Los espíritus del brigadier Calderón y la Duquesa de Osuna por Jesús del Valle
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Carlos Calderón y Vasco fue brillante brigadier en la tercera guerra carlista, empresario, gran juerguista y romántico amante de la joven princesa del Rhin
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Su padre construyó el Carmen de los Mártires y era propietario de la Hacienda Jesús del Valle, en cuya capilla fue enterrado con varios miembros de su familia
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El cadáver del hombre que inspiró al “Marqués de Bradomín” ha estado a punto de dar con sus huesos en una fosa común del cementerio granadino
No es la primera vez que alguien me cuenta que ha visto u oído pulular espíritus noctívagos por la antigua hacienda jesuita de Valparaíso o Jesús del Valle. Es un relato que oí de chiquitico y tengo referencias de que los labriegos también lo comentaban, y temían, antes de la mitad del siglo XX. Decían muy bajito que veían espíritus deambular por la extensa cortijada, especialmente en las frías noches invernales; que les chistaban para que se apartasen en sus paseos nocturnos. Yo siempre sostuve que debían ser los espíritus de los jesuitas allí enterrados hasta la exclaustración de 1767, cada uno de ellos asomados a las respectivas ventanas de las celdas del cenobio. Pero no, uno que vivió allí hasta los años sesenta me aseguraba que no eran fantasmas de jesuitas en pena, sino la pareja de enamorados Carlos Calderón y la Duquesa de Osuna.
Me puso una grabación con sonidos terroríficos de los espíritus de la antigua hacienda de los jesuitas. Incluso los había visto entrar y salir por las ventanas del edificio expoliado
Hace pocos años, en 2009, otro amigo de la Universidad aficionado a las cosas paranormales me contó que había visto y grabado a muchos fantasmas granadinos. Bromeé y le dije que entonces trabajaría en la radio, por donde pulula tanto fantasmón. Pero no, me puso una grabación con sonidos terroríficos de los espíritus de la antigua hacienda de los jesuitas. Incluso los había visto entrar y salir por las ventanas del edificio expoliado. Dice que hay una gran carga de aparatosas psicofonías, a pesar de no ser un lugar marcado por tragedias. Entonces he bromeado con él: “Esos son los espíritus de los amantes Carlos Calderón y la Duquesa de Osuna, que vuelven a estar dale que te pego…”
Y como mi amigo de la Universidad no tenía ni idea de quiénes eran los personajes ni qué relación tuvieron con Jesús del Valle, aprovecho para contárselo a él y todo el que quiera conocer el origen de esta antigua leyenda.
Amoríos y cuernos en la corte del zar de Rusia
Después regresaré a la infancia y ancestros de Carlos Calderón. Comenzaré cuando el joven tenía 21 años, se había apuntado a la carrera militar y fue enviado a San Petersburgo (corte rusa) en calidad de agregado militar de la embajada española. Estaba al servicio del embajador Mariano Téllez-Girón Beaufort Spontin, XII Duque de Osuna para más señas. El noble era el hombre con más títulos, más rico y derrochador de la España de mitad del XIX. Corría el año 1866 y había contraído matrimonio en Alemania con la bellísima y caprichosa María Leonor Salm-Salm Beaufort Spontin, prima suya. El Duque embajador había protagonizado infinidad de aventuras amorosas, pues contaba 52 años en el momento del matrimonio; pero María Leonor sólo tenía 24, era virgen y deseaba a un príncipe azul más o menos de su edad. Por eso, en las capitulaciones matrimoniales dejó bien claro que se casaba por interés, por la inmensa fortuna del Duque, quien concentraba en su persona más de medio centenar de títulos con grandeza y tenía cientos de palacios repartidos por España y media Europa. Y, encima, dejó claro que nunca habría amor entre ellos.
El niño Carlos María Calderón, retratado posiblemente por Antonio María de Esquivel hacia 1855. Este cuadro es propiedad del Marquesado de Jaurequizar.
