La calle de los Mesones tenía la fama y Alhóndiga, las posadas
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Los cristianos se apresuraron en crear mesones de estilo castellano nada más conquistar Granada; los ubicaron en la zona llana a partir de la muralla nazarita
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El Concejo publicó ya en 1515 varias y detalladas ordenanzas para regular un sector muy importante, evitando abusos a los viajeros
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El Catastro de la Ensenada contabiliza 26 mesones, la mayoría entre Alhóndiga y Mesones, con capacidad diaria aproximada de 690 personas y unas 3.000 caballerías
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La Posada de las Ánimas (Hotel Victoria) es la de origen más antiguo y el único solar que continúa con uso de hospedaje desde el siglo XVI
Poco se conoce de los alojamientos para extranjeros que llegaban a Granada en época musulmana. Sólo nos ha llegado casi entero el fundaq del Corral del Carbón (Alhóndiga Gidida de granos), que también servía de alojamiento, y memoria de la Alhóndiga de Genoveses, ubicada junto a la Mezquita mayor y era principalmente para italianos. Debió haber algunas más, aunque no nos ha quedado su memoria.
Y para alojar a tanta gente, tanto carro y tanta caballería se precisaba de una infraestructura de la que no disponía la ciudad
A partir de 1492 comenzaron a llegar militares, comerciantes, arrieros, religiosos, jueces, buscavidas y mucho personal al servicio de la Corte y familias nobiliarias que decidieron establecer casa solariega en Granada, la ciudad con más futuro de todo el reino castellano. Y para alojar a tanta gente, tanto carro y tanta caballería se precisaba de una infraestructura de la que no disponía la ciudad. Los nuevos dueños del Reino no dudaron un instante en traerse el modelo de mesón castellano, similar a la venta de los caminos.
Con 50 se marca la Bibalmazán; 51, el postigo de las Cucharas; 52, la puerta de Bibarrambla; 54, la Real Puerta (junto a ella, la Casa de Comedias). X, iglesia de la Magdalena antigua.
El principal servicio del mesón era asegurar la guarda y descanso de animales y mercancías. La atención del viajero quedaba en segundo plano
Alrededor de las murallas nazaritas empezaron a crecer como setas una serie de caserones castellanos, a lo sumo de tres plantas de altura, con unas características muy concretas: debían contar con un portón de acceso suficientemente ancho como para meter carros y caballerías cargadas; en el centro habría un patio, con fuente o aljibe obligatorio para abrevar; el patio solía ser porticado para poner a cubierto las mercancías de comerciantes y arrieros; se dispondría de cuadras con pesebres para los animales; el pajar era imprescindible, a poder ser con granero; también era obligatoria una cocina grande, con chimenea comunal y banco corrido para que todos los viajeros pudiesen sentarse a descansar, calentarse y comer. El principal servicio del mesón era asegurar la guarda y descanso de animales y mercancías. La atención del viajero quedaba en segundo plano: las personas solían dormir en las cuadras junto a sus animales o sobre sacos de paja al lado de sus pertenencias, bien en cuadras, alhoríes o laterales de los patios. Por supuesto, los mesones contaban también con algunas habitaciones para alojar a viajeros más pudientes, damas o familias enteras.
La comida, en principio, no era objeto principal de los mesones. Cada viajero solía traerla o comprarla en las alhóndigas o tiendecillas de los alrededores; se la preparaban ellos mismos en las instalaciones del mesón. No obstante, había mesones y posadas de todo tipo, sin servicio de manutención, con servicio de comidas e incluso con venta directa de algunos productos.
El Concejo de Granada empezó ya en 1515 a sacar diversas ordenanzas o normas reguladoras de los oficios de mesonero y ventero; son muy detalladas en todos los aspectos, de manera que otras ciudades fueron copiándolas durante los siglos siguientes
Todos estos mecanismos de funcionamiento de los mesones granadinos fueron inmediatamente regulados por el Concejo (Ayuntamiento) para evitar abusos; no olvidemos que el oficio de mesonero/posadero entre los siglos XVI y XIX se asocia en la literatura con el estafador, ladrón y mangante. El Concejo de Granada empezó ya en 1515 a sacar diversas ordenanzas o normas reguladoras de los oficios de mesonero y ventero; son muy detalladas en todos los aspectos, de manera que otras ciudades fueron copiándolas durante los siglos siguientes.
