Crónica de una goleada urbanística y estética
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La demolición de la manzana de Correos propició una plaza presidida por un edificio-mojón, incluido en el “top ten” de los más feos de España
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La cuarta planta mirador pasó, de manera no aclarada, de propiedad de la ciudad a ser ocupada por seis pisos particulares
Los urbanistas y políticos que se hicieron cargo del Ayuntamiento tras la guerra civil desempolvaron la idea de proseguir la construcción de la Gran Vía hasta conectarla, con curva, con la Carrera de la Virgen. No les servía la calle Reyes Católicos sobre el río embovedado. También querían enlazar con la calle Pavaneras y el barrio del Realejo.
Pero la Gran Vía se topaba con un edificio enfrente, que se interponía: la Casa de Correos. Y toda esa manzana por añadidura, donde también estaban el Hotel Internacional y el Teatro Gran Capitán
Pero la Gran Vía se topaba con un edificio enfrente, que se interponía: la Casa de Correos. Y toda esa manzana por añadidura, donde también estaban el Hotel Internacional y el Teatro Gran Capitán. Esta manzana se había conformado en la segunda mitad del siglo XIX sobre lo que fueron iglesia y convento del Sancti Spíritu, además de antiguos solares de la casa solariega de los descendientes de los tres Álvaro de Bazán. Fue otra gran operación urbana tras embovedar este tramo del Darro en la vieja Acera de los Tintes y su ensanche.
A principios de la década de los años cuarenta del siglo pasado, el jefe de la arquitectura municipal −Miguel Olmedo Collantes− empezó a imaginar esta manzana derribada y rebajada de altura para dar una salida luminosa a la Gran Vía, desde la que se contemplarían las cumbres de Sierra Nevada
A principios de la década de los años cuarenta del siglo pasado, el jefe de la arquitectura municipal −Miguel Olmedo Collantes− empezó a imaginar esta manzana derribada y rebajada de altura para dar una salida luminosa a la Gran Vía, desde la que se contemplarían las cumbres de Sierra Nevada. Ese lugar era idóneo para construir un teatro de baja altura, al fondo de una placeta. Pensó que la Gran Vía y el solar de Correos formarían una Y: la pata base era la Gran Vía; el centro, una plaza repartidora de tráfico donde se ubicaría una isleta-monumento; el brazo izquierdo sería una calle para conectar con Pavaneras, que llevaría por nombre Padre Suárez; y el brazo derecho sería una avenida ancha, la verdadera continuación de la Gran Vía a través de la Manigua y abriendo una cala hasta la Plaza Mariana Pineda. Esta nueva arteria, de unos 15 metros de anchura, se llamaría Avenida Álvaro de Bazán, en homenaje al apellido de los antiguos moradores del lugar. Se llevaría por delante el Granero de Abrantes, parte del Convento de las Descalzas, pasaría por detrás del Corral del Carbón, enfilaría por Laurel de San Matías y partiría la calle Navas hasta llegar a plaza Mariana Pineda.
El principal impedimento era derribar el edificio de Correos y reordenar toda la manzana afectada por la “operación Y”
En planimetría municipal de 1942 y 1949 ya vemos esbozada esta operación urbanística de nueva Gran Vía semicircular, que proseguiría por el Embovedado, Puente de Castañeda, atravesaría el barrio de San Antón y acabaría en la Placeta de Gracia.
Pero lo primordial de toda aquella gran reforma urbanística pensada y dibujada en época del alcalde Antonio Gallego Burín quedó sólo en el papel. El principal impedimento era derribar el edificio de Correos y reordenar toda la manzana afectada por la “operación Y”. Estaba delimitada por Reyes Católicos, Sierpe Alta, Plaza de las Descalzas, San Matías y Sancti Spíritu.
Comienza la “Operación Y”
No fue hasta el año 1957 cuando se decidió afrontar la primera parte de la profunda reforma de la manzana de Correos. El Ayuntamiento era propietario de algunas parcelas y acometió la expropiación de otras. Era ya alcalde Manuel Sola Rodríguez-Bolívar. Se empezó por derribar casas en la calle Sierpe, que eran de titularidad de José María Saura Pacheco; este hombre fue un inspector de Hacienda y juez que se casó con una descendiente de los terratenientes Vílchez de Cijuela. A la junta de propietarios se sumaron los que tenían algún edificio más en la manzana de casas.
Los derribos se prolongaron hasta octubre de 1962. El Ayuntamiento tenía claro que se dejaría una placeta en el centro de la Y, que llevaría el nombre de Isabel la Católica. En ella sería recolocada la estatua de Benlliure, instalada en el Salón desde 1892
Los derribos se prolongaron hasta octubre de 1962. El Ayuntamiento tenía claro que se dejaría una placeta en el centro de la Y, que llevaría el nombre de Isabel la Católica. En ella sería recolocada la estatua de Benlliure, instalada en el Salón desde 1892. El arquitecto trazó un plano de reparcelación de las edificaciones resultantes, de la plaza distribuidora de tráfico y de las nuevas calles que se abrirían. El acuerdo fue firmado en la alcaldía con José María Saura Pacheco el 20 de octubre de 1962: quedaba trazado el nuevo barrio tras los derribos.
