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EN EL SIGLO VIII

Mozárabes emigrados de Guadix a Galicia inspiraron la leyenda de Santiago Apóstol

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 29 de Octubre de 2023
Gabriel Pozo Felguera reconstruye los inicios del cristianismo en Hispania, en un espectacular viaje al pasado, para determinar entre leyendas y realidades, el origen accitano del Camino de Santiago.
San Torcuato bautiza a Luparia hacia 45-65 d. C. Pintura anónima de la primera mitad del siglo XVIII.
Catedral de Guadix.
San Torcuato bautiza a Luparia hacia 45-65 d. C. Pintura anónima de la primera mitad del siglo XVIII.
  • Reenterraron los restos de San Torcuato en Orense; escribieron Vita Torquati et comitum y dieron origen a la literatura y tradición que originó la mayor peregrinación medieval

  • La historia de los Siete Varones Apostólicos del Sur con su Luparia, su puente, su olivo milagroso y sus luces sobre la tumba fue llevada de la Accitania

Cada vez tengo más claro que la leyenda de Santiago Apóstol en España se la inventó un granadino. Un vecino de la Accitania más concretamente, es decir, de los alrededores de Guadix. Allá por el siglo VIII, cuando a un mozárabe emigrado se le ocurrió llevarse las reliquias de San Torcuato a Galicia y escribir la Vita Torquati et comitum. O lo que es lo mismo, la vida de San Torcuato y sus amigos, los Siete Varones Apostólicos. El traslado de las leyendas tardorromanas y visigodas desde Acci a la futura Compostela guarda demasiadas similitudes. Para más abundamiento, la cristianización de Hispania comenzó en el siglo I por la Bética, con Guadix como primer obispado, San Torcuato primer obispo hispano y el Concilio de Elvira como primer sínodo de Occidente. Se puede aventurar que la tradición del Apóstol Santiago se amasó en Guadix unos siglos antes.

El Concilio de Elvira. El origen del cristianismo español se encuentra en el Sureste. El Concilio de Elvira fue un hecho histórico irrefutable. Ocurrió aproximadamente entre los años 300-302, se celebró en la alcazaba de Ilíberis (Albayzín, Granada). A este primer concilio cristiano de Occidente -tras la conversión de Santa Elena, madre del futuro emperador Constantino- asistieron representantes de todas las provincias de la Iberia hispanorromana, con especial y mayoritaria presencia de la Bética y sur Tarraconense. Esto indica que para comienzos del siglo IV Hispania estaba bastante cristianizada y que acudieron más prelados y obispos de las zonas con mayor presencia, consolidación y comunidades.

Acta del Concilio de Elvira. La primera firma es del obispo de Acci (Guadix); el presbítero de Baza firma en 18º lugar, muestra de la gran presencia del cristianismo en Accitania y Bastetania en el siglo III d. C. BIBLIOTECA DEL ESCORIAL.

Aquel Concilio de Elvira lo conocemos con bastante detalle ya que sus asistentes tuvieron la precaución de dejarnos escritas las Actas de todo lo que debatieron y decidieron. Además, sabemos que el cónclave fue presidido por el obispo de la sede más antigua, que era la de Acci (Guadix); a principios del siglo IV la regía el prelado Félix. Al Concilio de Elvira asistieron representantes de treinta y siete comunidades y obispados consolidados hispanos: 23 de la provincia Bética (Sur), ocho de la Cartaginense (litoral mediterráneo), tres de la Lusitania (Portugal), dos de la Tarraconense (Cataluña-Aragón) y uno de la Galaica (posiblemente Tuy o Iria). En total, encabezaron sus delegaciones 19 obispos, el resto de enviados fueron presbíteros/diáconos. Procedían de ciudades tan importantes como Córdoba (con su destacado obispo Osio), Sevilla, Málaga, Martos (Jaén), Guadix, Cástulo (Linares), Baza, Mentesa (Villanueva de la Fuente, Ciudad Real), Faro, Évora, Mérida, Toledo, León, Cartagena, Zaragoza… Todos ellos están relacionados en la firma final del documento que sirvió como acta, encabezado por Félix, el obispo de Guadix, primado por entonces.

