Duelo entre fotógrafos de turistas en la Alhambra y la Mezquita de pega
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Rafael Garzón, Rafael Señán y Abelardo Linares construyeron réplicas de la Alhambra en sus estudios fotográficos para retratar a los visitantes
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Fueron los inventores del retrato turístico –de enorme éxito– que exportaron a Córdoba, Sevilla y Toledo a principios del siglo XX
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Garzón y Señán mantuvieron una relación de amor-odio durante toda su trayectoria profesional, tanto en la Alhambra como en la Mezquita
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Rafael Señán mató a su maestro y compañero fotógrafo José Camino Vaca durante una discusión en la puerta de su galería fotográfica
La ciudad de Granada tuvo un atractivo paisajístico de primer orden para los dibujantes y pintores románticos; les atraía su quebrada orografía, su vegetación, sus ríos, sus monumentos islámicos decadentes, su arquitectura renacentista y, sobre todo, la Alhambra. Los primeros fotógrafos extranjeros vinieron precisamente buscando retratar esa plasticidad de una de las ciudades más hermosas del mundo, conocidas a través de los grabados románticos de décadas anteriores. En su mayoría fueron franceses los primeros en llegar con sus enormes cámaras oscuras y daguerrotipos.
Todos estos pioneros de la fotografía granadina reunían las características comunes de haber sido aprendices de los franceses; instalaron sus gabinetes en lugares altos muy luminosos, ya que necesitaban de mucha luz y exposiciones muy prolongadas
Dubois y Charles Mauzaisse fueron de los incipientes franceses asentados en Granada, ya por 1858. A partir de ellos comenzó a aprender la primera generación de granadinos. En la década de 1860 proliferaron los estudios fotográficos de Litografía Sánchez, J. Laguna, José González, Antonio María Sánchez, José Gómez Martín, Francisco Contreras, Andrés Goicoechea, Hermanos Chacón, José García Ayola y José Camino Vaca. Me interesan para esta historia los casos de los dos últimos.
Todos estos pioneros de la fotografía granadina reunían las características comunes de haber sido aprendices de los franceses; instalaron sus gabinetes en lugares altos muy luminosos, ya que necesitaban de mucha luz y exposiciones muy prolongadas. Además, todos se instalaron en las zonas céntricas comerciales de la ciudad de Granada buscando su clientela en el retrato tamaño tarjeta de visita y en la modalidad de retrato familiar. Aunque poco a poco siguieron la estela de los fotógrafos madrileños que empezaban a vender postales de monumentos o vistas de ciudades y colecciones de tipismo. Y en esa vertiente los gitanos del Sacromonte, los arrieros y los aguadores granadinos ofrecían un filón casi interminable.
Ayola y Camino se convirtieron, ya a partir de 1873, en los dos fotógrafos más afamados de Granada
José García Ayola y José Camino Vaca aprendieron del francés Charles Muozaisse (París 1823-Granada 1885), quien había decidido establecerse en Granada y contraer matrimonio con una española. Ayola y Camino se convirtieron, ya a partir de 1873, en los dos fotógrafos más afamados de Granada. Ayola ocupaba, sin duda, el primer lugar en cuanto a las preferencias de la fotografía industrial, de grupos y de la clase pudiente. Mientras José Camino mostró una trayectoria más errática. De todos modos, ambos mantuvieron un pulso durante varios años en los que representaban la principal competencia en el sector de la fotografía local. Se imitaban en todo: si uno construía una galería-estudio en un ático, el otro hacía lo mismo en un edificio próximo; si uno regalaba un álbum a la Casa Real, el otro también. Por eso los dos anunciaban con grandes rótulos la condición de ser fotógrafos de la Casa Real.
García Ayola alquiló el ático del edificio neomudéjar número 23 de la Plaza Mariana Pineda, donde construyó un estudio con mucha luz. Lo hizo sin licencia municipal. La reacción inmediata del arquitecto Cecilio Díaz Losada fue denunciar el chiringuito, en 1878, y hacer todo lo posible para desmontárselo. Ayola intentó legalizarlo por todos los medios, pero hubo de claudicar. Su decisión fue trasladar el estudio al ático del edificio número 7 de Puerta Real, justo al lado de donde lo tenía montado José Camino Vaca.