A José María Saura el Ayuntamiento debía abonarle 1.223.450 pesetas por los terrenos que se le expropiaban para zonas públicas; por el contrario, se le calculó que él debía pagar a las arcas del municipio 5.205.504 pesetas en concepto de plusvalías más 310.000 por contribuciones
Entre las nuevas calles laterales había resultado una manzana de 2.006 metros cuadrados para levantar cuatro grandes edificios de pisos, de por lo menos el doble de altura de los que había hasta entonces. El frontal, el más favorecido, acaparaba toda la fachada a la Plaza Isabel la Católica y daba la vuelta a las dos laterales. Tenía 813 metros cuadrados. A José María Saura el Ayuntamiento debía abonarle 1.223.450 pesetas por los terrenos que se le expropiaban para zonas públicas; por el contrario, se le calculó que él debía pagar a las arcas del municipio 5.205.504 pesetas en concepto de plusvalías más 310.000 por contribuciones.
Las tres grandes parcelas traseras de la nueva manzana empezaron a ser construidas con bloques de hasta ocho alturas más ático
Aunque el asunto se complicó por desacuerdos y recursos en el Tribunal Supremo, las tres grandes parcelas traseras de la nueva manzana empezaron a ser construidas con bloques de hasta ocho alturas más ático. En 1963 el solar que miraba al monumento estaba vallado y presentaba un feo aspecto. El Ayuntamiento se dirigió varias veces a José María Saura instándole a que construyera su bloque.
La contestación al requerimiento municipal no llegó al Ayuntamiento de parte de José María Saura, sino que fue el Banco de Santander el que, en carta del 7 de enero de 1969, se dirigió al alcalde afirmando que había adquirido el solar para levantar su sede principal
Corría octubre de 1968 cuando el Ayuntamiento volvió a exigir que fuese construida la parcela de una vez, ya que los demás edificios de la manzana estaban levantados. La contestación al requerimiento municipal no llegó al Ayuntamiento de parte de José María Saura, sino que fue el Banco de Santander el que, en carta del 7 de enero de 1969, se dirigió al alcalde afirmando que había adquirido el solar para levantar su sede principal. En otra comunicación de unos días después (28 de enero) el Banco informa al Ayuntamiento que ha encargado el proyecto de obra al arquitecto madrileño Juan Antonio Ridruejo Brieva y que ya lo tenía muy adelantado.
Pero pasaban los meses y el solar seguía convertido en un cascajar. Nuevamente, el alcalde se dirigió al Banco en septiembre de 1969 instándole a que, de una vez, construyeran en su parcela.
Lo que parecía iba a convertirse en una gran plaza repartidora de tráfico y continuadora de la Gran Vía por la Manigua, pronto se vio que había quedado en una plaza más modesta y una manzana de grandes bloques de pisos de lujo
Lo que parecía iba a convertirse en una gran plaza repartidora de tráfico y continuadora de la Gran Vía por la Manigua, pronto se vio que había quedado en una plaza más modesta y una manzana de grandes bloques de pisos de lujo. De Gran Vía/Álvaro de Bazán a través de una cala en la Manigua, nada de nada. El lugar tan vistoso y céntrico era el más adecuado para abrir su edificio principal el BS en Granada. Era el centro financiero, justo al lado del Banco de Bilbao, del Banco Central, de Banesto, del Hispano Americano y de Créditos la Paz.
Arranca la operación Torre Banco de Santander
Los derribos de la manzana y la traza habían correspondido al alcalde Manuel Sola. Pero su tiempo municipal se había acabado, lo trasladaron a Madrid como director general de Administración Local. Su flamante sucesor, José Luis Pérez Serrabona, recibió entre sus primeras visitas al delegado del banco Ramón Legerén Varela y al arquitecto madrileño Juan Antonio Ridruejo Brieva. Éste era el técnico de confianza del consejo de administración del BS, quien le había levantado los mejores edificios por toda España; era hijo de quien fue presidente del Banco Ridruejo (Epifanio Ridruejo Botija) y consejero del Santander. También hermano de la famosa Pitita Ridruejo.
La primera idea que expuso al alcalde fue levantar una gran torre moderna que se viera desde muchos kilómetros, casi compitiendo con la torre de la catedral. A los munícipes les pareció exagerado, había que rebajar las pretensiones
La primera idea que expuso al alcalde fue levantar una gran torre moderna que se viera desde muchos kilómetros, casi compitiendo con la torre de la catedral. A los munícipes les pareció exagerado, había que rebajar las pretensiones. Un concejal les sugirió que hicieran una especie de copia de la sede principal del Banco en su ciudad de origen, donde un gran arco romano permite que una calle pase por debajo. De esta manera se daría comunicación a las Descalzas. Pero ya era prácticamente imposible: los otros tres solares de la manzana no eran del Banco Santander y, además, ya estaban construidos o en fase de obras.