Los mesones más antiguos
Las referencias más antiguas a los mesones granadinos existentes en el Archivo Histórico Municipal datan de 1564 y mencionan la existencia de la Posada de las Imágenes; estaba situada en la esquina de Acera del Darro con Placeta de San Antón (actual Recogidas). Era propiedad de Pedro González de Ribera; constaba de una casa en la esquina y un enorme corralón detrás. Curiosamente, aquella posada que figura como la más antigua es la única que ha pervivido durante cinco siglos con el uso hostelero. Ha pasado por las manos de varios propietarios, entre ellos José Fernández Zapata, Marqués de Bogaraya y antecesor del escritor Duque de Rivas. El corralón debió segregarse en el siglo XIX y dio lugar a la construcción de la fonda de la Victoria, aunque la Pensión de las Imágenes quedó en pie hasta 1897 en que fue demolida para levantar la esquina-torreón redondeada y formar el Gran Hotel Victoria, por el empresario Federico Iniesta.
Las referencias más antiguas a los mesones granadinos existentes en el Archivo Histórico Municipal datan de 1564 y mencionan la existencia de la Posada de las Imágenes
En 1600 hay dos referencias al pleno funcionamiento de la Posada la Granada en el ángulo que formaba la Alhóndiga del Trigo.
Unos años más tarde (1609), cuando ya estaba a medio conformar el barrio en torno a la iglesia de la Magdalena, aparecen mencionados la existencia del Mesón la Nao (posterior mesón La Nave, reconvertido en hostal en 1853), el Corral de la Labradora y el Mesón de la Sierpe, éste regentado por Diego Galindo. Los tres estaban paredaños entre las calles Mesones, Sierpe Baja y Alhóndiga. Así mismo, unos años más tarde (1671) nos aparece en la lista de mesones de Granada el de la Encomienda, al inicio de la Cuesta de Gomérez; aunque éste no vuelve a figurar en ninguna otra ocasión en documentos oficiales.
Torreón del nuevo Hotel Victoria y plaza de San Antón. Detrás del edificio del fondo se encontraba el Mesón Patazas, demolido en 1958 para ensanchar la calle Recogidas.
¿Por qué se ubicaron en esta zona los mesones y posadas? Resulta lógico pensar, en primer lugar, porque se trató de los primeros barrios de la Granada cristiana donde empezaron a ubicarse conventos, iglesias y viviendas. En segundo lugar, porque junto a las puertas de Bibalmazán y del Rastro fueron construidos los principales lugares de destino de las mercancías que llegaban a la ciudad: la Alhóndiga de Granos y la Alhóndiga Zaida Nueva. Y tiempo después, también el Coliseo de Comedias. Y antes de acceder a cada una de ellas estaban colocadas las aduanas o fielatos para cobrar el impuesto de géneros (en el siglo XVI había 6 en los principales caminos de entrada a la ciudad).
La Alhóndiga de Granos fue un edificio porticado, de robustas columnas, que abría sus dos únicas fachadas a una placeta de considerables dimensiones
La Alhóndiga de Granos fue un edificio porticado, de robustas columnas, que abría sus dos únicas fachadas a una placeta de considerables dimensiones. Su función estaba relacionada con la producción de pan; al lado tuvo un horno público y el Pósito. Era de propiedad del común del Concejo. Alrededor de ella se ubicaron varias pensiones. Su fábrica y sus corralones tuvieron fachadas a Mesones y a Alhóndiga, mediante un pasaje que las comunicaba por el día, aunque las fachadas principales miraban al Sur-Sureste.
Calle Mesones a principios del siglo XX. A la izquierda aparece el edificio del Suizo que sustituyó a la Alhóndiga de Frutas; a su derecha, los edificios donde su ubicó la Casa de Comedias. Debajo, alzado que tuvo el teatro (demolido en 1778), de fachada muy similar a la de la Alhóndiga que estuvo enfrente.
En el principio de la calle Mesones, en el solar número uno, fue mandada construir la nueva Alhóndiga Zayda (la musulmana estuvo tras la Madraza). Ya desde 1498 se fue conformado un edificio en el que se vendía aceite, higos, quesos, pasas y, en general, todo tipo de productos vegetales, de ahí que popularmente se la conociera como Alhóndiga de la Fruta. En las callejuelas cercanas surgieron las pescaderías y carnicerías. (La existencia de esta Alhóndiga se prolongó hasta el incendio que la redujo a escombros en 1855; en 1863, el arquitecto José Contreras hizo un proyecto para construir los edificios actuales… ”café, casino y fonda, tan necesario en esta ciudad”, es decir, nació el Suizo y los bloques hasta la calle Alhóndiga y Campo Verde.
