alumna predilecta continúan dándose la mano de manera simbólica, en forma de nombre de calles en Granada; las vías que llevan sus nombres se unen al lado del río Genil. ¿Fue una casualidad o hubo alguna otra intención por parte de quien se las dedicó?

Mujer inteligente, primera médica y cirujana

Eudoxia Píriz Diego nació en Navasfrías (Salamanca), el 7 de enero de 1893. Su padre era el maestro de los niños del pueblo. La familia se trasladó después a la capital salmantina, en cuyo instituto inició la joven el bachillerato como alumna libre. El cabeza de familia, Pedro Píriz Alejo, se imbricó intensamente en la vida cultural de Salamanca, donde solía asistir a la tertulia del Café Literario Novelty; allí entabló amistad con el rector Miguel de Unamuno, con quien intercambiaría correspondencia a lo largo de su vida.

El maestro Pedro Píriz aprobó una oposición a profesor en Granada. Aquí llegó toda su familia en la primavera de 1906. Su hija Eudoxia acabó el primer curso de bachillerato en el Instituto Provincial de la calle San Jerónimo; sus buenas notas ya desvelaban la inteligencia de la muchacha. Su expediente de bachillerato en el Instituto granadino (entre 1906 y 1911) es bastante brillante, suma quince matrículas de honor y numerosos sobresalientes.



Brillante expediente académico de Eudoxia en el Instituto de secundaria.

En el año 1910, la legislación española permitió ¡por fin! que las mujeres pudiesen estudiar Medicina en condiciones de igualdad teórica con los varones. Hasta entonces no había sido así; cualquier mujer que decidiera estudiar en las facultades de Medicina debía hacerlo con autorización especial del Rey, llevar un varón de su familia como acompañante a las clases y recibir lecciones apartada de sus compañeros

En este mismo Instituto fueron a secundarla sus otros cinco hermanos (tres varones y dos hembras); coincidió en el edificio con los dos que le seguían en edad. El padre fue un hombre muy moderno para lo que era habitual en aquellos primeros años del siglo XX; a todos les dio carrera universitaria o de magisterio, sin distinguir entre géneros. Los dos mayores, Eudoxia y Crescencio, se inclinaron por Medicina; el tercero, por Farmacia; las otras dos chicas por Magisterio; y el benjamín, por Químicas.

El caso que más nos interesa es el de Eudoxia. En el año 1910, la legislación española permitió ¡por fin! que las mujeres pudiesen estudiar Medicina en condiciones de igualdad teórica con los varones. Hasta entonces no había sido así; cualquier mujer que decidiera estudiar en las facultades de Medicina debía hacerlo con autorización especial del Rey, llevar un varón de su familia como acompañante a las clases y recibir lecciones apartada de sus compañeros. Incluso se les prohibía hablar con ellos. Eudoxia Píriz fue la primera mujer matriculada oficial en la Facultad de Medicina de Granada (no se conoce otra en el resto de Andalucía). Estaba rodeada en clase de un grupo de 19 compañeros. Corría el curso 1911-2. La única alumna del curso demostró su inteligencia y dedicación a los estudios. Los cuatro primeros cursos los sacó adelante con casi todos sobresalientes y cinco matrículas de honor.



Alejandro Otero y su esposa Laura Contreras, en 1916.

En el curso 1913-14 ocurrió un hecho extraordinario que iba a marcar el resto de su vida: en mayo, ya a finales, llegó a Granada el joven profesor Alejandro Otero Fernández. Era el nuevo catedrático de Obstetricia, que había conseguido la plaza por oposición con tan sólo 26 años. Eudoxia para entonces contaba 21.

Eudoxia Píriz fue la primera mujer matriculada oficial en la Facultad de Medicina de Granada (no se conoce otra en el resto de Andalucía). Estaba rodeada en clase de un grupo de 19 compañeros. Corría el curso 1911-2. La única alumna del curso demostró su inteligencia y dedicación a los estudios. Los cuatro primeros cursos los sacó adelante con casi todos sobresalientes y cinco matrículas de honor

Pero Alejandro Otero no le dio clase de Obstetricia hasta el curso 1915-6. No fue hasta octubre de 1915 cuando empezaron a conocerse maestro y alumna. Y lo peor de todo es que la suspendió… Aunque, realmente no la había suspendido él, sino la junta de gobierno de la Facultad. Eudoxia sufrió en sus carnes la primera muestra de discriminación machista en aquel fatídico curso. El año anterior había obtenido calificación de sobresaliente con premio extraordinario en la asignatura Terapéutica I, impartida por el catedrático Salvador Velázquez de Castro. En el de Terapéutica II, Eudoxia fue a protestarle a su profesor por estar disconforme con una calificación; tuvieron sus tiras y aflojas. Pero Eudoxia estaba acompañada por su hermano Crescencio, que también estudiaba Medicina. No sabemos lo que realmente ocurrió entre ellos, pero el catedrático denunció a los dos hermanos por insultos y amenazas ante el claustro de Facultad. Incluso llegó a intervenir el padre de ambos con unas alegaciones razonadas.

El Claustro se puso de parte del compañero catedrático adoptando una decisión durísima para ambos: Crescencio fue expulsado de la Universidad, de manera que jamás pudo continuar estudios en la UGR. A Eudoxia le suspendieron las seis asignaturas del curso 1915-16 y tuvo que volver a repetirlas al año siguiente. Esta decisión le hizo que se descolgara de quienes habían iniciado la promoción con ella. Podría haber acabado Medicina un año antes.

Al repetir el curso en 1916-17 se observa en su expediente una clara venganza de cinco de los profesores. Quedó rota la línea habitual de sobresalientes/premios que solía sacar cada curso, para quedarse en cinco aprobados raspados… más el notable en Obstetricia con que la calificó Alejandro Otero.





Expediente de Medicina. Se aprecia el curso entero (1915-6) suspendido por el claustro de Facultad.

El curso siguiente el claustro continuó penalizándola con notas mediocres, que casi se mantuvieron hasta el final de su licenciatura. La excepción fue la asignatura de Obstetricia que impartía el joven catedrático Alejandro Otero; la calificó con un sobresaliente y premio. Otero no sólo le dio su mejor calificación, sino que la nombró alumna interna con destino en la Cátedra de Obstetricia

El curso siguiente el claustro continuó penalizándola con notas mediocres, que casi se mantuvieron hasta el final de su licenciatura. La excepción fue la asignatura de Obstetricia que impartía el joven catedrático Alejandro Otero; la calificó con un sobresaliente y premio. Otero no sólo le dio su mejor calificación, sino que la nombró alumna interna con destino en la Cátedra de Obstetricia. A partir de entonces y una vez doctorada en Medicina, especialidad de Obstetricia y Ginecología, estaría ligada a la clínica de la Facultad, donde se atendía a pacientes de toda la provincia. Entre 1917 y 1936 estuvo trabajando en esta clínica de ginecología en el Hospital Provincial de San Juan de Dios (además de en otros trabajos particulares y operaciones en La Salud). También actuó como ayudante del catedrático en clases prácticas de Obstetricia y Ginecología. Porque Alejandro Otero amplió muy pronto su campo de acción a la Ginecología y  cirugía de la mujer. Y allí, junto a él, estaba Eudoxia Píriz.

En el año 1919, Eudoxia fue llamada por el Rector para que se encargara de coordinar el recién creado sindicato de doctoras y licenciadas Juventud Universitaria Feminista (JUF), pero al estar ya ocupada como ayudante en la clínica ginecológica de la Facultad declinó en favor de Milagro Almenara Pérez, que estudiaba Farmacia. El sindicato era realmente una asociación de tipo feminista creado por la médica madrileña Elisa Soriano; su fin era agrupar a doctoras y licenciadas universitarias. Fue la única actividad política que se le conoce a Eudoxia.



31 de marzo de 1931. Tras un multitudinario mitin en la Plaza de Toros del Triunfo de la candidatura radical-socialista, los asistentes desfilaron por la Gran Vía. En los círculos de la foto de arriba marcamos a Alejandro Otero y a la que probablemente fuese Eudoxia Píriz. En la foto de abajo, se ve a la directiva de la JUF encabezando la manifestación, con Eudoxia primera por la derecha y la que probablemente fuese Milagro Almenara (tercera por la derecha). Fue la primera manifestación sufragista de Granada, pero las mujeres no pudieron votar en aquellas elecciones municipales. El resultado fue la proclamación de la II República.

Una mujer más en la vida del catedrático

No se puede entender esta especie de semblanza de Eudoxia Píriz Diego sin la omnipresencia de Alejandro Otero en su vida. Profesional y personalmente fueron como las dos bandas de una cremallera, una parte abrochada y otra extremadamente abierta.

No se puede entender esta especie de semblanza de Eudoxia Píriz Diego sin la omnipresencia de Alejandro Otero en su vida. Profesional y personalmente fueron como las dos bandas de una cremallera, una parte abrochada y otra extremadamente abierta

Alejandro Otero Fernández (Redondela, 1888-México, 1953) llegó a Granada en mayo de 1914. Había estudiado Medicina en Santiago, ampliado estudios de Obstetricia en Alemania, preparado oposiciones a cátedra en Granada y ganado la plaza con sólo 26 años. Se casó con su novia gallega de toda la vida, Laura Contreras Valiñas. La pareja se instaló en un piso de la Gran Vía y tiempo después se mudó al número 33 de la misma calle, hasta 1934… con algunos altibajos. Quienes le conocieron, a Alejandro Otero le definen como muy inteligente, triunfador, sin miedo, sin complejos, generoso, “de un carácter y un genio de todos los demonios”, “mozo delgado, de semblante atractivo y trato cordial”, excelente profesional en sus especialidades… y un mujeriego incorregible. No pasaron muchos años tras su llegada a Granada para que comenzaran a correr rumores acerca de sus andanzas amorosas extraconyugales.

Como especialista cotizado, el nivel de relaciones sociales y sus ingresos fueron muy intensos en la pareja formada por Alejandro y Laura. Aunque pronto quedaron patentes sus diferentes personalidades: él, hombre progresista, anticlerical, con tendencia a las izquierdas; ella, muy conservadora y religiosa. Tras varios años de matrimonio, los hijos no quisieron venir. Él se culpó de ello, pero Laura lo amaba apasionadamente. Y continuó haciéndolo y perdonándole cuando comenzó a conocer las continuas infidelidades a que la sometía su marido. Se le conocieron bastantes amantes de manera pública, pero seguramente fueron muchas más las que pasaron por su cama. De todo tipo y condición. José Fernández Castro, periodista que tuvo cierta relación con Otero, cuenta en su biografía que incluso muchas mujeres lo perseguían  para buscar sexo con él; incluso le pedían cita en su consulta para estar a solas.

Su incontinencia sexual parece que estuvo causada por una gonococia (enfermedad de Reiter) contraída con prostitutas de Santiago. Su matrimonio con Laura Contreras duró hasta 1934 en que llegaron a un acuerdo para divorciarse; en este intervalo, el entusiasmo sexual de Otero se centró en todo tipo de mujeres. La primera querida que menciona Fernández Castro fue Mercedes Porcel Blanco; esta mujer contó, en 1977, que fue consciente de que Otero también  mantenía relaciones con otras mujeres mientras estaba con ella, pero se lo perdonaba todo.



Retrato de Alejandro Otero en Veracruz, México, en 1949. Tenía 61 años.

Ya cuando era copropietario-fundador de la Clínica de la Salud, tuvo como amante a una especialista en Rayos X que se trajo de Alemania. Se llamaba Marta. En 1934, siendo rector, fue encarcelado dos meses por la revolución de octubre; Laura no fue a verlo a la cárcel, pero la que sí lo hacía era su nueva amante, Ena Giraud, joven guapísima hija de un ingeniero belga. Con ella estuvo esporádicamente hasta 1940, pero la abandonó en París. Durante la guerra civil, cuando desempeñó el cargo de subsecretario de armamento para la República y vicepresidente del PSOE, se emparejó con la asturiana Elena Fernández Fernández (23 años menor que él), con quien acabaría casándose en el exilio mexicano en 1940.

La familia de Eudoxia no puede precisar si Otero quiso llevarse a Eudoxia ya aquel 7 de julio de 1936 cuando abandonó precipitadamente Granada con dirección a Madrid. Otero, como secretario del PSOE, estaba perfectamente informado de que iba a producirse un golpe de estado

No obstante, la potencia sexual de Alejandro Otero todavía le permitió mantener, a sus 64 años, a una amante mestiza en la capital mexicana. La muerte le sorprendió con ella en la cama tras haber salido de operar a varias pacientes en su hospital.

Y con Eudoxia Píriz ¿qué? La primera médica y cirujana de Granada siempre permaneció soltera. No sabemos hasta dónde llegó el grado de afinidad personal entre maestro y discípula. Dos sobrinos de Eudoxía, con quienes convivió muchos años –Mercedes y Pedro Píriz- son conscientes de que su tía estaba profundamente enamorada profesionalmente del catedrático; y posiblemente hubiese algo más entre ellos. Pero Eudoxía vivía en un ambiente familiar en que el respeto al cabeza de familia –el anciano maestro nacional Pedro Píriz- era algo sagrado para ella. El padre se comportó con mentalidad muy progresista a la hora de educar en igualdad a sus hijos, pero en otros aspectos era profundamente tradicional. De hecho, cuando su tercer hijo decidió marchar a Brasil, tuvo que hacerlo a escondidas porque su padre no le hubiera dado permiso.

Los sobrinos de Eudoxia saben que Alejandro Otero quiso llevarse con él a su discípula Eudoxia. Y su tía quiso marcharse con él. Pero se lo impidió el profundo respeto hacia su padre. A pesar de haber rebasado ya los cuarenta años de edad. El hecho de seguir viviendo con ellos le hacía tener gran dependencia emocional de sus progenitores.



Operación 1928, teatro quirúrgico del Hospital de San Juan de Dios. Otero (izda.) opera un embarazo extrauterino; Eudoxia, de espaldas, ocupa el puesto de instrumentista. Otero fue el primer cirujano de Granada en utilizar guantes, pero la asepsia todavía dejaba mucho que desear, con todos los alumnos agolpados y vestidos de calle.

