'Falacia de un anillo verde'
Nunca una frase me ha perseguido tanto como aquella del célebre pastor Martin Luther King cuando dijo: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”. Después de una vida luchando por los derechos civiles, contra la discriminación, la desigualdad y la pobreza, esta reflexión es el alegato al ecologismo más intempestivo que jamás he escuchado. ¿Por qué plantar un árbol a cuya sombra nunca habría llegado a sentarse? En su apasionada declaración por la justicia, la lucidez de Luther King es la de quien supo entender que el sentido de la vida pasa por el respeto a los árboles y al resto de seres vivos que habrían de venir después de él.
Nuestra ciudad tuvo el mejor pasado con los “Jardines del Alarife”, o Generalife, donde los reyes musulmanes encontraron descanso y donde hoy los granadinos seguimos celebrando la exquisita armonía entre agua, vegetación y arquitectura. Qué lejos ha quedado nuestra ciudad de esa Granada verde que aquellos reyes nazaríes levantaron siglos atrás. Asistimos atónitos a una ciudad que maltrata a sus arboledas y que crece en grandes bulevares, vertebrados por viales hormigonados donde los árboles quedan relegados a diminutos alcorques laterales, como si de pequeñas islas rodeadas por un mar de cemento se tratase.
Es urgente regenerar Granada y cambiar los parques por corredores verdes que tengan continuidad. Bosques urbanos, donde la tierra permita la infiltración del agua de lluvia, atenúe el calor y donde hierbas, arbustos y árboles arrinconen a las baldosas y al cemento.
Las ciudades verdes son mucho más que ciudades donde en sus espacios verdes domina todo menos el color verde. Es urgente regenerar Granada y cambiar los parques por corredores verdes que tengan continuidad. Bosques urbanos, donde la tierra permita la infiltración del agua de lluvia, atenúe el calor y donde hierbas, arbustos y árboles arrinconen a las baldosas y al cemento.
Cuántas veces hemos escuchado acerca de los beneficios que supondría tener más árboles en una ciudad que encabeza el ranking entre aquellas más contaminadas y donde más ha aumentado la temperatura a lo largo de las últimas décadas. Quizás, tantas como escuchado a nuestros dirigentes vendernos un anillo verde que nunca se ha completado y que difícilmente lo hará. Y es que, con la planificación actual, el tan manido anillo verde se fragmentará en muchos de sus tramos, quedando relegado al exiguo cordón de adelfas que franquea la ronda de circunvalación. Así al menos sucederá en el barrio de la rosaleda, donde un gran parking de superficie, viales y rotondas van a ocupar lo que podría ser un gran bosque verde que diera continuidad a parques que, como el García Lorca, Las Alquerías o Gloria Fuertes, quedan arrinconados y adosados a la circunvalación.
Granada ha sido declarada como una de las ciudades más bellas y destino predilecto de millones de turistas de todos los lugares del mundo. A pesar de su incomparable legado arquitectónico, la triste realidad es que todavía nos queda mucho para que Granada ofrezca una calidad de vida comparable a la de otras ciudades. Quizás para eso no nos quede otra alternativa que declarar a los árboles obras de arte, todas únicas e irremplazables. Y quizás, sólo así, honraríamos esas palabras de Luther King que hablarían por nosotros mucho después de que ya no estemos aquí.
Manuel Villar Argaiz es profesor de Ecología de la Universidad de Granada.
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