En medio de todo aquel desorden comercial y de alojamientos, florecieron las tabernas, los bodegones y las botillerías donde los propios del lugar y extraños acudían a yantar y lo que fuera menester
En medio de todo aquel desorden comercial y de alojamientos, florecieron las tabernas, los bodegones y las botillerías donde los propios del lugar y extraños acudían a yantar y lo que fuera menester. (Se mencionan las botillerías del Coliseo de Comedias, a la entrada de Mesones, y muy cercana, la del León. Y abundantes tabernas y bodegas en Capuchinas, Elvira y Cerrajería. Junto a la calle Mesones quedó el topónimo de calleja de Bodegones y junto a Elvira, Bodegoncillos).
Calleja de Bodegones, entre Mesones y la antigua carnicería.
Aquel paisaje plenamente urbanizado un siglo más tarde, fue descrito perfectamente por Henríquez de Jorquera en sus Anales de Granada: “La calle principal de los mesones es de las más nombradas y de grandes concursos por estar en lo más poblado y más llano de la ciudad y por muchos forasteros, trajinantes y jarrieros que a sus muchas posadas acuden y por tener en su comedio grande Alhóndiga del trigo, cebada y otras semillas. Tiene su principio en la puerta de Bibalmazán o plazuela de las tablas y remata en la plazuela de las comedias y real puerta, comunicándose con la plaza de Bibarrambla por su puerta de los Cuchilleros; adórnala el gran convento de la Santísima Trinidad y la parroquial de Santa María Magdalena que por su nombrado postigo da entrada y salida a los grandes barrios de Gracia y de Tintín a quien el Alhóndiga de día franquea el paso”.
Actividad potente y regulada por leyes
No conocemos ni por aproximación el número y capacidad de los mesones que hubo en la ciudad de Granada durante la primera mitad del siglo XVI. No obstante, hay que tener en cuenta que debieron ser muchos y de buena extensión debido al gran trasiego de aquella edad de oro que experimentaba la ciudad renacentista, sostenida hasta finales del siglo XVII. Y debió ser importante el sector de la mesonería/posadería ya que esta ciudad de unos 70.000 habitantes fue de las primeras en redactar leyes y ordenanzas para regularlo.
Ya por entonces se establecían precios máximos y mínimos por los servicios que prestaba el mesonero a los viajeros; debía tenerlos expuestos en lugar bien visible de su casa. También existían diputados concejiles encargados de vigilar que los cumplieran
La primera ordenanza municipal de la hostelería granadina data de 1515; la normativa se fue completando con sucesivos bandos del Concejo de los años 1523, 1531 y 1540. Su articulado resulta muy esclarecedor para conocer el día a día de su funcionamiento. Para empezar, ya por entonces se establecían precios máximos y mínimos por los servicios que prestaba el mesonero a los viajeros; debía tenerlos expuestos en lugar bien visible de su casa. También existían diputados concejiles encargados de vigilar que los cumplieran. El mesonero estaba obligado a comunicar la identidad y actividad de los clientes que alojaba en su casa, con la prohibición expresa de que no acogiera a gente de peligro o perseguida por la ley. En suma, lo que preocupaba a los regidores de la ciudad era que se ofreciese calidad, no se abusara de los precios ni se robara a los viajeros.
Para empezar, las leyes ordenaban que los establos fuesen decentes, con buenos pesebres y buenos ataderos; en las cuadras no debían entrar gallinas ni cerdos para mezclarse con las caballerías. Debían ofrecer paja y cebada a precios a lo sumo superiores en un 20% a cómo se vendían en la alhóndiga. Junto al establo debía haber un abrevadero.
Una vez servidos los animales, tocaba el turno a las personas. El interior del mesón contaba con chimenea, fuego y servicio de mesa. Alrededor debían contar con poyos y bancos, con manteles, platos, escudillas, saleros, tazas y jarros. Se advertía que todo debía ser con mucha limpieza. Lo contrario suponía severas multas por los diputados vigilantes.
El mesón debía contar con agua potable en tinajas, cubos y calderos para el aseo personal. Y servicio de cocina, según la categoría del establecimiento, donde se ofreciera comida a quien lo deseara. Pero, por lo general, el viajero solía comprar la comida fuera y se la llevaba al mesón a guisarla e ingerirla
El mesón debía contar con agua potable en tinajas, cubos y calderos para el aseo personal. Y servicio de cocina, según la categoría del establecimiento, donde se ofreciera comida a quien lo deseara. Pero, por lo general, el viajero solía comprar la comida fuera y se la llevaba al mesón a guisarla e ingerirla. Cuando no prefería acudir a los bodegones cercanos.
Las ordenanzas fijaban, en 1515, con mucha precisión cómo debían ser los lugares de pernocta. Habría buenas camas en sitios comunes, sobre bancos o jergones de paja; sobre ellos se pondría un colchón o almadraque de lana con sus dos sábanas y su manta o paño, y sus almohadas. El precio por dormir sería de cuatro maravedíes la noche (si se traía caballo) y de dos maravedíes si se era mozo o se traía burro.
También había habitaciones o cámaras individuales para una o dos personas. En este caso se cobraba diez maravedíes. Si era considerada cámara de lujo, el precio subía entonces a doce maravedíes. Los escuderos solían dormir en las cuadras, junto a sus animales, y no solían pagar por dormir. En 1540 modificaron el sistema de pago y se fijaron nuevos precios: las bestias mayores pagaban dos maravedíes y las menores tres blancas viejas; el dueño pagaba aparte de su montura.
Con el avance del tiempo, a los mesoneros se les permitió añadir plenamente el servicio de comidas y venta de productos alimenticios en sus casas. No obstante, el Concejo les advertía que los precios fuesen contenidos y pactados previamente con el cliente
Con el avance del tiempo, a los mesoneros se les permitió añadir plenamente el servicio de comidas y venta de productos alimenticios en sus casas. No obstante, el Concejo les advertía que los precios fuesen contenidos y pactados previamente con el cliente.
Debido a las muchas trifulcas, robos y huidas sin pagar, las leyes eran muy estrictas: el mesonero debía cerrar el portón con llave a primera hora de la noche. El propietario debía advertir a todos sus huéspedes que tuvieran a buen recaudo sus pertenencias, animales y mercancías, ya que algunos partían muy de madrugada y no se podía garantizar que sólo salieran con lo suyo. Las prohibiciones a los mesoneros se extendían a no acoger bergantes ni amancebadas; a los primeros, por ladrones; a las segundas, porque ese oficio debían ejercerlo en la cercana mancebía. De todas formas, raro era el mesón que no ofrecía los servicios sexuales propios con mujeres de la casa.
Finalmente, estaba tajantemente prohibido jugar a naipes, dados o cualesquiera otros juegos de mesa que estaban vedados en el interior de los mesones. Su incumplimiento suponía la mayor de las sanciones de todas, 500 maravedíes a quien cogieran con los dados en la mano.
Las ordenanzas municipales también regularon de manera muy clara el funcionamiento y servicios que prestaban establecimientos complementarios de aquella primitiva hostelería granadina, tales como ventas, bodegas y botillerías.
La hostelería granadina en 1749
Si Granada comenzó el siglo XVI siendo la ciudad más poblada de España, para cuando el Marqués de la Ensenada ordenó hacer su Catastro de reforma fiscal, en 1749, la ciudad sufría ya un estancamiento y cuesta abajo. A pesar de todo, continuaba siendo la capital del Reino de Granada. Conservaba una planta mesonera que se puede considerar importante, aunque ya no comparable con la potencia de Sevilla, puerta y puerto del tráfico comercial con las Indias.
El funcionario que lo redactó no fue mucho más preciso en su descripción, pero con algunos rastros dejados en protocolos notariales y en el Archivo Histórico Municipal se puede hacer un retrato bastante exacto de los mesones granadinos a mediados del siglo XVIII
El Catastro del Marqués de la Ensenada enumera por vez primera todos los mesones que existían en Granada, sus propietarios y su capacidad de renta. El funcionario que lo redactó no fue mucho más preciso en su descripción, pero con algunos rastros dejados en protocolos notariales y en el Archivo Histórico Municipal se puede hacer un retrato bastante exacto de los mesones granadinos a mediados del siglo XVIII.