La familia de Eudoxia no puede precisar si Otero quiso llevarse a Eudoxia ya aquel 7 de julio de 1936 cuando abandonó precipitadamente Granada con dirección a Madrid. Otero, como secretario del PSOE, estaba perfectamente informado de que iba a producirse un golpe de estado. Sus biógrafos apuntan a Queipo de Llano como el que le dio el soplo en su visita a Granada de dos días antes; de hecho, tampoco se encontraban en Granada el 18 de julio de 1936 los diputados socialistas Fernando de los Ríos y Ramón Lamoneda. El día que Otero salió corriendo de Granada, había estado despachando con sus allegados en la habitación número 1 de la Salud (que fue su residencia habitual desde el divorcio de Laura Contreras, en 1934); allí estuvo también Eudoxia y las dos monjas que se encargaban del gobierno de la clínica. Alejandro Otero les habría comentado la famosa frase de “Hasta pronto… o hasta nunca”. Después se fue a los bancos a trasferir sus ahorros, llamó a su chófer Francisco Sola, pasó por su quintería de Huétor Santillán y se dirigió a Francia, con previa parada en Madrid.

Eudoxia Píriz quedaba desamparada en Granada; comenzaba su larguísimo exilio interior.

Persecución de todos los relacionados con Otero

Alejandro Otero fue uno de los hombres más ricos y con más poder en la Granada de la II República. Varios años figuró como el primer contribuyente de la capital. Tenía unos ingresos anuales de alrededor de 100.000 pesetas. Solía cobrar entre 1.000 y 3.000 pesetas por sus operaciones; pero también era generoso y no cobraba a quienes no podían pagarle. No sólo ingresaba por su cargos en la Universidad y diputado, también tenía tino para las inversiones en empresas. Además de poseer cierta fortuna de su familia y de su esposa.

Esa riqueza y ese gran poder hicieron que Alejandro Otero fuese uno de los principales objetivos de los sublevados en Granada. Expoliaron y destrozaron todos los bienes que tenía en su piso de Gran Vía, en su mitad de La Salud, su casa de campo en Huétor Santillán, requisaron sus coches, etc. Lo siguiente fue interrogar y torturar a las personas que habían tenido mayor relación con él

Esa riqueza y ese gran poder hicieron que fuese uno de los principales objetivos de los sublevados en Granada. Expoliaron y destrozaron todos los bienes que tenía en su piso de Gran Vía (donde continuaba viviendo su ex Laura, aunque también se fue de Granada antes del Alzamiento), en su mitad de La Salud, su casa de campo en Huétor Santillán, requisaron sus coches, etc. Lo siguiente fue interrogar y torturar a las personas que habían tenido mayor relación con él. Lo primero que se pensó tras el Alzamiento fue buscarlo en casa de las mujeres con quienes solía relacionársele; revolvieron una por una sus viviendas. Se interrogó a su socio de La Salud Víctor Escribano –hombre muy de derechas y nada sospechoso-, a las dos monjas que gobernaban Clínica, Sor María Gallastegui y Sor Natividad Pernante. Torturaron hasta la muerte a su chófer Francisco Sola, que las primeras semanas de guerra estuvo escondido en la Sierra de Huétor.



Sor M. Gallastegui y N. Pernante, manejando aparatos de onda corta en la Clínica de la Salud. Fueron de las últimas personas en despedirse de Otero cuando se fue de Granada el 7 de julio de 1936.

Hasta que le llegó el turno a Eudoxia Píriz. De ella poco podían obtener, excepto que había salido corriendo de Granada ante lo que se avecinaba. Conocía perfectamente las intenciones de su catedrático. Pero ella calló y tardaron muchos meses en saber que Otero viajaba por varios países negociando la compra de armas para el bando republicano. A Eudoxia la apartaron de la clínica de la Facultad a las pocas semanas del golpe de Estado; lo hicieron sus propios compañeros médicos, el sector alineado con el golpe militar. Buena parte de los discípulos de Otero estaban en el bando republicano, encarcelados o fusilados: éste fue el caso de su compañero y antiguo profesor José Megías Manzano (1884-1936), fusilado el 16 de agosto de 1936 por haber sido concejal junto al maestro Otero. Ahora tocaba el turno a los enemigos de Alejandro Otero. La obstetricia y la ginecología iban a encarar un periodo de cierta oscuridad.

A Eudoxia la apartaron de la clínica de la Facultad a las pocas semanas del golpe de Estado; lo hicieron sus propios compañeros médicos, el sector alineado con el golpe militar. Buena parte de los discípulos de Otero estaban en el bando republicano, encarcelados o fusilados

Cuando comenzó la guerra, Eudoxía, su hermano Pedro y sus padres vivían en una casa del barrio Fígares, concretamente en el número 21 de la calle Martín Bohórquez. Crescencio murió tiempo atrás y los otros tres hijos estaban ya emancipados. Casi toda la familia fue represaliada de una u otra manera. Empezaba una época de dificultades para los Píriz Diego.