A principios de 1970 ya se tenía un proyecto en el Ayuntamiento, bastante menos voluminoso que las pretensiones iniciales de 14-15 alturas
Por fin, a principios de 1970 ya se tenía un proyecto en el Ayuntamiento, bastante menos voluminoso que las pretensiones iniciales de 14-15 alturas; se creó una comisión para estudiarlo que estuvo integrada por los tenientes de alcalde Antonio Morales Souvirón y Rafael Zurita Requena, más el arquitecto Miguel Olmedo Collantes y otro técnico de la Comisión Provincial de Monumentos.
El 15 de abril de 1970 fue presentada en público la maqueta del nuevo edificio y su relación con los volúmenes laterales de la Plaza Isabel la Católica. Evidentemente, resaltaba el gran volumen del edificio propuesto para el Banco de Santander, tres plantas por encima del nuevo Banco de Bilbao y más del doble que la casa del Duque de Abantes.
Se trataba de un edificio exagerado para un lugar tan céntrico del casco viejo. Sus defensores aducían que otros más grandes estaban en construcción o tramitándose en Avenida Calvo Sotelo, Andaluces y Doctor Olóriz. Pero para ese punto tan sensible de la ciudad no gustaba
Se trataba de un edificio exagerado para un lugar tan céntrico del casco viejo. Sus defensores aducían que otros más grandes estaban en construcción o tramitándose en Avenida Calvo Sotelo, Andaluces y Doctor Olóriz. Pero para ese punto tan sensible de la ciudad no gustaba. Aunque estaba retranqueado ochenta metros con relación a la fachada que tuvo Correos, no cumplía, ni mucho menos, con la intención de eliminar el tapón en que acababa la Gran Vía. No era eso lo que había dibujado con su teatro de tres alturas el urbanista Miguel Olmedo Collantes en su juventud.
El proyecto de edificio original sería erigido sobre un solar de 820 metros cuadrados. Tendría tres plantas subterráneas, el bajo con unos soportales corridos en sus tres fachadas; las plantas una y dos serían para oficinas del Banco y estarían cubiertas por mamparas lisas de cristales; la planta tercera quedaría completamente diáfana, se destacaba la originalidad de que era un espacio dedicado a mirador ajardinado; llevaba una escalera lateral por la fachada de las Descalzas para acceder libremente por parte de los ciudadanos. Era una especie de compensación/regalo a la ciudad. El resto del edificio, es decir, las plantas 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 iban para pisos de lujo. Y encima se coronaba con otra planta ático. Rematadas por dos torretas en la terraza practicable, sin tejas como lo estaban sus tres bloques vecinos.
La polémica, un tanto tibia, circulaba por las calles de Granada nada más conocerse los planos y la maqueta. La gente empezaba a posicionarse a favor y en contra. La prensa local tan pronto decía que “no dañará al paisaje” (Ideal 12. 11. 1972) como admitía alguna carta contraria
La polémica, un tanto tibia, circulaba por las calles de Granada nada más conocerse los planos y la maqueta. La gente empezaba a posicionarse a favor y en contra. La prensa local tan pronto decía que “no dañará al paisaje” (Ideal 12. 11. 1972) como admitía alguna carta contraria. Por fin, el 16 de noviembre de 1972, en pleno debate sobre su altura, el Pleno municipal aprobó el proyecto de construcción; la única condición que puso fue que se le rebajara una planta de altura y se le eliminasen las dos torretas del tejado. El enorme bloque-pantalla les pareció adecuado para lugar tan histórico.
Las obras comenzaron sin ningún tipo de prospección arqueológica
Las obras comenzaron sin ningún tipo de prospección arqueológica. Se trataba de un lugar sobre el que estuvo construido el Palacio de los Córdova hasta 1919, el Teatro descubierto Gran Capitán. Todo ello sobre el solar y cementerio de la iglesia del Sancti Spíritu, siglos XVI y XVII, y el palacio de los Álvaro de Bazán. ¡A saber lo que desenterraron las excavadoras! Corría septiembre de 1973 y la obra era llamada “la inacabada”. Pero ya se veía que su volumen empezaba a no gustar. Arreciaban las críticas (Destacaron Gonzalo Moreno Abril y Manuel Orozco).
El Banco de Santander, conocedor de esas críticas, desplegó una campaña publicitaria en cartelería y prensa en la que destacaba que estaba celebrando sus bodas de plata en la ciudad con una gran aportación a la arquitectura moderna
En diciembre de 1973, el Banco de Santander, conocedor de esas críticas, desplegó una campaña publicitaria en cartelería y prensa en la que destacaba que estaba celebrando sus bodas de plata en la ciudad con una gran aportación a la arquitectura moderna. Daba por vieja, papel mojado, la estampa del anterior edificio de Correos y presentaba una modernidad engañosa de la plaza enseñando la fachada del Banco de Bilbao, no cómo quedaría la suya. (Por cierto, la del Bilbao tampoco es adecuada para el lugar, pero no canta tanto).
