POR SALVAR LA VIDA AL “ESPADÓN DE LOJA”

Juan Ramón Lachica, el pobre y astuto arriero convertido en el más rico de Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 7 de Mayo de 2023
Una parte de la historia de Granada, que dio origen a una saga de caciques, en un magistral reportaje de Gabriel Pozo Felguera, en el que se cruzan el poder y la ambición, el papel de los periódicos de la época y el nacimiento de una clase obrera. Otra lección de periodismo del mejor cronista de Granada.
Isabel II y su marido en un desfile, en 1848. La rodean sus generales enfrentados durante décadas: a la izquierda, Espartero y sus progresistas; a la derecha, Narváez y sus liberales moderados. El cuadro es fiel reflejo de las guerras entre políticos y militares que se repartieron el poder  a mediados del XIX.
ÓLOEO DE LUIS CHARLES/MUSEO ROMÁNTICO
Isabel II y su marido en un desfile, en 1848. La rodean sus generales enfrentados durante décadas: a la izquierda, Espartero y sus progresistas; a la derecha, Narváez y sus liberales moderados. El cuadro es fiel reflejo de las guerras entre políticos y militares que se repartieron el poder a mediados del XIX.
  • El arriero Juan Ramón Lachica Saeta salvó la vida al brigadier Narváez cuando huía de Espartero hacia Portugal, en 1838; el político le recompensó al llegar a la presidencia del Gobierno

  • El espabilado carbonero amasó una fortuna por el agradecimiento del General, a base de darle contratos del Estado, montar una empresa de transportes y levantar fábricas de azúcar

  • Dos de sus nietos –Juan Ramón y Felipe Lachica Mingo– se convirtieron a principios del siglo XX en los mayores caciques de Granada; fueron expulsados del poder por las manifestaciones y algaradas sangrientas de 1919

El Lachiquismo es sinónimo de caciquismo en Granada. Una rama de los Lachica es asociada con aquella manera tan peculiar de hacer política en el final del siglo XIX y primer cuarto del XX. Porque este apellido fue el que llevó la saga de políticos y alcaldes de Granada que controlaron absolutamente toda la vida pública granadina… hasta el estallido revolucionario de 1919 –“muera el cacique” – que acabó con ellos y contagió a toda España. Aunque la trastienda de sus orígenes es más compleja, sorprendente y desconocida: esta enriquecida familia Lachica tuvo su origen en un golpe de suerte y la astucia de un carbonero/arriero, allá por el año 1838. El patriarca salvó la vida al general Ramón María Narváez y éste supo recompensarle cuando, seis años después, alcanzó la Presidencia del Gobierno de Isabel II y se convirtió en el hombre más poderoso de España entre 1844 y 1868.

El apellido Lachica o La Chica existe en Granada desde tiempos de la conquista cristiana. Por eso abunda mucho en la provincia; todos los que llevan este apellido no son objeto de nuestra historia. Nuestro originario  protagonista Lachica vivía a principios del siglo XIX en Mengíbar (Jaén), como todos sus ancestros desde siglos atrás. Se llamaba Juan Jesús de La Chica Martínez y se dedicaba al carboneo y la arriería, por estar su residencia en un pueblo muy pasajero. Estaba casado con Catalina Saeta.

Muy pocos años más tarde, cargado de familia, decidió emigrar con toda su prole y su reata de burros a Granada

El 12 de agosto de 1817 le nació un hijo más, al que bautizó como Juan José Ramón de la Santa Clara Lachica Saeta. Muy pocos años más tarde, cargado de familia, decidió emigrar con toda su prole y su reata de burros a Granada. Buscaba mejores condiciones de vida. Adquirió una casilla al final de la calle San Miguel Baja (actual Afán de Ribera), cuyos corrales lindaban con las huertas regadas por la Acequia Gorda. Fue a instalarse justo enfrente de la casa-taller de los marmolistas Giménez Arévalo.

Partida de nacimiento en Mengíbar, el 12 de agosto de 1817.

En invierno, cuando faltaba trabajo en el transporte de arriería, solían contratar la tala de alguna dehesa para hacer carbón y venderlo en las ciudades más próximas

Los varones de la familia Lachica se desplazaban con sus burros a transportar mercancías a cualquier parte donde fuesen contratados. En invierno, cuando faltaba trabajo en el transporte de arriería, solían contratar la tala de alguna dehesa para hacer carbón y venderlo en las ciudades más próximas. Acostumbraban a moverse por el sur de Extremadura y Oeste de Andalucía. El otoño-invierno de 1838 contrataron la tala de un encinar en la zona de Doñana. Allí pasaban duras jornadas cortando ramas, haciendo gavillas, apilando las carboneras y apagándolas cuando tocaba.

Visita de un desconocido

Un día de diciembre de 1838 se presentó en su campamento un hombre de mediana edad, bien vestido, educado, mojado, con frío y hambre. Les pidió comida y ayuda para continuar su camino. No les ocultó que venía perseguido, lo asesinarían si conseguían apresarle. El patriarca Juan Jesús Lachica no dudó en prestarle el socorro que demandaba el fugitivo. No obstante, le advirtió que de poco iba a servirle que le dieran de comer y lo dejaran marchar con tal aspecto. Los caminos estarían vigilados por sus perseguidores. Lo mejor sería desprenderse de sus ropas burguesas y convertirse en un carbonero/arriero más. Y así lo hizo el huido. Se mezcló con ellos y esperó un par de días a que organizaran una carga de carbón.

