El 'granadino' que fue el más rico de Cataluña
-
El emigrante granadino Serafín Muñoz y su hijo Julio Muñoz Ramonet colocaron a más de 10.000 paisanos en sus almacenes y en fábricas de Barcelona; llegaron a dar empleo a 45.000 personas
-
Las campanas de la iglesia de Jérez del Marquesado (Granada) se llaman Carmen (Villalonga), y Serafina (por el padre); la calle Real se llamó Florinda Ramonet de Muñoz (por su madre)
-
La casa natal de donde nació toda la saga familiar de los Muñoz se conserva tal como la dejaron al emigrar a Barcelona en 1907
Julio Muñoz Ramonet (1912-91), retratado en la imagen en un óleo de los años 60, fue durante muchos años el hombre más rico de Cataluña. Y quizás de España. Era hijo de un emigrante de Jérez del Marquesado (Granada) y de una catalana de la Cerdanya. Llegó a tener más de 45.000 empleados en sus múltiples fábricas textiles, sus hoteles y sus bancos, repartidos por medio mundo. Todo debido a su habilidad para los negocios y su posición durante la guerra civil en el bando franquista. Se casó (1946) con la hija del presidente del Banco Central, Carmen Villalonga, de la que acabó separándose. Llegó a tener como amante a la famosa Carmen Broto, la chica de las Bragas de Oro. Y se hizo con una de las mayores colecciones de arte de Cataluña. Pero en 1985 su imperio financiero hizo aguas; huyó y murió en Suiza, en 1991. Lejos de dejar su palacio y su colección de arte a sus cuatro hijas, instituyó como heredero al Ayuntamiento de Barcelona, para que hiciera un museo en su palacete de la calle Muntaner, 282. Las hijas escondieron la colección antes de que el consistorio barcelonés tomara posesión de la herencia. El palacio ahora es un museo sin apenas obras de valor; el Ayuntamiento y las herederas arrastran un largo proceso por la propiedad de los cuadros, que por ahora va ganando la parte pública.
Esta historia que sigue se centra, fundamentalmente, en los orígenes granadinos de Julio Muñoz Ramonet, el hombre que encendía los puros con billetes de cien pesetas.
A la busca del “padrino” de Jérez del Marquesado
“Padrinos Muñoces”, con mayúscula, como hoy siguen llamándoles en las comarcas andaluzas de Guadix y el Marquesado; también en infinidad de hogares de L’Hospitalet, Terrasa, Barcelona, etc. Porque de los 45.000 empleados que llegaron a sumar las empresas de los Muñoz Ruiz-Muñoz Ramonet descienden muchos miles de personas
Son gentes agradecidas, ajenas a la polémica por la incalculable herencia artística entre el Ayuntamiento de Barcelona y las cuatro nietas del “Padrino”, a cuenta del Palacete de Muntaner 282-90. Hablan de las luces de sus benefactores; soslayan las sombras de la saga, que son muchas por culpa de su pasado de estraperlistas, especuladores y estafadores a la sombra del régimen franquista.
“Padrinos Muñoces”, con mayúscula, como hoy siguen llamándoles en las comarcas andaluzas de Guadix y el Marquesado; también en infinidad de hogares de L’Hospitalet, Terrasa, Barcelona, etc. Porque de los 45.000 empleados que llegaron a sumar las empresas de los Muñoz Ruiz-Muñoz Ramonet descienden muchos miles de personas. Trabajaron para ellos en los mejores tiempos de su emporio empresarial. Algunos todavía lo hacen en las sociedades de sus descendientes.
Del terruño andaluz a El Barato en Barcelona
Los “Muñoces” era el apodo con que desde el último tercio del siglo XIX se conocía en Jérez del Marquesado a la familia formada por Ángel Muñoz Aibar y María Ruiz Tovías. Tuvieron cuatro descendientes: Fernando (nacido en 1874), María del Dulce Nombre (conocida como Mercedes, 1877), Serafín (1879) y Félix (1881). El penúltimo es el que más interesa a nuestra historia.
Inscripción de nacimiento de Serafín Muñoz en el libro de bautismo de la parroquia de Jérez del Marquesado. Existe una nota al margen que indica su matrimonio en Urgel el 31 de agosto de 1910.
Se trataba de una familia clasificada en los libros parroquiales y de apeos como “propietarios”. Eso significaba que tenían medios de producción para sobrevivir, una especie de pequeña burguesía agraria local. El mayor, Fernando, cursó estudios de Derecho en la Universidad de Granada; Serafín trabajó como administrativo en la mina de hierro La Malagueña. Los “Muñoces” tenían una casa de las mejores para la época y, frente a ella, establos para ganado y dos yuntas de mulas.