En principio, debían ser prácticamente los mismos surgidos durante la primera mitad del siglo XVI, aunque algunos cambiados de nombre. Sus ubicaciones se hallaban en su mayoría en el entorno de las calles Mesones, Alhóndiga y Plaza de la Trinidad. Con ligera ventaja de la calle Alhóndiga. No obstante, un pequeño porcentaje se ubicaba en la calle principal de Granada, Elvira. Más algunos salpicados en calles céntricas. Otros han sido imposible localizar su ubicación. Aquellos mesones de 1749 fueron los mismos que continuaron dos siglos más, bien con nombres cambiados y ya transformados en pensiones, hostales y hoteles. Alguno incluso prolongó su existencia hasta el año 1958 (Mesón Patazas, de la calle Recogidas).
Buena parte de la propiedad de los mesones de Granada estaba en manos de instituciones religiosas. Otra parte importante era de la nobleza o altos funcionarios. También aparecen como propietarios fundaciones u obras pías. El resto era de propiedad particular, normalmente una familia que lo heredaba de sus antepasados. Cuatro de los mesones eran propiedad de vecinos de otras ciudades. Solamente dos aparecen a nombre de una mujer.
MESONES EXISTENTES EN GRANADA EN 1749
(Según Catastro Marqués de la Ensenada)
NOMBRE |
PROPIETARIO |
RENTA (en reales) |
UBICACIÓN |
Puerta Elvira |
Hospital de la Tiña |
320 |
Junto Pta. Elvira |
El Castillo |
Rodrigo de Guzmán y Aranda (de Castillo de Locubín) |
1.124 |
|
La Campana |
Agustín de Monsalve y Villarroel |
960 |
Alhóndiga |
El Águila |
José Montero |
948 |
Cárcel Baja |
La Granada |
Pósito de la Ciudad |
1.800 |
Alhóndiga, junto al Pósito |
La Estrella |
Obra pía de la Misericordia |
2.960 |
Mesones |
La Cruz |
Hermandad de la Concepción |
1.680 |
Junto Convento San Francisco |
La Sierpe |
Convento de la Concepción |
1.500 |
Alhóndiga-Sierpe Baja |
La Tomadura |
Francisco Valeo |
1.560 |
|
El Rinconcillo |
María Salcedo |
1.200 |
Cobertizo (Pasaje Conde de Alcalá). |
Patazas |
Francisco de la Paz (de Murcia) |
1.488 |
Recogidas |
Placeta Alhóndiga |
Convento Trinitarios Calzados |
1.620 |
Alhóndiga |
La Posadilla |
Convento Trinitarios Calzados |
1.228 |
Trinidad |
La Espada |
Nicolasa de Quesada |
1.800 |
Alhóndiga |
El Sol |
Melchor de Teresa |
3.800 |
Alhóndiga |
Villa Nueva |
Luis de Flores (de Cádiz) |
692 |
|
La Nave |
Cabildo de la Catedral |
1.100 |
Alhóndiga, 23 |
Las Imágenes |
Marqués de Bogaraya |
1.860 |
Puerta Real |
Las Damas |
José Treviño |
1.200 |
|
Las Angustias |
Colegio San Bartolomé y Santiago |
632 |
Mesones |
Los Caracoles |
Patronato de Luis Díaz |
1.800 |
Pescadería |
El Moral |
José Tello (presbítero) |
1.800 |
Calle Elvira |
El Paso |
Félix Barrionuevo (de Madrid) |
600 |
Mesones-Alhóndiga |
La Parra |
Marqués de Casablanca |
600 |
Párraga |
El Realejo |
Francisco de Quesada |
400 |
Calle Molinos |
Las Tablas |
Monasterio San Juan de Dios |
1.200 |
Plaza Trinidad |
A través de algunos protocolos notariales se llega a la conclusión de que los mesones eran arrendados a plebeyos para su explotación, nunca se ve a un canónigo ni a un marqués estar al frente del negocio. Esos contratos firmados ante notario al menos sirven para verificar la extensión y disposición de las instalaciones. Todos ellos mantenían en 1749 el reparto de estancias en torno a un patio y unos establos para los animales y las mercancías. Más corrales y basureros. En cuanto a superficie y capacidad, los había muy pequeños, varios de tamaño mediano y dos enormes. En el cuadro de clasificación de los 26 mesones censados en el Catastro de la Ensenada se puede obtener una relación directa entre su capacidad y la renta que generaban. Así, el más potente fue el mesón el Sol; precisamente esta posada pervivió en la calle Alhóndiga hasta mediados del siglo XX, aunque ya muy desfigurada.
Eso sumando los viajeros que dormían tanto en cámaras/habitaciones como quienes lo hacían en cuadras, alhoríes y pajares junto a sus animales
A partir de algunas escrituras de arrendamiento se ha podido calcular, a vuelapluma, que la capacidad de los 26 mesones de Granada en 1749 no excedía de 696 personas/día, y del cuádruple de semovientes. Eso sumando los viajeros que dormían tanto en cámaras/habitaciones como quienes lo hacían en cuadras, alhoríes y pajares junto a sus animales. [Si comparamos aquella capacidad de alojamiento de Granada a mediados del siglo XVIII –unos 70.000 habitantes– podemos concluir que había 1 plaza mesonera por 1.000 habitantes, aproximadamente. Con datos de 2019, Granada tiene unas 29.950 plazas hoteleras, sin contar pisos, para una población de 232.000 habitantes. Es decir, 129 plazas por cada 1.000 habitantes].
Nuevos viajeros del XIX, reconversión de los mesones
Un establecimiento de la calle Mesones cambió su nombre a Posada la Estrella (1820); en la Placeta del Trigo fundaron la Posada del Paso (1828). Por mitad del XIX también fueron creadas posadas en la entrada de la ciudad por la calle San Juan de Dios, una en la calle Santísimo y otra en la esquina de San Juan de Dios (Estas dos han pervivido hasta finales del siglo XX).
A partir de la tercera década del siglo XIX comenzaron a llegar a Granada los primeros turistas. Desde el siglo XVI habían sido recuas de arriería y carros de mercaderías. Pero ahora empezaban a aparecer gentes muy distintas. Se trataba de extranjeros, sobre todo ingleses y franceses, que venían atraídos por el orientalismo de la ciudad, el exotismo musulmán. Lo habían conocido a través de los libros de los primeros viajeros y pintores románticos. Les presentaron una ciudad encantada, fabulosa, de las mil y una noches. Y deseaban conocerla.
Pero ya no venían con carros ni reatas de mulas. Llegaban en diligencias o coches de alquiler. No precisaban cuadras ni establos para dormir, sino habitaciones decentes. Ahí se toparon con sus primeras sorpresas: los mesones de Granada no estaban a la altura de los de sus países, se habían quedado anclados en el siglo XVI. Ellos estaban acostumbrados a habitaciones normales, no a jergones de paja o farfolla que picaban a rabiar, infestados de chinches y piojos. Sin agua corriente, con el váter en el corral, donde las gallinas les picoteaban el pompis. Y aguas infectas que contagiaban el temible cólera.
Por eso, absolutamente todos los viajeros románticos extranjeros, desde Alejandro Dumas a Antonio Ponz, de Teófilo Gautier a Capell Brooke se quejaron de las incómodas instalaciones de las pensiones. A pesar de que ya habían comenzado a evolucionar hacia las fondas y hoteles
Por eso, absolutamente todos los viajeros románticos extranjeros, desde Alejandro Dumas a Antonio Ponz, de Teófilo Gautier a Capell Brooke se quejaron de las incómodas instalaciones de las pensiones. A pesar de que ya habían comenzado a evolucionar hacia las fondas y hoteles. El cronista granadino Lafuente Alcántara se sumó a las críticas de la falta de calidad en su Guía del Viajero (1850); en este mismo libro nos dejó unas referencias a los nombres y número de mesones y posadas de la ciudad, la mayoría herederas de las que se fundaron en el siglo XVI: menciona las posadas San Fernando y San Rafael en la calle Matadero (tramo de Alhóndiga cercano a Recogidas), la del Sol y la Espada (desde siempre en la Placeta de la Alhóndiga), Las Angustias y la Estrella, en el centro de la calle Mesones. Pero, además, añadió algunas nuevas que se estaban sumando a las tradicionales: la Minerva (en Plaza de los Lobos, parada de diligencias), la del Campillo y el Rastro (también parada de diligencias de la Costa y Alpujarra), San Francisco en la Alhambra y otra junto a la Plaza del Triunfo. En total, hacia 1850 el número de mesones y posadas para arrieros y viajeros ascendía a casi cuarenta.
