Capítulo IV: Pavesas de la guerra civil en el Carmen de los Mínimos
Granada capital, 1953 o 1954. Una mujer cercana a la treintena sonríe mirando a dos niños, también alegres, delante del portón del Carmen de los Mínimos, un inmueble centenario ubicado en la placeta de la Victoria, en pleno Bajo Albayzín.
Los chiquillos son mi padre, José María García Jiménez (1952), y su hermana mayor, la tita Mari Tere (1950-1999). La muchacha es Pilar Jiménez de Toro (1924-2019), tía de los infantes y tía abuela de un servidor (aquella niña de la Quinta).
El escenario de la fotografía era un lugar cotidiano para sus tres personajes, que residían en la vecina calle Grajales, en una modesta vivienda anexa a la primitiva finca de los frailes mínimos, propiedad entonces de Antonio Dalmases Megías, restaurador del Monasterio de San Jerónimo, del Palacio de los Córdova y del Carmen de los Mártires.
Antonio Dalmases Miquel, padre de Antoñito y Angelitas, era un comerciante catalán, dueño de dos almacenes de curtidos (sitos en las calles Alhóndiga y Mesones) y concejal por el PSOE en el Ayuntamiento de la ciudad
En la época de la imagen, Antoñito vivía en Los Mínimos junto a su hermana viuda, María de los Ángeles, y al hijo de esta, Roberto Gómez Dalmases. Habían pasado prácticamente dos décadas del asesinato del patriarca de la familia, fusilado por los golpistas el 6 de agosto de 1936, apenas dos semanas y media después del levantamiento del 20 de julio (en nuestra tierra la sublevación se retrasó un par de días, con respecto a la tónica general del resto del país). Antonio Dalmases Miquel, padre de Antoñito y Angelitas, era un comerciante catalán, dueño de dos almacenes de curtidos (sitos en las calles Alhóndiga y Mesones) y concejal por el PSOE en el Ayuntamiento de la ciudad. Además de ser militante socialista, don Antonio formaba parte de una logia masónica, por lo que su captura y ejecución por los sublevados estaban cantados.
Pero las desgracias de la saga no acabaron ahí. Roberto Gómez Hurtado, marido de Angelitas y padre de su hijo, pereció igualmente a consecuencia de la guerra civil, falleciendo en el Hospital Militar de Jaén en agosto de 1939, tras huir de Granada, defender la legalidad republicana en el frente (como oficial del Instituto de Carabineros) y ser encarcelado por los rebeldes. Antes de la contienda, Roberto, funcionario municipal desde 1929, trabajó como periodista en El Defensor de Granada, mítico diario liberal-progresista clausurado por el fascismo, cuyo último director, Constantino Ruiz Carnero, fue asimismo víctima del alzamiento.
Mi padre recuerda a otro miembro de la dinastía Dalmases: don Hermenegildo, el hermano pequeño del concejal, también miembro del PSOE durante la Restauración y la República
Mi padre recuerda a otro miembro de la dinastía Dalmases: don Hermenegildo, el hermano pequeño del concejal, también miembro del PSOE durante la Restauración y la República. El viejo maldecía a Franco en público, dando voces en el paseo de los Tristes ante los asombrados chavales del barrio, avergonzado quizás por su contribución económica a la “Cruzada de Liberación Nacional”, el humillante impuesto que, una vez asesinado Antonio, tuvo que pagar para garantizar su propia supervivencia y la herencia de sus sobrinos.
Coda: entre 1945 y 1946, diez años después del crimen, el Juzgado Número 2 del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo, un organismo represivo dependiente directamente de la Presidencia del Gobierno (es decir, del mismísimo tirano, que ocupó la doble Jefatura del Estado y del Gobierno hasta diciembre de 1973, cuando cedió la segunda al almirante Carrero Blanco), instruyó el sumario 513/1945 contra Antonio Dalmases Miquel. Se juzgó al fallecido por su condición de masón, dictando auto de sobreseimiento al comprobarse la muerte del encartado en el funesto verano del 36, al amparo del bando de guerra golpista.