Los indicios apuntan a que Serafín y Félix se dispusieron a ampliar nuevos horizontes profesionales cuando se abrió junto a sus tierras la línea de ferrocarril Guadix-Murcia
Así pues, Serafín y Félix Muñoz Ruiz no eran braceros o mineros muertos de hambre que un día decidieron huir de su terruño a la industrial Cataluña. A comienzos del XX, para quien no tenía tierras sólo existían tres salidas laborales: en las extensas propiedades agrícolas de la Marquesa del Lombay, en vetustas minas de hierro de extranjeros o se emigraba.
Los indicios apuntan a que Serafín y Félix se dispusieron a ampliar nuevos horizontes profesionales cuando se abrió junto a sus tierras la línea de ferrocarril Guadix-Murcia, hecho ocurrido en 1907. En 1909 Serafín envió a Jérez un retrato datado en la ciudad condal.
Precisamente en 1909 abrió almacenes El Barato en la Ronda de San Antoni. Su propietario era Salvador Sindreu y en la tienda trabajaba una sobrina suya, Florinda Ramonet Sindreu. Serafín Muñoz entró a trabajar como dependiente y acabó enamorándose de ella. Florinda había arribado poco tiempo antes a Barcelona procedente de Martinet, una aldea de la Cerdanya. La boda entre ambos no se hizo esperar: se casaron el 31 de agosto de 1910 en este pueblecito del valle pirenaico. Poco después llegaron los hijos. Álvaro (1911), Julio (1912), Mercedes (fue concejal del Ayto. de Barcelona entre 1985 y 1987) y Diego (fallecido con tres años).
Floridan Simonet Sindréu y Serafín Muñoz Ruiz, en un retrato tomado poco antes del fallecimiento del granadino (hacia 1940).
Comenzaron a abrir telares y tiendas de punto por Barcelona y sus alrededores. Los pedidos de países beligerantes en la I Guerra Mundial fue la oportunidad para que Serafín comenzara a generar empleo y a ejercer de “Padrino” para sus paisanos andaluces
El Barato se quedó pequeño muy pronto para Serafín Muñoz Ruiz y Florinda Ramonet Sindreu. Comenzaron a abrir telares y tiendas de punto por Barcelona y sus alrededores. Los pedidos de países beligerantes en la I Guerra Mundial fue la oportunidad para que Serafín comenzara a generar empleo y a ejercer de “Padrino” para sus paisanos andaluces. Montó Industrias Muñoz en la calle Montserrat, otro gran almacén en el número 77 de la Rambla de Cataluña y decenas y decenas de centros fabriles.
En 1920 los hermanos Serafín y Félix Muñoz ya están imbricados en la sociedad catalana y, sobre todo, son cabeza visible y enlace con los emigrantes andaluces. Ese año copan la junta directiva del Centro Andaluz y de Beneficencia Regional: Serafín es el presidente y Félix el tesorero. Desde esa fecha hasta la II República se ven desinflarse los padrones municipales de las comarcas de Guadix y el Marquesado del Zenete; la mayoría de viajeros llevaba billete de destino hacia alguna de las fábricas o almacenes de los “Muñoces”.
Factura de la tienda de Industrias Muñoz que tenía en la Rambla de Cataluña, 77. Indica que tenía fábrica en la Avda. Virgen de Montserrat.
Con ellos salió también el jerezano José Gómez Serrano quien, entre telares de Can Batllò, se entretenía ideando aparatos de radio. En 1929 se asoció con Rigau para crear RIGOM; en 1939 creó Iberia Radio, después seguiría INTER y algunas más dedicadas a fabricación de televisores.
Factorías textiles en Can Batlló. Tras la guerra civil, la mayoría pasaron a manos de Julio Muñoz Ramonet.
Conservadores y contra-revolucionarios
Tanto Florinda como Serafín se mantenían ideológicamente alineados con posiciones claramente conservadoras, cuando no contrarrevolucionarias. Durante la II República fueron objeto de amenazas y extorsiones por sectores anarquistas y socialistas. Una de las presiones sobre sus intereses comerciales acabó en el asalto de Almacenes Muñoz de Rambla 77, el 13 de noviembre de 1934; unos “desconocidos” asaltaron la tienda, robaron y la destrozaron. Calcularon los daños en diez mil pesetas de la época.
Para esa fecha, el protagonista de la actual pugna judicial (Julio Muñoz Ramonet) entre el Ayuntamiento de Barcelona y las cuatro hijas por la herencia, ya se encontraba estudiando Derecho en la Universidad de Barcelona (promoción 1933-36), al tiempo que adquiría experiencia a la sombra de sus progenitores.
Estos servicios de espionaje debieron ser los que acercaron a los “Muñoces” al nuevo poder que se estaba gestando en España para los siguientes cuarenta años. Favores que, como se ha comprobado posteriormente, fueron devueltos con creces.
Los “Padrinos” vuelven a sus orígenes
Hay constancia documentada de la visita de Julio Muñoz Ramonet en 1950, cuando ya se decía en Barcelona que “era el que iba después de Dios”, por el enorme poder y riqueza que acumuló. Julio llevaba cuatro años casado con Carmen Villalonga, hija del dueño del Banco Central. Más que como a “Padrino”, en Jérez se le recibió como a una mezcla de Caudillo y Mr. Marshall
Sin embargo, sí hay constancia documentada de la visita de Julio Muñoz Ramonet en 1950, cuando ya se decía en Barcelona que “era el que iba después de Dios”, por el enorme poder y riqueza que acumuló. Julio llevaba cuatro años casado con Carmen Villalonga, hija del dueño del Banco Central. Más que como a “Padrino”, en Jérez se le recibió como a una mezcla de Caudillo y Mr. Marshall.
La ignorancia de los lugareños extendió que corría con los gastos de levantar la Sagrada Familia y que allí labraban una capilla para su panteón familiar.
Los jerezanos se vistieron de domingo para admirar la belleza de Carmen Villalonga y la sobriedad de Doña Florinda, que decían era igual que Doña Carmen Polo; algún sirviente que estuvo en la boda de la pareja contó el menú de fábula que sirvieron en San Sebastián, algo sólo al alcance de reyes.
Carmen Villalonga y Julio Muñoz Ramonet,el día de su boda en San Sebastián (1946). El ágape fue el más caro y lujoso de la posguerra española.
Quien estrechaba la mano a Julio recibía un billete de veinte duros. Su primo Antonio Salcedo, que nunca quiso emigrar, le devolvió el billete en un acto de altanería; fue a saludarlo por conocerlo, no como pedigüeño. Al día siguiente la comitiva de “Muñoces y Ramonet” partió en varios coches, uno conducido por el supuesto chófer de Alfonso XIII y otro por un hijo de jerezana llamado Juan Bujet Villalba.
Quien estrechaba la mano a Julio recibía un billete de veinte duros. Su primo Antonio Salcedo, que nunca quiso emigrar, le devolvió el billete en un acto de altanería; fue a saludarlo por conocerlo, no como pedigüeño
El Ayuntamiento decidió cambiar el nombre de la Calle Real de toda la vida por el de Florinda Ramonet de Muñoz. Así estuvo puesta la placa de cerámica en la fachada de una casa hasta la década de los sesenta. En 1966 surgieron quejas en el pueblo y decidieron retirarla. Hoy vuelve a lucir la calle con su nombre ancestral.
El párroco pidió ayuda para comprar campanas. La preciosa iglesia mudéjar de Jérez había quedado destrozada y sin campanas tras la guerra civil. Julio tiró de chequera y dijo al sacerdote que pidiese por su boca. La única condición que puso es que las nuevas campanas llevasen grabados nombres de su familia: se llamarían Juliana por él, Carmen por su esposa y Serafina por su padre. Así se hizo y así continúan tocando cada día, excepto la campana Juliana, que se rajó en 1985 y fue sustituida por otra. Pareciera una premonición, pero aquél fue el año de la caída en desgracia de Julio Muñoz Ramonet, su procesamiento por el juez Baltasar Garzón y su posterior huida a Suiza. Hoy “su” campana lleva el nombre de La Tizná, apodo de la patrona de la villa.
La retirada de la placa en honor a Florinda Ramonet de Muñoz, en 1966, debió sentar muy mal a su hijo. Desde entonces no hay noticia de que regresase más a Jérez ni que se interesara por ayudar a la localidad. El cura de la villa, José María Tortosa, calcula que toda la rehabilitación de su iglesia mudéjar (siglo XVI) se podría acometer con la venta de uno de los cuadros desaparecidos del palacete del Marqués de Alella y centro del actual litigio con el Ayuntamiento de Barcelona.
Casa solariega
Descendientes de los “Padrinos Muñoces” los hay a decenas repartidos por Cataluña y España. Su inmensa fortuna amasada a la sombra del franquismo les llevó a emparentar con grandes empresarios y financieros. Hoy están relacionados con al menos dos títulos nobiliarios. Muchas de las industrias, inmobiliarias, financieras, navieras y comercios tienen sangre y/o apellidos “Muñoces” sentados en sus consejos de administración.
Su inmensa fortuna amasada a la sombra del franquismo les llevó a emparentar con grandes empresarios y financieros. Hoy están relacionados con al menos dos títulos nobiliarios. Muchas de las industrias, inmobiliarias, financieras, navieras y comercios tienen sangre y/o apellidos “Muñoces” sentados en sus consejos de administración
De los cuatro hermanos Muñoz nacidos en Jérez en el último cuarto del siglo XIX, sólo los dos mayores (Fernando y Mercedes) mantuvieron relaciones más estrechas con sus orígenes. La casa familiar es propiedad de los herederos de Fernando, todavía conservan algunas tierras. Acceder a ella supone sumergirse en un ambiente del siglo XIX, el mejor escenario para una película de época. La residencia está casi intacta, tal como debieron dejarla los tatarabuelos Ángel y María. Quizás la casa de la calle Zorrilla, 11, sea la única de toda la población que conserva su sabor decimonónico o quizás dieciochesco: dos plantas de alzado, la segunda abuhardillada con maderas de castaño serrano, paredes encaladas por centenares de capas, suelos de baldosas de barro desgastadas hasta el infinito, muebles y ropajes con dos siglos, fotografías familiares de finales del XIX y muchas de principios del XX, enviadas por sus hijos desde Barcelona. Vajilla semilujosa cartujana, la primera que llegó al pueblo… Y, sobre todo, “en esta cama nacieron todos los Muñoces” –cuenta María, encargada del cuidado de la casa y sirvienta de la familia desde que le salieron los dientes.
Frente a la casa, los corrales junto a la iglesia donde guardaban sus yuntas de mulas, sus bueyes carreteros y demás animales. En los años de la República vendieron un trozo de corral para que levantasen el cine (milagrosamente en pie todavía).
Casa de los Muñoz Ruiz en Jérez del Marquesado. La vivienda se encuentra prácticamente igual que estaba a principios del siglo XX, cuando los hijos emigraron a Cataluña. Descendientes de uno de los hijos se han encargado de cuidarla.
En Jérez hay familiares de emigrantes que se fueron para nunca más volver o algunos semi-retornados que relatan cómo los “Muñoces” fueron los más ricos de Cataluña (y España); entre ellos, la familia lejana de quien fue jardinero de Muntaner 282 –Antonio López Obispo-. “Julio fue más rico y famoso que hoy es Amancio Ortega” –dicen-. Pero añaden, decepcionados, que hicieron poco por el pueblo en comparación con lo que podían haber hecho. Al menos para quienes se quedaron. No se acordaron de crear empleo en esta deprimida comarca andaluza.
En las cuatro fotografías anteriores vemos la iglesia de Jérez del Marquesado ya restaurada; el interior del campanario (con su párroco José María Tortosa) y las campana llamadas Carmen en honor de Carmen Villalonga, cuando era esposa de Julio Muñoz Ramonet (1950), y Serafina en recuerdo de su padre Serafín. Se indica que las donó Julio. El catalán de origen granadino las repuso, pues en la guerra civil habían sido destruidas. La Juliana se cascó y al refundirla la bautizaron como Tizná.
CURIOSIDADES SOBRE JULIO MUÑOZ RAMONET
- Para 1945 se decía ya que Julio Muñoz Ramonet ganaba un millón de pesetas al día y daba empleo a unos 45.000 trabajadores.
- Creó almacenes El Águila y El Siglo, el hotel Ritz, adquirió negocios en Cuba, Filipinas, Tailandia, República Dominicana (fue socio del dictador Trujillo), creó dos bancos en Suiza, inmobiliaria Alós, Interservi, Culturarte… y la Compañía Internacional de Seguros.
Almacenes El Águila (1931), situada en la esquina de calle Pelayo con Plaza de la Universidad de Barcelona. El edificio ardió el 6 de junio de 1981.
- Su fama de empresario, y también su vida social, le aupó a primer plano en España. Se decía en Barcelona que “después de Dios van los Muñoz”.
- El menú de su boda (se casó en San Sebastián) fue el más espectacular y caro de una Europa que intentaba reponerse de la gran guerra. Hoy se calcula que cada cubierto sobrepasaría los mil euros de coste.
- Julio Muñoz Ramonet y sus dos hermanos –además de los descendientes de su tío Félix- han dado origen a una saga de empresarios que se sientan actualmente en infinidad de consejos de administración de las sociedades más importantes de España y Europa.
- Julio Muñoz Ramonet y Carmen Villalonga tuvieron cuatro hijas durante sus años de matrimonio: Carmen, Alexandra, Helena e Isabel.
- Se hizo con la colección de arte Bosch i Catarineu. Estos fueron, hasta 1934, grandes prebostes y empresarios de Barcelona; en 1934, la profunda crisis económica y social abocó a la ruina a la Unión Industrial Algodonera de la que eran propietarios, además del palacete de Muntaner 282-8.
Jardines y hall del palacio donde vivieron los Muñoz Villalonga mientras duró su matrimonio, situado en una enorme parcela de la calle Muntaner. Hoy ha sido convertido en centro cultural de la Fundación Muñoz Ramonet.
- Como coleccionista de arte, la saga de Rómulo Bosch atesoraba más de 2.500 obras que pasaron a propiedad de Muñoz Ramonet cuando compró la Algodonera.
- Julio Muñoz Ramonet siguió acrecentando la colección, que se encontró por casualidad en el lote empresaria, con autores contemporáneos hasta convertir el palacio de Muntaner 282 en un verdadero museo oculto y desconocido para el gran público.
- Iba a suceder a su suegro al frente el Banco Central, pero el divorcio de Carmen Villalonga (en 1973) cercenó su futuro: En vez de heredar el Banco Central, su suegro le retiró el apoyo.
- Tras su separación, su imperio empresarial y financiero se enfiló a la quiebra: Almacenes El Águila ardió de manera misteriosa en 1982; el hotel Ritz cambió de manos… Hasta que en 1985 afloró el agujero de 4.000 millones de pesetas en la gestión de la Compañía Internacional de Seguros.
- En 1986, el joven juez Baltasar Garzón, desde la Audiencia Nacional, lo puso en su punto de mira. Julio Muñoz Ramonet se escondió por medio mundo, huyendo de la acusación de estafa y falsedad. De la noche a la mañana había pasado de “segundo tras Dios” a convertirse en prófugo de la justicia.
- Finalmente acabó refugiado en un hotel suizo. Solo y casi sin recursos. Hasta el extremo de que su amigo Bernd Walter tuvo que prestarle unos miles de pesetas para pagar sus gastos diarios.
- Su muerte tuvo lugar el 9 de mayo de 1991 en el hotel Quellenhof de Suiza. El andaluz (así le apodaban sus empleados) más rico de Cataluña fue enterrado y olvidado en Montjuic.
- En diciembre de 1994, Bernd Walter mandó una carta a Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona. Pero no le hizo caso. Le informaba de la fabulosa herencia de Julio Muñoz Ramonet.
- Entonces Walter la reenvió a El País. En la misiva contaba cómo un filántropo charnego catalán, muerto en el autoexilio huyendo del juez Garzón, había legado a Barcelona una fabulosa herencia en obras de arte. Más un palacio.
- El valor de la colección era de miles de millones de pesetas. Así lo ordenaba un tal Julio Muñoz Ramonet, que donaba el palacio de Muntaner 282 para que un museo llevase su nombre. Y que Barcelona le recordase siempre con una fundación.
- Las cuatro hijas no reconocieron el testamento, que ni las mencionaba. Se negaron a ejecutarlo e impidieron por todos los medios el acceso del Ayuntamiento al edificio.
- En el palacio Muntaner fue rodada la película de Blancanieves mientras se aclaraba el asunto.
- Inventario de obras de arte del palacio: en 1968 se citan 758 pinturas y 67 esculturas y jarrones; había pinturas de Eugenio Lucas (41), Fortuny (26), Goya (18), El Greco (12), Anglada Camarasa (7), Martí Alsina (7), Sorolla (7), Murillo, Madrazo, Rembrandt, Zurbarán, Monet, Rafael (2), Berruguete, etc.
Cuadro de El Greco (El Arcángel Gabriel anuncia a maría que tendrá un hijo), recuperado por el juzgado y depositado en el Palacio en espera de sentencia judicial firme. Es una de los cientos de obras retiradas por los herederos de Julio Muñoz.