Casa en la Avenida de Murcia donde vivió  Eudoxia, desde después de la guerra hasta su fallecimiento en 1979. Ahí tuvo consulta unos cuantos años.

El abuelo Pedro Píriz y su hijo menor decidieron abandonar el barrio Fígares y construir dos casas de dos plantas en el número 30 de la Avenida de Murcia, frente a Cervezas Alhambra. Se trataba de dos viviendas con un portal de entrada común y un patio en el centro. Allí se desplazaron a vivir los abuelos, la hija Sofía, Pedro y su familia… y la tía soltera Eudoxia.

En una habitación del piso bajo de la Avenida de Murcia, entrando a la izquierda, la primera médica y cirujana de la historia de Andalucía habilitó una consulta para sus pacientes. Además, tras la guerra continuó visitando en sus casas a mujeres, tal como había sido su costumbre desde que se colegió en 1923

En una habitación del piso bajo, entrando a la izquierda, la primera médica y cirujana de la historia de Andalucía habilitó una consulta para sus pacientes. Además, tras la guerra continuó visitando en sus casas a mujeres, tal como había sido su costumbre desde que se colegió en 1923.

Pero ya las cosas nunca serían igual. En primer lugar, porque se la señaló como estrecha colaboradora de uno de los principales enemigos del nuevo régimen, Alejandro Otero. En segundo lugar, porque sus antiguos compañeros de profesión la desprestigiaban; se referían a ella como que era una simple “comadrona”, “partera” e incluso “abortera”. Se la vetó todo acceso a continuar formándose y actualizando sus conocimientos. Y para empeorar su situación, las propias mujeres llegaron desconfiar de ella.

El resultado fue que poco a poco su consulta fue perdiendo pacientes, hasta quedar reducida a mujeres de la familia y allegados. Casi una clínica clandestina. Sus sobrinos no recuerdan apenas haber visto entrar y salir pacientes. Sí guardan en sus memorias la habitación perfectamente equipada con su potro, su instrumental y sus libros (de los cuales tienen  algunos todavía).

Poco a poco, Eudoxia se fue sumiendo en una profunda depresión y abandono profesional por todos estos motivos. Quedó hundida. En esta casa continuó recibiendo cartas de Alejandro Otero que alguien le hacía llegar desde México. No se atrevía a leerlas en su ámbito familiar, se iba a hacerlo al piso de enfrente, donde vivía la que fue quiosquera de Puerta Real (también torturada por tener una bandera republicana). Alejandro Otero le insistía que en México podría recuperar el pulso de su profesión. Volvería a ser lo que había sido antes de la guerra, incluso mejor, porque él atendía a pacientes de Estados Unidos y de medio mundo (llegó a ser ginecólogo de Soraya, la mujer repudiada por el Sha de Persia).

Sin embargo, Eudoxia nunca se atrevió a exiliarse con su admirado maestro. Sus sobrinos saben que le insistió mucho en sus cartas. Pero pudieron más su respeto por su padre y sus miedos. Mercedes Píriz, su sobrina, tiene claro que no se fue por consejo de su abuelo. “Con los antecedentes de mujeriego que tenía Otero –valora-, mi abuelo no la dejaba marchar. Sin estar casada antes con él, no quiso que se fuese. Era una aventura muy peligrosa irse entonces a América con aquel hombre”.

Quizás si se hubiera autoexiliado, Eudoxia hoy se estudiaría en los libros de Obstetricia y Ginecología, como se continúa haciendo con Otero

Quizás si se hubiera autoexiliado, Eudoxia hoy se estudiaría en los libros de Obstetricia y Ginecología, como se continúa haciendo con Otero.

El abuelo Pedro murió en 1945. La médica Eudoxia todavía podría haber dado el salto a México, nada la ataba a Granada. Pero, para empeorar las cosas, se cayó por la escalera de la casa y se partió un fémur. La operaron del acetábulo en Granada, aunque mal y tardíamente. Repitieron las operaciones. Eudoxia nunca quedó bien, estuvo con la pierna deformada el resto de su vida. Incluso algún tiempo debió usar muletas. ¿Adónde iba a ir ahora? Se sumió en una profunda depresión que le llevó a salir de casa cada vez menos. Por aquellos años, cuando ella era casi una inválida, tuvo conocimiento de que su maestro y, quizás gran amor, había fallecido en México de un ataque al corazón. Era ya 1953, tenía sesenta años, dieciséis de ellos descolgada de los avances de su especialidad.



Eudoxia Píriz con su sobrino-nieto Tomás en brazos, en 1978, el año anterior a su fallecimiento.

A partir de entonces se incrementó su exilio interior. Salía menos de casa. Se dedicaba a leer mucho, a estudiar. Y a dar clases a los hijos de sus sobrinos, especialmente de francés. Dibujaba mucho a plumilla para sus familiares. Sus sobrinos Mercedes y Pedro dicen que vivían en aquella especie de corrala como un enorme clan familiar en el que la tía Eudoxía era siempre la inteligencia y la cordura. Vivía de los pocos ahorros y la pensión que le dejó su padre. No necesitaba mucho más.

No habríamos tenido noticias de su vida de no haber sido por unos poquísimos investigadores (principalmente Enriqueta Barranco Castillo y Fernando Girón Irueste) que en el último cuarto de siglo han recuperado su figura. A partir de ellos, el Ayuntamiento de Granada le dedicó una calle y la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental la incluyó en una placa de médicas ilustres en la antigua Facultad de Medicina

A las casas de la Avenida de Murcia le añadieron una segunda planta de pisos en 1960, con lo cual llegaron a vivir más familiares. A Eudoxia, ya en los años setenta, le costaba andar subiendo y bajando escaleras. Su apartamento estaba situado en una planta alta. Allí subían a atenderla los sobrinos y sobrinos-nietos. Hasta que el 27 de marzo de 1979, en plenas facultades mentales, con más de 86 años, decidió irse en silencio. Había pasado más de media vida olvidada por su profesión. Sólo por ser mujer y haberse atrevido a entrar en un mundo reservado a los hombres.

No habríamos tenido noticias de su vida de no haber sido por unos poquísimos investigadores (principalmente Enriqueta Barranco Castillo y Fernando Girón Irueste) que en el último cuarto de siglo han recuperado su figura. A partir de ellos, el Ayuntamiento de Granada le dedicó una calle y la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental la incluyó en una placa de médicas ilustres en la antigua Facultad de Medicina.



Placa de recuerdo a tres mujeres notables de la Medicina en Granada, colocada en 2010 en la antigua Facultad.

El maestro nacional que dio carreras a todos sus hijos

Pedro Píriz Alejo (Palacios del Pan, Zamora, 1863-Granada, 1945) y Mercedes Diego Viñas (Rosales, Zamora, 1865-Granada, 1943) contrajeron matrimonio en 1888, nada más acabar él la carrera de maestro nacional y conseguir su primera plaza en San Juanico el Nuevo (Zamora). Pedro Píriz opositó buscando un pueblo mayor; en 1890 consiguió plaza en Navasfrías (Salamanca), con un suelo de 825 pesetas anuales. Se trataba de un pueblo de unos 1.450 habitantes que disponía de casas para los dos maestros.

Al joven matrimonio le nació pronto un hijo, al que bautizaron como Adolfo (1891), pero murió antes de cumplir un año. El 7 de enero de 1893 les llegó una niña, a la que bautizaron como Eudoxia Píriz Diego, la protagonista de nuestra historia.

La familia permaneció en Navasfrías hasta 1903. Allí nacerían otros cuatro hijos más. El maestro nacional debió administrar bien su sueldo, pues se dedicó a hacer algunos préstamos a vecinos agricultores. En el pueblo recuerdan la anécdota de que algunos de estos agricultores tuvieron que emigrar a América y se llevaron con ellos las deudas. El siguiente salto lo dio la familia Píriz Diego a Salamanca capital, donde fueron vecinos y amigos de Miguel de Unamuno. Allí empezó –tardíamente- a estudiar el bachillerato Eudoxia como alumna libre del Instituto Provincial.

El maestro Pedro Píriz volvió a presentarse a unas oposiciones para ascender de categoría y consiguió plaza de maestro en Granada capital. Corría la primavera de 1906 cuando llegó el matrimonio con sus cinco hijos a Granada. Eudoxia Píriz estaba a medio curso de Instituto, que acabó en el Instituto de Secundaria de la calle San Jerónimo, el único que existía por entonces en la provincia. Era su director Salvador de la Cámara y Arrivillaga, presunto padre de Milagro Almenara Pérez, la boticaria roja de la que en el futuro sería amiga

El maestro Pedro Píriz volvió a presentarse a unas oposiciones para ascender de categoría y consiguió plaza de maestro en Granada capital. Corría la primavera de 1906 cuando llegó el matrimonio con sus cinco hijos a Granada. Eudoxia Píriz estaba a medio curso de Instituto, que acabó en el Instituto de Secundaria de la calle San Jerónimo, el único que existía por entonces en la provincia. Era su director Salvador de la Cámara y Arrivillaga, presunto padre de Milagro Almenara Pérez, la boticaria roja de la que en el futuro sería amiga y compañera de sindicato JUF.