El desconocido metió sus ropas de rico, sus papeles y sus pocas pertenencias en un saco disimulado entre la carga. No llevaba nada de valor con que pagar de inmediato a los carboneros por su ayuda

El desconocido metió sus ropas de rico, sus papeles y sus pocas pertenencias en un saco disimulado entre la carga. No llevaba nada de valor con que pagar de inmediato a los carboneros por su ayuda. El hijo mayor, Juan Ramón Lachica Saeta, con 21 años recién cumplidos, y el desconocido –convenientemente tiznado y disfrazado de arriero– encabezaron la fila de semovientes con jamugas y se dirigieron a territorio de Portugal. No se encontraban demasiado lejos, en los encinares de Sanlúcar de Barrameda a Huelva. Tras unos días de marcha, descargando carbón por los pueblos, consiguieron atravesar el río Guadiana. Cruzar la raya supuso una liberación para aquel hombre misterioso, de buenos modales; por fin podía sentirse a salvo en el país vecino. 

Grabado de Narváez recién llegado a la presidencia del Gobierno por vez primera, en 1844.

Una vez recuperadas sus anteriores vestimentas, el desconocido reveló su identidad y el motivo de su huida al joven Juan Ramón Lachica. Le debió decir algo así: “Soy paisano tuyo, de Loja, me llamo Ramón María Narváez y Campos; soy diputado y general jefe del ejército del Sur. Me veo obligado a huir para no caer en manos del Gobierno, me persiguen soldados del general Espartero, mi enemigo íntimo. Me quieren matar por falsas acusaciones de golpe de Estado. Os agradezco la vida que conservo, me has ayudado a venir hasta aquí sin que ninguna patrulla me reconozca. Te prometo que volveré a España a acabar con el gobierno corrupto, a abrir los ojos a la reina Isabel II, y a poner orden en el país. Sabré recompensaros cuando llegue el momento. Recordádmelo en la primera ocasión. Hasta pronto”.

El brigadier Narváez se esfumó por tierras portuguesas. La familia Lachica no llegó a saber nada más, por el momento. No conoció que tras su entrada a Portugal había cogido un navío y se exilió a Gibraltar con la ayuda del cónsul británico

El brigadier Narváez se esfumó por tierras portuguesas. La familia Lachica no llegó a saber nada más, por el momento. No conoció que tras su entrada a Portugal había cogido un navío y se exilió a Gibraltar con la ayuda del cónsul británico; en el Peñón permaneció dos años en expectativa de acontecimientos. En vista de que el general Espartero había expulsado de España a la reina regente (María Cristina de Borbón Dos Sicilias) y se había convertido él en regente, decidió mudarse a París en busca de la reina madre y con el resto de generales exiliados. Allí se casó Narváez con una francesa, mientras esperaba que España se cansara de los exabruptos de Espartero y acabara con él.

Les buscaban para ajusticiarlos; por eso Narváez pidió ayuda a los arrieros Lachica

En París tuvo tiempo de rememorar su brillante carrera militar, su reciente ascenso a general por méritos en la primera guerra carlista; su cargo de capitán general de los ejércitos del Sur (Mancha, Andalucía y Levante), donde estuvo el año anterior formando un cuerpo de 12.000 soldados. Su estrecha amistad con otro general perseguido por Espartero (Luis Fernández de Córdova) y las supuestas conspiraciones político-militares que llevaron a ambos al exilio, sobre todo por “los sucesos de Sevilla” de noviembre de 1838; ambos generales fueron acusados de organizar un pronunciamiento contra Espartero. Les buscaban para ajusticiarlos; por eso Narváez pidió ayuda a los arrieros Lachica.

Regreso a España y recompensa

Por fin, a finales de 1843, tras cinco años de larga espera en en Gibraltar y París, varias familias de políticos liberales españoles se habían cansado de la Regencia de Espartero, habían declarado la mayoría de edad de Isabel II (con sólo 13 años) y cambiaron las tornas. Ramón María Narváez regresó por Valencia y tras unas leves escaramuzas militares –las últimas de su vida guerrera– consiguió hacerse el hombre fuerte de España. Ya nunca más ejercería como militar, se dedicaría a la política. Si en 1837 ya compaginó el cargo de diputado por las provincias de Cádiz y Granada, a partir de septiembre de 1844 decidió abandonar como diputado y ejercer como senador para el resto de sus días. No sólo como simple senador, sino como el político más poderoso hasta su fallecimiento en 1868. Entre 1844 y 1868 fue siete veces presidente del Gobierno. Acometió una profunda reforma económica y fiscal de España, que afectó a los ejércitos y creó la Guardia Civil como único cuerpo policial. 

El presidente del Gobierno le hizo pasar. Aquella cara le era conocida, aunque no sabría concretar

En el verano de 1844, siendo ya presidente del Gobierno y próximas las elecciones de septiembre, decidió pasar unos días en su casa de Loja[0]. Le anunciaron que un joven se encontraba en la puerta y deseaba comunicarle un asunto importante. El presidente del Gobierno le hizo pasar. Aquella cara le era conocida, aunque no sabría concretar. El joven, de 27 años recién cumplidos, iba vestido de limpio, sin manchas de tizne en la cara y con esparteñas recién estrenadas.

Antiguo palacio de los Narváez en Loja (actual Ayuntamiento), donde nació, descansó a veces y fue enterrado el general y político que protagonizó buena parte de la historia de España en el XIX. AYTO. LOJA.

Narváez le abrazó en presencia de una mujer francesa que no comprendía lo que estaba ocurriendo

No fue necesario que Juan Ramón Lachica Saeta le diera más pistas. Tan sólo con decirle que era el arriero de unos años atrás… Narváez le abrazó en presencia de una mujer francesa que no comprendía lo que estaba ocurriendo. Juan Ramón debió ser osado, astuto e inteligente en su juventud. No se arredró para buscar al general en Loja y pasar a cobrarse lo prometido: Narváez había derrocado a Espartero, se había hecho con el poder absoluto en España y tenía a Isabel II comiendo de su mano. Era el momento de pagarle el favor.

En cuestión de semanas la familia Lachica empezó a recibir contratos de acarreo de materiales en arreglo de caminos, carreteras, canales y todo tipo de obras que promovía el Ministerio de Fomento

Juan Ramón Lachica le expuso que lo del carboneo no daba para tapar todas las bocas de la enorme familia emigrada a Granada. “Si Vuecencia pudiera darnos algún contrato de portes o acarreos de obras públicas, alguna licencia de transporte…” Dicho y hecho. En cuestión de semanas la familia Lachica empezó a recibir contratos de acarreo de materiales en arreglo de caminos, carreteras, canales y todo tipo de obras que promovía el Ministerio de Fomento. Hacia 1850 ya funcionaba la sociedad Lachica y Cía. como empresa transportista y constructora en varias provincias del Sureste español, especialmente Alicante, Murcia y Granada. El dinero empezaba a entrar a espuertas en casa de la calle San Miguel Baja. Por ejemplo, la carretera entre Loja e Iznájar fue arreglada por esta sociedad en 1856 con un presupuesto de 2.500.000 reales de vellón.

El joven Juan Ramón no se conformó sólo con acarrear materiales a las obras con sus mulas y carros. Por esas mismas fechas obtuvo licencia para montar una empresa de transporte con diligencias que cubría los trayectos entre Madrid y Jaén-Granada-Almería; había formado sociedad con el vasco Felipe Barroeta, que tenía incluso barcos para la línea marítima entre España y América. Por los anuncios que ponían en prensa sobre el recorrido Madrid-Granada conocemos que sus diligencias eran de la modalidad “mensajerías aceleradas”, o sea, servicios rápidos diarios que permitían desplazarse entre Madrid y Granada, o viceversa, en sólo 50 horas, con seis de descanso en Bailén y un precio de 184 reales. Toda una proeza de los caballos de postas.

Publicidad de la línea de diligencias Madrid-Granada-Madrid, de Barroeta, Lachica y cía., en la década de 1860-70. A partir de 1873, con la llegada del ferrocarril por Bobadilla, fue desapareciendo lentamente este tipo de transporte.

El joven arriero contrajo matrimonio con la granadina María Angustias Francisca Martínez Guerrero. Este matrimonio engendró, entre otros, a Francisco de Paula Lachica Martínez, quien iba a dar continuidad a sus negocios y sería la rama principal de la hornada de futuros nietos políticos Lachiquitas de principios del siglo XX. Francisco de Paula Lachica apenas tuvo un protagonismo relevante en la vida política granadina, aparte de ser diputado provincial entre 1894 y 1919 por la comarca Loja-Montefrío.

Se codeaba con las dos docenas de títulos nobiliarios que siempre habían sido los más ricos de Granada, más otras dos docenas de comerciantes enriquecidos

Hacia mitad de la década de 1860, Juan Ramón Lachica Saeta empezaba a ser tenido en cuenta como uno de los medianos propietarios de Granada. Se codeaba con las dos docenas de títulos nobiliarios que siempre habían sido los más ricos de Granada, más otras dos docenas de comerciantes enriquecidos. Por aquellos años tomó varias decisiones importantes: la primera fue meterse en política en el partido liberal, sección moderada, a la sombra de su benefactor Ramón María Narváez; la segunda, comprar terrenos de regadío en la Vega de Granada, concretamente en el pago del Cortijo del Conde (del Arco), triángulo Granada-Maracena-Atarfe; la tercera, construirse una casa señorial en la calle San Juan de Dios, 53, justo por encima del Hospital del San Rafael. La familia abandonó el barrio de la Virgen, donde el hijo de la familia Giménez Arévalo (Francisco) había sido enviado a Madrid a estudiar  Maestría de Obras, precedente de Arquitectura. Francisco Giménez Arévalo estuvo muy ligado a sus vecinos Lachica pues ya de estudiante empezó a trazarles carreteras y canales, después le diseñó la casa de San Juan de Dios y más tarde le levantaría las dos azucareras.

La tercera casona de la izquierda, a partir del antiguo Hospital de San Rafael, fue el palacete que se construyeron los Lachica a principios de 1870, cuando se hicieron inmensamente ricos. Había varias bañeras vaciadas de un solo bloque de mármol de Macael.

En 1871, el antiguo arriero, nuevo empresario y político, consiguió su primer acta de senador. Siempre dentro del partido liberal. Para esa fecha, Narváez ya había muerto y España estaba aún más revuelta: habíamos importado al rey Amadeo de Saboya. Lachica debutó como diputado por el distrito de San Justo, lo que le daba derecho a ser senador real. En el Senado permaneció  las legislaturas 1871-72 y 1872-73, precisamente las que coincidieron con la estancia de Amadeo en España. Para ser senador era necesario acreditar que se era propietario o hacendado, casi como para ser senador en el imperio romano; el censo electoral de Granada para elegir senadores en aquellos años apenas superaba el millar de votantes.

