'Vuelvo a Granada, vuelvo a mi hogar'
En 1968 se puso en marcha en Madrid lo que podríamos llamar una “super revista” musical con el título de Mundo Joven. Esta revista, ideada por un grupo de profesionales de gran calidad que tuvieron un protagonismo decisivo en varias áreas de la información en el período de la transición a la democracia: José María Íñigo, Jesús Picatoste, Román Orozco, Mercedes Arancibia, Manuel Leguineche, Juan Carlos Eguillor, etc, era algo más que una revista de música. Era un ensayo de lo que iba a ser muy pronto un nuevo modo de informar y comunicar acorde con los nuevos tiempos. Creo recordar que la compré desde que apareció en otoño de 1968. Lo que sí recuerdo perfectamente es que en sus comienzos era una revista quincenal y creo que más tarde aumentó la frecuencia, publicándose cada semana. Lo cierto es que en el otoño de 1969 comenzó a dedicar algunos números monográficos al mundo musical, pop-rock, de algunas capitales de provincia. Pues bien, ni corto ni perezoso, les envié una carta afirmando que en Granada había un ambiente musical y juvenil digno de un monográfico.
Hicimos fotos en un secadero, en una vaquería, en las calles del pueblo, en la Iglesia, en el letrero que indica la localidad en la carretera, en la barbería, en la taberna… Por la tarde estuvimos en Granada, recorriendo lugares históricos y fotogénicos para completar el reportaje
Cuando menos me lo esperaba, el jefe de redacción, Román Orozco, me contestó agradeciéndome la información y adelantándome que en noviembre un equipo de la revista iba a desplazarse a Granada para hacer un reportaje sobre Miguel Ríos. A finales de noviembre, el mismo Román Orozco y el fotógrafo Pedro Antonio Martínez Parra se presentaron en Granada. Al día siguiente llegó Miguel en el tren expreso de Madrid. Estuvimos con él en la casa de sus padres, en el Cercado Bajo de Cartuja; su madre nos trató divinamente, esforzándose por agasajarnos con dulces y bebidas. Pedro hizo unas preciosas fotografías de Miguel en la puerta de su antigua casa. A mitad de mañana marchamos hacia Chauchina, el pueblo de su familia. Recuerdo que estuvimos en la taberna de uno de sus parientes y tomamos unos boquerones en vinagre encima de una hoja de lechuga, que me encantaron, y unas ancas de rana que no me gustaron tanto. Después, su hermano Paco nos había organizado una comida en una especie de chiringuito lleno de parientes y sobrinos que se hicieron una foto muy bonita con él. Hicimos fotos en un secadero, en una vaquería, en las calles del pueblo, en la Iglesia, en el letrero que indica la localidad en la carretera, en la barbería, en la taberna… Por la tarde estuvimos en Granada, recorriendo lugares históricos y fotogénicos para completar el reportaje: la Carrera del Darro, la Cuesta de la Victoria, frente a la Alhambra, las callejas del Albaicín, las del Sacromonte… Aproveché todo el tiempo muerto que nos dejó el trabajo, para enseñarle a Román y a Pedro Antonio los lugares de la marcha granadina: “Moras Street” con sus locales, Janforjai, Hit Parade, Buitrago, las Bodegas Alegría, la discoteca El Cadí, el pub El Duende, el Oxford, el Submarino; las tiendas de discos: Mariscal, Montero, Sánchez. Al final, se fueron muy satisfechos y Román me aseguró que haríamos el especial sobre Granada y me ofreció la corresponsalía de la revista en la ciudad, que acepté encantado.
Me sorprendió comprobar lo sencillo que era, lo asequible, lo poco divo, a pesar de saber muy bien el rol que representaba y lo que había que hacer para ser una estrella musical
Me cayó muy bien Román Orozco, me pareció un tipo muy interesante, preparado, culto y al que le quedaba un poco pequeña aquella publicación. La historia me daría la razón más tarde, porque Román estuvo dirigiendo tiempo después el suplemento de El País Andalucía más de treinta años. De todos modos, una de las aportaciones más interesantes de aquella primera experiencia periodística fue el conocer en persona a Miguel Ríos. Me sorprendió comprobar lo sencillo que era, lo asequible, lo poco divo, a pesar de saber muy bien el rol que representaba y lo que había que hacer para ser una estrella musical. Es decir, su profesionalización no había afectado a su carácter, a su manera de ser. Estaba a punto de ser número uno en las listas de éxitos más importantes del mundo con su versión del “Himno a la alegría”, y sin embargo parecía un vecino más tomándose una cerveza en el bar del pueblo de su familia. Y sabía atender igualmente a todos aquellos que le paraban por la calle para saludarlo o para pedirle un autógrafo. Tuvimos después muchas oportunidades de tratarnos y de forjar una amistad duradera, sobre todo en los últimos años, y siempre lo vi comportarse del mismo modo admirable. El número apareció el 12 de diciembre de 1969 con una preciosa foto de portada de Miguel, sentado en la puerta de una cueva del Sacromonte y una guitarra flamenca en el suelo, en primer plano. El titular rezaba: “Miguel Ríos de Granada a Beethoven”.
¡Felicidades, Miguel, por tus magníficos ochenta años!
Junto a Luis García Montero y Javier Egea promocionó a comienzos de los ochenta la tendencia poética bautizada como Otra Sentimentalidad, germen de la posterior poesía de la experiencia. Ha publicado además dos novelas, algunos libros de ensayo, varias obras de teatro y dos libros de aforismos, Después de la poesía (Almería, 2006) y La vida no te espera (Sevilla, 2014). De 2004 a 2008 colaboró como columnista con el diario La Opinión de Granada.