La recién casada Duquesa de Osuna no tardó mucho en relacionarse íntimamente con el joven agregado militar granadino Carlos Calderón, tres años menor que ella. Los rumores de amoríos y cuernos entre los dos jóvenes debieron ser tan a las claras que incluso dejaron regueros de tinta entre quienes les conocieron y trataron; no sólo en los dos años que permanecieron juntos en San Petersburgo (1866 a 1868), sino después en París, Madrid y Granada. Era vox populi que Carlos Calderón y la Duquesa de Osuna mantenían una apasionada historia de amor propia de la época romántica que les tocó vivir. Fue una pasión intermitente, ya que Carlos Calderón tenía fama de picaflores por donde pasaba. Le describen como alto, bien parecido, de aspecto puro cetrino, casi como un descendiente de la mejor estirpe moruna de la tierra donde nació. Un verdadero Don Juan zorrillesco tan de moda en la época. Su fortuna familiar, su dominio de los idiomas, sus correrías por Europa lo predisponían a ello. Nunca se casó, siempre estuvo disponible y pendiente de los deseos carnales su amada María Leonor.
Enfrascado en política y guerra carlista
Pero la belleza de María Leonor se iba marchitando al lado del XII Duque de Osuna, que parecía tener vida eterna. Tras la revolución de septiembre de 1868 y la consiguiente caída de la monarquía borbónica, el Duque de Osuna, su aburrida esposa y el joven agregado Carlos Calderón regresaron a Madrid. Allí, el Palacio de las Vistillas volvía a ser escenario de los amoríos entre los jóvenes y de cuernos, consentidos o no, del Duque. Aunque éste también se divertía lo que podía con una cohorte de muchachas a su servicio.
Carlos Calderón se presentó a las elecciones del 2 de abril de 1872. Salió elegido diputado por la circunscripción de Granada, distrito de Santa Fe. Pero no llegó a tomar posesión de una legislatura que se preveía corta
Carlos Calderón abandonó su carrera militar. Se sucedieron varios años de revoluciones, I República, reinado de Amadeo de Saboya… El miedo cundió entre la aristocracia española, de manera que buena parte de ella se pasó en bloque al partido Carlista, ya que veían en el pretendiente Carlos VII la salvación a los problemas de España. Ése fue también el caso de la familia de Carlos Calderón; en Madrid vio cómo su madre, Josefa Vasco y Gómez de Calderón, se había pasado al bando carlista con sus bagajes y su ilusión: la nombraron vicepresidenta de la Cruz Roja Carlista. En su familia jamás había habido tradición carlista, pero el miedo a perder privilegios les empujó a ello. El joven Carlos Calderón abrazó la causa carlista, viajó a París y se puso a disposición del pretendiente Carlos VII. Éste lo aceptó de buen grado y le acogió en su seno con sumo gusto. Lo primero era imbricarse en el parlamentarismo español, aunque en el ambiente ya se estaba larvando una nueva guerra carlista que acabaría con la democracia, sería la tercera desde 1833.
Carlos Calderón se presentó a las elecciones del 2 de abril de 1872. Salió elegido diputado por la circunscripción de Granada, distrito de Santa Fe. Pero no llegó a tomar posesión de una legislatura que se preveía corta, en su lugar lo hizo Pedro Borrajo de la Bandera; las Cortes duraron sólo dos meses.
Con el pretendiente Carlos VII. Esta fotografía de un periódico de 1874 recoge el momento en que el rey pretendiente saluda a sus tropas. Detrás del rey aparece el brigadier Calderón y Vasco.
El antiguo teniente de caballería, al servicio de Isabel I, empuñó sus viejas armas y subió a su caballo; se marchó a participar en la Tercera Guerra Carlista (1872-76) que comenzaba en el Norte. Se acercó a los Pirineos a esperar la entrada del pretendiente Carlos VII. El valor del joven militar, su determinación y su amistad con el rey sin reino le hicieron ir ascendiendo y formar parte del círculo más íntimo de Carlos VII. Durante los cuatro años que estuvo guerreando en el ejército carlista, Calderón participó de decenas de batallas y escaramuzas en las tres provincias vascas y Navarra (Monte Esquinza, Monreal, Eraúl, Velabieta, Dicastillo, Puente la Reina, Somorrostro, Urnieta, Lácar, etc). Ostentó el grado de brigadier (equivalente a general de brigada). Es nombrado en infinidad de crónicas periodísticas; incluso los dibujantes de las revistas le dedicaron varios dibujos y alguna caricatura. Su papel fue bastante importante en el conflicto.
Con su estado mayor. Dibujo de una revista carlista que representa al brigadier granadino Carlos Calderón rodeado por su estado mayor durante la tercera guerra carlista (1872-76).
No sólo participó él como brigadier al frente de varios batallones (2º de Navarra, Radica, Guías del Rey, principalmente), sino que con su fortuna personal contribuyó a la compra de armas y equipamiento para el ejército carlista. Incluso su madre, Josefa Vasco y Gómez, ya viuda por aquellos años, se puso la chapelgurra blanca y sumó como sanitaria al frente de Navarra donde luchaba su hijo. Este hecho tuvo importantes consecuencias para el patrimonio familiar de los Calderón-Vasco en Granada: les incautaron sus fincas en la provincia, especialmente el Carmen de los Mártires (Les serían devueltos en 1876, tras el perdón general decretado por Alfonso XII).
Calderón en la batalla de Estella. Cuadro de Enrique Estevan que representa el comienzo de la batalla de Estella, defendida por los carlistas (derecha) frente los realistas. El brigadier Carlos Calderón era el encargado de la defensa de la capital carlista. Fuente: Museo Zamalacárregui.
Estella (Navarra) actuó como capital de la zona dominada por el carlismo. Y precisamente su defensa fue el cometido principal del brigadier Carlos Calderón. Pero para principios de 1876 las fuerzas carlistas habían comenzado a perder su tercera guerra en la zona de Cataluña, Aragón, Navarra y Vascongadas. Montejurra, en las inmediaciones de Estella, fue el gran descalabro del brigadier Calderón, donde desertó buena parte de su ejército y casi le dejaron solo; el 18 de febrero, Estella cayó en manos de los realistas. El brigadier Calderón había sido vencido por las tropas realistas del general Fernando Primo de Rivera.
El Brigadier Calderón cae herido y prisionero tras intentar recuperar posiciones en el alto de Monverde en la Batalla de Montejurra. Es ayudado por varios soldados. Fuente: Museo Zamalacárregui.
En la toma de Montejurra-Estella surgió la leyenda de Carlos Calderón: la heroica defensa del carlista granadino hizo que el general enemigo Primo de Rivera le devolviese la espada y el honor, a pesar de la derrota
En la toma de Montejurra-Estella surgió la leyenda de Carlos Calderón: la heroica defensa del carlista granadino hizo que el general enemigo Primo de Rivera le devolviese la espada y el honor, a pesar de la derrota. Pocos días después, el pretendiente Carlos VII cruzó la frontera francesa en retirada al grito de “!Volveré¡”. Pero nunca más volvió. Carlos VII recorrió media Europa en su destierro hasta su fallecimiento. Carlos Calderón se mantuvo absolutamente fiel a la causa carlista durante el resto de su vida. Pero era joven y su vida tenía que continuar.
Rendición con honor. Este grabado de la Ilustración Española representa el momento en que el general realista Fernando Primo de Rivera devuelve el sable al brigadier Calderón, vencido tras la toma de Estella.
Empresario, juerguista, mujeriego
Finalizado el último levantamiento carlista en 1876, Carlos Calderón no quiso integrarse en el ejército de Alfonso XII como sí hicieron muchos jefes, oficiales y soldados carlistas. Se acogió a la amnistía y reorientó su vida como propietario y rentista. Su madre Josefa Vasco había obtenido el título carlista de I Marquesa de la Caridad (16.6.1874), que le fue respetado hasta su fallecimiento en 1884. (Actualmente, este título está en poder de un sobrino-nieto suyo, ya que volvió a ser reconocido por Juan Carlos I en 1982; lo ostenta Gonzalo María de Ulloa y Suelves, II Marqués de la Caridad).
Parecía haber llegado el momento de materializar la unión definitiva entre la viuda María Leonor Salm-Salm y Carlos Calderón. Pero quizás la lejanía o por motivos que se nos escapan, María Leonor aparece sola en Madrid intentando afrontar la terrible ruina que había estallado en el patrimonio del Ducado de Osuna
Carlos Calderón regresó a Granada a poner orden en sus propiedades; en uno de aquellos viajes trajo como invitados a sus amigos el Duque de Osuna y a su joven esposa María Leonor; les organizó cacerías, visitas a los monumentos y fiestas en su palacete romántico del Carmen de los Mártires. Los viajeros hicieron el trayecto desde Madrid en el tren personal que tenía el Duque, el que tantos viajes había hecho entre 1856 y 1868 desde España a Rusia para inundar de naranjas, flores, perdices y caballos a la selecta corte del Zar en San Petersburgo.
Imagino que la estancia de la princesa del Rhin en Granada también se alargó a la hacienda de Jesús del Valle. E, imaginando mucho más, en aquellas antiguas estancias otrora monacales disfrutarían de su amor a hurtadillas, a espaldas del anciano Duque. La relación de Carlos Calderón con el Duque de Osuna y su esposa continuó siendo muy íntima. Pero cada uno se dedicaba a sus asuntos. La familia Calderón hacía tiempo que centraba su vida en su casa de Madrid; habían invertido en el negocio de los ferrocarriles y empresas navieras. Tenían acciones en la Compañía Trasatlántica y ferrocarriles valencianos. Quizás esta fuese la causa de que el II Marqués de Comillas, Antonio López y Bru (a quien también trajo a Granada en 1887) nombrase a Carlos Calderón director general de la Trasatlántica y consejero de ferrocarriles. Durante un tiempo, a Carlos Calderón se le envió a dirigir los ferrocarriles de México. En aquel país debió cogerle el fallecimiento del XII Duque de Osuna, en 1882, ya que no aparece en el listado de asistentes a su entierro.
Parecía haber llegado el momento de materializar la unión definitiva entre la viuda María Leonor Salm-Salm y Carlos Calderón. Pero quizás la lejanía o por motivos que se nos escapan, María Leonor aparece sola en Madrid intentando afrontar la terrible ruina que había estallado en el patrimonio del Ducado de Osuna. El gran derrochador que fue D. Mariano se unió también a la gran derrochadora que continuó siendo su viuda. Nada menos que 90 millones de reales tenían de hipoteca sobre su inmensa fortuna, comprometiendo una deuda para los siguientes 55 años. Habían ido completamente a la ruina en pocos años. La duquesa Salm-Salm recurrió a su primo el Duque de Croy-Dülmen, pariente próximo a la reina María Cristina de España; se casó con él y con su fortuna, en 1885, pero continuó buscando la cama de Carlos Calderón. Y la encontró poco después en París, cuando Carlos Calderón se estableció en un inmenso ático de la capital francesa. Allí, el granadino organizaba fastuosas fiestas para la aristocracia europea; allí llevaba a sus múltiples conquistas femeninas. Y, por lo que se comentó después, también a una celosa María Leonor de Salm-Salm que había pasado a ser segundo plato de Calderón. A Granada regresaba muy de tarde en tarde, tenía un administrador de sus bienes (prestaba su Carmen de los Mártires a quien se lo solicitaba, como fue el caso de la coronación de Zorrilla en 1889).
Prematura muerte de los amantes
En abril de 1891 falleció María Leonor de Salm-Salm a la edad de 49 años. No había conseguido engendrar descendientes con ninguno de sus dos maridos, el Duque de Osuna y el Duque de Croy-Dülmen. Las malas lenguas hablan de muerte por causa de celos por Calderón, de suicidio por no sentirse ya mujer atractiva. Don Juan Calderón tenía su cama ocupada con otras jóvenes aristócratas. Pero es una versión más del romanticismo. Hasta aquí todo dentro de la normalidad.
Había muerto de una angina de pecho sin haber obtenido en vida el perdón de un sacerdote por tantos pecados cometidos contra la carne
Pero lo raro viene después, el 8-9 de noviembre de aquel mismo año 1891. Carlos Calderón seguía imbuido en su vorágine de fiestones; el 8 de noviembre organizó una fiesta en homenaje de unos amigos aristócratas rusos que llegaban a París. Lo cuenta el Conde de Melgar, Francisco Martín Melgar, quien fuera durante veinte años el secretario personal del pretendiente Carlos VII: En su lujoso piso del boulevard Malesherbes, Carlos Calderón ofrecía una recepción en honor de los grandes Duques Vladimiro. Allí estaba lo mejor de la aristocracia y la farándula parisina. También la vidente Madame Thebès, a quien el socarrón Don Juan granadino pidió organizase una sesión de espiritismo. “Principiando por el amo de la casa –escribe el Conde de Melgar en sus memorias- le pidió que evocase con el pensamiento, sin mentar su nombre, algún muerto, con quien le pondría en contacto. Carlos Calderón evocó a la Duquesa de Osuna, con quien había tenido tan íntimas relaciones, y le preguntó dónde se hallaba en aquel momento y si estaba contenta con su muerte, a lo que contestó la evocada por boca de la vidente:
Carlos Calderón comenzó a reír a grandes carcajadas, de manera que hacía temblar las paredes. A la mañana siguiente, como no se levantaba a la hora de costumbre, su ayuda de cámara, Robledo, fue a despertarlo y le encontró con gran malestar. Le pidió que regresara unas horas después, pero cuando volvió ya estaba moribundo. Pidió confesar sus pecados.”