En la página de la derecha, la foto daba a entender que el nuevo edificio sería del estilo del Banco de Bilbao, con el siguiente texto: “Hay que preparar el futuro. Hemos comenzado a levantar el nuevo edificio de nuestra oficina, para que el futuro entre en él. Los tiempos ofrecen nuevas perspectivas para la economía granadina y los hombres de Santander se preparan para el brillante futuro de la capital de Andalucía Oriental, Granada. 25 años en Granada”.
Para esa fecha se conocía en Granada que el proyecto sería rebajado en una planta, sin las torretas, pero no que había sufrido modificaciones más que sustanciales sobre el modelo original
Para esa fecha se conocía en Granada que el proyecto sería rebajado en una planta, sin las torretas, pero no que había sufrido modificaciones más que sustanciales sobre el modelo original. Se había incorporado al equipo de arquitectos el joven licenciado Mariano Bayón Álvarez. Algunas alteraciones fundamentales quedaron patentes muy pronto: la tercera planta mirador-jardín fue subida a la cuarta y ampliado el espacio de oficinas.
El bloque empezó a crecer y crecer en los meses siguientes. En octubre de 1975 ya estaba la mosca detrás de la oreja de varios concejales, de unos cuantos arquitectos y de muchos ciudadanos: ese mastodonte no era lo que se esperaba
El bloque empezó a crecer y crecer en los meses siguientes. En octubre de 1975 ya estaba la mosca detrás de la oreja de varios concejales, de unos cuantos arquitectos y de muchos ciudadanos: ese mastodonte no era lo que se esperaba. Se reunió de urgencia la comisión municipal de urbanismo, bajo la presidencia del concejal responsable Carlos Sánchez, y emitieron un informe por el cual aseguraban que “las obras del Banco de Santander se ajustan al proyecto aprobado”. Misteriosamente, a pesar de las importantes modificaciones, desde el Ayuntamiento se insistía que, hasta el día de la fecha, las obras se ajustaban al proyecto. No obstante, se pedía paciencia porque la obra no estaba acabada y todavía faltaba el remate de la fachada principal, referidos a sus aspectos “decorativos y artísticos que den al edificio la fisonomía que en el proyecto aprobado aparecen”. El Banco Santander ofreció la planta cuarta mirador a la ciudad, en calidad de propietaria, para que hiciera uso público de ella. Así se acallarían algunas quejas.
Por fin, en mayo de 1975 el edificio del Banco de Santander reveló su verdadera cara: era un adefesio que no gustaba para ese lugar de la ciudad. La última sorpresa que no figuraba en el proyecto original era el recubrimiento de las tres fachadas con unas lamas o celosías movibles. Las que conserva en la actualidad
Por fin, en mayo de 1975 el edificio del Banco de Santander reveló su verdadera cara: era un adefesio que no gustaba para ese lugar de la ciudad. La última sorpresa que no figuraba en el proyecto original era el recubrimiento de las tres fachadas con unas lamas o celosías movibles. Las que conserva en la actualidad. La Comisión Provincial de Patrimonio Histórico-Artístico se sintió engañada e instó al Ayuntamiento a actuar; emitió un comunicado que decía: “… La Comisión expresó sus dudas respecto al cumplimiento del proyecto favorablemente dictaminado; respondiendo por entonces el Ayuntamiento de Granada en el sentido de que la obra se ajustaba al mencionado proyecto. Sin embargo, finalizada la obra y la colocación de la celosía que cubre la parte superior de su fachada, se observa una discrepancia con el diseño conocido por la Comisión. Asimismo, la elección del color verde para las lunas que cubren la fachada en sus plantas inferiores anula casi por completo la contemplación desde la Gran Vía del monumento a Isabel la Católica y Cristóbal Colón, obra el insigne Benlliure; ya que las efigies del monumento, por ser de bronce, tienen el tono verdoso característico de dicho metal cuando se halla a la intemperie. La Comisión ruega al Ayuntamiento de Granada adopte las medidas necesarias para la corrección de estos inconvenientes”.
Nadie hizo nada por solucionarlo desde ninguna instancia oficial competente. No sabemos si por ignorancia, desgana o complicidad con los promotores
Nadie hizo nada por solucionarlo desde ninguna instancia oficial competente. No sabemos si por ignorancia, desgana o complicidad con los promotores.
La misma Comisión Provincial de Urbanismo, en sesión de 22 de mayo de 1976, insistió en otro informe al Ayuntamiento que el edificio resultaba antiestético para la zona. Así lo reprodujo la prensa local, que por entonces también publicaba cartas en contra de una realidad que no gustaba a los granadinos y extrañaba a los visitantes.
Herencia del urbanismo de la Dictadura
Sobrevinieron unos años de vorágine política, justo cuando el bloque acababa de nacer, de transición de la Dictadura a la Democracia. Fueron tiempos en los que un escándalo urbanístico tapaba semanalmente a otro. El Ayuntamiento había dado por bueno el nuevo edificio conformado por tres sótanos de aparcamientos, trasteros, bajo y tres plantas de oficinas para el Banco de Santander y otras cuatro plantas para pisos de lujo. Más una terraza-ático. Además del gol colado a la ciudad con tan enorme volumen edificatorio en un lugar céntrico, la gente empezaba a hablar de un segundo gol por la fealdad de las celosías.