Todo el siglo XIX, con el aumento del turismo, contempló iniciativas empresariales para abrir posadas y hoteles, ya no sólo en la zona de Mesones-Alhóndiga, sino dentro del recinto de la Alhambra o cualquier otro barrio de la ciudad. Aunque siguieron existiendo los mesones ancestrales.
En el bajo Albayzín aparece a mediados del XIX el Mesón Calderería, y en 1886 el Mesón Pilar del Toro. Con el derribo del Convento de Trinitarios apareció la calle Jáudenes (1885); en esta nueva calleja fue abierta la pensión San José
En el bajo Albayzín aparece a mediados del XIX el Mesón Calderería, y en 1886 el Mesón Pilar del Toro. Con el derribo del Convento de Trinitarios apareció la calle Jáudenes (1885), en homenaje al gobernador civil José Luis Jáudenes y su desvelo por los terremotos y la epidemia de cólera; en esta nueva calleja fue abierta la pensión San José. La Posada de las Tablas, situada en el número 2 de la calle Duquesa, con entrada por Plaza de la Trinidad, fue demolida en 1955. Unos pocos años antes la piqueta se había llevado la Posada del Sol, en la calle Alhóndiga, luciendo todavía el sol de cerámica en su fachada que le fue colocado en el siglo XVI. Y en 1958 dejó de existir el mesón Patazas.
Por lo general, la treintena de mesones y posadas que existieron en la zona Mesones-Alhóndiga desde el siglo XVI comenzaron a ser derribados en la década de los años veinte; la Alhóndiga de Granos y todo su entorno empezó a ser demolido en 1919. El último empujón a las viejas casonas del XVI se le dio entre los años 50 y 75 del pasado siglo. En la actualidad sólo pervive, aunque reconvertido en galería comercial, el mesón del Toro (este nombre no aparece en ningún documento histórico).
Por fin, muy a finales del XIX principios del siglo XX, Granada entendió que debía contar con hoteles dignos, al estilo europeo. Los primeros surgieron en el entorno de la Alhambra (Siete Suelos, Washington Irving), para continuar con el Palace, Reúma y Suizo en 1910 (este último en parte del solar de la Alhóndiga Zaida) y Alameda (1911) en el Campillo. La nueva Gran Vía también quiso tener sus propios hoteles de lujo, para lo que abrió el París (junto al ábside de la Catedral, en 1908), de trayectoria efímera; y el Colón, que finalmente no llegó a abrir como tal y fue reconvertido en pisos.
Parada de cosarios
Los mesones y las posadas jugaron otro papel nada despreciable como lugar de trabajo y contacto de infinidad de tratantes, prestamistas, contacto de paradas de sementales y, sobre todo, de cosarios y mensajeros. La mayoría de ellos pertenecieron a sagas familiares cuyas raíces ahondaban desde siglos atrás. Solían anunciarse en la prensa cuando ésta se hizo popular a partir de mediados del siglo XIX. Cosarios eran las personas encargadas de hacer los pequeños portes y encargos entre los pueblos y la capital, quienes llevaban las cosas; durante siglos lo hicieron mediante el uso de caballerías, hasta que en la segunda mitad del siglo XX empezaron a utilizar vehículos de motor. Han desaparecido hace muy pocos años del paisaje granadino.
La Guía breve de Granada, de Luis Seco de Lucena (1917), recogió una detallada lista de dónde localizar a cada uno. Los cosarios de Alhama y Albuñán paraban en el mesón La Nave, dos veces por semana (este mesón desapareció a principios de los años 50 del siglo pasado). Para la Alpujarra había varios, que se les localizaba en los mesones San José y El Castillo. Los de la zona de Guadix tenían su salida del Pilar del Toro y La Nave. Para Castril salía uno desde La Trinidad. Para Colomera, días alternos desde El Sol. Hacia Cacín y el Turro partía uno diario desde El Castillo. A Chite y Talará iba uno con carro, que también transportaba pasajeros a cinco reales el asiento. El de Gabia y Armilla paraba en El Patazas, etc. Los más lejanos de la Alpujarra solían hacer dos o tres viajes por mes. A partir de la apertura del ferrocarril de Loja (1874) toda esa comarca se benefició del tren y sus cosarios hacían viajes casi diarios; algo similar ocurrió a los de Guadix-Baza, que se beneficiaron del tren en cuanto se abrió la línea por Moreda (1910). Concretamente, el de la comarca de Guadix tenía su oficina de contacto en el hostal La Rosa.