Sobre Periodismo, periodistas y medios de comunicación. Una opinión crítica desde dentro, por una voz cualificada, como es la de Cristina Prieto. Una reflexión oportuna, que no te dejará indiferente y que te recomendamos.
Después de más de veinticinco años de profesión, no deja de sorprenderme la defensa a ultranza de los periodistas y su profesión cuando alguien osa utilizar las mismas armas que todos los días ofrecemos en duelo desigual a muchos personajes públicos. Desde las tribunas privilegiadas de los mass media, se hace gala de la patente de corso que da un micro, una cámara y una grabadora (hoy con el móvil basta) para lanzar datos revestidos de información sin parar. Sin embargo, es necesaria una reflexión antes de que lleguen las ambulancias a recoger los maltrechos cuerpos cuando el sol empiece a buscar ya la vertical del mediodía tras haber hecho uso de las armas elegidas.
En 1947 la Comisión Hutchins, creada por iniciativa del editor de Times y formada por un grupo de expertos en distintas disciplinas de las ciencias sociales -entre los que se encontraban sólo dos conocedores de la prensa aunque no eran periodistas- elaboró un interesante informe sobre los males que aquejaban entonces a los medios norteamericanos. Obviando alguna recomendación que hoy nos escandalizaría, el informe sentó las bases de la Teoría de la Responsabilidad Social de la Prensa cuyos principios están hoy tan vigentes como hace sesenta y nueve años. La utilización de los medios como un foro de intercambio de comentarios y críticas en los que se garantice el acceso pleno a la información y donde se proyecte la visión de la realidad de los grupos relevantes de la sociedad, son algunos de ellos.
En otros programas, periodistas directores de medios de comunicación con amplios currículos y verbo ágil, no dudan en defender lo indefendible con tal de permanecer en tertulias en las que siempre sale victorioso quien grita más
En 1980 la UNESCO encarga la elaboración del Informe McBride cuyo objetivo era analizar los problemas de la comunicación en el mundo, especialmente los medios de masas para favorecer el desarrollo de un nuevo orden comunicacional mundial. Una de las conclusiones de este extenso estudio considera necesario que se trace una divisoria clara entre las instituciones, los propietarios y administradores de los medios por una parte, y los periodistas por la otra. Treinta y seis años después, este informe boicoteado por las grandes multinacionales de la comunicación y por Estados Unidos que incluso llegó a abandonar la UNESCO al considerar que sus recomendaciones ponían en peligro su hegemonía en el sector, está de plena actualidad.
Salvando el momento histórico en el que se redactan estos informes, excepto en la aplicación de nuevas tecnologías al sector, en la profesión periodística no sólo hemos avanzado poco sino que, en algunos aspectos, incluso hemos retrocedido pero nos seguimos rasgando las vestiduras según para qué, por qué, dónde y cómo. Mientras, hemos dado la espalda a la sociedad civil y sus demandas olvidando el papel de servicio público, entendido como de utilidad al receptor más que como el concepto introducido por la burguesía mercantil que tan perfectamente supo aprovechar Nipho.
Algunas televisiones cuentan en sus parrillas con programas del corazón en los que este vital músculo se cuece a fuego lento con el resto de casquería corpórea en rituales con merienda incluida donde grandes profesionales aseguran realizar periodismo de investigación para confirmar la nueva pareja de la estrella de turno. Y si es necesario, aseguran sin rubor, que ellos fueron testigos del primer coito.
Tertulias donde los mismos hablan de todo y son capaces de comenzar su intervención anunciando que de ese tema no sabe mucho pero, sin pestañear, comienzan a sentar las bases de una profunda teoría que incluso defenderá con ardor ante el primero que se atreva a cuestionarla. Y si en el audiovisual, que entra en los hogares avasallando como el olor a sardinas por los patios de luces en verano, el deterioro de los medios se evidencia con un simple click de mando a distancia, la ausencia de noticias en algunas portadas de periódicos es escandalosa mientras que la constante presencia de otras dependiendo de la oportunidad lleva al hastío. Para un diario local, miles de personas desplazadas de una provincia a otra para protestar por un servicio público no merecen más que una información en la sección de Andalucía.
A la par que los medios dejaban de lado su responsabilidad social y algunos gurús del periodismo se mimetizaban con el entorno, la tropa de las redacciones callaba
A la par que los medios dejaban de lado su responsabilidad social y algunos gurús del periodismo se mimetizaban con el entorno, la tropa de las redacciones callaba. Legiones de mal llamados colaboradores realizaban el trabajo de calle sin contratos y con sueldos que no llegaban ni al 50% de lo que percibía el compañero que se sentaba a su lado en la redacción pero que tenía la suerte de disfrutar de una situación legal. Hoy parece que las empresas han aprendido la lección después de algún revés en los juzgados y han decidido reconvertirlos en trabajadores autónomos con contratos mercantiles. Y la tropa también calló cuando se eliminaron los talleres y los redactores asumieron sus tareas o cuando en las radios se impuso lo del autocontrol. Y ahí estaba el locutor-editor-redactor-productor-control experto en una sincronización tan perfecta de manos y brazos que más de uno pensó dedicarse a la natación sincronizada cuando le despidiesen. Una vez aprendido lo de los brazos, el dominio de las piernas llegaría con facilidad. Siguió calladita la tropa cuando los trabajadores se echaron a la calle para protestar por las reformas laborales –la del PSOE y la del PP, que tanto montan- porque su deber era informar y se justificaban diciendo que estaban de servicios mínimos, ante el total desconocimiento de que la Ley sólo obliga a cumplir mínimos en las empresas públicas. Y permanecen callados cuando sus jefes les envían a cubrir informaciones sin ninguna relevancia porque toca sacar al político de turno independientemente de lo que diga. Incluso a veces, lo importante es que se vea allí el logo del medio aunque la cámara sea de cartón y vaya sin tarjeta para grabar. ¿Por qué no se defiende al compañero sin contrato, se protesta por la sobrecarga de trabajo, se denuncian las pésimas condiciones laborales, se grita ante las malas prácticas informativas o se exige respeto a la independencia profesional del periodista?
Es cierto que para eso están los bares, porque con una tapa delante y buena cerveza fresquita, se arregla todo mucho más fácilmente y prácticamente solo a partir de la tercera rubia. Pero por favor, que nadie se atreva a decir que manipulamos aunque nos despertemos cada día con informativos en los que se opina hasta del tiempo. Por favor, somos unos profesionales aunque gran parte de nuestra credibilidad la perdimos hace tiempo y quienes se han empeñado en mantenerla han tenido que elegir escribir con libertad y morir de inanición.
Cristina Prieto, doctora en Periodismo e investigadora en comunicación para la transformación social y la transparencia pública. Siempre periodista y atenta a los nuevos modelos de comunicación.