En mitad, lo que era la planta cuarta sin sentido, que quedó completamente diáfana en sus 820 metros de superficie. Decían que eso sería un mirador-jardín como regalo a la ciudad de Granada. No se sabía si para compensar la fealdad del mojón encajonado en el casco histórico o para acallar bocas
Llamaba la atención que el edificio en realidad asemejaba dos cajas superpuestas: la parte baja acristalada en un tono que pretendía dar profundidad de bosque a la Plaza, pero cuyos cristales desfiguraban los edificios y el monumento por no estar lo suficientemente planos. Lo llamaban espejos de los horrores de feria. En mitad, lo que era la planta cuarta sin sentido, que quedó completamente diáfana en sus 820 metros de superficie. Decían que eso sería un mirador-jardín como regalo a la ciudad de Granada. No se sabía si para compensar la fealdad del mojón encajonado en el casco histórico o para acallar bocas. Explicaron que habían construido una escalera de losa volada, independiente en el lateral de las Descalzas, para que todos los granadinos y turistas pudiesen extasiarse contemplando la magnificencia de la Gran Vía y la Catedral por el frente, la Alhambra y Torres Bermejas por el costado derecho y los tejados de la parte baja de Granada y su Vega si nos asomábamos por la izquierda.
Los granadinos apenas supieron que ese espacio era suyo, aunque dispone de unas escaleras empinadas y trabajosas para acceder; las flores de aquel espacio público horizontal, incrustado en un edificio que traía la modernidad, nunca fueron plantadas, la cafetería no abrió, los asientos no llegaron
El mirador iría dotado de una cafetería para poder descansar tomándonos un refrigerio. Todo perfecto. Pero las vistas hacia la Alhambra se hicieron imposibles con los dos bloques de siete plantas que levantaron en la acera de enfrente (continuación de Pavaneras, nunca se la bautizó como Padre Suárez). Los granadinos apenas supieron que ese espacio era suyo, aunque dispone de unas escaleras empinadas y trabajosas para acceder; las flores de aquel espacio público horizontal, incrustado en un edificio que traía la modernidad, nunca fueron plantadas, la cafetería no abrió, los asientos no llegaron. Poca gente consiguió subir a ver las panorámicas. El Banco y los vecinos no deseaban que aquello se convirtiera en placeta, ni en bar de charla. Menos aún si hubiesen imaginado la que se avecinaba con los futuros botellones nocturnos.
En cierto modo, el Ayuntamiento hizo dejación de responsabilidad al no ocupar, registrar y publicitar aquel bien ganado para la ciudad
Muy pronto se cerró con cancela. Los ciudadanos nunca supieron que era suyo ni tuvieron la oportunidad de adueñarse de su espacio. Los políticos de la joven transición estaban entretenidos con sus trifulcas y ciertos técnicos urbanistas en sus asuntos inconfesables. En cierto modo, el Ayuntamiento hizo dejación de responsabilidad al no ocupar, registrar y publicitar aquel bien ganado para la ciudad.
Dos intentos de concejales socialistas
Corrieron los años y aquella cuarta planta de 820 metros continuaba diáfana y olvidada. Nadie se explicaba cuál era el motivo. En tanto, periódicamente, salía a relucir la necesidad de que había que quitar los cristales de la fachada y, a poder ser, las horrorosas celosías de las plantas superiores.
Se estaba ultimando el Plan General de 1985 y se estaban combatiendo e intentando corregir infinidad de desmanes urbanísticos consolidados, pendientes o pretendientes
Durante el segundo mandato del alcalde socialista Antonio Jara (1983-87) su concejal de Urbanismo, José Olea Varón, se interesó por este asunto. Se estaba ultimando el Plan General de 1985 y se estaban combatiendo e intentando corregir infinidad de desmanes urbanísticos consolidados, pendientes o pretendientes. El propio concejal encabezó una visita a la planta cuarta y se investigó la forma de corregir en lo posible aquel desaguisado.
El gobierno socialista quedó sorprendido al comprobar que nadie del Ayuntamiento se había ocupado de escriturar ni registrar la planta mirador como propiedad de la ciudad. Iba ya para diez años de olvido
Había dos colectivos afectados, el de propietarios de pisos y el Banco. El primero no tenía por qué saber de un tema que le vino heredado cuando compraron sus casas; el segundo, escuchó. El gobierno socialista quedó sorprendido al comprobar que nadie del Ayuntamiento se había ocupado de escriturar ni registrar la planta mirador como propiedad de la ciudad. Iba ya para diez años de olvido. En la práctica, la planta cuarta continuaba siendo propiedad del titular de la licencia. Pero nada se hizo desde la Corporación para escriturar la propiedad de la ciudad. “Éste era un problema menor entre tanto barullo urbanístico intentando echar a andar el Plan de 1985”. Así lo recuerda el propio José Olea, quien pasó de concejal a presidente de la Diputación.
En 1988 fueron sustituidos los cristales verdes de la parte baja de fachada; colocaron otros que no vinieron realmente a mejorar mucho la estética, aunque los reflejos de los edificios dejaban de aparecer deformados
En 1988 fueron sustituidos los cristales verdes de la parte baja de fachada; colocaron otros que no vinieron realmente a mejorar mucho la estética, aunque los reflejos de los edificios dejaban de aparecer deformados. En 1990 fueron los propios dueños de la parte baja del edificio, el Banco de Santander, quienes se mostraron favorables a retirar los cristales de las tres primeras plantas; dijeron que habían encargado un estudio para la sustitución de los espejos de la fachada por otros materiales más acordes con el paisaje urbano; sería el arquitecto Bayón quien lo realizaría. No obstante, el BS sólo se responsabilizaba de su zona acristalada, pero no del resto del edificio, que ya estaba en propiedad de 22 compradores iniciales. El intento del BS murió en un comunicado.
[Concretamente, el Banco era propietario de los tres sótanos de aparcamiento y almacenes, que sumaban 32 plazas; entre el bajo y las tres primeras plantas de oficinas sumaba 2.847 metros. Los 820 metros de las plantas quinta, sexta, séptima y octava se los repartían cuatro pisos por forjado, con superficie mínima de 116 metros y máxima de 291. A estos había que sumar los 820 de teórica propiedad de la ciudad de Granada].
La mayor parte del colectivo de arquitectos opinaba que era el mejor modelo de destrucción urbanística
La mayor parte del colectivo de arquitectos opinaba que era el mejor modelo de destrucción urbanística. Aunque también hay algunos arquitectos que lo alaban por su modernidad, entre ellos varios enseñantes a estudiantes de arquitectura. Por el contrario, algunos medios especializados recurren periódicamente a clasificar los edificios más feos de España e, indefectiblemente, éste aparece entre los diez de cabeza. (La última revista de arquitectura en calificarlo como el noveno edificio más feo de España lo pueden ver en el siguiente enlace: Los 15 edificios más feos de España (ordenados de más a menos).
El intento más serio por mitigar la fealdad del mojón levantado por el Santander lo protagonizó el concejal de Urbanismo Manuel Pezzi Ceretto en octubre de 1992, con Jesús Quero ocupando la alcaldía
El intento más serio por mitigar la fealdad del mojón levantado por el Santander lo protagonizó el concejal de Urbanismo Manuel Pezzi Ceretto en octubre de 1992, con Jesús Quero ocupando la alcaldía. Tres décadas después, Pezzi todavía recuerda que “nos estorbaba aquel edificio tan feo, como cierre de la Gran Vía. Aún hoy miro para otro lado, es una pesadilla”. Propuso al Banco Santander remodelar la fachada, como se hizo con otras para el Mundial de Esquí. “Intenté cambiar el aspecto de las placas, que estaban muy deterioradas y eran objeto de críticas”. También estudiaron el tema de la propiedad pública de la planta cuarta. Si los dueños no se avenían, este concejal −con fama de echao p’alante− amenazó con sembrar una chopera detrás del monumento a Isabel la Católica. Las ramas taparían el edificio en pocos años y, de paso, fastidiarían las vistas a banqueros y propietarios de los pisos altos.
En este estado de cosas se hallaba cuando en agosto de 1994 el concejal fue llamado como consejero de la Junta a Sevilla. [Manuel Pezzi se marchó a Sevilla en agosto de aquel año, fue diputado regional, nacional; actualmente el presidente del PSOE-A].
Había que buscar una fórmula para rebajar el impacto visual, ya que por las buenas poco se había conseguido en dos décadas de existencia de este edificio repleto de incumplimientos e irregularidades
El Banco Santander pareció darse por aludido. Había que buscar una fórmula para rebajar el impacto visual, ya que por las buenas poco se había conseguido en dos décadas de existencia de este edificio repleto de incumplimientos e irregularidades. El Ayuntamiento sugirió la cesión de la planta-mirador, inservible y cerrada durante dos décadas, para reconvertirla en pisos. Con sus beneficios se podría acometer un lavado integral de la fachada para sacarla de la clasificación de fealdad.
La parte política y de la jefatura urbanística del Ayuntamiento miraron para otro lado y el enjuague quedó consolidado; las escrituras y el registro de los pisos fueron firmados en 1994
Pero sin saber cómo, apareció como intermediario el empresario Antonio Montoro Aivar; éste solicitó licencia municipal para cerrar la cuarta planta, compartimentarla en seis pisos más y venderla. De tener consideración tácita (que no registral) de propiedad pública, pasó a ser vendida a seis particulares. Aquella licencia dio pie a que un funcionario de Urbanismo prosiguiera la investigación en el mismo sentido que había abierto José Olea una década anterior. Lo único que consiguió es que “una mano negra” −según lo califica el protagonista afectado, ya jubilado− se encargara desde arriba de paralizar el expediente y conceder la licencia sin rechistar. La parte política y de la jefatura urbanística del Ayuntamiento miraron para otro lado y el enjuague quedó consolidado; las escrituras y el registro de los pisos fueron firmados en 1994.
