'Las invisibles que cambiaron todo'

Cuando las calles se llenan de banderas y consignas por los derechos laborales, casi nunca se menciona a las mujeres que, entre costuras, fábricas humeantes y ollas comunitarias, sostuvieron (y sostienen) las luchas obreras con sus manos callosas. La historia oficial las borró con tinta invisible, pero sus huellas están ahí: en cada conquista social que hoy damos por sentada.
El incendio de la Triangle Shirtwaist en 1911 no fue un "accidente". Fue un crimen del capital. Las 146 costureras que murieron encerradas -muchas de ellas migrantes y adolescentes- no eran "pobres víctimas". Eran trabajadoras explotadas en una fábrica que les negaba hasta el derecho a ir al baño. Años antes, las mujeres de Lawrence ya habían gritado "Queremos pan, pero también rosas", porque sabían que la lucha no era solo por el salario, sino por una vida que valiera la pena vivir.
Las mujeres no ganamos menos por "elegir" trabajos peor pagados. Nos pagan menos por hacer el mismo trabajo. Y cuando terminamos nuestra jornada laboral, empieza la segunda: la de los cuidados, la que no aparece en los contratos pero mantiene en pie el mundo
Las mujeres no ganamos menos por "elegir" trabajos peor pagados. Nos pagan menos por hacer el mismo trabajo. Y cuando terminamos nuestra jornada laboral, empieza la segunda: la de los cuidados, la que no aparece en los contratos pero mantiene en pie el mundo. Mientras los hombres descansan, nosotras seguimos trabajando - lavando, cocinando, consolando. Es la esclavitud moderna, disfrazada de” amor “y “deber”. A esto se suma el miedo: caminar a casa de noche, aguantar comentarios soeces del jefe o de los compañeros, o que el último golpe de tu pareja sea el definitivo.
Y se nos olvida que detrás de cada conquista laboral hubo mujeres anónimas: costureras que paralizaron fábricas, vecinas que crearon redes de cuidado mutuo durante las huelgas, madres que enseñaron a sus hijos e hijas el orgullo de clase entre fogones, deberes y olor a café. Pero también lideraron huelgas, conquistaron derechos, las mujeres de la industria manufacturera, las cigarreras, las jornaleras…No eran meras "colaboradoras" del movimiento obrero, sino su nervio vital, porque cuando las obreras se mueven, la tierra tiembla.
Hoy persiste una realidad innegable: las mujeres soportamos mayor precariedad laboral, salarios más bajos y condiciones más inseguras. No es simple desigualdad, sino un sistema que se beneficia de nuestro trabajo mal pagado. Cada diferencia salarial, cada contrato precario, cada derecho vulnerado refuerza esta injusticia. Porque hasta que no podamos caminar seguras, ganar lo justo y decidir libremente, este mundo no será nuestro... ni será justo para nadie.
No son simples reivindicaciones, sino la deuda histórica que el sistema tiene con las mujeres
Queremos abrir la nómina y no encontrar esa brecha salarial que insiste en devaluarnos. Exigimos que los cuidados dejen de ser nuestra mochila invisible para convertirse en responsabilidad compartida con los hombres y el Estado. Demandamos poder caminar de noche sin que el miedo nos acompañe, dejar de contar feminicidios como si fueran cifras normales. Estas no son simples reivindicaciones, sino la deuda histórica que el sistema tiene con las mujeres.
Este 1° de Mayo, cuando veas una pancarta, recuerda: si el movimiento obrero ha avanzado, es porque millones de mujeres empujaron desde los márgenes. Y su lucha no es un capítulo aparte: es la que puede cambiar el futuro de todos y todas. Porque cuando las mujeres ganan, la clase trabajadora entera da un paso adelante.