Aquel Concilio eligió Granada por dos motivos: por ser el punto más céntrico del territorio más poblado de primitivos cristianos (Sureste-Bética) y por haber sido el punto de entrada y predicación de los siete primeros discípulos de San Pedro y San Pablo, los Siete Varones Apostólicos

Aquel Concilio eligió Granada por dos motivos: por ser el punto más céntrico del territorio más poblado de primitivos cristianos (Sureste-Bética) y por haber sido el punto de entrada y predicación de los siete primeros discípulos de San Pedro y San Pablo, los Siete Varones Apostólicos. Aquí ya entramos en el terreno de la leyenda, seguramente nacida a partir de una realidad difundida en martirologios, calendarios y misales, tamizada de forma oral hasta derivar en leyenda.

Los Siete Varones Apostólicos.[i] Hay varias versiones de su existencia, tanto en Hispania como en el país de la Galia, que los relacionan con los primeros discípulos de los apóstoles para extender el cristianismo en Occidente. El tronco común de todas estas tradiciones del cristianismo primitivo indica que se trató de siete hombres, seguidores de San Pedro y San Pablo, que fueron enviados desde Roma a predicar. Habrían desembarcado en las costas almerienses, Abdera (Adra), entre los años 45 y 65. No se precisa si eran de origen hispano, romano o del oriente próximo. Solamente sabemos que se llamaban Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio.

Atravesaron Mons Solarius (Sierra Nevada) siguiendo el cauce del río Andarax (por el Puerto de la Ragua actual), para acercarse a Acci (Guadix). Se trataba de la ciudad más poblada de la Colonia Iulia Gemela Acci; debió ser de tamaño medio y derecho romano porque contaba con un gran teatro, incluso acuñaba moneda

Tras su desembarco costero, se dirigieron al interior en busca de una de las ciudades romanas de gran tamaño. Atravesaron Mons Solarius (Sierra Nevada) siguiendo el cauce del río Andarax (por el Puerto de la Ragua actual), para acercarse a Acci (Guadix). Se trataba de la ciudad más poblada de la Colonia Iulia Gemela Acci; debió ser de tamaño medio y derecho romano porque contaba con un gran teatro, incluso acuñaba moneda. Esta ciudad fue sede de las legiones I Auditrix y II Augusta en 49-45 A. C. con motivo de la guerra civil entre César y Pompeyo.

Cerca de Acci, los Siete Varones decidieron descansar y enviar a compañeros a que adquiriesen alimentos. Por aquellas fechas, Acci se encontraba celebrando sus fiestas en honor de sus dioses de la Triada Capitolina (Júpiter, Minerva y Juno), más las deidades locales Isis y Netón. Los extraños, al llegar a la ciudad y presentarse como cristianos, no fueron bien recibidos por la muchedumbre ebria y festiva, de manera que les apedrearon y persiguieron. Las carreras de cristianos perseguidos y accitanos perseguidores acabaron al lado de un río (¿Verde, Fardes?) que tenía construido un puente para atravesar sus aguas. Los Siete Varones cruzaron, pero el puente se derrumbó por el peso de tantos seguidores, provocándose muertes y heridos.

Fragmento del retablo conservado en Baza, con los hechos de los Siete Varones. Las dos escenas representan el hundimiento del puente y el martirio de San Torcuato.

Aquel acto fue presenciado por una dama de clase ecuestre de Acci, de nombre Luparia. Fue interpretado como una señal de castigo del Dios que iban predicando. La señora se convirtió al cristianismo, prometió levantar un baptisterio, un templo y ayudar a la prédica de la doctrina de Cristo en su comarca

Aquel acto fue presenciado por una dama de clase ecuestre de Acci, de nombre Luparia. Fue interpretado como una señal de castigo del Dios que iban predicando. La señora se convirtió al cristianismo, prometió levantar un baptisterio, un templo y ayudar a la prédica de la doctrina de Cristo en su comarca. De esta manera habría arraigado Cristo por vez primera en Hispania. Torcuato, como mayor de todos los discípulos de los apóstoles Pedro y Pablo, se estableció en Acci como pastor de la primera diócesis creada en territorio pagano. En tanto que sus otros acompañantes se dispersaron por comarcas próximas para fundar sus iglesias y obispados: Tesifonfe fue a Bergi (Berja); Hesiquio a Carcere (Cazorla o Caravaca); Indalecio a Almería; Segundo a Abla (Almería); Eufrasio a Andújar; y Cecilio a Ilíberis (Granada). Las interpretaciones muestran algunas discrepancias sobre los lugares de destino debido a la confusión en las traducciones. Sobre todo, en el caso de Eufrasio, al que también ubican en Mengíbar, y Segundo a quien remiten a Ávila, de donde es patrón desde la Edad Media. Incluso otros escritos medievales ubican a los Siete Varones acompañando a Santiago el Mayor en su predicación por Zaragoza en el momento en que se le apareció la Virgen sobre el Pilar junto al Ebro.

Grabado de San Torcuato (centro) y los Varones Apostólicos. Debajo, historia de la caída del puente, persecución de infieles, bautismo de Luparia y olivo milagroso. Dibujada por Manuel de Ribera, hacia 1762. Catedral de Guadix.

La Accitania vio consolidarse pronto el cristianismo. Obispos de Guadix continuaron asistiendo a concilios en los siglos siguientes (Toledo, Sevilla y Córdoba). En el siglo VIII, cuando llegó el islam, su obispo se llamaba Fredoario. Y en la revuelta contra los mozárabes de 853 fue ejecutado el monje Fandila, quien no se había decidido por emigrar al Norte.

Desde muy antiguo (por lo menos siglo V) se da por bueno que, tras ser martirizado, sus seguidores tomaron su cuerpo y lo sepultaron a dos leguas de Guadix, en las proximidades del río Fardes, zona cercana a Fonelas y en pleno Geoparque actual

Tumba de San Torcuato en Guadix. Quien más me interesa para el tema que me ocupa es Torcuato. La Iglesia ha concedido a los Siete Varones la condición de Santos, aunque no por haber sufrido martirio en el protocristianismo. De modo individual y local sí se les considera martirizados (El más original es el de San Cecilio y sus libros plúmbeos del Sacromonte). En el caso de San Torcuato, la tradición en la Accitania adjudica muerte por martirio a quien fue el primer obispo de la primera diócesis de Hispania. Desde muy antiguo (por lo menos siglo V) se da por bueno que, tras ser martirizado, sus seguidores tomaron su cuerpo y lo sepultaron a dos leguas de Guadix, en las proximidades del río Fardes, zona cercana a Fonelas y en pleno Geoparque actual. A aquel lugar, unas cuevas trogloditas, las llamaron Face Retama o Cara Retama, que viene a significar “la luz sobre la retama”. [ii]

Panorámica del santuario troglodita de Face Retama (cerca de Fonelas). El complejo de una veintena de cuevas está situado debajo. En una de ellas, del siglo V (foto de abajo), se cree que pudo estar enterrado San Torcuato. FOTOS OBISPADO DE GUADIX

En esa zona habría permanecido San Torcuato, ya convertido en santo y adorado por los cristianos en secreto. La conversión de Recaredo al cristianismo hizo que tomara fuerza su festividad, el 15 de mayo. Pero la bonanza habría durado poco, puesto que a partir de 711 empiezan las prohibiciones con la islamización progresiva de Al-Andalus. La zona de Face Retama continuó en época islámica siendo lugar de peregrinación, en este caso de la fe musulmana, por tener allí enterrado un santón de morabito. Así fue hasta la toma cristiana de Guadix en 1490 en que se recuperó para el culto católico.

Durante el periodo de enterramiento de San Torcuato en Face Retama (de finales del siglo I hasta el siglo VIII) la tradición oral le atribuye dos milagros constantes y anuales, supuestamente por la intercesión del santo varón

Durante el periodo de enterramiento de San Torcuato en Face Retama (de finales del siglo I hasta el siglo VIII) la tradición oral le atribuye dos milagros constantes y anuales, supuestamente por la intercesión del santo varón. La primera remite directamente al nombre del lugar; sobre las retamas que nacen en esta tierra tan árida surgirían luces o luminiscencias nocturnas que indicaban dónde estaba el cuerpo de San Torcuato. La segunda leyenda habla de que en el lugar había un olivo milagroso; cada año, el día anterior a la fecha de martirio (el 1 ó 15 de mayo, según dos fuentes distintas) el olivo florecía y fructificaba, de modo que al día siguiente sus frutos eran abundantes y maduros. Los fieles creyentes acudían a llevárselos porque su aceite obraba milagros en los enfermos.

Detalle del nicho donde se dice que estuvo depositado el cuerpo de San Torcuato en las cuevas de Face Retama.

La pista/faro para guiar a los peregrinos que buscaban la tumba en esa extensa geografía desértica la daba el Pico Sagrado, un monte cónico casi siempre nevado. Face Retama estaría al Este, donde apuntaba su sombra alargada a la salida del sol en el solsticio de verano. Este elemento llenó de confusión porque se adjudicó esta ubicación a la Sierra de la Sagra (a más de 50 kilómetros); a partir de ahí, también el olivo milagroso estaría cerca del actual santuario de las Santas Alodía y Nunilón, entre Huéscar y La Puebla de Don Fadrique (la Volteruela medieval).

La migración de mozárabes del Sur fue constante hacia tierras cristianas norteñas hasta bien entrado el milenio; recuérdese que en 1125-26, la Hueste de Hispania de Alfonso I el Batallador arrastró tras de sí unos 12.000 mozárabes del reino almorávide granadino hasta el Valle del Ebro

San Torcuato “emigra” a Galicia. Es hecho cierto que la ocupación musulmana de principios del siglo VIII, su presión fiscal progresiva y la intolerancia religiosa, conllevaron una emigración de mozárabes (cristianos bajo dominio islámico) hacia tierras norteñas. Cristianos godos del bajo Guadalquivir se llevaron sus artesanías (arco visigótico y sistemas de tejer) a tierra de León; los de Elvira/Castilia se llevaron su nombre a la montaña cántabra. La migración de mozárabes del Sur fue constante hacia tierras cristianas norteñas hasta bien entrado en el segundo milenio; recuérdese que en 1125-26, la Hueste de Hispania de Alfonso I el Batallador arrastró tras de sí unos 12.000 mozárabes del reino almorávide granadino hasta el Valle del Ebro.

También los cristianos de Mérida emigraron a Galicia. Con ellos se llevaron los restos de sus ancestros y las reliquias de santos que un colono legionario había traído desde Tierra Santa y Roma en el siglo V; estuvieron depositadas en la iglesia de Santa María, hasta que fueron llevadas a la iglesia del mismo nombre en Compostela. Entre ellas habría algún hueso de Santiago el Mayor.

Muy pronto aparecen sus restos reenterrados en Santa Comba de Bande (Orense), donde empiezan a ser venerados como el mayor de los Siete Varones, primer obispo y seguidor de los apóstoles Pedro y Pablo, más transportista de Santiago

Incluso el presbítero visigodo Beato se autoexilió de Córdoba porque no soportaba al Califa Abderramán y se refugió en Liébana para escribir su famoso libro sobre el cristianismo (Beato de Liébana). Los cristianos de Andújar que marcharon a Galicia también se llevaron consigo los restos de su San Eufrasio; lo reenterraron en la iglesia de Santa María de Baldemao (Incio, Lugo), hacia el año 716. Y los sevillanos hicieron lo mismo con su San Isidoro, que lo depositaron en León, en 1063. Los pueblos que han sido expulsados por otras religiones han recurrido a llevarse también a sus antepasados muertos; ocurrió a la inversa: Boabdil desenterró a sus ancestros de la Alhambra y los llevó a Mondújar. Por tanto, era una costumbre nada extraña, más aún si se trataba de preservar reliquias de sus santos.

Los accitanos del siglo VIII no iban a ser menos. En fecha indeterminada de la octava centuria partió una expedición de mozárabes de Wadi-as (nuevo nombre árabe de Acci) en busca de tierras donde liberarse de las imposiciones musulmanas

Los accitanos del siglo VIII no iban a ser menos. En fecha indeterminada de la octava centuria partió una expedición de mozárabes de Wadi-as (nuevo nombre árabe de Acci) en busca de tierras donde liberarse de las imposiciones musulmanas. Y en el equipaje material se llevaron consigo los restos de su santo y primer obispo cristiano, San Torcuato. Muy pronto aparecen sus restos reenterrados en Santa Comba de Bande (Orense), donde empiezan a ser venerados como el mayor de los Siete Varones, primer obispo y seguidor de los apóstoles Pedro y Pablo, más transportista de Santiago.

Iglesia visigótica de Santa Comba (Coloma) de Bande, considerada la más antigua de Galicia (siglo VII), tumba que acogió a San Torcuato (Trocado en gallego) a partir del siglo VIII. Debajo, cripta donde estuvo el enterramiento; está en la iglesia de Celanova. VINOYCAMINOS.COM

A partir de aquel texto de un accitano emigrado [iv]a Galicia surgieron todas las demás leyendas, historia y literatura en torno a la presencia de Santiago el Mayor en la Hispania del siglo I

Pero no fue suficiente llevarse los restos físicos. Algún presbítero accitano letrado no quiso que se perdiera la memoria de su San Torcuato y compañeros evangelizadores. Por eso escribió una historia en latín que tituló Vita Torquiati et comitum[iii], es decir, la historia de Torcuato y sus amigos. Corría mediados-finales del siglo VIII. Este manuscrito latino está completamente datado y autentificado de esa fecha tan temprana. A partir de aquel texto de un accitano emigrado [iv]a Galicia surgieron todas las demás leyendas, historia y literatura en torno a la presencia de Santiago el Mayor en la Hispania del siglo I.

Surge la leyenda de Santiago. El texto de Vita Torquati empezó a ser copiado en monasterios y a correr por el Norte español cristiano y Sur de Francia. Y a hacerse versiones y variantes cada vez más imaginativas y con más añadidos. Pero con base en la historia surgida en Accitania. Sin duda fue a través del Códex Calixtinus, del siglo XII, cuando el mito de Santiago y su peregrinación recibieron espaldarazo internacional. También sirvió de inspiración para el Martirilogio Linonés y el Oracional de Silos.

Capilla de San Torcuato en Celanova (Orense), con la urna de sus huesos encima del altar. Debajo, detalle de los bajorrelieves en plata con tres escenas: Santiago bautizando a discípulos; el puente hundido y sus perseguidores ahogándose; y el olivo de aceitunas milagrosas sobre el sarcófago. A. MARTÍN

La leyenda de los Siete Varones fue relegándose en beneficio de la más atractiva y local de Santiago y su Camino de peregrinación; en parte porque en el siglo IX los cristianos no podían peregrinar a la Occitania peninsular (reinos de Granada y Murcia) por ser dominio islámico

A principios del siglo IX –tras surgir Vita Torquati–, ya habían empezado a correr por Galicia rumores de que un monte había enterrado un apóstol de Cristo. Cada vez cobraban más fuerza. Procedían del entorno del obispado de Iria, completados más tarde con la inventiva del precursor del marketing del medievo, Ramiro I de Asturias (790-850). La leyenda de los Siete Varones fue relegándose en beneficio de la más atractiva y local de Santiago y su Camino de peregrinación; en parte porque en el siglo IX los cristianos no podían peregrinar a la Occitania peninsular (reinos de Granada y Murcia) por ser dominio islámico. En cambio, en toda la mitad Norte había enraizado el cristianismo como reacción al islamismo de Al-Andalus. Llegaban frailes de Europa para construir monasterios y levantar catedrales. Todo el mundo miraba a Hispania ya que tampoco se podía peregrinar a Jerusalén, recién caída en manos de Saladino. El Camino de Santiago era la solución para buscar el perdón de los pecados; el Camino santiaguista se ponía de moda.

Pocos sabían que Santiago de Zebedeo nunca se alejó de tierras palestinas en el siglo I. Fue martirizado y descuartizado en Jerusalén (hacia el año 43-44 d. C)

Pocos sabían que Santiago de Zebedeo nunca se alejó de tierras palestinas en el siglo I. Fue martirizado y descuartizado en Jerusalén (hacia el año 43-44 d. C). Sus seguidores habrían recogido sus despojos y los enterraron en secreto. Pero las leyendas del siglo IX ya empiezan a ubicarlo predicando en Zaragoza, seguido de los siete Varones Apostólicos. Más tarde se le añadió que había regresado a oriente, donde fue ejecutado por los romanos. Y los Siete Varones, que eran palestinos, tomaron su cuerpo y cabeza, separados, los subieron a una barca en el puerto de Japhá, atravesaron el Mediterráneo, pasaron por las Columnas de Hércules, surcaron las bravas aguas del Atlántico y desembarcaron en Iria-Flabia. Se llevaron su cuerpo tierra adentro, donde fue enterrado en secreto, acompañado por dos de sus discípulos, que también fueron enterrados en las cercanías cuando les llegó su momento.

Cuatro escenas del traslado del cadáver de Santiago desde la costa palestina hacia Hispania por los Siete Varones Apostólicos. Retablo de la iglesia de Santa María in vía (S. XV). Camerino, Italia.