Había muerto de una angina de pecho sin haber obtenido en vida el perdón de un sacerdote por tantos pecados cometidos contra la carne. Calderón se ufanaba de ser un católico poco prácticamente.
Enterrado en la hacienda Jesús del Valle
Todos los periódicos de Madrid hicieron un buen alarde para dar la noticia de la pérdida de Carlos Calderón, todavía a una edad relativamente joven. A sus funerales de París y de Madrid acudieron representantes de todos los partidos políticos, de las grandes casas nobiliarias y del carlismo en el exilio. Su cadáver fue embalsamado con destino a Madrid. Sus hermanas decidieron no enterrarlo en la capital, sino trasladarlo a la cripta familiar situada en la capilla del monasterio de Jesús del Valle. Allí yacían ya varios antepasados suyos (María Concepción Molina y Henry, bisabuela; María Angustias Gómez y Molina, abuela; y Carlos Manuel Calderón y Molina, padre).
Noticias de la muerte. Todos los periódicos de Madrid y Barcelona se hicieron eco de la muerte prematura de Carlos Calderón y Vasco. Había ocurrido en París el 9 de noviembre de 1891. Esta noticia es del Heraldo de Madrid, del 10.11.1891. En cambio, en Granada la muerte de su paisano sólo mereció 16 líneas de necrológica en El Defensor de Granada en la edición del 11 de noviembre, página 2. Las monjas del Colegio Calderón le pusieron una esquela a su benefactor y le dijeron una misa el día 13.
La vida y muerte de Carlos Calderón fue muy comentada y publicada a finales del siglo XIX. Fue un granadino de bastante lustre. El mismísimo escritor Ramón María del Valle-Inclán, también carlista de pro, tomó su vida como inspiración de su Marqués de Bradomín. En el fondo de la cripta del monasterio jesuita de Valparaíso encontró el descanso (excepto las salidas que hacía su espectro cuando iba a verle el fantasma de la princesa de Salm-Salm), desde 1892 hasta 1980. Para las fechas finales del siglo XX, la finca de Jesús del Valle fue adquirida por el empresario José Ávila Rojas. Su intención era construir un complejo hostelero.
Capilla de Jesús del Valle. Estado en que se encontraba la capilla de la hacienda Jesús del Valle hace pocos años. Debajo de ella está la cripta donde estuvo enterrado casi un siglo el general Carlos Calderón y Vasco y algunos de sus antepasados. Todos ellos fueron trasladados al cementerio de San José en 1980. El complejo ha sido objeto de expolio y destrucción. Foto de Bruno Alcaraz.
Previamente, los sobrinos-nietos de Carlos Calderón –los vendedores de la hacienda- tomaron la decisión de exhumar el cadáver de Carlos Calderón y del resto de antepasados enterrados en la cripta de Jesús del Valle. El traslado de las momias ocurrió el 19 de junio de 1980 hasta el cementerio de San José de Granada. La momia del brigadier Calderón se conservaba en buen estado, con su barba al estilo Carlos VII que solían llevar los carlistas, su boina roja, su traje militar y sus medallas. Calderón, su padre, su abuela y su bisabuela están metidos en la bóveda número 6, sección 32 del patio de San Gregorio del Cementerio Municipal de Granada.
Se trata de una bóveda de aspecto un tanto descuidado, sin placas identificativas de los allí depositados. Es una sepultura en alquiler que, periódicamente, suele aparecer en el listado de tumbas a exhumar para arrojar al osario común por falta de pago. Hace un par de años fue la última vez que esta tumba apareció en el listado de desalojos de Emucesa, la empresa privada que gestiona el cementerio. Al parecer, hacía bastante tiempo que no se pagaba el alquiler. Un grupo de seguidores carlistas organizó una colecta para frenar el desahucio de este ilustre personaje granadino. Paralelamente, los seguidores carlistas solicitaron al Ayuntamiento que los restos de Carlos Calderón pasasen al panteón de granadinos ilustres. Desde luego, argumentos históricos no les faltaban. Pero el Ayuntamiento les denegó la petición; es mjuy probable que quien tomó la decisión no haya leído El marqués de Bradomín. Emucesa me informa de que el alquiler de esta bóveda lo ha pagado alguien hasta el 31 de diciembre de 2016; después, ya veremos si siguen pagándolo. Carlos Calderón murió sin descendencia, sus bienes pasaron a nombre de sus hermanas y sobrinos en 1891.
LOS CALDERÓN-VASCO, UN LINAJE DE RAIGAMBRE EN GRANADA
Los ancestros del brigadier Carlos Calderón son una mezcla de militares, nobles y burgueses procedentes de Madrid, Cádiz, Sevilla y Granada. Algunos de ellos se establecieron en Granada al poco de la conquista, en el siglo XVI, pero otras ramas se incorporaron en el siglo XVIII.
Por parte de su madre, a principios del siglo XIX localizamos a María de la Concepción Molina y Henry (Sevilla, 1776-Granada, 1849); que estuvo casada con Juan Calderón, comerciante y propietario. Tenían casa solariega en la Cuesta de Gomérez, números 17 y 19. En el padrón municipal de 1844 consta que vivía con varios familiares; tenía 7 criados, una cuadra con 4 caballos y un coche.
Los abuelos maternos fueron Juan Vasco y Angustias Gómez (Granada, 1805-1855). Él era militar nacido en Cádiz; Angustias aparece, en 1832, como propietaria por herencia de la Hacienda Jesús del Valle. Esta finca de los jesuitas había sido adquirida por su familia tras la exclaustración de 1767.
Los padres del brigadier fueron Carlos Calderón y Molina y Josefa Vasco y Gómez. Contrajeron matrimonio el 14 de junio de 1844 en la iglesia de San Gil (esquina calle Elvira con Plaza Nueva, derruida en 1869). Se domiciliaron en el número 19 de la calle Gomérez. En esta casona nació Carlos María Calderón y Vasco, nuestro personaje, el día 12 de junio de 1845, siendo bautizado dos días más tarde. Su madre tenía 17 años y su padre 29.
Partida de bautismo de Carlos Calderón. Nació en la Cuesta de Gomérez el 12 de junio de 1845; fue bautizado dos días después en la hoy desaparecida iglesia de San Gil (esquina Plaza Nueva-Calle Elvira).
Poco tiempo vivió en la calle Gomérez, ya que en 1846 el padre del futuro brigadier adquirió los terrenos del ruinoso convento carmelita de los Mártires y comenzó la construcción del carmen, de los jardines románticos y habilitó huertas. En cuanto estuvo acabado, la familia Calderón y Vasco se trasladó a la nueva residencia, donde nacieron el resto de hijos.
El padre, Carlos Manuel Calderón y Molina (1816-1864), fue militar durante algún tiempo de su juventud, con cargo de subteniente de navío. Después se metió en política hasta conseguir el puesto de diputado entre 1857-58 y de senador vitalicio en 1861-62. En su expediente del Senado se indica también tenía fincas en Albolote, Calicasas y Cogollos Vega, además del Carmen de los Mártires y parte de la hacienda Jesús del Valle.
Los Calderón y Vasco emparentaron, a través de María Calderón y Vasco (hermana del brigadier) con descendientes del general Ramón María de Narváez, el espadón de Loja que llegó a ser presidente del Gobierno nada menos que siete veces. La hacienda del Jesús del Valle fue propiedad de los Narváez hasta 1980 en que cayó en manos de Ávila Rojas. Algunos de los colonos y empleados que trabajaron aquellas tierras todavía recuerdan al último propietario, Alfonso María Narváez y Patiño.
Destino de Jesús del Valle y Carmen de los Mártires
A principios de los años ochenta, el monasterio-hacienda de Jesús del Valle era un lugar que todavía conservaba la misma estructura que le dieron los jesuitas y las sagas Calderón-Vasco-Narváez. En sus más de 400 hectáreas de terreno vivían más de veinte familias de empleados y otras tantas de colonos; tenían molinos de aceite y harina, movidos por el agua del río Darro; feraces huertas, cerdos, vacas, ovejas, etc. Vendían sus productos cada día en Granada capital.
Molino de Jesús del Valle. Esta fotografía fue tomada a principios del siglo XXI; así estaba entonces el molino de harina del cortijo, cuyo rodezno era movido por el agua del río Darro. Hoy todo ha desaparecido. Foto de Vicente del Amo.
Tras la venta de 1980, el edificio fue respetado unos años. Pero al llegar el siglo XXI, una nube de expoliadores se cebó en el edificio y sus instalaciones. El expolio ha llegado a llevarse cualquier loseta o madera susceptible de ser arrancada. Ahora le está tocando a las tejas. Todo el edificio –que iba para complejo hostelero- va camino de convertirse en un montón de ruinas. Periódicamente, su estado viene siendo denunciado desde todas las asociaciones e instituciones. Pero nada se ha hecho por él.
Completamente abandonado. Estado actual de la parte monacal de la hacienda Jesús del Valle, en estado de ruina total. También sus viñedos y sus olivares están secos.
Lejos han quedado los tiempos en que una treintena de frailes jesuitas, más otros tantos alumnos del Colegio de San Pablo, oraban y labraban aquellas tierras. Además de las decenas de familias que comían con el producto de sus trabajos. La hacienda fue tan importante para sus propietarios que llegaron a enterrarse en su cripta.
Mejor suerte ha tenido la otra gran propiedad ligada al brigadier Carlos Calderón: el Carmen de los Mártires. A partir de 1846 en que comenzó a ser levantado por el padre, la finca fue consolidándose como el más extenso carmen granadino. Recogía la tradición de las huertas de carmelitas que lo regentaron desde el siglo XVI hasta mediados del XIX. El carmen alojó a la reina Isabel I en su visita de 1862; también a José Zorrilla en 1889.
Carmen de los Mártires recién construido. Esta es una de las fotos más antiguas del Carmen de los Mártires. El padre de Carlos Calderón comenzó su construcción hacia 1846 y lo convirtió en residencia familiar hacia mitad del siglo XIX. Se observa balcón de forja sobre la entrada principal, hoy desaparecido.
Los Mártires en 1862. Esta foto de Clifford está hecha desde el tejado del Carmen. Se ve el espacio de entrada con unos hombres desmotando legumbres. Al fondo, el barrio de la Antequeruela alta (espacio ocupado hoy por el Auditorio Falla, el Hotel Alhambra y el Carmen Rodríguez-Acosta), con Torres Bermejas y la Alhambra al fondo. Aquí se alojó la reina Isabel II en su estancia en Granada de aquel año.
Jardín alto. Otra instantánea del jardín alto del Carmen en 1862, recién plantado por el padre del brigadier. Estas fotos fueron efectuadas por Clifford y forman parte del Archivo de la Alhambra.
La familia de los Calderón y Vasco fueron distanciándose cada vez más de Granada, vivían más tiempo en Madrid. En el mismo año de su muerte, 1891, un belga antiguo amigo del brigadier Calderón –Humberto Meersemans de Smeet- les compró el Carmen de los Mártires y acometió obras de reforma.
Humberto Meersmans en los Mártires. Esta foto recoge al nuevo propietario del Carmen de los Mártires, en el primer tercio del siglo XX. Se lo había comprado a los Calderón y Vasco. Se aprecia el templete sobre la entrada y varias de sus muchas antigüedades de su colección. También se ve ya colocada la nueva portada, más ancha que la original, procedente de la Casa de los Inquisidores que había sido derribada para construir la Gran Vía.
Tampoco ha quedado rastro alguno del Colegio Calderón para niñas pobres, fundado por Josefa Vasco a su costa en los últimos años del siglo XIX. En 1969, el edificio de la calle Recogidas, 20, fue demolido.
http://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/resumen.do?id=i19915
Para conocer la historia del Carmen de los Mártires:
http://www.granada.org/inet/wagenda.nsf/xtod/300D274D836108BAC12575680036C90F?opendocument