Memoria Democrática

Norman Bethune, el cronista de la Desbandá

Ciudadanía - Paco Vigueras - Domingo, 9 de Febrero de 2025
Coincidiendo con la llegada a Granada de la marcha que recuerda a las víctimas de la Desbandá, Paco Vigueras, periodista y portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación, rinde un homenaje a Norman Bethune, el médico canadiense que fue testigo de la masacre.
Norman Bethune, médico canadiense y cronista de la Desbandá.
Fotos aportadas por el autor
Norman Bethune, médico canadiense y cronista de la Desbandá.

Además de salvar centenares de vidas con su ambulancia y su equipo de transfusión de sangre, el doctor Henry Norman Bethune nos dejó una crónica desgarradora sobre la Desbandá, en la que describe cómo los franquistas cometieron este crimen de guerra contra población civil indefensa. Norma Bethune anota en su diario:

"La evacuación en masa de la población civil de Málaga empezó el domingo 7 de febrero. Veinticinco mil tropas alemanas, italianas y moras entraron en la ciudad el lunes 8 por la mañana. Tanques, submarinos, buques de guerra y aviones se unieron para aplastar las defensas de la ciudad, dirigida por un pequeño y heroico grupo de tropas españolas sin tanques, aviones o apoyo. Los llamados nacionales entraron en lo que era prácticamente una ciudad desierta".

Más tarde, el doctor Norman Bethune dirige su mirada a la población civil que huye, presa de pánico:

"Imaginad a ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños encaminándose por seguridad hacia una ciudad a más de cien kilómetros de distancia. Solo hay una ruta que puedan tomar. No hay otra vía de escape...

"Ahora, imaginad a ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños encaminándose por seguridad hacia una ciudad a más de cien kilómetros de distancia. Solo hay una ruta que puedan tomar. No hay otra vía de escape...Han de caminar y a medida que caminen tropezarán y se tambalearán, con los pies rasguñados y magullados a lo largo del camino pedregoso, blanco, mientras los fascistas los bombardean desde el aire y les disparan desde sus barcos en el mar".

Y seguidamente, Bethune nos relata cómo se desplazó, desde Barcelona hasta Almería, con su equipo médico, al conocer la masacre de la Desbandá: 

"Ahora, lo que os quiero contar es lo que han visto mis propios ojos de esta marcha forzada -la más grande y terrible evacuación de una ciudad en tiempos modernos-. Habíamos llegado a Almería a las cinco del miércoles 10, con un camión refrigerado de sangre recogida en Barcelona. Nuestra intención era continuar hasta Málaga para practicar transfusiones de sangre a los heridos. En Almería oímos por primera vez que la ciudad había caído y nos aconsejaron no continuar...pero pensamos que era importante seguir y averiguar cómo se estaba llevando la evacuación de los heridos".

Cuando conocieron la masacre de la a Desbandá, el doctor Bethune y sus colaboradores se desplazaron con su ambulancia, desde Barcelona hasta Almería, para socorrer a las víctimas.

Conforme avanza por la carretera, el doctor Bethune entra en contacto con los fugitivos y nos dice:

"Al cabo de pocos kilómetros, nos topamos con la cabecera de aquella sufriente procesión. Allí se encontraban los más fuertes, con todas sus posesiones acarreadas por burros, mulas y caballos. Los pasamos de largo y cuanto más avanzábamos, más penosas eran las imágenes que veíamos. Miles de niños -contamos unos cinco mil menores de diez años- y al menos mil de ellos descalzos, y muchos vestidos con una simple prenda, por todo atuendo. Muchos se aferraban a las espaldas de sus madres o colgaban de sus brazos. Y un padre se tambaleaba con dos niños, de uno o dos años de edad sobre los hombros, a la vez que acarreaba ollas, sartenes y otros bienes preciados". 

Conforme avanzábamos, veíamos a miles de niños -contamos unos cinco mil menores de diez años- y al menos mil de ellos descalzos, y muchos vestidos con una simple prenda, por todo atuendo.

El drama humano era de tal magnitud, que Norman Bethune y sus colaboradores tuvieron que tomar una decisión:

"A ochenta y ocho kilómetros de Almería nos suplicaron  que no fuéramos más allá, que los fascistas estaban justos detrás. A estas alturas, nos habíamos cruzado con tantos niños y mujeres afligidos que pensamos que lo mejor era dar la vuelta y empezar a llevarnos a los casos más graves para ponerlos a salvo.

Era difícil decidir a quien llevar. Nuestro vehículo estaba asediado por una turba de madres y padres desesperados que, con los brazos cansados y extendidos hacia nosotros, nos entregaban a sus hijos, con los ojos y los rostros hinchados y congestionados por cuatro días de sol y sed".

¿A quién salvar? De su decisión dependía la vida o la muerte de centenares de niños. Bethune y sus compañeros se enfrentaron a una auténtica pesadilla:

"Niños con trapos manchados de sangre alrededor de los brazos y las piernas, niños sin zapatos, con los pies hinchados que habían duplicado su tamaño, llorando desconsolados de dolor, hambre y agotamiento. Doscientos kilómetros de miseria"

"Niños con trapos manchados de sangre alrededor de los brazos y las piernas, niños sin zapatos, con los pies hinchados que habían duplicado su tamaño, llorando desconsolados de dolor, hambre y agotamiento. Doscientos kilómetros de miseria. Imaginaos cuatro días con sus cuatro noches, escondiéndose de día en las montañas, cuando los bárbaros fascistas los perseguían desde el aire, caminando de noche y rodeados por un sólido torrente, hombres, mujeres, niños, mulas, burros, cabras, gritando los nombres de familiares desaparecidos, perdidos en la multitud".

En ese instante dramático y estremecedor, el médico internacionalista y solidario se pregunta: ¿Cómo podíamos elegir entre un niño que estaba muriendo de disentería o una madre que nos miraba en silencio, mientras estrechaba contra su pecho a su niño, nacido en la carretera dos días antes?

"Al principio, decidimos llevarnos únicamente a niños y madres. Entonces, la separación entre padres e hijos, entre maridos y mujeres, se hizo demasiado cruel como para soportarlo. Terminamos por transportar a familias enteras, con el mayor numero de niños pequeños y a niños solitarios, pues había cientos sin sus padres".

¿A quién salvar? De su decisión dependía la vida o la muerte de centenares de niños. Bethune y sus compañeros se enfrentaron a una auténtica pesadilla.

El doctor Bethune afirma que la infatigable entrega de Hazen Sise y Thomas Worsley, conductores del camión, salvó muchas vidas. Se turnaban para conducir, yendo y viniendo día y noche, durmiendo al raso en la carretera entre turnos y sin más comida que pan seco y naranjas. 

Y ahora llega la barbarie final...., escribe Norman Bethune, a modo de epílogo:

"Deliberadamente soltaron diez bombas en pleno centro de la ciudad, donde, acurrucados tan juntos en el pavimento, dormían los refugiados exhaustos"

"No contentos con bombardear y disparar a esta procesión de campesinos desarmados, en la tarde del día 12, cuando el pequeño puerto de Almería estaba atestado de refugiados, con su población multiplicada por dos, cuando cuarenta mil personas exhaustas habían llegado a lo que consideraban un refugio seguro, fuimos salvajemente bombardeados por la aviación fascista italiana y alemana. La alarma sonó treinta segundos antes de que cayera la bomba. Dichos aviones no se molestaron en alcanzar a los acorazados del Gobierno en el puerto o bombardear los barracones. Deliberadamente soltaron diez bombas en pleno centro de la ciudad, donde, acurrucados tan juntos en el pavimento, dormían los refugiados exhaustos".

"La calle era una devastación sembrada de muertos y moribundos, iluminados tan solo por los destellos anaranjados de los edificios en llamas. En la oscuridad, los gemidos de los niños heridos, los chillidos de las madres angustiadas, las maldiciones de los hombres que se levantaron en un llanto masivo, cada vez más alto, hasta alcanzar un tono de una intensidad insoportable".

En su crónica escalofriante, este médico canadiense, afiliado al Partido Comunista, acaba preguntándose: ¿cuál había sido el crimen cometido por aquellos civiles desarmados para que fueran asesinados de aquella manera sangrienta?

Y él mismo se responde: "su único crimen era haber votado para elegir un gobierno del pueblo, comprometido con la mitigación de la aplastante losa de siglos de codicia capitalista".

Y se hace otra pregunta: ¿por qué no permanecieron en Málaga y esperaron la llegada de los fascistas?

La respuesta era inquietante: "sabían lo que les pasaría a sus hombres y mujeres, como ya había pasado tantas veces en otras ciudades tomadas. Todos los varones, entre quince y sesenta años, que no pudieran probar que fueron obligados por la fuerza a ayudar al Gobierno, serían fusilados de inmediato. Y es esta certeza la que ha concentrado a dos tercios de toda la población española en un tercio del país, todavía en poder de la República".

Siendo la crónica del Doctor Bethune decisiva, por tratarse de un testigo privilegiado, no debemos olvidar el reportaje gráfico de su colaborador, el arquitecto Hazen Sise, un documento demoledor contra los negacionistas de la Desbandá. El médico canadiense y sus ayudantes no se dedicaron sólo a salvar vidas, que no es poco, sino que aportaron un testimonio imprescindible para la recuperación de la Memoria Histórica.

Paco Vigueras, periodista y portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación.