Capítulo V: Entre paratas y chumberas
El origen de esta nueva Leyenda hay que buscarlo en el presente retrato de tres de mis antepasados, los bisabuelos Angustias Martín López (1891-1969) y José Antonio Archilla Martín (1883-1957), y su hija pequeña, la tita Ica, Manuela Archilla Martín (1930-2002), realizado entre mediados y finales de los años cincuenta del siglo XX.
Las vidas de la pareja se ven reflejadas en sus semblantes, morenos y tostados, producto de unas existencias dedicadas a trabajar al sol, en los bancales de su Alpujarra natal, a la vera de las pencas del Monte Sedeño o repartiendo la leche de sus cabras por las calles del centro de Granada
Las vidas de la pareja se ven reflejadas en sus semblantes, morenos y tostados, producto de unas existencias dedicadas a trabajar al sol, en los bancales de su Alpujarra natal, a la vera de las pencas del Monte Sedeño o repartiendo la leche de sus cabras por las calles del centro de Granada.
José Antonio, oriundo de Mecina Tedel, anejo de Murtas (el núcleo del que provienen muchos de los actuales Archilla de las provincias de Granada y Almería), y criado en Cástaras, fue llamado a filas en el reemplazo de 1902, suponemos que tras faenar duramente en el campo en su niñez y adolescencia. Entre 1904 y, al menos, 1907, ya en la ciudad de la Alhambra, sirvió en el Regimiento Cazadores de Vitoria 28º de Caballería, a las órdenes del coronel Andrés Saliquet y Grillot, padre del futuro general franquista Andrés Saliquet Zumeta, al que el dictador premiaría con un marquesado, como recompensa a sus méritos en la sublevación y guerra contra la República (terminada la contienda, el general fue presidente del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo, el órgano que encausó al concejal socialista Antonio Dalmases Miquel cuando llevaba una década fusilado).
Por aquel tiempo, quizás debido a la mediación de algún paisano, el bisabuelo conoció a la bisabuela, Angustias, nacida también en la Alpujarra (en su caso, en Mecina Bombarón), pero residente desde chica en la capital, a la que se trasladó, hacia 1895, junto con su madre, la tatarabuela Gabriela Martín López (1867-1954), y su abuela, la trastarabuela Ana López Murcia (1836-1910).
Angustias, hija de madre soltera, llevó siempre los dos apellidos de su progenitora porque su padre jamás la reconoció. Su infancia transcurrió en el Perchel, en la zona alta del Barranco del Abogado, un arrabal en el que entonces convivían payos y gitanos
Angustias, hija de madre soltera, llevó siempre los dos apellidos de su progenitora porque su padre jamás la reconoció. Su infancia transcurrió en el Perchel, en la zona alta del Barranco del Abogado, un arrabal en el que entonces convivían payos y gitanos. Seguro que pronto aprendió a trabajar fuera de casa, recolectando higos chumbos y criando cabras para vender su leche, obligada a aportar lo máximo posible en un hogar pobre pero numeroso, al que se sumarían sus hermanos pequeños, José Antonio (1902-1944), el Piojito, y Encarnación Martín López (1909-1976), la tita Nena.
Los bisabuelos contrajeron matrimonio el 25 de enero de 1909, en la iglesia parroquial de San Cecilio, en el Realejo, mudándose posteriormente a la que sería su casa durante medio siglo, situada en las estribaciones del Barranco: la cueva de Monte Sedeño, nº 5, hoy desaparecida. La vivienda se encontraba justo encima de la Acequia del Cadí (o del Candil), entre el Camino Nuevo del Cementerio y el Camino Viejo de Cenes, en la ladera del cerro que fue propiedad del procurador Felipe Sedeño Fernández.
En aquel sencillo domicilio alquilado, que jamás perteneció a la pareja ni a nadie de la familia, Angustias daría a luz a todos sus vástagos, entre ellos, a mi abuela Pepa, Josefa Archilla Martín (1922-2005). Allí también vinieron al mundo algunos de sus nietos, como mi madre, Concepción Labrac Archilla (1952).
Una vez casado, José Antonio se colocó, como operario, en la fábrica del Gas Lebón de la ribera del Genil, en la que prestó servicios a lo largo de varias décadas y en la que parece que se jubiló, en 1951
Una vez casado, José Antonio se colocó, como operario, en la fábrica del Gas Lebón de la ribera del Genil, en la que prestó servicios a lo largo de varias décadas y en la que parece que se jubiló, en 1951. El mayor de sus retoños, el tío abuelo Cecilio Archilla Martín (1911-1974), fue obrero de la misma factoría, antes de emigrar a la Argentina con uno de sus hermanos menores, el tito Paco, Francisco Archilla Martín (1925-2015).
La bisabuela Angustias desempeñó el oficio de cabrera durante la mayor parte de su vida, ayudada por algunos de sus retoños, sobre todo por mi abuela, que llegó a poseer el carné de dependiente de lechería del Ayuntamiento de Granada.
La instantánea que encabeza estas líneas tuvo que tomarse entre el fallecimiento de la tatarabuela Gabriela, ocurrido en 1954, y la defunción de su yerno, el bisabuelo José Antonio, acaecida tres años después, en 1957. El luto que lleva Angustias es la clave para datar la fecha aproximada en la que se hizo la fotografía. La bisabuela había perdido dos hijos de joven y todavía no se había convertido en viuda, por lo que lo más probable es que, en la época en la que posó para esta foto, vistiera de negro en memoria de su madre (poseemos otras de una Angustias madura, luciendo ropas claras y sin rastro de lutos).
Tras perder a su marido, Angustias continúo habitando en el Monte Sedeño hasta 1963, cuando la casa-cueva se vio seriamente afectada por las terribles inundaciones que desalojaron a multitud de vecinos de los barrios trogloditas granadinos, el Sacromonte y el Barranco del Abogado
Durante los últimos años he buscado, con ahínco y sin suerte, la localización exacta de la vieja cueva familiar del Monte Sedeño, perdida entre las múltiples urbanizaciones que han ido invadiendo y desnaturalizando un entorno tan querido por los míos
Durante los últimos años he buscado, con ahínco y sin suerte, la localización exacta de la vieja cueva familiar del Monte Sedeño, perdida entre las múltiples urbanizaciones que han ido invadiendo y desnaturalizando un entorno tan querido por los míos. Siendo un niño es posible que visitara las ruinas de la morada de Angustias y José Antonio, en una de aquellas excursiones improvisadas que guiaba mi tío Salva, Salvador Labrac Archilla (1950-2010). Del día en cuestión solo recuerdo, muy vagamente, el vértigo que me produjo contemplar, desde lo alto de la colina, los tejados de las gasolineras hermanas de la carretera de la Sierra.
La montaña mágica de los Archilla Martín, en cuyas faldas descanso a veces los fines de semana, se ha acabado convirtiendo en una de mis patrias sentimentales más recurrentes. Sin lugar a dudas, el jardín ideal para cultivar la nostalgia por un tiempo que nunca viví.