La familia se estableció en la casa número 116 de la calle Elvira, para mudarse poco tiempo después al 101 de la misma calle. Estando en este domicilio nació su séptimo hijo, Pedro (1908), el único granadino de nacimiento. En los distintos empadronamientos comprobamos que la familia vivió en varias casas de Granada: posteriormente pasaron a la calle Escuelas, 20; en el año 1929  vivieron en una casa de la calle Gracia, número 17. Durante la guerra civil estuvieron en la casa número 21 de la calle Martín Bohórquez.

Del cabeza de familia sabemos que fue elegido, entre 1926 y 1927, presidente de la Asociación Nacional de Magisterio en Granada; hizo públicas sus quejas ante la enorme falta de maestros y escuelas en una ciudad que tenía algo más de 14.000 alumnos en edad escolar, pésimamente atendidos.

Nada más acabar la guerra civil, la familia Píriz Diego construyó dos casas gemelas, con una entrada común, en el número 30 de la Avenida de Murcia. Allí se fueron a vivir los abuelos, Pedro y su familia, Sofía y su familia y la tía Eudoxia. Su sobrina Mercedes Píriz Navarro recuerda aquella enorme casa como residencia de todo un clan familiar. Parte de esa casa continúa siendo propiedad de descendientes de los Píriz.

Veamos el destino de los otros cinco hermanos de Eudoxia:

Crescencio. Nacido en 1894. Inició licenciatura de Medicina un año antes (1910) que Eudoxia, como alumno libre. Fue el que defendió a su hermana ante la injusticia del catedrático Velázquez de Castro. Fue acusado de agredir al profesor en la Facultad de Medicina, e incluso en la calle, lo cual le costó la expulsión de la Facultad y la prohibición de estudiar en la Universidad de Granada. Acabó teniendo problemas mentales y falleció soltero en 1927; curiosamente, seis años después de que lo hiciera Velázquez de Castro en el psiquiátrico de Ciempozuelos.

Máximo. Nació en 1896. Se licenció en Farmacia en la promoción 1913-17. Consiguió una botica en la localidad jienense de Villacarrillo, donde contrajo matrimonio. Tuvo una hija llamada Olympia. Durante unos años desarrolló allí su profesión. En fecha indeterminada, sin que lo supiera su familia, vendió la farmacia y decidió trasladarse a Minas Gerais (Brasil) a abrir otra botica. Se enteraron cuando les envió un cablegrama desde el barco. Era el momento de gran crecimiento brasileño debido a las explotaciones del caucho y minería. Sus fórmulas  magistrales alcanzaron gran fama entre la población; incluso se le requería para que actuase como médico, sin serlo. Tuvo la desgracia de que un cacique local se encaprichó de su esposa y comenzó a acosarla. Máximo le dio una paliza. El cacique local le envió un sicario que lo asesinó cuando viajaba a comprar medicamentos. Su viuda y su hija regresaron a Granada; vivieron un tiempo en la casona de la Avenida de Murcia.



Sofía Píriz Diego rodeada de su grupo de alumnas en Huétor Tájar, 1933.

Sofía. 1897. Era maestra nacional en el año 1920. Llegó como maestra a Huétor Tájar en 1932, para pasar durante la guerra civil a un colegio del Cerrillo de Maracena y, ya en 1946, obtuvo plaza en el colegio de niñas número 5 de la capital, llamado Primo de Rivera (Eras de Cristo). Habitó con su familia uno de los pisos de la Avenida de Murcia. Falleció en Aragón, adonde marchó a vivir con su hija.

María del Carmen (1900). También maestra de niñas. Su primer destino fue Adra (Almería). Durante la II República ya tenía su plaza en el colegio de Santa Cruz del Comercio. Su marido fue represaliado y a ella la desposeyeron de su plaza en 1939. Su esposo falleció al poco de salir de la cárcel franquista; ella trabajó como cocinera y alquilaba habitaciones en su piso de la calle Recogidas. En los años cincuenta fue repuesta como maestra nacional, hasta que se jubiló en 1968. Falleció en Granada, en 1986.



Pedro Píriz Diego, en su expediente académico, 1926.

Pedro. Nació en la calle Elvira, en 1908. Cursó el bachiller en el instituto recién inaugurado en Gran Vía, con nueve matrículas de honor. Se licenció en Ciencias en la Universidad de Granada, promoción 1926-30. Paralelamente, hizo Dibujo Lineal en la Escuela de Artes y Oficios (entre 1926-29). Después pasó a la Universidad Central a hacer el doctorado (1931-33). Fue profesor universitario y discípulo del catedrático Jesús Yoldi Bereau, con quien preparaba cátedra. Yoldi fue alcalde republicano de Granada en 1932; este hecho acabaría llevándolo al pelotón de fusilamiento en octubre de 1936. Su alumno Pedro Píriz fue depurado y apartado de todo cargo público por su pertenencia a la FUE y su relación con Yoldi. A partir de entonces tuvo que ganarse la vida dando clases en colegios privados (Vistillas de los Ángeles), Academia Santo Domingo, varias academias más; hasta que en la recta final del franquismo se le permitió dar clases en un centro público de Armilla, donde se jubiló. Falleció en enero de 1991.