Contrariamente, en la tradición y escritos cristianos entre los siglos I y IX no existe la más mínima referencia al apóstol Santiago en Hispania. Los Hechos de los Apóstoles lo sitúan deambulando sólo por tierras palestinas, donde muere decapitado y es enterrado. Ninguno de los padres de la Iglesia occidental que han dejado escritos lo mencionan como predicador en Hispania, a lo sumo aceptan la visita de San Pablo. San Isidoro de Sevilla (560-630), San Martín de Tours (siglo IV), San Gregorio Bético o de Ilíberis (siglo V), San Julián de Toledo (644-690), la ermitaña leonesa Egeria (siglo VI)… ninguno de ellos escribió una sola palabra sobre Santiago predicando  en España. Sencillamente, porque Santiago no formaba parte por entonces de la historia del cristianismo hispano.

Hay serios indicios de que la tradición oral de la Accitania, escrita por algún emigrante granadino, fue objeto de 'copy-paste' por otros autores altomedievales del orbe cristiano. Ahí empezó a rodar la bola de Santiago, la construcción de su ciudad sobre su tumba y el inicio de su transitado camino de peregrinaje

En este punto es donde enlazamos las similitudes de la historia de San Torcuato, en su Vita Torquati el comitum, con el inicio de la leyenda de Santiago en Compostela. Hay serios indicios de que la tradición oral de la Accitania, escrita por algún emigrante granadino, fue objeto de copy-paste por otros autores altomedievales del orbe cristiano. Ahí empezó a rodar la bola de Santiago, la construcción de su ciudad sobre su tumba y el inicio de su transitado camino de peregrinaje. Un aforismo medieval dice que "el viejo toro hispano sólo puede rascarse la nalga izquierda delantera con la pata derecha trasera" (Sureste versus Noroeste); era una metáfora de lo cerca que pueden estar los corneros opuestos de la piel de toro (forma del mapa de la Península). Veamos las concomitancias tan exactas entre ambas leyendas, la contenida en la tradición tardorromana accitana y la altomedieval compostelana:

Varones. En el Códex Calixtinus coinciden los nombres de los portadores del cadáver de Santiago con los de los Siete Varones Apostólicos. Según la Traslatio S. Iacobi in Hispaniam, sus discípulos, que corresponden con los Siete Varones del Acta Torquati, son los encargados de traer el cuerpo a España. Las fuentes medievales discrepan con el puerto de arribada, aunque hay mayoría señalan la costa mediterránea.

Lucecitas sobre la tumba. En la leyenda de San Torcuato se dice que aparecían lucecitas marcando el lugar de enterramiento en Face Retama. Hoy ese tipo de fosforescencia en los cementerios se achaca a la desintegración del fósforo de los huesos. La tumba de Santiago habría sido hallada en un campo marcado por una estrella (Campus+stellae).

Olivo milagroso. La literatura surgida a partir del siglo X, también el Calixtinus, dice que sobre la tumba del Apóstol fue plantado un olivo que florecía y maduraba en un solo día, y sus frutos curaban a los enfermos. Este hecho es creíble para los campos de Accitania, pero no para los bosques gallegos sin tradición en el cultivo de olivar.

Puente derrumbado. El puente que se derrumba en Acci cuando los Varones eran perseguidos por sus habitantes, hacia 45-65 d. C., en el caso de Galicia se vuelve a repetir prácticamente en las mismas circunstancias. El accidente acaba con la vida de los perseguidores. Evidentemente, la figura del puente es una metáfora del mundo protocristiano que significa romper con el pasado e iniciar una nueva vida por el bautismo en Cristo.

Luparia. Esta matrona iberorromana de Acci, en Galicia repite el mismo nombre, con la variante de Lupa o Loba, de origen celta. Se la presenta como una reina o mujer poderosa, de grandes propiedades, que cede sus tierras y su edificio pétreo para dar sepultura al cadáver de Santiago. Ahí queda olvidado, cubierto de maleza. También en la versión norteña Luparia se convierte al cristianismo y construye una basílica y un baptisterio.

Pico Sacro. Esta mención de los textos santiaguistas bien pudiera referirse a la montaña Sacra que orientaba a los peregrinos para llegar en los primeros siglos hasta la tumba de San Torcuato. No sería otro que la actual Sierra de la Sagra, de pico aguzado y nevado, visible desde todo el Altiplano granadino, tierras almerienses, jiennenses y murcianas.

Cerro de la Sagra (entre Huéscar y Puebla de Don Fadrique), visible desde Murcia, Jaén, Almería y Granada. ¿Sería el Pico Sacro?

Dos discípulos enterrados con Santiago. También algunas leyendas concretan que fueron dos de los discípulos quienes se quedaron “junto” a Santiago para cuidar su sepulcro de Compostela. Ambos quedaron enterrados cerca de él. Uno fue San Torcuato. ¿Cuánto de cerca se quiso expresar con el término junto? Me pregunto si no se referían a las reliquias de San Torcuato y San Eufrasio, ambos sacados de Guadix y Andújar, respectivamente, en el siglo VIII y reenterrados en Galicia. Allí permanecen desde entonces (Tres huesos de San Torcuato fueron donados a Guadix a partir del siglo XVI. El gran recuperador e impulsor de esta tradición en Guadix fue D. Pedro Suárez, a través de su de Historia del Obispado Guadix-Baza. Una leyenda revestida de fondo histórico y arqueológico).

Más coincidencias entre los orígenes de ambos relatos es imposible de acumular entre la historia-leyenda de San Torcuato en Guadix y Santiago en Compostela.  Dos ciudades que deberían estar hermanadas por una “historia” compartida

El estilo en que está redactada la Vita Torquati apunta a un latín vulgar similar ­al que se hablaba y escribía por los mozárabes en la Bética de etapa visigoda. Más coincidencias entre los orígenes de ambos relatos es imposible de acumular entre la historia-leyenda de San Torcuato en Guadix y Santiago en Compostela.  Dos ciudades que deberían estar hermanadas por una “historia” compartida.

Epílogo: Ruta Espiritual de la Accitania. Recientemente ha echado a andar un proyecto de ruta histórico-cultural con la denominación Camino Espiritual del Sur. Se define como una peregrinación a las raíces del cristianismo español. Precisamente recorre territorios del Sureste de la Península Ibérica, coincidentes con una parte de los obispados en que empezaron a predicar los Siete Varones Apostólicos a partir de mediados del siglo I de nuestra era.

Este Camino desea dar a conocer la historia, el patrimonio, la gastronomía y la espiritualidad de los pueblos que recorre. Comienza en Guadix y acaba en Caravaca de la Cruz. En medio va discurriendo por Benalúa de Guadix, Fonelas (Face Retama), Balneario de Alicún, Gorafe, Bácor, Freila Baza, Zújar, Benamaurel, Cúllar, Orce, Galera, Huéscar, Puebla de Don Fadrique, Almaciles, Archivel, Moratalla y Caravaca. Están implicados los respectivos ayuntamientos y los obispados de Guadix y Cartagena-Murcia. Por tanto, la ruta parte de la Prima Sedes Hispaniae (primer obispado de España) y acaba en la Real Basílica de Caravaca de la Cruz, uno de los lugares más importantes de peregrinación cristiana.

Aquí es Accitania la que ha copiado al Camino de Santiago. Se propone un recorrido similar al norteño, a pie, bicicleta o en coche, con una extensión de 322 kilómetros. Atractivos históricos, monumentales, costumbristas, gastronómicos y paisajistas no le faltan. Se recomienda hacerlo en primavera y otoño. El proyecto acaba de echar a andar.

Información complementaria:

Notas bibliográficas:

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  • [i] La historia de los Siete Varones Apostólicos la he tomado de “España Sagrada”, de Enrique Flórez. Págs. 173 a 178. Reedición de 2002, Madrid.
  • [ii] Para conocer a fondo el santuario de Face Retama recomiendo leer el “Santuario rupestre de San Torcuato”, de Antonio Martínez Reyes y otros, en “Mozárabes, identidad y continuidad de su historia”. Está digitalizado en internet.
  • [iii] La traducción Vita o Actas Torquati está publicada por Pilar Riesco Chueca en “Pasionario hispánico”. Universidad de Sevilla, 1995. Una de las versiones más fieles en latín se puede ver en la revista Analecta Sacra Tarraconensia, volumen XX, de 1947. Está digitalizada en internet.
  • [iv] El primero en plantear esta teoría fue A. Fábrega Grau, en “Pasionario Hispánico (Siglos VII a XI), pág, 127. Madrid, 1953. Esta misma tesis (“porque son en esencia la misma historia”) la repite Ladislao Castro Pérez en “Sondeos en la arqueología de la religión en Galicia y norte de Portugal: Trocado de Bande y el culto Jacobeo”. Universidad de Vigo.

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