ZTA: La cruz a cuestas de Los Planetas
Los aficionados a la música se dividen entre los que piensan que Like a Rolling Stone es la mejor canción de la historia y los que no tienen criterio. En uno de sus versículos, el reciente Premio Nobel Bob Dylan estimaba que cuando no tienes nada, no tienes nada que perder. A los Planetas les pasa exactamente lo contrario. Poseedores del trono de la música nacional y en el vértice de una de las religiones con más seguidores del Estado, junto a los católicos y los antimadridistas, la publicación de un nuevo disco siempre provoca la dificultad de decir algo que no esté corregido o al menos seriamente amonestado por un adverbio. Porque Los Planetas parten de un fantástico legado, esa colección de piezas (Un Buen Día, Segundo Premio, De Viaje, Pesadilla en el Parque de Atracciones…) que les convierten en lo que son: la mejor banda de la historia del rock en español.
Siete años han pasado desde su anterior trabajo largo, Una Ópera Egipcia. En siete años, los Beatles editaron toda su discografía. Nuestros héroes, sin embargo, han aprovechado para dar rienda suelta a sus proyectos paralelos, publicar un mini elepé (Dobles Fatigas) y dar conciertos en dosis homeopáticas, facilitando así los crecientes rumores de su disolución. Pero no, seguían investigando las raíces de la música, buscando puntos de unión entre pop, rock y flamenco.
El resultado son las catorce canciones de esta Zona Temporalmente Autónoma, título tomado del ensayo de Hakim Bay en 1991 y que define perfectamente la metáfora de lo que son: un reducto que escapa del control social, cultural y musical del sistema
El resultado son las catorce canciones de esta Zona Temporalmente Autónoma, título tomado del ensayo de Hakim Bay en 1991 y que define perfectamente la metáfora de lo que son: un reducto que escapa del control social, cultural y musical del sistema, pleno de supuestos artistas que entran en la cultura sin saber geometría (en este caso, sin conocer ni a Leonard Cohen) y que funcionan a modo de logreros abriendo y cerrando válvulas para que la temperatura cultural de la masa media siga siendo templada a base de novedades discográficas con mucho celofán. La recuperación de su sello discográfico, El Ejército Rojo, nos termina de aclarar sus intenciones.
Los Planetas.
El disco se abre con la ya radiada Islamabad, versión de la canción de Yung Beef y toda una declaración de principios. Musicalmente es una fagocitación del trap como nueva influencia a incluir en el vasto magma musical planetario. La letra anuncia a las claras el matiz político del disco. Versos como: “Sabes que sin violencia estarías perdido. Y le metes tu mierda de miedo en el hocico, a los ignorantes y a los corrompidos, a gregarios y serviles a los que has dormido, con tele mala y con ansiolíticos” podrían estar dirigidos tanto al ISIS como a los productores de Tu cara me suena, La Voz y demás zarandajas del mismo pelaje.
Las letras se mueven entre las críticas al actual sistema y la sustitución por un nuevo orden político, social y cultural y las historias de amor y desamor en esta sociedad neoliberal
En efecto, las letras se mueven entre las críticas al actual sistema y la sustitución por un nuevo orden político, social y cultural y las historias de amor y desamor en esta sociedad neoliberal.
Entre las primeras, echan mano de influencias ajenas, como en Guitarra Roja, que cierra el disco, versión del payador argentino Martín Castro, y sobre la que Jota canta duros alegatos como: “al abismo más profundo caigan violentamente los reyes y presidentes y sus cortejos” (¿cantará Letizia, aficionada confesa, esta letra en los conciertos?). Entre las segundas, las típicas letras sencillas (“No voy a dejar de quererte porque me lo digas tú”) pero que esconden algo más y de las que podían aprender esos grupos vetustos que escupen frases que parecen el colmo de la profundidad del entendimiento pero que en el fondo es tautología. En esta última canción, la chulería se desnuda en melancolía cuando aparecen esas cuerdas en tono menor, cortesía de las Cosmotrío: toda una armadura con esqueleto de cristal.
Como gozne entre una orilla y otra, La Gitana. Aleister Crowley, que aporta la letra, es un curioso personaje: ocultista, alquimista, escritor, pintor y mago, ya se había incorporado al rock asomando su enigmático rostro en la portada del Sgt. Pepper’s, cortesía de John Lennon y en la canción Quicksand de David Bowie. En un viaje en burro que hizo a Granada se encaprichó de una chica a la que le escribió: “Voy a volver a verte voy a verte mi gitana; voy a hacer contigo todo lo que me de la gana”. Tal era la filosofía que sostenía Crowley y que rompía los preceptos de Kant, Santo Tomás o Nietzsche: todo está permitido.
Musicalmente, el álbum destaca por las nuevas incursiones guitarreras de Florent: Ilthad recupera al mejor George Harrison, cruzado por los Pixies. Espíritu Olímpico aparece punteada por las guitarras que tanto le gustan a Robert Smith. Libertad Para el Solitario nos evoca las bellas armonías que ponía en bandeja Johnny Marr a Morrissey en los Smiths. Y a Bowie le encantaría la atmósfera de Hay Una Estrella.
Si añadimos que la producción es muy limpia, que Jota canta mejor que nunca, y que Banin sigue aportando esos teclados indispensables para su sonido, nos acercamos a un nuevo tratado de los granadinos sobre el acercamiento a las músicas populares
Si añadimos que la producción es muy limpia, que Jota canta mejor que nunca, y que Banin sigue aportando esos teclados indispensables para su sonido, nos acercamos a un nuevo tratado de los granadinos sobre el acercamiento a las músicas populares que, como Rayuela, puede funcionar muy bien como un todo pero que puede ser escuchado trozeado y en modo aleatorio. Y aunque Soleá pudiera haber entrado en La Leyenda del Espacio, La Seriguiya de los 107 Faunos en alguna cara B de los Evangelistas o Amanecer en Encuentros con Entidades, el notable conjunto mira al futuro como el IBEX 35 sigue mirando a las Azores.
Probablemente haya seguidores que echen en falta nuevos bombazos. Como el señor Burns de los Simpsons, darían todo lo que tienen por tener un poco más. Es toda una cruz a cuestas la que cargan Los Planetas. Pero la nostalgia es una oscura envidia de uno mismo y pedirles éxitos de radiofórmulas a estas alturas es como querer enseñar a la abuela a freír huevos.
Dicen que Raísa Gorbachov se quedó absorta al escuchar la Quinta Sinfonía de Mahler y dijo algo así como: me he dado cuenta de que no hay salida. Lástima de su prematuro fallecimiento: la salida son Los Planetas.