“Dobles fatigas”, el regreso al futuro de Los Planetas
Tan dados a las dosis homeopáticas (cicateros en número de conciertos, rácanos en temas nuevos, parcos en los extras de los encartes…), no resulta extraño que el reciente lanzamiento de Los Planetas sea un EP de cuatro temas, menos de veinte minutos de nueva música. Y no se trata de cumplir compromisos contractuales, ya que es la primera pieza fuera de una multinacional en veinte años, en concreto en “El Segell del Primavera”, que se ha apuntado también los últimos lanzamientos de Christina Rosenvinge y de Grupos de Expertos Solynieve.
Lo primero que sorprende es la ausencia de Erik en los títulos de crédito, lo que nos lleva a preguntarnos si Los Planetas siguen siendo un grupo como tal o efectivamente se están disolviendo, quedándose en un holograma en el Mac de un gafapasta. No cabe duda de que no son solo Lennon y McCartney y escuchar en directo los primeros compases de Segundo Premio con cualquier otro baterista sería como subir en ascensor a la Alhambra.
Esa sensación de estar en el olimpo de los dioses, bendecidos por la prensa musical (la antigua y la nueva) y jaleados por sus miles de fans no auguraban nada bueno, sino algo así como una parábola de la tentación a la repetición y a la inercia. Para colmo, la portada (cortesía de Al Barrionuevo, prestigioso ilustrador vinculado a Marvel y a DC Comics y hermano del cantante y bajista de Él Mató a un Policía Motorizado) los presenta como súper héroes dispuestos a salvar el mundo. Portada que, seguro, tendrá sus acólitos, pero mucho me temo que hasta el décimo dentista que no recomienda el chicle sin azúcar echará de menos los diseños de Aramburu. El caso es que, a priori, se presentaba la posibilidad de que hayan cruzado ese peligroso umbral en el que, graben lo que graben, saben que van a copar las listas de Rock de Lux. Y pienso en la metáfora de esos carísimos restaurantes para esnobs en los que los clientes acaban fingiendo que se come bien para solaz de los dueños que fingen que cocinan bien.
Todo lo que han convertido a Los Planetas en el grupo de rock más reconocido del estado se encuentra en estos (pocos) minutos
Estos temores míos se fundían en dos esperanzas contradictorias: que el disco siguiera su línea anterior y que el disco no siguiera su línea anterior.
Detenidas escuchas garantizan esas esperanzas y muchas más. Los cuatro temas recogen aspectos de sus anteriores discos y los refunden en un magma líquido del que sale algo nuevo, como si se hubieran metido en el Delorean que conducía Marty McFly en Regreso al Futuro. Todo lo que han convertido a Los Planetas en el grupo de rock más reconocido del estado se encuentra en estos (pocos) minutos: píldoras inmediatas de golpes a la barriga, asfixiantes atmósferas de guitarras distorsionadas, letras dolientes, giros flamencos y emoción, mucha emoción. Todo ello con una profesionalidad de veinte y muchos años en el estudio, en la carretera y en el salón de casa escuchando música. Los Planetas se han hecho más profesionales, cada canción tiene su proceso y sus matices y nada es gratuito.
De las totalmente originales, Motores de Combustión (ya desde su título lanzando un guiño al celebérrimo tercer disco de los nuestros) es una maravillosa odisea por esos medios tiempos planetarios, mutable a una nana para niños asesinos, todo ello bien mecida por la voz de Jota, recitando al mismo volumen que los instrumentos versos como “fuiste tú quien llamó a mi móvil siete veces, fuiste tú quien subía a escondidas a mi habitación (…) al final tienes que reconocer que yo tenía razón, eras tú quien iba a partirme el corazón”.
Y si bueno es el doctor Jekyll, mejor aún es mister Hyde: El Duendecillo Verde es un volvánico hit, donde Jota escupe su ira contra “el que te arruina la vida, el que te roba la salud, el asesino en masa”, demostrando que sigue escribiendo sin condón, mientras la guitarra de Florent pespunta y flota como el ramo de Ofelia. Algo así como una nueva Pesadilla en el parque de atracciones y cuya letra todos nos aprenderemos de memoria para, como aquélla, vociferarla en directo en lo que, seguro, será otra de sus cumbres.
El Duendecillo Verde es un volvánico hit, donde Jota escupe su ira
Estadística recopila algunas letras flamencas, como Salen a Siete Mujeres que popularizó Manolo Caracol o la Bulería de Cien Dificultades de la Niña de los Peines en una agradable melodía de nuestros héroes más poperos.
Y, siguiendo la tradición de sus últimos álbumes, lo más flamenco para el final: una versión de Heroína, bulería de El Torta, que ya cantó Jota en Córdoba en verano de 2013 para unos privilegiados, aunque aquí con densas capas de guitarras, teclados y palmas y un pequeño homenaje a Rockberto, el mítico cantante del mítico grupo malaguita Tabletom, malogrado en 2011, cuyo magnifico Me estoy quitando robó para la posteridad Extremoduro. Un sublime final.
Cuatro temas que podrían haber aparecido en varios de sus discos anteriores (que cada uno haga sus probaturas). Que miran al pasado, pero miran al futuro, para gozo de sus seguidores. Un disco que puede tener algo de entrega de premios de final de carrera, (aunque nunca habrá otro segundo premio) pero cuyo único defecto (portada aparte) es su brevedad.
Más, queremos más.