'Notas sobre la Vega de Granada antes de los árabes'
Dado el vicio que tenemos los granadinos de identificar a nuestra ciudad solamente con "lo árabe", desearía en este pequeño texto divulgativo recordar que en Granada hubo vida antes de los ziríes, los almorávides, los almohades y los nazaríes, aunque a ellos debamos su penúltima y más esplendorosa piel.
La vega granadina y riberas del Genil estuvieron pobladas desde la Prehistoria, tal y como atestiguan algunos restos arqueológicos que han llegado hasta hoy; por ej., el destrozado yacimiento de Las catorce fanegas, cuyos materiales —vasijas globulares principalmente— fechan estas ocupaciones en el Neolítico. Dicen los especialistas que dichos asentamientos estarían constituidos por pequeñas cabañas realizadas con materiales orgánicos sobre zócalo de piedras y que serían habitados solo en primavera y verano
La vega granadina y riberas del Genil estuvieron pobladas desde la Prehistoria, tal y como atestiguan algunos restos arqueológicos que han llegado hasta hoy; por ej., el destrozado yacimiento de Las catorce fanegas, cuyos materiales —vasijas globulares principalmente— fechan estas ocupaciones en el Neolítico. Dicen los especialistas que dichos asentamientos estarían constituidos por pequeñas cabañas realizadas con materiales orgánicos sobre zócalo de piedras y que serían habitados solo en primavera y verano. Esto se explica porque la vega era en aquel tiempo pantanosa y, por tanto, el otoño y el invierno, al ser más lluviosos y fríos, los obligaría a subir y resguardarse en las cuevas naturales de los rebordes calizos de las montañas circundantes. En las montañas pastoreaban y cazaban y, con el buen tiempo, se desplazaban con sus rebaños y enseres al interior de la vega, donde encontraban árboles, hierba, agua y fértiles tierras para sus actividades agrícolas.
Durante el II milenio a. C, la cultura del Argar se asentó en los altozanos que rodean la Vega, desde la Cartuja a Cájar pasando por Armilla o la Zubia. Y en el Bronce Final (hubo un retroceso cultural respecto a la época anterior de cultura del Argar), la población de la vega —túrdulos— era escasa, vivían en asentamientos de pequeñas dimensiones y cultivaban de forma permanente reducidas extensiones de tierra. Ello supuso el inicio de la jerarquización social.
En el siglo VIII a. C, los fenicios —un pueblo semita que habitaba la franja de tierra que hoy ocupa, más o menos, el Líbano y había fundado ciudades esplendorosas como Tiro y Sidón— deciden quedarse definitivamente en Seks (Sexi, actual Almuñécar). Venían en son de paz, a fundar emporios en la costa y seguir comerciando por todo el Mediterráneo. Con ellos comenzó la Edad del Hierro y nuestra Protohistoria. Desde entonces a los indígenas los denominamos iberos o íberos. La arqueología funeraria nos muestra que los recursos agrícolas que se generaban en la Vega —ya había empezado a perder su condición pantanosa— eran lo suficientemente grandes como para que los señores predominantes indígenas se construyeran sus sepulturas subterráneas a imitación de los ricos fenicios de la costa (túmulos de Pinos Puente o del Tambor, por ej.)
El Oppidum Iliberris se fundó entonces, en la colina del Albaicín, para aprovechar la extracción de oro del Darro y la agricultura de la vega. Esta era uno de los lugares de paso de los fenicios desde las factorías de la costa (subían por el Azud de Vélez) hacia los yacimientos mineros cercanos, con cuyos propietarios intercambiaban sus fastuosos productos orientales y griegos. En el mirador de Rolando, se hallaron numerosas armas de hierro; pero también arados y trillos púnicos que permitieron ampliar el espacio agrícola. Los fenicios introdujeron la gallina y el gato, el cultivo del olivo silvestre etc…
Podemos afirmar que un gran número de inmigrantes itálicos que llegaron a territorio granadino se dirigió a las fértiles zonas del valle del Genil, pues en Italia no se permitía en ese tiempo la pequeña y mediana propiedad. Estos inmigrantes se mezclarían con los iberos y con el ejército romano permanente que allí se estableció
Esta explotación se intensificó extraordinariamente con la colonización romana, que respetó la propiedad de la tierra y costumbres autóctonas hasta bien entrado el Imperio: de hecho, se construían su foro junto al oppidum, no sobre el oppidum.
Podemos afirmar que un gran número de inmigrantes itálicos que llegaron a territorio granadino se dirigió a las fértiles zonas del valle del Genil, pues en Italia no se permitía en ese tiempo la pequeña y mediana propiedad. Estos inmigrantes se mezclarían con los iberos y con el ejército romano permanente que allí se estableció.
Conocemos, gracias a la toponimia y a los restos arqueológicos, numerosas villas romanas en la Vega y a lo largo del Genil: se trataba de una vivienda rural, con todas las comodidades, rodeada de un fundus o tierras de labor de la que dependía todo el grupo familiar, pues no solo se procesaban los productos para autoabastecerse, sino que se vendían los excedentes. Se supone que el olivo se cultivaría en las zonas más altas y la vega llana estaría reservada para el cereal, vides, árboles frutales y hortalizas. La villa descubierta últimamente en los Mondragones hubiese podido ser —de conservarla intacta— un material impagable para estudiar la estructura, almazara etc…de las antiguas construcciones romanas en aquella ciudad que, no en vano, llamándose Iliberri, se le asignó el sobrenombre de Florentia.
Ángeles García-Fresneda es escritora y profesora de Lengua y Literatura en el I.E.S. Antigua Sexi de Almuñécar.