Los dos hijos de Pedro –Mercedes y Pedro- también se dedicaron a la enseñanza. Su yerno fue Florentino García Santos, profesor de la Facultad de Ciencias y añorado gerente de la Universidad de Granada.

La casa de salud, “picadero” y recibidor de personalidades en Huétor Santillán

Alejandro Otero también padeció de tuberculosis. Esta enfermedad le ligó a la Residencia Antituberculosa de la Alfaguara. En 1928 decidió alquilar una quintería en la parte alta de Huétor Santillán. Era un lugar más fresco que la capital, sobre todo en verano, rodeado de olivos y pinos. Y con excelentes vistas a Sierra Nevada. Se llamó –y se llama- Casería de los Recuerdos. La casa fue construida en 1840 por un ricachón de la época para curar la tuberculosis a su hija.

Alejandro Otero pasaba en la Casería los días más calurosos del año. También utilizaba la quinta como refugio para el estudio. Entre 1928 y 1933, la reina de la casa fue Laura Contreras. Pero a partir de aquella fecha, el distanciamiento entre la pareja hizo que Laura se quedase en su piso de la Gran Vía, 33. Y ya para 1934, tras el divorcio, Otero se instaló en las habitaciones 1 y 2 de la clínica de La Salud, mientras lo más voluminoso de sus pertenencias lo trasladó a la Casería.

La Casería de los Recuerdos fue utilizada, tanto en la época de Laura como cuando ya estaban separados, para agasajar a personalidades y alojarlas de un modo discreto. Allí estuvieron desde presidentes del Gobierno a grandes científicos: Indalecio Prieto, Largo Caballero, Casares Quiroga, Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset, Luis Recasens Siches, etc.

La Casería de los Recuerdos fue utilizada, tanto en la época de Laura como cuando ya estaban separados, para agasajar a personalidades y alojarlas de un modo discreto. Allí estuvieron desde presidentes del Gobierno a grandes científicos: Indalecio Prieto, Largo Caballero, Casares Quiroga, Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset, Luis Recasens Siches, etc.







Placas dedicadas a Alejandro Otero, en Huétor Santillám, junto a la que indica la Casería de los Recuerdos.

La Casería también jugó su papel como nidito de amor de Alejandro Otero. Por allí pasaron la mayor parte de mujeres que tuvo como amantes durante sus últimos años de estancia en Granada. Tanto durante el tiempo que estuvo casado con Laura como a partir de su divorcio. Este fue el último lugar en el que estuvo el 7 de julio de 1936 cuando decidió abandonar Granada precipitadamente; lo hizo en su Ford matrícula GR-2369, conducido por Francisco Sola y acompañado por un guardaespaldas. Se dirigió a Madrid y posteriormente al extranjero.

El coche fue utilizado por el teniente coronel del Parque de Artillería durante toda la guerra civil. Su conductor, ejecutado por no revelar el paradero de su jefe.

Alejandro Otero daba empleo a varias personas de Huétor Santillán en su quintería. En el pueblo dejó muy buen recuerdo, ya que atendió varios casos graves de enfermas y apenas cobró por operarlas. Una de ellas fue la esposa del cartero, a quien salvó la vida.

Los días finales de julio de 1936, esta Quintería fue expoliada por milicianos y soldados de ambos bandos, durante la que se llamó batalla de Huétor Santillán. Muebles, ropas, enseres y la biblioteca de Alejandro Otero quedaron esparcidos por los alrededores. Unas niñas del pueblo recogieron libros y parte de la vajilla de porcelana que estaba intacta y los guardaron en un pajar durante muchos años. Actualmente perviven algunas piezas de aquella vajilla de Laura Contreras en casas de Huétor Santillán.







Jardín de la Casería de los Recuerdos, con Sierra Nevada al fondo. Debajo, placa que recuerda a algunos de los visitantes ilustres durante la II República. Y parte de la vajilla de Alejandro Otero que se conserva en Huétor Santillán. Los daños causados en la Casería fueron valorados en 2.000 pesetas.
Para profundizar en las vidas de Eudoxia Píriz y Alejandro Otero:

-Alejandro Otero, una gran biografía escrita por Enriqueta Barranco y Fernando Girón. Editada por CajaGranada.

-Alejandro Otero, el médico y el político, de José Fernández Castro.

-Eudoxia Píriz Diego (1893-1980), recuperando una mujer para la historia, de Margarita García Barranco y Enriqueta Barranco.