En Navidad, consume productos de Granada.

El Susanato hospitalario

Blog - Antonio Cambril - Antonio Cambril - Jueves, 10 de Noviembre de 2016

Susana Díaz de Vivar se está revelando como una mujer fatal: fatal para la educación universitaria, fatal para la sanidad, fatal para España y fatal para su partido. Logra que los rectores de las diez universidades públicas andaluzas expresen una queja por la asfixia económica que sufren, desprecia las protestas de decenas de miles de granadinos, impone la abstención de los parlamentarios socialistas para facilitar el (des)Gobierno del PP y ha enviado al PSOE desde la séptima planta del sótano a la Unidad de Grandes Quemados (el partido se hunde en la última encuesta del CIS).

Política de luces cortas (buena táctica, pésima estratega), educada en la sede del partido antes, durante y después de entrar en la Facultad de Derecho,  rodeada de un grupo de antiguos compañeros de las Juventudes entre los que sobreabundan quienes jamás han cotizado en un puesto de trabajo que no esté ligado al PSOE o a las instituciones, la presidenta andaluza se ha convertido en la campeona del sufrimiento ajeno, en una máquina de descabezar `disidentes’, enajenar simpatías y fabricar enemigos. Su principal arma para ello es la descalificación demagógica: si Pedro Sánchez plantea la necesidad de celebrar un congreso, ella ordena retrasarlo todo lo posible y acusa veladamente al ex secretario de tratar de someter a la organización a sus “intereses personales”. Esa es la primera ley del Susanato, todos los intereses son bastardos menos los de Susana y los susanícolas.

Pero donde la Venus orgánica está exhibiendo sus peores males y su vistosa falta de cintura política es en Granada. Decenas de miles de personas salen a la calle para pedir dos hospitales completos y  la mejora del sistema sanitario y ella los desprecia o insinúa que son ignorantes manipulados por el PP: “Quienes cuestionan la sanidad pública no tienen intereses confesables.” Esto es, que Susana Díaz padece un grave problema de oído, porque en la manifestación celebrada hace menos de tres semanas y en la concentración del sábado en el Paseo del Salón no se pedía el desmantelamiento del sistema sanitario público, sino su mejora.

Igual de acusada es su miopía: hay que estar ciega o tener una venda en los ojos para no ver a más de 45.000 personas un día y más de 35.000 el otro. De olfato anda aún peor: si no pone un dique de contención a tiempo,  la marea granadina acabará por estrellar contra las rocas al PSOE provincial y a Cuenca, que podrá seguir su carrera en las instituciones donde esté representado el partido, si es que queda pista tras el Susanato, pero nunca en la Alcaldía. El cuarto problema es el corazón, hay que tenerlo algo duro para tildar de manipuladores o de simple ganado ideológico a quienes reclaman un buen trato médico para sus familiares y sus dolores. Y la quinta afección la tiene en la boca, ya que se muestra incapaz de conversar: su respuesta a la queja popular consiste en sacrificar peones, pero no en establecer un diálogo que pasa necesariamente por incluir a algún representante de las plataformas sanitarias y populares, contrarias a la fusión, en un consejo asesor en el que hay más de dos y más de tres miembros absolutamente decorativos.

Ayer, forzados, hicieron el primer gesto.

Vamos, que esta mujer es fatal y está fatal. No es que necesite un chequeo, es que necesita los dos hospitales completos.