El Banco Santander (ya sin la “de”) miró para otro lado y no cumplió con el adecentamiento de la fachada a cambio del beneficio obtenido por la venta de una planta que era de la ciudad
El Banco Santander (ya sin la “de”) miró para otro lado y no cumplió con el adecentamiento de la fachada a cambio del beneficio obtenido por la venta de una planta que era de la ciudad. Se comentó en los mentideros que la entidad ya había mejorado la calidad de sus cristaleras hasta la tercera planta, que era realmente su parte; el resto del lavado deberían acometerlo los propietarios de las viviendas particulares. Por supuesto, no estaban dispuestos a hacer un importante desembolso para solucionar un problema que ellos no habían creado. Encima, se rumoreó que el arquitecto diseñador de las lamas estaba dispuesto a emprender acciones judiciales si alguien modificaba su diseño, que había patentado como invención propia. (Este detalle no lo he podido confirmar de fuente original).
El siguiente concejal no plantó la barrera de chopos para tapar el edificio, según amenazó Pezzi. El Ayuntamiento sembró unos cuantos magnolios italianos de unos tres metros de altura
El siguiente concejal no plantó la barrera de chopos para tapar el edificio, según amenazó Pezzi. El Ayuntamiento sembró unos cuantos magnolios italianos de unos tres metros de altura. Estos árboles han duplicado y casi triplicado hoy su altura, rozan la tercera planta, pero lo más probable es que suban muy poco más. Sólo conseguirán esconder una parte acristalada, que es la menos perjudicial de todo el conjunto.
Último capítulo: Un hotel de lujo y no pisos turísticos
En el año 2002, el Banco Santander ya había culminado la absorción del Banco Hispano. Éste tenía su sede principal en Gran Vía 3, esquinas a Zacatín y Oficios. Un edificio histórico levantado en 1919 con proyecto de Ángel Casas, en el contexto de apertura de la Gran Vía. Edificio historicista de mucho más valor estético que nuestro protagonista de la Plaza Isabel la Católica. El nuevo propietario, el BS, trasladó su sede provincial a la Gran Vía y cerró el acristalado. Lo vendió a la inversora Marlomar por 5.4 millones. A pesar de haberse desligado por completo de la propiedad, el edificio siempre será conocido como Banco Santander.
En diciembre de 2015, Marlomar lo vendió a la empresa Poyatos S. L., un industrial de la construcción que estaba montando una cadena hotelera. Procedió a una profunda reforma que conllevó el cambio de uso de oficinas a hostelería. El nuevo hotel sería uno más de la cadena Marquis Hotel Issabel's, aunque la gestión le fue encargada a otra empresa hotelera. Hoy se llama hotel Colón. Cuando se hizo el cambio de uso, la Comisión de Patrimonio de la Junta obligó a la promotora a mantener intacta la fachada, su especial “cortina de espejos”, por estar en el entorno que tiene la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC).
El hotel consta de planta baja más las tres siguientes (las de las cristaleras), con un total de 29 habitaciones dobles y dos suites
El hotel consta de planta baja más las tres siguientes (las de las cristaleras), con un total de 29 habitaciones dobles y dos suites. Su capacidad es de unos 70 clientes. Además, tiene casi 700 más repartidos en almacenes y parking en las tres plantas de sótano. Todo el espacio de los soportales transitables y diáfanos, en la actualidad han sido cerrados y forman parte de las instalaciones hosteleras, como cafeterías.
El resto de plantas del edificio, repartidas en 28 pisos de particulares, están conformadas como la habitual comunidad de propietarios de un bloque. Esta comunidad fue de las pioneras (noviembre de 2019) de Granada en tomar el acuerdo de que ninguno de los pisos −aparte de las plantas de hotel Colón− puedan ser destinados a apartamentos turísticos. Elevaron el acuerdo privado a escritura notarial y lo inscribieron en el correspondiente registro de la propiedad. A efectos prácticos postales los pisos se reparten 6 en las plantas llamadas tercera y cuarta; y cuatro para las plantas quinta, sexta, séptima y octava.
La colocación de estas antenas en el entorno de edificios BIC, como las Descalzas, Corral del Carbón y Palacio de Abrantes, está tajantemente prohibida por normativa municipal
En los últimos años han aparecido unas cuantas antenas sobre la terraza y 110 metros de nueva edificación en su parte alta (escriturada en el año 2022). La colocación de estas antenas en el entorno de edificios BIC, como las Descalzas, Corral del Carbón y Palacio de Abrantes, está tajantemente prohibida por normativa municipal.
Conclusiones de una goleada histórica
La conclusión general de este último medio siglo de urbanismo en esta zona tan céntrica de Granada es que estamos ante una goleada histórica y continuada contra la ciudad de cacareadas bellezas.