Garzón, Señán y Linares, la segunda generación
De las enseñanzas del casi anciano Maufaisse, de Ayola y Camino surgió la segunda generación de jóvenes fotógrafos granadinos, la que más nos interesa. Se trató de Rafael Garzón Rodríguez (Granada, 1863-1923), Rafael Señán González (Ciudad Real, 1864-Granada, 1911) y Abelardo Linares García (Granada,1870-1956). Los Linares anticuarios y tenderos (eran varios hermanos), ya aparecen con tienda de souvenirs en 1883 junto a la Puerta del Vino de la Alhambra y otra al principio de la Calle Real de la Alhambra. A sus locales se les unieron muy pronto los de Rafael Garzón y Rafael Señán. Ambos con poco más de veinte años, a partir de 1888, ya eran fotógrafos de turistas tras entrar por la puerta de los Carros.
Los tres decidieron instalarse en la Alhambra por entender que el centro de la ciudad estaba más que copado por una decena de fotógrafos de la anterior generación. En el caso de Garzón, se lo había recomendado su maestro Maufaisse (que era suegro de su hermano Nicolás, casado con Luisa Maufaisse Luque) y le había traspasado una de sus tiendas en la Alhambra. En la ciudad baja no había sitio para los jóvenes, pero la Alhambra presentaba sin duda un filón sin explotar: solía ser habitual que todos los viajeros de Granada subiesen a visitar la ciudadela. Y allí era precisamente donde querían inmortalizar su visita, por tratarse del monumento más importante de Granada. En torno a los turistas circulaba un ejército de comisionistas tratando de conducirlos a los estudios fotográficos.
Los fotógrafos instalados en gabinetes de terrazas de la ciudad baja lo tenían complicado para trasladarse continuamente al Patio de los Leones a seguir a sus clientes. Por eso la nueva generación empezó a explotar este extremo. Para empezar, debían estar allí mismo para cuando los necesitaran los turistas adinerados que llegaban, que solían ser todos porque a finales del XIX no había turistas pobres. El principal escenario elegido eran la fuente o los corredores de columnas de los Leones. Al principio cada turista salía retratado como iba vestido, pero a Mauzaisse se ocurrió disfrazar a la gente como bandolero, torero, cigarrera, hurí o a lo moro. Incluso meter un burro o un caballo en el patio.
Ahí empezó la nueva modalidad de fotografía turística: llevarse a casa una foto caracterizado de habitante de la ciudadela oriental y romántica por antonomasia. Garzón, Señán y Linares empezaron a trabajar a destajo para aprovechar aquel tirón de un turismo que empezaba a llegar en buen número. En la parte baja de la ciudad se habían quedado los fotógrafos “tradicionales” haciendo retratos tipo tarjetas de visita, familiares, de cartera, postales de monumentos y de comercios. Toda la Alhambra quedaba para ellos…
…Hasta que los responsables de la Alhambra se cansaron del trasiego de gente, enormes equipos fotográficos, disfraces y animales entrando y saliendo al monumento. Prohibieron la utilización del patio de columnas como escenario del negocio fotográfico
…Hasta que los responsables de la Alhambra se cansaron del trasiego de gente, enormes equipos fotográficos, disfraces y animales entrando y saliendo al monumento. Prohibieron la utilización del patio de columnas como escenario del negocio fotográfico.
Garzón, Señán y Linares reaccionaron de inmediato a aquellos impedimentos. Si no podían entrar a la Alhambra, la Alhambra entraría a sus estudios. Ya por 1888-89 los tres –sin que sepamos cuál de ellos dio el primer paso– construyeron reproducciones fidelísimas de rincones del Patio de los Leones en sus casas de fotografía. Los Linares ocupaban el primer edificio de la calle Real de la Alhambra (que hoy día conservan sus descendientes); a continuación, por la calle del Secano (la que mira al foso, trasera a la Real), tenía estudio y tienda Rafael Garzón (el solar vacío actual). Y el siguiente edificio, el que da a la placeta que comunica con el pasadizo, fue el que compraron Rafael Señán y su madre. Es decir, en menos de cien metros de calle estuvieron situados los tres grandes gabinetes fotográficos de estos tres hombres.
Las galerías fotográficas las construyeron con molduras exactas de las existentes en el Patio de los Leones. Fueron hechas por artesanos que trabajaban en el taller de moldes de la Alhambra (que todavía se conservan), sacadas por unas modernas técnicas que importó el director-conservador Rafael Contreras. Por eso, las copias eran prácticamente iguales a las originales. Fueron las mismas que se utilizaban para vender a muchos extranjeros que quisieron reproducir ese ambiente alhambreño en sus residencias.
Los gabinetes fotográficos tipo alhambreño en el interior sólo presentaban un problema, la falta de luz. Eso lo resolvieron construyéndolos en patios a los que entraba la luz natural o colocándoles unos cristales en los techos
Los gabinetes fotográficos tipo alhambreño en el interior sólo presentaban un problema, la falta de luz. Eso lo resolvieron construyéndolos en patios a los que entraba la luz natural o colocándoles unos cristales en los techos. Se aprecia perfectamente en aquellas fotografías que la luz era natural en todos los casos, cenital y de sombras muy difuminadas. El problema añadido es que sólo se podía fotografiar en las horas centrales del día en invierno por falta de luz, o había que tamizar con toldos en el verano por exceso de sol.
El marco incomparable alhambreño pasó a ser propiedad particular de cada uno de estos tres fotógrafos. Solamente tuvieron que resolver los detalles de forillos o paisajes de fondo que se veían por ventanas y puertas. Eso lo solventaron pronto colocando enormes ampliaciones fotográficas. En algunos casos se aprecia claramente un falseamiento del paisaje granadino, ya que aparecen fondos que no corresponden con la realidad. Pero eso en Inglaterra, Alemania o Rusia no podían saberlo.
Los millones de fotografías que hicieron en estas tres galerías de cartón-piedra, en una Alhambra fraudulenta, se completaron con disfraces de huríes, sultanes, reinas moras… con un amplio y rico vestuario de época nazarita
Los millones de fotografías que hicieron en estas tres galerías de cartón-piedra, en una Alhambra fraudulenta, se completaron con disfraces de huríes, sultanes, reinas moras… con un amplio y rico vestuario de época nazarita. No faltaban los tocados más lujosos, la bisutería imitando valiosas joyas del tesoro real, las armas, los pufs, cojines, cachimbas, vajillas medievales, alfombras. E, incluso, si era necesario, también se montaban en un caballo dentro del palacio. (La familia Linares disecó un caballo que todavía conserva en una de las dos galerías que tienen en sus tiendas de la calle Real).
El estudio-galería de Rafael Señán se llamó La Gran Mezquita de Boabdil. Al lado, Rafael Garzón puso la suya con el nombre de El Kalifa de Al-Andalus. Las fotografías que nos han quedado de aquellos edificios muestran fachadas abigarradas, repletas de retratos de los miles de visitantes que venían a extasiarse con la Alhambra. Por desgracia, aquellas dos galerías hoy ya no existen. La casa de Garzón fue demolida en la década de los años sesenta; la de Señán fue adquirida por una rama de hijos de Linares en 1911, convertida en vivienda y trasladado el estudio a la fachada de la calle Real, justo enfrente del Baño del Polinario. Ahí está reconstruida parte de la galería original, pero ya procedente de los años cincuenta del siglo XX, cuando se volvió a reactivar el turismo tras la guerra civil española y la II Guerra Mundial.
La trágica muerte del maestro José Camino
Ya he anticipado que José Camino Vaca (Granada, 1844-1892) fue uno de los fotógrafos pioneros en la década de los setenta. Rafael Señán González entró de aprendiz en su estudio con sólo 14 años, en 1878. En esa fecha estaba ubicado en el ático de Puerta Real, 9. Había inventado un sistema que sacaba retratos prácticamente de manera instantánea. Debió ser un fotógrafo muy competitivo y galardonado en varias exposiciones, tanto de España como extranjeras.
