La titánica labor de Emily Pranger para mantener la tradición ceramista de la Alpujarra en Mecinilla
Mecinilla es el núcleo de población más pequeño y tranquilo de los ocho pueblos que forman el municipio de La Taha de la Alpujarra de Granada, casi un barrio con apenas veinte habitantes. Allí tiene su taller de cerámica Emily Pranger, nacida en Málaga, de madre inglesa y padre sueco, aunque la familia se instaló en la comarca alpujarreña cuando ella tenía tres años. Madre de dos hijos, durante la crianza apenas pudo dedicar tiempo a la cerámica, hasta que el pasado año retomó el contacto con la arcilla animada por la ayuda de 5.000 euros para inicio de actividad de personas trabajadoras autónomas, una de las líneas de subvenciones contempladas en el ‘Programa de emprendimiento, segunda oportunidad y estabilización económica’ impulsado por la Consejería de Empleo, Empresa y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.
En la visita a su taller de Mecinilla, el delegado de Empleo, Javier Martín, ha hecho hincapié en el respaldo y la atención que deben prestar las Administraciones públicas a las iniciativas de personas emprendedoras que “han decidido arriesgar a través del autoempleo y, además, si lo hacen en lugares donde no hay muchas posibilidades para desarrollar su labor. Emily invierte en materiales y herramientas que adquiere de fuera; utiliza un horno eléctrico; tiene que hacer visible su producto, y todo ello en un micropueblo alejado de grandes centros urbanos donde todo está más al alcance”.
Cerámica antigua
En la entrada del Ayuntamiento de Pitres hay un mural cerámico en colores azul y blanco, matices que tradicionalmente fueron los más empleados en la cerámica antigua, inspirado en un mapa del Catastro de Ensenada. Realizado por Emily y su padre, su “maestro” ceramista, el mural muestra los puntos cardinales en los que se sitúan los pueblos de La Taha y también recoge, de manera sencilla, las principales características del territorio, como la fauna, la flora y la arquitectura típica alpujarreña.
Junto a ese mural, de estilo naíf, la ceramista ha explicado al delegado de Empleo y al alcalde de La Taha, José Antonio García, cómo ha sido su retorno al oficio tras la maternidad. “Tengo dos hijos y mi marido entonces trabajaba en Berlín, donde nació el primero de ellos, por tanto la cerámica tuvo que esperar, aunque procuré no perder el contacto con el estudio de publicaciones sobre cerámica”, dice.
Emlily Pranger, junto a Javier Martín en su taller. junta
Emily tenía 24 años cuando comenzó con su padre. Mientras que aprendía y trabajaba con él, decidió en 2007 hacer el ciclo formativo de dos años de cerámica artística en la Escuela de de Arte y Oficios de Granada. Las prácticas las hizo en Berlín y su proyecto fin de curso fue merecedor del premio de la Fundación Robles Pozo que auspicia un programa de becas con el objeto de proporcionar a los alumnos de la Escuela de Arte de Granada los medios necesarios para ampliar sus estudios en el extranjero. “La base la aprendí de mi padre y del ciclo formativo, pero siempre intentas mejorar el proceso y buscar tu propio estilo”, subraya. Después vino el parón maternal, desde 2009 hasta 2021, y en 2023 retoma plenamente la actividad ceramista cuando su hija pequeña comenzó a ir al colegio.
Registro de artesanos
Su objetivo es dedicarse intensamente a la cerámica, “un trabajo titánico en un pueblo tan pequeño”, en el que la alfarería también ocupa muchas horas. El siguiente paso que quiere dar es inscribirse en el registro de Artesanía de Andalucía, lo que puede abrirle las puertas para estar presente en eventos feriales que organice la Consejería de Empleo, o los convocados por el propio sector con el apoyo de la administración autonómica. “Suelo acudir como ceramista a mercados que se organizan en la comarca, como uno reciente celebrado en Bubión, pero no lo hago formalmente como artesana”, ha señalado. Una vez que haya sido inscrita en el Registro, podrá adquirir la Carta de Artesano/a cuya vigencia es de cuatro años.
Platos, cuencos, azulejos para murales y azulejos sueltos para decoración, forman parte del paisaje de su taller en Mecinilla. Los colores de sus objetos son los tradicionales que se ven en la cerámica antigua española: azul y blanco, verde y manganeso sobre blanco, y algún ocre aparece también en sus piezas. A ella le gusta decir que los colores “son ya una receta familiar. Mi padre dedicó mucho tiempo a investigar para tratar de recuperar los colores antiguos”. Cree que la cerámica tradicional no tiene que estar reñida con la innovación y la modernidad.
Emily mantiene contactos con ceramistas de la comarca alpujarreña, una labor que tiene como principales protagonistas a mujeres, algunas de las cuales la alternan con la impartición de clases de cerámica. Según ella, la artesanía, todo lo que representa, “tiene que tener un reconocimiento, no solamente de las Administraciones públicas, sino de la gente en general. En la mayoría de los casos nos dedicamos a mantener una tradición que se puede perder si no hay un relevo generacional y el reconocimiento social es importante para no perder parte de nuestra cultura. La artesanía también refleja la historia local de un pueblo”.