Los votos no son de nadie
No deja de resultar paradójico, en pleno siglo XXI, tener que recordar esta máxima de la democracia. En un sistema democrático, cada voto es libre, igual, directo y secreto. Cada voto es propiedad exclusiva de quien ejerce el derecho a depositarlo, y de nadie más. Y quienes piensan lo contrario, harían bien en "hacérselo mirar", pues es evidente que no han captado el principio elemental de la democracia.
Bien es cierto que existen atavismos incomprensibles para el común de los mortales, como pudiera ser un sistema de avales públicos, diseñado como filtro para una primera selección de candidaturas en determinados procesos, previo a la emisión del voto secreto, que parecieran indicar la inexactitud de la aseveración que titula estas reflexiones
Bien es cierto que existen atavismos incomprensibles para el común de los mortales, como pudiera ser un sistema de avales públicos, diseñado como filtro para una primera selección de candidaturas en determinados procesos, previo a la emisión del voto secreto, que parecieran indicar la inexactitud de la aseveración que titula estas reflexiones. Sin embargo, por encima de tales prácticas antidemocráticas y facilitadoras del clientelismo, incluso de la extorsión, siempre ha de elevarse el principio elemental, sin cuya existencia, nuestras democracias no merecerían llamarse tales: el voto es individual, libre y secreto. Bien que ha costado, a lo largo de la historia, asegurar ese logro.
Sentado lo anterior, no es menos cierto que la práctica democrática cotidiana, permite y ampara mecanismos deliberativos mediante los cuales, es posible, incluso deseable, que a través del debate argumentado y de la reflexión compartida, pueda inducirse el sentido del voto para aquellas personas que manifiesten dudas razonables o pudieran compartir propuestas o ideas de más de una de las opciones en liza. La persuasión a través del razonamiento es consustancial a la democracia. Como también lo es, hay que reconocerlo, para buscar esa persuasión, el posible exacerbamiento en la defensa de una posición o en la crítica de la posición contraria. De nuevo aquí, la libertad individual inexpugnable de cada persona votante, será la que se imponga al resto de condicionantes.
Por tanto, es deseable un esfuerzo de comprensión de estos principios para no llamarnos a engaño y para no dar por sentados algunos prejuicios. Por más trabas que se quieran poner y por más condicionantes que se inventen para intentar forzar la esencia del sistema democrático, éste se sustenta sobre la inalienable libertad individual de cada persona votante en el momento de seleccionar la "papeleta" electoral. Así es y así debe ser.