En el año 1882 decidió abandonar el ático de Puerta Real y trasladarse al edificio recién construido en la Plaza del Carmen, frente al Ayuntamiento (donde estuvo el Club Taurino). Esta casa fue levantada por el arquitecto Giménez Arévalo y le habilitó la planta alta con grandes ventanales para que le sobrase la luz. En una fotografía de 1884 aparece un gran cartelón en la mediana del local y otro en la barandilla de la balconada. Aquel estudio respondió a la ofensiva de Ayola de traer la mejor maquinaria fotográfica que había en el mercado. José Camino puso una exposición en la fachada, en el portal y escaleras del edificio. Bautizó su negocio como Gran Fotografía Universal.
José Camino, estaba casado, pero era muy aficionado a abandonar a su esposa y ejercer de fotógrafo ambulante por otras ciudades. Quizás buscando otro tipo de aventuras, relacionadas con el juego y las mujeres. Solía tener bastante presencia en la zona de la Costa y Málaga. Rafael Señán González, su ayudante, hacía algún tiempo que lo había abandonado y se había subido a la Alhambra a montar su propio estudio.
Al final, fue condenado por este hecho el administrador Enrique Zúñiga Montoro. Pero se demostró que el fotógrafo Camino estuvo presente en el momento y lugar de los hechos. Por lo cual estuvo cierto tiempo en la cárcel
A principios de 1889 se localiza a José Camino haciendo unos trabajos en Motril. Ahí empezaría su tragedia vital. En febrero de ese año dio con sus huesos en la cárcel por su implicación en un crimen de Motril. Camino se vio involucrado, en calidad de cómplice, en el asesinato de la Fábrica de Azúcar de Burgos, en Motril, ocurrido el 26 de febrero de 1889; el contable Francisco Urquízar Villarroel apareció muerto en extrañas circunstancias. Al final, fue condenado por este hecho el administrador Enrique Zúñiga Montoro. Pero se demostró que el fotógrafo Camino estuvo presente en el momento y lugar de los hechos. Por lo cual estuvo cierto tiempo en la cárcel.
Aquella estancia carcelaria hizo que Rafael Señán se hiciese cargo de cerrar el negocio de su maestro Camino. Éste no estuvo mucho tiempo en la cárcel, puesto que ya para 1890-91 anduvo libre por Madrid, Málaga y Granada. Y, mientras tanto, se entretuvo en cortejar a la joven hermana de su discípulo Señán, llamada Enriqueta Señán González, de sólo 18 años. La dejó embarazada y la envió a dar a luz a Almuñécar, donde dejó a su hija recién nacida al cuidado de una familia. Todo esto sin que su madre, Isabel González Ortiz, ni su hermano Rafael tuviesen conocimiento de ello. Para empeorar la situación, madre y hermana de Rafael Señán habían prestado cada una 2.000 pesetas a Camino, que éste había gastado en vicios. Al menos, consiguieron quedarse con sus propiedades en calidad de prenda hipotecaria.
En febrero de 1892, José Camino había regresado a Granada, ya arruinado y sin ningún estudio fotográfico en el que trabajar. Consiguió empleo en el taller de fotografía de Rafael Garzón
En febrero de 1892, José Camino había regresado a Granada, ya arruinado y sin ningún estudio fotográfico en el que trabajar. Consiguió empleo en el taller de fotografía de Rafael Garzón, situado emparedado entre los de Linares (número 1 en la foto) y el de Rafael Señán (casa colorada, número 3).
La tarde del 18 de marzo, Rafael Garzón, José Camino y otros dos empleados más salieron desde su tienda con la intención de atravesar el cobertizo (5) que comunica la calle del Foso con Real de la Alhambra. Justo frente al cobertizo se encontraba la Taberna del Polinario, donde solían comer o tomar unos vinos.