1. Las sucesivas corporaciones franquistas promovieron arriesgadas operaciones urbanísticas en Granada; querían emular el cuestionado antecedente reformista de sus padres de la Gran Vía. Acabaron de embovedar el tramo bajo del Darro y acometieron una serie de reformas muy profundas en las décadas de los cuarenta y cincuenta, especialmente focalizadas en la Manigua. Destrozaron la manzana de Correos-Teatro Gran Capitán para comunicar con la calle Pavaneras. Menos mal que no prosiguieron la construcción de la Gran Vía a costa de derrumbar la Manigua alta.
2. El objetivo de dar profundidad a la Gran Vía, eliminar el tapón de Correos con una plaza y construcciones bajas al fondo que permitieran ver Sierra Nevada, consiguió el efecto contrario: levantar cuatro grandes bloques en la manzana resultante, de 8 y 9 alturas sobre rasante. Edificios todos con diseños modernos; adecuados para el extrarradio, pero no para este punto. La operación sólo sirvió para enriquecer a las oligarquías financieras del momento. El supuesto tapón de Correos soló fue retranqueado unas decenas de metros.
El Banco de Santander, como sus vecinos de manzana, promovió la obra que le permitieron desde el Ayuntamiento. Fijó sus pretensiones en máximos y casi los consiguió, pues sólo le exigieron rebajar una planta y dos torretas
3. El Banco de Santander, como sus vecinos de manzana, promovió la obra que le permitieron desde el Ayuntamiento. Fijó sus pretensiones en máximos y casi los consiguió, pues sólo le exigieron rebajar una planta y dos torretas. No perseguía sólo contribuir con su sede a engrandecer el urbanismo granadino; el fin último fue dar un gran pelotazo urbanístico. Un verdadero gol a la ciudad por las dos escuadras.
4. El gran golazo, que no se especificaba en el proyecto ni en la maqueta, fue el remate con esa especie de jaula a base de láminas que conforman una celosía entretejida. Es lo que ha acabado colocando a este bloque en el top ten de la fealdad de la arquitectura española.
5. La planta mirador-jardín-placeta horizontal sólo fue un señuelo para tapar bocas y acallar quejas. Su utilización nunca se materializó como tal. Era algo inútil y casi inservible. Pero al fin y al cabo fue la única compensación a la ciudad por tamaño despropósito. El problema es que jamás fue escriturada ni registrada como propiedad pública. (No fue un caso único, era costumbre habitual no inscribir las cesiones de promotores).
En 1994 comprobamos que, en una rocambolesca y no explicada operación, el mirador ciudadano pasó a convertirse en pisos particulares. Negocio redondo para el Banco Santander y algún intermediario más
6. En 1994 comprobamos que, en una rocambolesca y no explicada operación, el mirador ciudadano pasó a convertirse en pisos particulares. Negocio redondo para el Banco Santander y algún intermediario más.
7. A cambio, la ciudad de Granada nunca recibió en compensación una modificación de tan horrenda envoltura de edificio. Se han sucedido varios intentos de hacerlo, precisamente a cambio de la privatización de la planta-mirador. Pero nunca prosperaron. No han hecho efecto ni las amenazas de esconderlo tras una arboleda. Aunque todavía se está a tiempo.
8. La fachada acristalada en su tramo bajo ha mejorado en color y calidad de los vidrios. Hasta el punto de que Cultura la considera ya como parte integrada en el paisaje arquitectónico y estético de la ciudad. Pues que Dios perdone al autor de su calificación. La mayoría nunca lo haremos.
9. A principios del siglo XXI, el soportal transitable de acceso a la oficina financiera fue cerrado e integrado en el edificio. Durante muchos años tuvo consideración de abierto, transitable por la gente, pero con el tiempo pasó a privado, cerrado por una cristalera.
A ver si alguna vez elegimos a un alcalde que busque fondos, negocie con los propietarios o se interese mínimamente −aunque sea con dinero público− para dar a ese edificio el aspecto que tuvo en la maqueta con la que sus promotores engañaron a Granada
10. La última oportunidad para dar un lavado de cara surgió en 2016, cuando le fue cambiado el uso bancario por turístico. Desde el Ayuntamiento no hubo la más mínima voluntad de negociar el adecentamiento, sobre todo de la fachada alta. Recuerdo que un arquitecto municipal dijo algo así como “quiénes somos nosotros para modificar el diseño de una persona que fue premio nacional de arquitectura en 1996” (Pero no fue por “culpa” de este adefesio). Y, para rematar la faena, cada día continúan creciendo los chiringuitos y las antenas sobre la terraza. Si Granada no quería caldo, ha tenido que tragarse muchas tazas en este medio siglo.
A ver si alguna vez elegimos a un alcalde que busque fondos, negocie con los propietarios o se interese mínimamente −aunque sea con dinero público− para dar a ese edificio el aspecto que tuvo en la maqueta con la que sus promotores engañaron a Granada. Se podría conseguir retirando la jaula que lo envuelve y colocando persianas normales sobre los huecos que hay detrás.
O lo decoren con un mural-trampantojo que les permita ver a sus vecinos desde dentro pero no hiera la vista desde fuera.