Por la documentación que aportó al Senado conocemos que ya en 1871 figuraba en el listado de los 50 mayores contribuyentes a la Hacienda provincial (en el puesto 21), con un pago de 4.628,24 pesetas/año. No obstante, en el epígrafe de contribución industrial figuraba en el puesto número 1, con 3.086,20 pesetas/año

Por la documentación que aportó al Senado conocemos que ya en 1871 figuraba en el listado de los 50 mayores contribuyentes a la Hacienda provincial (en el puesto 21), con un pago de 4.628,24 pesetas/año. No obstante, en el epígrafe de contribución industrial figuraba en el puesto número 1, con 3.086,20 pesetas/año. En las estadísticas que publicaba el BOP anualmente de los mayores contribuyentes por aquellos años de 1871-74, Juan Ramón Lachica siempre aparecía entre los treinta más ricos de Granada, codeándose con la infinidad de títulos nobiliarios que se repartían las tierras desde tiempo inmemorial y que incluso las acrecentaron tras acaparar en las desamortizaciones de 1836 y 1850. Juan Ramón Lachica figuraba, en 1872, como gran terrateniente en los términos municipales de Granada, Ventas de Huelma y Santa Fe.

Listado del BOP en el que Lachica había conseguido, en 1872, ser el industrial que pagaba más impuestos  de Granada. Un cuarto de siglo antes sólo era un pobre carbonero y arriero.

Durante la I República (1873-74) dejó de ser elegido senador, aunque no abandonó la política ni los negocios. Todo lo contrario. Se fue fortaleciendo en el seno del partido liberal. En febrero de 1874 fue nombrado alcalde síndico del Ayuntamiento de Granada. Y unos meses después, ya consolidada la restauración de Alfonso XII, fue nombrado Comisario provincial de Agricultura, Industria y Comercio, algo así como el delegado del Ministerio de Fomento en Granada.

Pionero del negocio del azúcar

En el año 1870 Juan Ramón Lachica no estaba ajeno al nuevo negocio del azúcar de caña y fabricación de alcohol que había renacido en la costa granadina. Observó que el Marqués de Larios estaba abriendo trapiches modernos en la vega del Guadalfeo. Juan Ramón Lachica constituyó una sociedad con las familias Agrela y Rodríguez-Aurioles y decidieron construir su propia fábrica de azúcar a las afueras de Motril; el presidente y mayor accionista era Juan Ramón Lachica; bautizó la factoría con el nombre de su mujer (Fábrica Nuestra Señora de las Angustias, más conocida en la actualidad como La Fabriquilla). Esta primera fábrica de azúcar de caña de Lachica fue montada con diseño y maquinaria franceses, de la firma M. Savalle. Además de obtener azúcar, también fabricaban ron y aguardiente mediante un avanzado sistema. Inmediatamente también importó el mismo sistema otra fábrica motrileña, la del Marqués de Larios.

Edificio de la antigua Azucarera las Angustias de Motril, hoy reconstruida y convertida en oficinas de la policía municipal. AYTO. MOTRIL.
Esquema de la fabricación de ron en La Fabriquilla, en 1872. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

De manera indirecta, Juan Ramón Lachica tuvo mucho que ver con el “boom” azucarero que experimentó Granada con la remolacha a partir de 1882

De manera indirecta, Juan Ramón Lachica tuvo mucho que ver con el “boom” azucarero que experimentó Granada con la remolacha a partir de 1882. Como farmacéutico analista para sus productos de las Angustias de Motril había contratado a un joven farmacéutico que ejercía en Granada; se llamaba Juan López Rubio y se responsabilizaba de diseñar y controlar la calidad de los licores de la factoría. López Rubio, inquieto inventor, no se conformaba con obtener azúcar y aguardientes sólo de la caña costera; estuvo ensayando también la forma de extraer  azúcar de la remolacha.

Hacia 1880 el farmacéutico se convenció de que era factible y rentable adaptar los trapiches costeros en fábricas de trituración y fermentación de remolacha. Contó con el apoyo económico y espaldarazo  que ofrecía la solvencia de Juan Ramón Lachica. López Rubio se lanzó y decidió abrir en 1882 la primera fábrica de azúcar de remolacha de Granada; se llamó Ingenio de San Juan, instalado en el Cortijo de San Juan (Barriada de Bobadilla), con capacidad de molturación de 100 toneladas/día. Comenzaba un boyante negocio para Granada que iba a prolongarse durante casi el medio siglo siguiente. Y que, de paso, daría lugar a un importante impulso económico y enriquecimiento de ciertas clases sociales. [En cambio, cuando en 1895 Juan López Rubio promovió la construcción de la Gran Vía, la familia Lachica fue de las pocas potentes que no tomaron parte en el proyecto].

Se dio cuenta muy pronto que el futuro del azúcar estaba más en la remolacha que en la caña de la Costa

Juan Ramón Lachica se dio cuenta muy pronto que el futuro del azúcar estaba más en la remolacha que en la caña de la Costa. Por eso decidió construir otra fábrica en la Vega de Granada; lo hizo en la zona próxima al Cortijo del Conde, junto a la carretera de Atarfe, aunque en terrenos de Maracena.  En este punto abrió su fábrica Nuestra Señora de las Angustias, con el mismo nombre que la de Motril, pero con distintos socios y capacidad para 200 tm/día; Lachica se quedó con el 20% del capital y el resto lo repartió entre otros 29 accionistas/cultivadores de remolacha. Esta fábrica fue la tercera remolachera que abrió en la Vega de Granada; después le siguieron otras nueve más en pueblos cercanos a la capital. La última de ellas, San Isidro (1901-2), la más grande de todas.

Restos de la Azucarera las Angustias, en Maracena. La torre fue añadida en la década de los 50. Ha sido también centro de fermentación de tabaco y sede de CETARSA. Hoy está cerrada. C. ANDALUZA.COM.

En las elecciones de 1890 fueron denunciados Juan Ramón Lachica y González Alba por haber falsificado las actas con los votos de Atarfe; no habían tenido suficiente con la compra de papeletas

Aún quedan vestigios de aquellas dos fábricas de azúcar y alcoholes que montó Juan Ramón Lachica en Motril y Maracena. La primera fue recuperada de la ruina y forma parte de los edificios públicos motrileños; la segunda fue adquirida en 1903 por la Sociedad General Azucarera, como casi todas las de Granada; para clausurarla al final de la campaña 1905. Los locales estuvieron abandonados hasta que, en 1931, los ensayos sobre cultivo y elaboración del tabaco fueron positivos y se decidió destinar el edificio a Centro de Fermentación del Tabaco. Así permaneció hasta la década de 1950, en que Francisco Prieto Moreno le añadió la torre-faro y una capilla, para reconvertir el complejo en el Centro de Transformación  del Tabaco en Rama (Cetarsa); fue cerrado definitivamente hace algo más de una década. Actualmente, esos terrenos públicos han pasado a propiedad del Ayuntamiento de Granada. El resto del Cortijo del Conde se ha troceado y urbanizado (Mercagranada, almacenes, colegios, etc.) Por cierto, el Cortijo del Conde fue incendiado (29 de diciembre de 1880) por jornaleros que protestaban contra los precios que imponían Lachica y sus socios. En las elecciones de 1890 fueron denunciados Juan Ramón Lachica y González Alba por haber falsificado las actas con los votos de Atarfe; no habían tenido suficiente con la compra de papeletas[2].

El abuelo Juan Jesús Lachica Martínez siempre permaneció en segundo plano, respaldando a su hijo en todos sus negocios. Había nacido también en Mengíbar a finales del siglo XVIII y fue el que decidió emigrar a Granada en la década de 1820-30. Falleció también siendo un rico propietario el 1 de septiembre de 1886.

La saga Lachica se “caciquiza” aún más

El caciquismo andaluz ha existido desde siempre. Pero fue en la década final del XIX y las dos primeras del XX cuando lució todo su esplendor. El turnismo de partidos entre los de Sagasta y Cánovas del Castillo propició el clientelismo en todas las esferas de la vida pública. El régimen semifeudal  lo contaminaba todo. Los braceros comían si se mostraban sumisos al patrono. Este aspecto está suficientemente estudiado y no voy a incidir en él.

La nobleza granadina le reconocía su éxito como empresario hecho a sí mismo, a partir de un simple carbonero, y convertido en rey Midas en pocas décadas; pero lo miraba por encima del hombro

Juan Ramón Lachica debió practicar el viejo aforismo de “ni sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió”. A pesar de su enorme riqueza y poder, ejerció cierto grado de justicia con algunos de sus colonos y trabajadores, a quienes construyó viviendas. En 1885 se implicó de lleno en ayudar a los damnificados por el terremoto de Alhama. Pero eso no le impedía hacer y deshacer desde su poderoso puesto político. Vio cómo nacían las protestas de parados a sus puertas, el hambre en la calle y la miseria; un tímido socialismo obrero se gestaba en las logias masónicas; y aparecían el sindicalismo incipiente de La Obra y Círculo Obrero Católico. En la recta final de su vida se codeó con la aristocracia granadina de rancio abolengo, de manera que incluso tuvo cuadra de caballos para participar en las carreras en el Hipódromo de Armilla. La nobleza granadina le reconocía su éxito como empresario hecho a sí mismo, a partir de un simple carbonero, y convertido en rey Midas en pocas décadas; pero lo miraba por encima del hombro.

A Juan Ramón Lachica Saeta no le dio tiempo a vivir el nuevo siglo y las novedades que traía. Falleció en 1899. Lo enterraron en una bóveda del patio primero del Cementerio de Granada, a nombre de uno de sus hijos.

Francisco de Paula Lachica Martínez (hijo del salvador de Narváez) engendró cinco hijos (Juan Ramón, Felipe, María Luisa, José y Manuel). Los dos primeros son los que más nos interesan para esta historia: Juan Ramón y Felipe Lachica Mingo. Estos fueron los más conocidos por sus actuaciones políticas a nivel nacional, provincial y local. Y también a quienes más se relacionan con el caciquismo local, llamado comúnmente Lachiquismo granadino.

Retratos de Juan Ramón Lachica Mingo en 1907 (como alcalde y jefe provincial del partido liberal García-prietista) y 1919 (diputado en Madrid). MUNDO GRÁFICO.

Juan Ramón Lachica Mingo nació el 15 de julio de 1872 en el domicilio del abuelo (calle San Juan de Dios, 53), cuando su abuelo había alcanzado su culmen político. Su padre se había casado con una muchacha de dieciséis años llamada Justa Mingo Fernández, procedente de Jaén. La holgada posición económica permitió a la familia educar a Juan Ramón en colegios privados, como el Cardenal Cisneros, aunque obtuvo el bachillerato en el Instituto General público (cursos 1883 a 1887). Después asistió a academias particulares y en la facultad de Filosofía-Letras, donde se licenció (en 1896), más un curso de Derecho.

Desde muy joven ya fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Granada, diputado provincial por ser gran terrateniente del distrito Campillo-Savador, teniente de alcalde, alcalde de la capital y diputado nacional

Desde muy joven ya fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Granada, diputado provincial por ser gran terrateniente del distrito Campillo-Savador, teniente de alcalde, alcalde de la capital y diputado nacional. Además de consejero de la Sociedad General Azucarera, donde habían fusionado sus fábricas. Sus biógrafos ya destacaban su enorme valía política al copar, con sólo 35 años, tan altas responsabilidades. Especialmente la jefatura provincial del partido liberal, desde donde hizo y deshizo a su gusto entre 1899 hasta 1919.

Para empezar, ocupó la alcaldía de Granada entre marzo de 1901 y febrero de 1903. Abandonó el cargo para cederlo a otro títere liberal suyo, Juan Gómez Tortosa. Lachica se dedicó a lo que ahora se conoce como “aparato de partido”. En las elecciones de 1905 obtuvo acta de diputado nacional, y la fue renovando  hasta 1919. Es decir, fue diputado durante seis legislaturas consecutivas, concretamente hasta su definitiva caída política del 2 de mayo de 1919, tras las graves manifestaciones y altercados ocurridos en Granada los meses anteriores contra el caciquismo que representaban los Lachica y sus amigos.

Incluso colocó a alguno de ellos como diputado cunero por distritos granadinos; el caso más sonado fue el de Segismundo Moret, presidente del Gobierno, varias veces ministro, presidente del Congreso

En aquel periodo de su poder se las ingenió para granjearse la amistad de las grandes figuras de la política nacional. Incluso colocó a alguno de ellos como diputado cunero por distritos granadinos; el caso más sonado fue el de Segismundo Moret, presidente del Gobierno, varias veces ministro, presidente del Congreso, etc. A éste le sacó el acta de diputado por el distrito alpujarreño de Albuñol en las elecciones de septiembre de 1905 y mayo de 1910. Y ni en Albuñol vieron jamás a Moret ni Moret supo nunca dónde estaba Albuñol.

Una de las medidas más extrañas que tomó fue bautizar la histórica calle Puentezuelas como del General Narváez

Una de las medidas más extrañas que tomó fue bautizar la histórica calle Puentezuelas como del General Narváez, y así se llamó oficialmente durante más de treinta años; en la ciudad se pensaba que era por recordar a un presidente y general de origen granadino, o quizás porque fue el fundador del partido liberal al que pertenecía la familia Lachica. Nadie imaginó que era en agradecimiento por el inmenso favor que hizo a su familia al convertirlos en ricos con las múltiples regalías de la cosa pública[2]. [Puentezuelas recuperó su nombre años más tarde, en tanto que el General Narváez fue desplazado más abajo, a una calle de nueva creación en décadas posteriores].

Retrato de Felipe Lachica, en 1918, pocos meses antes de ser fulminado como alcalde de Granada por los graves sucesos y revueltas ciudadanas de febrero de 1919.

Felipe Lachica Mingo nació al año siguiente de su hermano Juan Ramón, el 26 de octubre de 1873. Pero en este caso el joven matrimonio ya había abandonado la casa del abuelo y residía en la calle Arriola; al lado mismo de los abuelos maternos, los Mingo Fernández (el apellido Mingo procedía de Colmenar de la Oreja, Madrid). Felipe, el segundo varón de la familia, siguió prácticamente los mismos estudios medios que su hermano mayor, pero fue algo peor estudiante: se encaminó a la Facultad de Derecho, donde estuvo estudiando la licenciatura desde el curso 1890 hasta 1898. 

Su hermano mayor heredó el gusto por la política y el poder de abuelo/carbonero/empresario/senador

Su hermano mayor heredó el gusto por la política y el poder de abuelo/carbonero/empresario/senador. Reservó la alcaldía de Granada para su hermano Felipe. Lo colocó de primer edil en la Plaza del Carmen en cinco ocasiones, de manera alternativa, entre julio de 1905 y febrero de 1919; el periodo más largo como alcalde fue entre noviembre de 1909 y noviembre de 1913. En aquellos años del turnismo municipal, las minorías nunca consiguieron gobernar el Ayuntamiento.

Impresionantes fotos dieron la vuelta a España en los periódicos nacionales; menos en los locales, porque solía decirse que no había cacique por entonces que no controlase los periódicos de su pueblo

Felipe Lachica, como alcalde, vivió una de las etapas más convulsas de la historia de Granada. La falta de empleo y de soluciones sociales propició el crecimiento de protestas obreras, agrarias y estudiantiles. En febrero de 1912 tuvo lugar en la Gran Vía una de las mayores manifestaciones “contra el odioso caciquismo en Granada”, del que echaban toda la culpa a Felipe Lachica. Impresionantes fotos dieron la vuelta a España en los periódicos nacionales; menos en los locales, porque solía decirse que no había cacique por entonces que no controlase los periódicos de su pueblo. Además, ninguno de los cinco periódicos locales de esos años tenía capacidad para imprimir fotografías.

En febrero de 1912 ya le dedicaron una aparatosa manifestación por la Gran Vía al alcalde cacique Felipe Lachica. MUNDO GRÁFICO.

Por aquellos años había un periodista granadino que se convirtió en el azote de los Lachiquistas. Hasta 1903 como residente en Granada y corresponsal de medios madrileños; a partir de esa fecha, como redactor y/o director de diarios de Madrid. Se llamaba Enrique Fajardo Fernández, aunque firmaba como 'Fabián Vidal'

Por aquellos años había un periodista granadino que se convirtió en el azote de los Lachiquistas. Hasta 1903 como residente en Granada y corresponsal de medios madrileños; a partir de esa fecha, como redactor y/o director de diarios de Madrid. Se llamaba Enrique Fajardo Fernández, aunque firmaba como Fabián Vidal. Era un hombre de ideología muy de izquierdas y republicano. Su pluma era el látigo que fustigaba a los hermanos Lachica. A través de sus escritos conoció el resto de España las andanzas de los caciques granadinos. Había nacido en Granada en 1883, marchó a Madrid en 1903. Fue hermano del alcalde Luis Fajardo (de Izquierda Republicana), fusilado el 11 de agosto de 1936 en el cementerio de Granada. Fabián Vidal tuvo que exiliarse a Francia tras la guerra civil de 1936-39 y más tarde a México, donde no soportó la soledad, la pobreza, la ceguera y la depresión. Acabó suicidándose en 1948.

Fabián Vidal escribió un durísimo artículo en el diario Informaciones de Madrid (2 de febrero de 1919) en el que acusaba a los Lachica de graves maniobras en Granada. Sirvió para calentar el ambiente de los manifestantes de la Casa del Pueblo de días sucesivos, que acabaron con tres muertos y supuso el entierro político de los Lachiquistas.

La lucha en Granada por copar el partido liberal fue encarnizada desde finales del siglo XIX. Juan Echevarría Álvarez y Juan Ramón Lachica capitanearon corrientes irreconciliables

La lucha en Granada por copar el partido liberal fue encarnizada desde finales del siglo XIX. Juan Echevarría Álvarez y Juan Ramón Lachica capitanearon corrientes irreconciliables. Juan Echevarría fundó El Noticiero Granadino para emplearlo contra las aspiraciones de Lachica como jefe político del partido; sus redactores tenían órdenes de tratarlo de manera dura, amén de prestar atención a cualquiera que le criticara. Por el contrario, Lachica se alió con el Heraldo de Granada para contrarrestarle; dedicó su fortuna a subvencionar el precio de venta para que llegara a más gente, es decir, los diarios de entonces se vendían a 1,5 pesetas, en tanto que el Heraldo costaba 1 peseta, ya que 0,50 céntimos los ponía Lachica. Ambos políticos liberales no cesaron nunca de darse golpes bajos; El Noticiero aprovechaba cualquier ocasión para enviarle manifestantes a la casa de Juan Ramón (vivía en la calle Duquesa, solar de la posterior Jefatura Superior de Policía).

Punto y final en febrero de 1919

El final del caciquismo Lachiquista llegó en febrero de 1919. Desde la Casa del Pueblo ya fue organizada una protesta obrera contra la administración municipal[3] con el lema “Muera el cacique”. Granada estaba más que harta de los manejos de aquel sector del partido liberal. El alcalde Felipe adjudicó el servicio de consumos (impuestos locales) a dedo a la empresa onubense Orta-Limón[4]. Todo el mundo sabía que aquello era un enjuague[5] más, a costa de subir impuestos a los ciudadanos. Esta subida incendió las calles y el 10 de febrero cerró el comercio y la industria en señal de protesta; además, una comisión ciudadana plural, formada por representantes de partidos y asociaciones gremiales, se encaminó a la estación del Sur a tomar el tren para protestar en Madrid. Deseaban que el gobierno de la Nación supiera la clase de política que practicaban los Lachica en Granada. Una nutrida manifestación de jóvenes acompañó a la comisión ciudadana hasta la estación. Paralelamente, otra manifestación estudiantil cogió un ataúd, metió un muñeco que representaba al alcalde Felipe Lachica y se dirigieron a la casa del primer edil (Postigo de Zárate), como si se tratara de su entierro. Después hicieron el recorrido habitual por las calles principales, para acabar con el responso en la puerta de la parroquia de Santa Ana, como era costumbre antes de subir el cadáver al cementerio. Pero en esta ocasión, no continuaron por la Cuesta de Gomérez, sino que arrojaron la caja al río Darro y se despidieron del alcalde Lachiquista para siempre. Aquello debió ser una premonición de lo que iba a ocurrir días más tarde.

El día 11 continuaron las manifestaciones de obreros y estudiantes contra los hermanos que manejaban el poder en la provincia; mientras, se esperaban noticias de la comisión ciudadana enviada a Madrid

El día 11 continuaron las manifestaciones de obreros y estudiantes contra los hermanos que manejaban el poder en la provincia; mientras, se esperaban noticias de la comisión ciudadana enviada a Madrid. Pero un alcalde nervioso, en ausencia de su hermano Juan Ramón (que estaba en Madrid) ordenó a la Guardia Civil que reprimiese a los manifestantes a golpes y a tiros. El resultado de las cabalgadas por el centro de la ciudad fue de tres muertos por disparos: una mujer en un balcón de la calle Reyes Católicos; un estudiante en la Plaza de la Universidad; y un obrero en la calle de la Colcha. Sus entierros congregaron a unas 60.000 personas (más de la mitad de la población de la capital), que exigían el cese de ambos hermanos. Los acontecimientos tuvieron repercusión en otras ciudades, especialmente Madrid. Allí, los estudiantes de la Universidad se sumaron a la huelga y se dirigieron al Hotel Palace, frente al Congreso de los Diputados, en busca de Juan Ramón Lachica.

Doble página que dedicó Mundo Gráfico a explicar los sucesos ocurridos en las manifestaciones contra los caciques, el 11 de febrero de 1919. Se ve el Embovedado tomado por guardias civiles a caballo, concentración frente al Ayuntamiento y los lugares donde se registraron las tres víctimas mortales. También fueron incluidas fotos de dos de las víctimas y medallones con los retratos de los dos hermanos Lachica.
Entierro de los tres muertos y manifestación del 13 de febrero, con unas 60.000 personas que ocupaban la Gran Vía, Plaza Nueva y Reyes Católicos. MUNDO GRÁFICO
En Madrid, una multitud de estudiantes se concentró ante el hotel Palace (donde se alojaba y escondía  el diputado Juan Ramón Lachica), el 12 de febrero. MUNDO GRÁFICO

Felipe Lachica fue cesado inmediatamente por el presidente del Gobierno para calmar los ánimos; también el gobernador civil y el teniente de la Guardia Civil que ordenó la carga. En tanto que Juan Ramón fue objeto de duras acusaciones en el Congreso

Felipe Lachica fue cesado inmediatamente por el presidente del Gobierno para calmar los ánimos; también el gobernador civil y el teniente de la Guardia Civil que ordenó la carga. En tanto que Juan Ramón fue objeto de duras acusaciones en el Congreso; regresó a Granada unas semanas más tarde, tras haber permanecido escondido en Madrid. La ciudad de Granada exigió que fuese expulsado de su territorio. El partido liberal “García-prietista” no tuvo más remedio que pedirle su dimisión. De esta manera acabó la carrera política y la presencia del apellido Lachica en la política caciquil granadina durante los treinta y tantos años anteriores.

'Fabián Vidal' no dejaba pasar ninguna oportunidad para recordar que gentes de Lachica continuaban manejando algunos hilos en Granada. En noviembre de 1921 volvió a denunciar, una vez más, que el caciquismo de los hermanos Lachica intentaba regresar

Felipe y Juan Ramón Lachica Mingo se fueron reincorporando poco a poco a la vida social de Granada, intentando reunificar a todas las facciones liberales e imponiendo candidatos cercanos. Pero pasaron pronto al desinterés ciudadano; empezaba a tomar fuerza el socialismo de la mano de Fernando de los Ríos. No obstante, Fabián Vidal no dejaba pasar ninguna oportunidad para recordar que gentes de Lachica continuaban manejando algunos hilos en Granada. En noviembre de 1921 volvió a denunciar, una vez más, que el caciquismo de los hermanos Lachica intentaba regresar, con noticias como la que sigue (La Voz, 17.11.1921).

La manera de comportarse de aquel nombre era muy diferente a la de sus primos de tres lustros atrás, incluso a la de su tío-abuelo

El apellido Lachica de esta rama familiar todavía aparecería una vez más ligado a la política granadina. En las elecciones de 1933 resultó elegido Manuel de La Chica Damas, del partido Acción Popular. La manera de comportarse de aquel nombre era muy diferente a la de sus primos de tres lustros atrás, incluso a la de su tío-abuelo. Tuvo muy mala suerte, ya que falleció el 8 de abril de 1935, antes de que acabase la legislatura en que gobernaron las derechas y votaron por vez primera las mujeres en unas elecciones generales.

El primero en fallecer de los dos hermanos políticos fue Felipe; se fue al otro mundo el 13 de febrero de 1943. El Ayuntamiento se encargó de enterrarlo a su costa en un nicho a perpetuidad, en el patio segundo del Cementerio. Juan Ramón Lachica sobrevivió hasta el 17 de septiembre de 1957; dejó cuatro hijos y una numerosa descendencia.

Bóveda donde está enterrado el patriarca Juan Ramón Lachica Saeta (fallecido en 1899), más buena parte de sus descendientes de la rama de Manuel Lachica-Soledad Palacios. El último depositado en esta bóveda fue su hijo José Lachica Mingo, el 12 de abril de 1955. Después, fueron borrados los nombres que contenía la placa.
Felipe Lachica fue enterrado con honores de alcalde por la corporación de Gallego Burín. Felipe fue la persona que más veces ocupó la alcaldía de la ciudad. En cambio, su hermano Juan Ramón –alcalde por dos años– fue enterrado en otra bóveda con la familia de su esposa.

NOTA. El periódico republicano El Defensor de Granada siempre estuvo enfrentado a los Lachiquistas. Su fundador y director hasta 1915, Luis Seco de Lucena (además de cronista de la ciudad desde finales del XIX hasta 1936), debió odiar tanto a esta familia que en “Mis memorias de Granada (1941)” no incluyó ni una sola vez el apellido Lachica; no dedicó ni una sola línea a ninguna de las tres generaciones que sobresalieron –para bien o para mal– en el mundo de la empresa y la política de Granada. Se saltó sus nombres en los listados de alcaldes, políticos e incluso obvió el nombre de sus fábricas azucareras.

Citas bibliográficas:

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  • [0] El 28 de enero, mientras desalojaba a Espartero y los ayacuchos del poder, desconocidos prendieron fuego a su palacio, con su madre dentro. Sólo hubo daños materiales
  • [1] En las elecciones de 1918 Juan Ramón Lachica llegó a pagar 25 pesetas por voto en la zona del Albayzín, el sueldo de dos semanas de un obrero. Pero lo habitual era comprarlos con comida o vino.
  • [2] Este modelo de actuación política continúa plenamente vigente en España, tanto por “progresistas” como por “liberales” ¿O No?
  • [3] “Caciquismo, orden social conflictividad rural en Granada, 1890-1923”, pág. 851 y ss.. Salvador Cruz Artacho.
  • [4] Así lo rememoraba el periodista José Acosta Medina, en IDEAL, en 1971.
  • [5] “El cacique buscaba el beneficio económico, para él y su entorno más cercano. Ese fue el caso de Lachica, primero jefe del partido liberal y luego partido conservador, de quien pudo demostrarse que había utilizado caudales públicos en beneficio propio o de su familia, que era responsable de numerosos fraudes o que había realizado inmoralidades como aguar la leche infantil que se consumía en el hospital provincial, contratar la publicación de impresos municipales en una imprenta de su familia, arreglar con fondos públicos caminos particulares, vender bienes propios al municipio, etc”. María Pilar del Hierro, en “Oligarquía y caciquismo en la Andalucía de la Restauración”.

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Algunos otros reportajes de Gabriel Pozo Felguera: