El relojero del Ayuntamiento fusilado y borrado de la historia de Granada
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Tomás Baena Torres montó y cuidó el primer reloj oficial de Granada en 1934; lo fusilaron en 1936 y cortaron su nombre de la placa inaugural
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La Casa Consistorial, y su entorno, es el edificio que ha sufrido más modificaciones de toda la ciudad, especialmente la peineta de la cornisa
El reloj que marca la hora oficial (sic) en Granada lleva un tiempo parado. Parece que le ha llegado la hora. Es el segundo que ve esta fachada, un aparato instalado en 1990, durante el profundo proceso de reformas de las casas consistoriales emprendido por el concejal José Miguel Castillo Higueras en la nueva era democrática. Hasta 1990 estuvo funcionando un reloj mecánico fabricado por Relojería Blasco y Liza de Roquetas de Mar. Nunca hasta entonces había contado la casa del Concejo granadino con un reloj en su fachada que marcase las horas. Fue uno de los últimos ayuntamientos de capital española en incorporar este avance de los tiempos.
Los albañiles abrieron agujero hacia la Plaza y habilitaron un cuarto en la terraza para ubicarlo con sus tres campanas
La corporación municipal izquierdista no quería que los relojes de campanarios religiosos continuaran marcando las horas de los granadinos. Tampoco los dos que había en edificios de “ricos” en Puerta Real. Ya habían eliminado el ancestral toque de campana en 1932 que avisaba de incendios; colocaron una sirena en la terraza. El divorcio con la Iglesia y sus costumbres que regían la vida social chocaban de lleno contra el régimen republicano. En 1933 adoptaron el acuerdo de adquirir un reloj para colocarlo en el frontis del Ayuntamiento, bajo la peineta que coronaba la fachada principal con el escudo de la ciudad. La máquina del reloj llegó desde Roquetas de Mar a finales de abril de 1934. Los albañiles abrieron agujero hacia la Plaza y habilitaron un cuarto en la terraza para ubicarlo con sus tres campanas.
El 19 de mayo de 1934 estaba todo montado y listo para empezar a funcionar. De todo el proceso de montaje, ajuste y acabado de la esfera y manecillas se encargó el relojero Tomás Baena Torres. Aquel hombre continuó siendo relojero municipal en los dos siguientes años de funcionamiento. El 20 de mayo de 1934, la prensa local daba la noticia de que la tarde anterior se oyeron las primeras horas del reloj municipal. El aparato competía en sonido y exactitud con otro casi gemelo suyo, pero instalado en 1899 en la iglesia de los Escolapios. La inauguración oficial del reloj se fijó para el 29 de mayo, en plena fiesta del Corpus. Era alcalde de Granada Ricardo Corro Moncho, de Acción Republicana. El relojero colocó una pequeña placa con su autoría en la estructura de la maquinaria.
Mientras el periódico republicano 'El Defensor' alababa la decisión de colocar un reloj con la hora oficial en el Ayuntamiento, el diario católico 'Ideal' hacía sorna de la supremacía que se iba a dar al ritmo de vida local marcado por un reloj que se llegó a considerar máquina republicana
La vida social y política estaba más que tensa por aquellos días en la ciudad. Los concejales de la minoría socialista habían presentado su dimisión por discrepar de su partido (PSOE) sobre la inclusión de la procesión religiosa del Corpus en el programa oficial de fiestas del Ayuntamiento. Había huelgas agrícolas y enfrentamiento político entre todos los sectores de Granada. Mientras el periódico republicano El Defensor alababa la decisión de colocar un reloj con la hora oficial en el Ayuntamiento, el diario católico Ideal hacía sorna de la supremacía que se iba a dar al ritmo de vida local marcado por un reloj que se llegó a considerar máquina republicana. Muestra de ello es la nota irónica que publicó el 20 de mayo en su edición:
Poco a poco, los granadinos se fueron acostumbrando al sonido de las tres campanas del nuevo reloj municipal y a distinguirlas de las que había en las iglesias y la Catedral. Del cuidado de esta máquina se encargaba a diario el relojero Tomás Baena Torres. Al igual que lo venía haciendo desde muchos años atrás con su gemelo de los Escolapios.
