El Centro Guerrero de Granada acoge por primera vez en España una exposición con un centenar de imágenes y documentos de uno de los grandes fotógrafos del siglo XX y de la ciudad de Nueva York, Louis Faurer (1916-2001), cuya mirada poética, entre vanguardista y documental, ha contribuido singularmente al desarrollo del lenguaje fotográfico y al conocimiento de la vida urbana en los Estados Unidos de posguerra.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Nueva York se convirtió en el epicentro cultural y comercial del mundo. La gran metrópolis atrajo a finales de los años cuarenta a multitud de artistas, norteamericanos y extranjeros, que llegaban en busca de trabajo y fortuna.
Muchos de ellos eran fotógrafos profesionales que salieron a las calles equipados con sus cámaras ligeras de 35 mm para documentar la ferviente vida urbana de la posguerra.
Pero solo algunos, buscando su propia mirada personal, lograron, además, revolucionar los conceptos clásicos de la fotografía documental y afianzar sus posibilidades como medio artístico.
En este selecto grupo se encontraban los europeos Lizette Model y Robert Frank y los americanos Lee Friedlander, Richard Avedon, Diane Arbus, Garry Winogrand y Louis Faurer, sin duda, el más desconocido de todos ellos.
Su obra no llegó al gran público, ni fue apreciada en su época por el mundo del arte, pero fue admirada y seguida por sus propios compañeros de profesión, entre ellos el célebre fotógrafo y amigo Robert Frank.
Faurer, que murió en Nueva York a los 84 años, está considerado un fotógrafo "profundamente honesto, que rechazaba la obscenidad de las escenas violentas que pudieran humillar a la gente que fotografiaba".
A nivel técnico, experimentó con el desenfoque, los negativos superpuestos, el bajo contraste y el exceso de grano típico de la fotografía nocturna.
Sus imágenes también aportaron frescura compositiva, búsquedas geométricas, hallazgos de sorprendentes yuxtaposiciones a base de dobles exposiciones y reflejos, donde incluso él mismo aparecía.
Sus imágenes, relacionadas con las del cine negro, pueden entenderse como una especie de meditación existencial o como un examen de la psicología americana de posguerra.
Revelan la interioridad, el aislamiento del individuo en medio de la multitud, su vulnerabilidad en pleno corazón de Manhattan, un microcosmos ante el que Faurer puso su cámara para registrar la actividad diaria y el comportamiento urbano moderno.
La muestra del Centro José Guerrero se inaugura este jueves y podrá visitarse hasta el 25 de junio. Ha sido comisariada por Agnès Sire, directora de la Fundación Henri Cartier-Bresson, en cuya sede de París se mostró esta retrospectiva entre septiembre y diciembre de 2016, en colaboración con el Estate Louis Faurer de Nueva York, la galería Howard Greenberg de Nueva York y con Deborah Bell Photographs.