Entonces Señán preguntó si tenía monos en la cara. Respondió Garzón si lo decía por él. Pero Señán aclaró que no era por él, sino por “ese tío (aludiendo a José Camino) a quien tengo ganas de meterle mano”
Eran poco después de las seis de la tarde de un día primaveral. En el pretil del foso de ronda (número 4 de las ilustraciones), frente a su establecimiento, se encontraba sentado Rafael Señán, enemigo declarado de José Camino desde el embarazo secreto de su hermana. Tampoco debía llevarse muy bien con Rafael Garzón, debido a la competencia que se hacían con los estudios pegados uno al otro. Camino, al pasar ante Señán, le dio las buenas tardes. Pero éste no respondió. El grupo de cuatro rieron en tono burlesco y Camino parece que pronunció el apodo con que solía llamar a Señán en sus tiempos de aprendiz: Culipardo (gentilicio jocoso de los ciudarrealeños). Entonces Señán preguntó si tenía monos en la cara. Respondió Garzón si lo decía por él. Pero Señán aclaró que no era por él, sino por “ese tío (aludiendo a José Camino) a quien tengo ganas de meterle mano”.
Al instante repitió otros tres disparos. Uno de ellos impactó en el pecho de José Camino
Camino se revolvió contra Señán, que permanecía sentado en el muro, y le espetó: “Aquí me tienes”. Al tiempo que intentó cogerlo de los muslos para voltearlo y que cayese de espaldas al foso, de unos cuatro metros de profundidad. Señán no le dio tiempo, ya que sacó un revólver del bolsillo de su chaqueta y disparó a Camino. Ambos se enzarzaron en una pelea en la calle, en presencia de los otros tres fotógrafos y viéndolos la familia y empleados de Señán desde las ventanas y puerta de su establecimiento.
Al instante repitió otros tres disparos. Uno de ellos impactó en el pecho de José Camino. A pesar de ser hombre corpulento y de mayor complexión que Señán, cayó derrumbado al suelo. Ahí acabó la pelea. A José Camino lo metieron en un carro para llevarlo al Hospital de San Juan de Dios, pero falleció cuando lo bajaban por la Cuesta de Gomérez.
Los detalles de la enemistad a que habían llegado los fotógrafos José Camino Vaca y Rafael Señán González, años atrás maestro y discípulo, con una notable diferencia de edad, se fueron conociendo durante el desarrollo del juicio. Fue muy pronto, los días 21 y 22 de mayo siguientes. La prensa local desplegó grandes espacios a contarlo todo con sumo detalle. Resultó que Rafael Señán, con tan solo 14 años, había comenzado a trabajar de aprendiz en el estudio fotográfico que regentaba José Camino en la terraza del edificio número 9 de Puerta Real.
Rafael y su madre se enteraron de la existencia secreta de la niña y de los amoríos de la hermana con José Camino ya a finales de 1891. Camino insistía en quedarse a vivir con los Señán González (su joven amante) y trabajar en su estudio de la Alhambra. Pero Rafael lo rechazó continuamente
Rafael y su madre se enteraron de la existencia secreta de la niña y de los amoríos de la hermana con José Camino ya a finales de 1891. Camino insistía en quedarse a vivir con los Señán González (su joven amante) y trabajar en su estudio de la Alhambra. Pero Rafael lo rechazó continuamente. El resultado fue un repetido acoso por parte del amante de la hermana, que se entretenía en exigir dinero a la joven madre para recuperar a la niña y traerla a vivir a la Alhambra. Y, como su antiguo discípulo no accedía, el resultado eran sucesivas amenazas, de las que estaba al corriente toda la comunidad de vecinos de la Alhambra. Incluso Camino había amenazado con matar a la niña y suicidarse si no conseguía sus propósitos. También le envió un amenazante escrito anónimo desde Madrid en uno de sus viajes.
En fin, el juicio (o los juicios, porque se repitió con jurado distinto un mes más tarde) sirvió para conocer el galimatías y el culebrón de amoríos, préstamos y desaires entre José Camino y la familia Señán González. Los dos jurados que intervinieron en los juicios emitieron el mismo veredicto: la absolución de Rafael Señán González por entender que efectuó los cuatro disparos en defensa propia; fueron muy importantes las declaraciones de infinidad de testigos, que dibujaron a Camino como un hombre fuerte, pendenciero y provocador.
Ahí acabó la carrera, con 48 años, y casi la historia de uno de los primeros fotógrafos surgidos en Granada en la década de 1870. Se conservan algo menos de un centenar de las fotografías que hizo durante su trayectoria profesional de algo más de dos décadas
Ahí acabó la carrera, con 48 años, y casi la historia de uno de los primeros fotógrafos surgidos en Granada en la década de 1870. Se conservan algo menos de un centenar de las fotografías que hizo durante su trayectoria profesional de algo más de dos décadas. Hizo fotografías de monumentos y paisajes de Granada, bastantes retratos personales y de grupos familiares, incluso editó tiradas de series de postales con personajes populares (la mayoría gitanos) de Granada. Fue el primero de los fotógrafos granadinos en regalar uno de sus álbumes con vistas de Granada a la Casa Real, concretamente a Alfonso XII con motivo de su matrimonio con María de las Mercedes de Orleans. El Rey respondió concediéndole (en febrero de 1878) el título de fotógrafo de la Casa Real, que él aireaba en carteles de sus tiendas y sus anuncios en prensa.
Competencia, unión en sociedad y exportación del negocio
Abelardo Linares fue el primero en comprender que el mercado de fotógrafos de Granada estaba saturado. Sobre todo, el de turistas en la Alhambra. Se fijó entonces en ampliar sus horizontes viajando a Toledo, Sevilla y Córdoba a fotografiar sus monumentos y ofrecer tiradas de postales. En 1897 ya había algunas de ellas vendiéndose en las tiendas de buena parte de España. Hasta que tomó la decisión de dejar de viajar y abrir establecimiento fijo en Sevilla (Plaza del Triunfo, 4) y Toledo (Comercio, 56-58).
La reacción inmediata de sus vecinos y competidores Garzón y Señán fue asociarse para intentar copar más mercado de fotografía turística en la Alhambra. La Sociedad Garzón y Señán la formaron en 1898 y permaneció activa hasta enero de 1904. Fueron unos pocos años en los que ganaron mucho dinero. Mas, entre ellos debieron surgir desavenencias y disolvieron la sociedad. Nuevamente volvieron a enfrentarse como duros competidores. Garzón abrió un establecimiento en la subida a la Alhambra, por debajo de la Puerta de las Granadas, con la intención de captar a los turistas cuando subían e impedir que llegasen a los estudios de Señán y Linares.
Los dos antiguos socios, más Linares, que habían inventado los gabinetes alhamabreños de cartón-piedra empezaron a darse la espalda. Linares ya había volado hasta Sevilla y Toledo; el primero en abrir delegación en Córdoba fue Rafael Señán; en 1908 construyó una segunda casa en Córdoba (en la Plaza del Triunfo, 129), con el nombre La Gran Mezquita de Boabdil. Se trataba de una copia casi exacta del Patio de los Leones, pero los fondos los decoró con vistas de la Mezquita cordobesa. Incluso tenía otro con la Giralda sevillana de fondo; allí envió a su esposa como gerente (Nicasia Aldanondo Aramburo), mientras él iba y venía entre las dos ciudades. Con el tiempo, sus dos hijas (María y Josefina) también se incorporarían al negocio.
Por supuesto, también consiguió el título de fotógrafo de Cámara de Alfonso XIII. A partir de 1908, en los dos establecimientos de Granada y Córdoba, no sólo se retrataban a los turistas ataviados a la morisca, sino que se hacían todo tipo de trabajos fotográficos especializados
Se atendía a los clientes en varios idiomas. Por supuesto, también consiguió el título de fotógrafo de Cámara de Alfonso XIII. A partir de 1908, en los dos establecimientos de Granada y Córdoba, no sólo se retrataban a los turistas ataviados a la morisca, sino que se hacían todo tipo de trabajos fotográficos especializados: ampliaciones, retratos pintados, esmaltadas, en platino, multifotografías, estereoscópicas, platinotipias, fotoesculturas, retratos sobre seda, etc. También se vendía material fotográfico para los aficionados que trajesen cámara propia y se les revelaban sus negativos.
El ciudarrealeño Rafael Señán triunfaba en la primera década del siglo XX con sus dos boyantes negocios, el de la Alhambra y el de la Mezquita cordobesa. Fue nombrado socio de mérito de la Sociedad Económica de Amigos de la Universidad de Granada, alcalde del barrio de San Cecilio-Alhambra y recibió innumerables premios y reconocimientos.
Pero cuando estaba a punto de cumplir los 48 años, en 1911, enfermó gravemente del hígado y se fue de este mundo
Pero cuando estaba a punto de cumplir los 48 años, en 1911, enfermó gravemente del hígado y se fue de este mundo. Prácticamente a la misma edad que había muerto su maestro José Camino por sus disparos de revólver. El negocio de Granada fue liquidado por su viuda y sus hijas (aunque el comprador mantuvo el nombre de la tienda hasta 1932); la mayor, María, que había estudiado magisterio, decidió hacerse cargo del laboratorio de fotografía cordobés. Unas veces aparece firmando fotos con el nombre de su padre, otras como Viuda de Señán. María Señán Aldanondo (Granada, 1894-Córdoba, 1987) fue una de pioneras femeninas de la fotografía andaluza; mantuvo abierto su negocio cordobés hasta que la guerra civil le obligó a cerrarlo. Después lo regentó como tienda de souvenirs. Pero se cuidó de guardar una buena parte del legado de su padre (Actualmente en poder de la Fundación CajaSur). Ninguna de las dos hermanas Señán se casó; Rafael Señán no dejó más descendencia directa.
Trayectoria similar de Garzón
Por su parte, Rafael Garzón había seguido los pasos de Linares abriendo establecimiento en Sevilla en 1904. Y en 1910 decidió construir un estudio en Córdoba, justo al lado del de su competidor Señán (en el número 127 de la plaza del Triunfo). Y allí también construyó una galería fotográfica llamada La casa del Kalifa. Era una reproducción de una parte de la Mezquita, con un forillo, vestuario y escenografía imitando la que tenía en Granada desde hacía casi veinte años. Garzón sí tuvo abundante familia, que se repartió entre Córdoba y Granada; su hijo Rafael Garzón Herranz continuó con el estudio hasta la guerra civil. Una parte de ellos son todavía propietarios de aquel edificio cercano a la Mezquita, con el escenario prácticamente entero; los que quedaron viviendo en la Alhambra cambiaron de negocio y se dedicaron a la hostelería, entre otras actividades.
Por su parte, los Linares y Ruiz Linares son los únicos que mantienen varias actividades fotográficas y de venta de souvenirs dentro del recinto de la Alhambra; uno de ellos junto a la Puerta del Vino y varios más en la calle Real de la Alhambra. El que está en la parte trasera de la casa que fue de Rafael Señán todavía lleva el nombre de Galería Fotográfica Árabe, tratando de rememorar las originales de hace 130 años. También dispone de un caballo disecado y del vestuario para quien desee llevarse un recuerdo vestido con trajes moriscos. Aunque ahora la fotografía es digital y tiene más valor por los marcos de taracea que por la originalidad de la imagen.
Las tres galerías originales surgidas en la calle Real de la Alhambra a finales del siglo XIX dejaron de existir hace mucho tiempo. Al menos, las dos de Córdoba se conservan en bastante buen estado, sobre todo la de Señán. Ya ni siquiera se venden carretes, ni cámaras de un solo uso. Apenas se hacen unas decenas de fotos semanales al estilo inventado por sus tatarabuelos. Todo el mundo lleva su teléfono para autorretratarse en cualquier rincón de la Alhambra o la Mezquita.
He tomado datos para este artículo de los diarios El Defensor de Granada y El Faro de Motril. Para conocer más sobre la historia de la fotografía antigua en Granada he recurrido al libro Fotogafía y fotógrafos en la Granada del siglo XIX, de Javier Píñar Samos. También de textos del libro Los Garzón, Kalifas de la fotografía cordobesa, editado por el Ayuntamiento de Córdoba. Mi especial agradecimiento al fotógrafo y coleccionista Carlos Pascual.
La Fundación CajaSur y el Archivo Municipal de Córdoba tienen un extenso legado fotográfico de originales de estos dos fotógrafos originarios de Granada, así como de sus sucesores. Abelardo Linares vendió su fondo fotográfico a Hispanic Society. Buena parte de las fotografías de monumentos, personajes y paisajes granadinos de finales del XIX y principios del XX llevan la firma de Señán y Garzón, o de ambos conjuntamente.