A pesar de todas aquellas buenas relaciones, jamás dio el paso para ir en una lista como cargo público
Tomás Baena no era un simple relojero. Se trataba de un comerciante muy bien relacionado con círculos políticos izquierdistas y sindicales del momento. Su nombre se encontraba entre los miembros fundadores y de más alto rango en la logia masónica Alhambra Nº 39, con el nombre simbólico de Rouget. Además, era militante de la Agrupación Socialista (PSOE) y miembro de la UGT. A pesar de todas aquellas buenas relaciones, jamás dio el paso para ir en una lista como cargo público.
El relojero fue detenido y encarcelado la semana final de julio de 1936. Su suerte estaba echada. La madrugada del 6 de agosto de 1936 fue conducido al cementerio y fusilado frente a sus tapias
Hasta que llegó el 20 de julio de 1936 y su golpe de Estado triunfante en Granada. Los alzados contra la II República comenzaron a hacer redadas entre sectores de izquierdas. En los objetivos de primer orden se encontraban los cargos más significados, pero días después empezaron a bajar el listón y a detener a funcionarios y empleados de confianza del Ayuntamiento. Y resultó que Tomás Baena Torres era un simple relojero que sólo se encargaba de cuidar el buen funcionamiento del aparato que marcaba la hora oficial en Granada. El relojero fue detenido y encarcelado la semana final de julio de 1936. Su suerte estaba echada. La madrugada del 6 de agosto de 1936 fue conducido al cementerio y fusilado frente a sus tapias. Tomás Baena fue uno de los primeros fusilados de entre los masones que los golpistas consiguieron identificar y apresar de la logia Alhambra Nº 39; del medio centenar de afiliados que tenía aquella joven logia (fundada a principios de 1936), nada menos que diecisiete de ellos fueron asesinados. Otros compañeros de logia y militancia izquierdista pasados por las armas aquel mes de agosto fueron Virgilio Castilla (Presidente de la Diputación), Antonio Dalmases, Luis Fajardo, Rafael García Duarte, Joaquín García Labella, José Palanco Romero, Constantino Ruiz Carnero, etc.
Borrado de la historia de Granada
La ignominia sobre la existencia de Tomás Baena fue aún mayor tiempo después. Lo eliminaron de la historia. No conocemos con exactitud la fecha ni el alcalde que lo hizo, pero alguno de ellos dio la orden de que fuese eliminado el nombre de Tomás Baena de la placa donde figuraba el relojero que montó el primer reloj municipal. El trabajador que ejecutó la orden cumplió a rajatabla: cortó la parte inferior de la placa, donde estaba el nombre del relojero, pero dejó colocada la mitad superior con la fecha de inauguración. Y así permaneció hasta 1990 en que las nuevas obras en el Ayuntamiento vinieron acompañadas de un nuevo reloj eléctrico, con altavoces en vez de campanas de bronce y unos orificios en la fachada para que salga el sonido.
El viejo reloj, arrumbado, en desuso y convertido en un estorbo, fue regalado al ingeniero Miguel Giménez Yanguas en 1990. Éste comenzó a restaurarlo en su casa. Hasta que un día comunicó al alcalde Antonio Jara que la maquinaria había vuelto a la vida;
El viejo reloj, arrumbado, en desuso y convertido en un estorbo, fue regalado al ingeniero Miguel Giménez Yanguas en 1990. Éste comenzó a restaurarlo en su casa. Hasta que un día comunicó al alcalde Antonio Jara que la maquinaria había vuelto a la vida; era propiedad del Ayuntamiento y a él debería regresar. Pero ya tenía un sustituto moderno. Por aquellos años fue creado el Parque de las Ciencias y se pensó que ése iba a ser su destino final. Allí continúa expuesto el primer reloj municipal que hubo en Granada, con la placa censurada de su montador y cuidador, más otra añadida completa con el nombre de la persona a quien fusilaron por el hecho de haber sido relojero de una máquina republicana (Imagino que también por ser socialista, sindicalista y masón). Tomás Baena dejó varios hijos huérfanos.
Toda esta historia pudo ser recompuesta y recuperada hace treinta años gracias al concejal José Miguel Castillo Higueras, quien a su vez la había oído de primera mano de su padre Miguel Castillo Moreno, arquitecto municipal durante la II República y el franquismo, que presenció aquella maldad.
Manzana desamortizada en 1842
La inmensa manzana del Convento de Carmelitas Calzados ocupaba el complejo religioso desde 1572, con dedicación a Nuestra Señora de la Cabeza. Quizás los frailes aprovecharan un palacio preexistente para ir conformando un complejo alargado que se componía de Iglesia y dos claustros anejos a su costado sur. La Iglesia era de considerable tamaño, de una sola nave y gran altura; el claustro central o nuevo era lo que hoy se ve en el centro del edificio municipal, en tanto que el claustro viejo –de menor tamaño y pomposidad– fue demolido a plazos en la etapa de las desamortizaciones del siglo XIX para dejar el espacio de la actual Plaza del Carmen. La iglesia le había precedido, de manera que para mediado el siglo XIX ya había desaparecido y se empezaban a planificar en su solar nuevos edificios de tipo militar.
La única parte reconocible de todo el complejo religioso que nos ha quedado es el claustro central, aunque sin la tercera planta que tuvo y muy rehecho. También hay un arco de ladrillo que da a la calle Mariana Pineda y que se supone debió pertenecer a la entrada de la Iglesia. Fue descubierta en unas obras en la década de los años ochenta.
La exclaustración empezó muy pronto, ya en 1835. Una parte de la manzana fue destinada a la Milicia Urbana y almacenes
La exclaustración empezó muy pronto, ya en 1835. Una parte de la manzana fue destinada a la Milicia Urbana y almacenes; la fábrica de la Iglesia empezó a servir de cantera de materiales en 1837. El cercano encauzamiento y embovedado del río Darro se sirvió durante los años siguientes de aquella piedra y ladrillo.
En 1851, la Casa Consistorial se trasladó desde La Madraza a El Carmen, si bien no fue de manera definitiva hasta que no se acabaron las obras unos años más tarde (1857)
Se puede considerar 1842 como fecha de origen de las Casas Consistoriales, ya que por entonces fue adjudicado al Ayuntamiento para ubicación de servicios de policía, bomberos, almacenes, depósito de la Comisión de Ornato, archivos, etc. Diversas instituciones locales, incluso la Guardia Civil, estuvieron ubicadas algún tiempo en alguno de los rincones del edificio. El abandono y el continuo desmonte para reutilizar sus materiales hicieron que para 1849 el complejo presentara ruina en varias partes. Se aconsejaba su demolición. En el plano de Contreras de 1853 ya aparece completamente demolida la Iglesia y buena parte del claustro viejo que iba a dejar paso a la Plaza. La partición de los claustros precisó levantar una fachada postiza que diera vista a la nueva plaza que se estaba configurando. En 1851, la Casa Consistorial se trasladó desde La Madraza a El Carmen, si bien no fue de manera definitiva hasta que no se acabaron las obras unos años más tarde (1857).
El diseño de la fachada actual (sin peineta ni caballo), data de 1920, cuando fue retocado por el arquitecto Ángel Casas
Ya con intención de que todo el edificio fuese destinado a Ayuntamiento, se iniciaron una serie de costosísimas obras para remodelar toda la manzana e ir añadiendo nuevas dependencias en el solar que ocupó la Iglesia (con fachada a la antigua calle Ayre, actual Lepanto). En 1861 se dio por acabada la conformación de fachadas, aunque todavía quedaba mucha obra por dentro; en 1863 se empedró la Plaza y se añadió una fuente en el centro. Prácticamente todos los arquitectos municipales que se han sucedido desde entonces han dedicado parte de su trabajo a reformar un edificio que cada vez ha ido incrementando su mediocridad; solamente se salvan la escalera principal y los salones de debate. Al principio, el edificio consistorial era el más alto, resaltaba entre los demás; después fueron creciendo todos a su alrededor hasta quedar empequeñecido y sin ninguna preeminencia. El diseño de la fachada actual (sin peineta ni caballo), data de 1920, cuando fue retocado por el arquitecto Ángel Casas.
Peineta, garitas, reloj nuevo y caballo
El edificio consistorial se ha caracterizado desde sus orígenes como tal por tener sobre su cornisa una especie de peineta. Fue ideada en 1862 para colocar el escudo real con motivo de la visita de la reina Isabel II. Aquel escudo duró solamente seis años sobre al frontón del nuevo ayuntamiento. También en aquella tanda de obras de 1862 se decidió colocar garitas en las esquinas de la manzana, así como flanqueando la entrada principal. Quizás el motivo fuese los continuos altercados que hubo en aquella convulsa etapa política (en el pronunciamiento de Espartero de 1843 hubo un asalto al edificio militar con varios muertos). En 1868, los nuevos políticos de La Gloriosa demolieron las dos garitas que daban a la calle Ayre.
Para 1868, con motivo de la revolución La Gloriosa y la expulsión de la monarquía, fue eliminada la corona superior del escudo. Con la llegada de la I República (1873-4) le fue coronada la peineta con el castillo del nuevo escudo republicano. Se trataba de un pegote superpuesto a la fachada de un volumen relativamente pequeño.
Pero lo más destacable fue la construcción de una aparatosa peineta en cuyo centro colocó un enorme escudo de la ciudad. Ha sido la imagen que ha tenido el Ayuntamiento hasta su sustitución por el caballo
A partir de la Restauración de Alfonso XII (1874) el escudo /peineta fue el de la ciudad, si bien la corona era la real.
La recomposición más importante de la fachada llegó en 1920 de la mano de Ángel Casas. Añadió el grueso balcón actual, sustituyendo el de hierro forjado originalmente; resaltó los huecos de las ventanas de la planta superior con el añadido de frontispicios; elevó el antepecho de cierre de cornisa superior y el alero apareció con canecillos. Pero lo más destacable fue la construcción de una aparatosa peineta en cuyo centro colocó un enorme escudo de la ciudad. Ha sido la imagen que ha tenido el Ayuntamiento hasta su sustitución por el caballo.
En este periodo de algo más de dos siglos, también el color de la fachada se ha visto evolucionar en varias tonalidades: desde el encalado blanco hasta el azul, magenta, rosado y azulado suave actual.
En 1935 ya se empezó a barajar la idea de que esa fachada era muy pobre para representar la imagen del primer edificio oficial del Concejo. Se convocó un concurso de ideas para rehacerlo; incluso el arquitecto Miguel Castillo Moreno hizo una propuesta, mientras se empleaba en levantar nuevos volúmenes en la parte trasera, la conocida como 'El Palomar'
La siguiente reforma de la fachada fue acometida durante el tiempo de la II República. En 1934 surgió la idea de incluir un reloj en la fachada y se retocó la distribución de los espacios en la peineta. El damnificado fue el enorme escudo de la ciudad que ocupaba todo el centro; se construyó uno más pequeño, se subió unos metros y debajo se abrió el hueco para insertar el reloj. En la parte trasera de la peineta se ubicó la caseta del reloj y la torreta con sus tres campanas.
En 1935 ya se empezó a barajar la idea de que esa fachada era muy pobre para representar la imagen del primer edificio oficial del Concejo. Se convocó un concurso de ideas para rehacerlo; incluso el arquitecto Miguel Castillo Moreno hizo una propuesta, mientras se empleaba en levantar nuevos volúmenes en la parte trasera, la conocida como El Palomar. Pero no llegó a cuajar nada concreto. No sería hasta 1943 cuando el alcalde Gallego Burín retomó la vieja idea republicana y pensó en dignificar el complejo de Casas Consistoriales en su profundo programa de reformas urbanas. Fue el arquitecto municipal Francisco Prieto-Moreno el que aportó una idea bastante llamativa: se trataba de recuperar la vieja imagen de los grabados románticos donde aparece la torre del campanario del antiguo convento. La torre se levantaría sobre el edificio contiguo (que ocupaba pastelería Bernina), se haría un arco sobre la calle Mariana Pineda que enlazaría con el claustro; y en su fachada principal se abriría una logia-mirador de cinco arcadas, la central algo mayor. Además, la portada se transformaría en una de tipo renacentista (quizás pensara tomar una existente en alguna iglesia) y a ambos lados de la entrada se ubicarían dos fuentes brotando agua de la fachada. Se le añadirían pináculos del tipo Real Chancillería sobre la cornisa. La peineta proponía elevarla en altura y estrecharla; el escudo de la ciudad volvería a ganar volumen, en tanto que el reloj se trasladaba a la torre lateral (Ver ilustración de apertura).
Aquel ambicioso proyecto de Prieto-Moreno se quedó en el cajón. Mas, lo que sí se hizo fue utilizar la fachada como medio propagandístico del nuevo régimen gobernante
Aquel ambicioso proyecto de Prieto-Moreno se quedó en el cajón. Mas, lo que sí se hizo fue utilizar la fachada como medio propagandístico del nuevo régimen gobernante. Para empezar, se colocaron dos enormes placas entre los espacios de las ventas de la planta baja; en ellas se narraban los logros y proyectos de Falange y del franquismo. A ambos lados de la balconada principal superior fueron adosados los emblemas del yugo y las flechas, uno a cada lado. Incluso para que se viesen más, con el tiempo se les añadió iluminación que se apagaba y encendía por las noches.
También en la reforma de los años 40 se decidió eliminar el arbolado de la plaza, se hicieron anchas aceras y se habilitó aparcamiento para coches. En la mitad baja de la Plaza del Carmen se permitió una enorme terraza para uso del Café Royal.
La llegada de la primera corporación democrática inició una profunda remodelación de todo el edificio consistorial, sobre todo para dar empaque a las crujías frontal y lateral izquierdo, donde se ubican los salones de plenos, comisiones, alcaldía y tenencias de alcaldía. De ello se encargó el concejal José Miguel Castillo Higueras
Aquellas placas y el yugo y las flechas llegaron hasta el lavado de cara de principios de 1980. La llegada de la primera corporación democrática inició una profunda remodelación de todo el edificio consistorial, sobre todo para dar empaque a las crujías frontal y lateral izquierdo, donde se ubican los salones de plenos, comisiones, alcaldía y tenencias de alcaldía. De ello se encargó el concejal José Miguel Castillo Higueras. También se reformó el patio-claustro, se empedró artísticamente y se rehabilitó la fuente central. Se dio una pátina al edificio que, en lo esencial, es la que permanece hoy.
Esa reforma también alcanzó un poco a la fachada con la sustitución del viejo reloj de 1934. Estaba anticuado y ya no era fiable, de ahí que fuese sustituido por el que ahora acaba de morir.
La fachada y su peineta estuvieron tranquilas (a excepción de varias manos de pintura) hasta diciembre de 2002. La corporación tripartita presidida por José Moratalla (PSOE) decidió introducir un toque de modernidad con un elemento nuevo: eliminar la peineta con el escudo y colocar un caballo de bronce en su lugar. La idea gustó a unos, a otros no tanto. Vino acompañado de polémica; incluso dentro del partido del alcalde hubo muchos que se echaron las manos a la cabeza. No hubo debate en el seno de la Corporación, pero sí ciudadano y en medios de comunicación.
La madrugada del 13 de diciembre de 2002 fue colocado el caballo que cabalga desde entonces sobre la cornisa. Es una obra escultórica de Ramiro Megías, a partir de una pintura de Guillermo Pérez Villalta. La obra se llama “El instante preciso”
La madrugada del 13 de diciembre de 2002 fue colocado el caballo que cabalga desde entonces sobre la cornisa. Es una obra escultórica de Ramiro Megías, a partir de una pintura de Guillermo Pérez Villalta. La obra se llama “El instante preciso”; un jinete desnudo a horcajadas sobre un caballo sin silla y con una cola desmesurada. A muchos gusta, otros lo critican por la desproporción del cuerpo del animal y la postura tan antinatural del jinete. Un importante porcentaje de granadinos se mostraron en contra, porque no aportaba nada y por el innecesario gasto. Se llegó a calificar como “tontería contemporánea”. Incluso el PP prometió descabalgarlo del tejado cuando llegara a gobernar; José Torres Hurtado llegó, gobernó y no lo desmontó. Ahí permanece el caballo/peineta en espera de la próxima remodelación de la Casa Consistorial… que no debe estar muy lejana si atendemos al ritmo de cambios que viene soportando el edificio desde que lo tomaron al asalto los liberales desamortizadores del siglo XIX.
La nueva esfera del reloj fue adornada con un poema, de lectura sólo apta para quienes gocen de buena vista. Pone: “Feliz quien ve sus horas en dorado presente”. Es un poema de Antonio Carvajal.
De Plaza Cánovas a Plaza del Carmen
En la década de 1860-70 la plaza liberada por el claustro viejo del Carmen ya era una realidad. Terriza y utilizada por tintoreros, vendedores y obreros en busca de empleo. Bajo la sombra del edificio conventual había casas de dos plantas. El espacio diáfano se fue conformando pronto como plaza pública que empezó a competir con Bibarrambla; sobre todo cuando quedó embovedado ese tramo del Darro y permitió la conexión de espacios sin ningún impedimento orográfico. Las casuchas dejaron paso a bloques de cuatro y cinco alzadas, que vieron aparecer los edificios del Club Taurino, la camisería y café Royal (obra de Giménez Arévalo para la familia Garach), el edificio de Paños Ramos en el lateral; y en la calle Reyes Católicos, el imponente edificio de dos torreones que levantó Miguel Castillo Moreno para su familia.
A finales del siglo XIX se decidió empedrarla y colocar una fila de arbolillos delante de la fachada del Ayuntamiento. Se alternaban con el sembrado de pequeñas farolas de gas que habían llegado por tubería subterránea en 1867, desde la fábrica de Lebón junto al río Genil. También en aquel periodo histórico se le dio el primer nombre: Plaza Cánovas del Castillo, en memoria del presidente del Gobierno asesinado en 1897.
En la primera década del siglo XX se enlosó por vez primera y empezó a ver aparcados los primeros vehículos de motor adquiridos por la burguesía azucarera granadina. Los estacionaban frente a la terraza del Café Royal, situado justo enfrente, que ocupaba casi la mitad del espacio de la plaza
En la primera década del siglo XX se enlosó por vez primera y empezó a ver aparcados los primeros vehículos de motor adquiridos por la burguesía azucarera granadina. Los estacionaban frente a la terraza del Café Royal, situado justo enfrente, que ocupaba casi la mitad del espacio de la plaza. Este famoso café de “pudientes” estuvo activo hasta que el edificio fue traspasado al Banco de Vizcaya. De paso, se agruparon las manzanas que había a ambos lados a la estrecha calle Cobas (la que comunicaba la Plaza del Carmen con el bar Los Manueles y Hotel la Perla). La anchura de la calle Cobas se le dio a Reyes Católicos.
Aquel edificio de los Garach y su pegadizo tuvo corta vida. Fue demolido en 1980, justo cuando acababa de llegar la primera corporación democrática. En su lugar fue levantado el horroroso bloque que hoy está en fase de convertirse en restaurante de comida rápida americana.
Esta plaza estuvo convertida en aparcamiento de coches hasta el final de la década de los años noventa. Incluso había que soportar la horrorosa marquesina de hormigón armado que colocaron en la acera de la calle Reyes en 1960. Mientras tanto, entre 1991 y 1994, la corporación decidió arbolar la Plaza del Carmen. “Magnolio” Pezzi eligió quince magnolios que hoy han alcanzado un porte considerable y gozan de excelente salud. Quizás sea porque están plantados sobre el cementerio que fue de monjes en el patio viejo del Carmelo.