El Raposo, memoria de la resistencia antifranquista
En la primavera de 1951 apareció el grupo liderado por Pablo el de Motril, del que formaba parte Miguel Salado Cecilia, en El Raposo y sus alrededores".
Explica así el profesor Francisco Ruiz Esteban en su libro "Vivir entre tinieblas. Los últimos guerrilleros de Andalucía. La Agrupación Roberto" la presencia de los últimos guerrilleros antifranquistas en El Raposo, una cortijada de Dólar en la que encontraron apoyo y refugio, circunstancia que tuvo consecuencias, en modo de represión, por parte del régimen franquista.
La publicación de Ruiz Esteban, que tiene otros libros dedicados a la resistencia antifranquista, 'Morir en Granada', con los hermanos Quero de fondo, y "Los Hijos de la Noche", recoge muchos testimonios, pero es uno el que, como él mismo admite, le marca. Es el de Miguel Salado Cecilia, ya fallecido, uno de aquellos guerrilleros de esa partida, del que elogia su "talla ética y moral".
A Francisco Ruiz Esteban también le impresionó su llegada a El Raposo, el lugar del que tanto había escuchado hablar a Miguel Salado Cecilia y al que tantas veces imaginó con sus compañeros, mientras sus habitantes cultivaban estas tierras y daban vida a este pequeño núcleo.
Este cortijo fue un lugar "significativo", señala a El Independiente de Granada mientras repasa los motivos por los que el grupo de Pablo el de Motril se instaló en este cortijo. Llegan tratando de "evitar el acoso del régimen franquista que sufrían", en lo que ya fueron los últimos años de la guerrilla.
"La represión era feroz, no solo con los guerrilleros y sus familiares, sino con todo aquel que se encontraba en la zona geográfica en la que nos movíamos, sin distinción", contó Miguel Salado Cecilia
"El régimen nos perseguía sin descanso", recoge el testimonio de Miguel Salado Cecilia plasmado en el libro. "La represión era feroz, no solo con los guerrilleros y sus familiares, sino con todo aquel que se encontraba en la zona geográfica en la que nos movíamos, sin distinción. Aquello era ni más ni menos que llevar a cabo la despoblación, por las buenas, mediante la evacuación voluntaria, o por las malas, mediante la eliminación física o condenas a largas penas de cárcel".
Como señala el profesor, la aparición del grupo de Pablo -Manuel Pérez Rubiño-, que como se ha indicado era una parte del 7º Batallón de la Agrupación Guerrillera de Granada-Málaga, por la comarca de Guadix no fue por azar o casualidad, sino producto de la situación del movimiento guerrillero en ese momento en España y las circunstancias por las que atravesaba en ese momento la Agrupación Roberto. La mayor parte de las partidas guerrilleras, se explica en el libro 'Vivir entre tinieblas' estaban "en proceso de descomposición", pero no esta Agrupación, que sí está sometida a un continuo "acoso" y cada vez son más frecuentes los enfrentamientos.
El grupo de Pablo termina desconectado de Roberto y, aunque este cae, ellos creen que sigue operando. Y en el intento de conectar con sus otros compañeros, en ese discurrir entre las Sierras de Alhama, Tejeda y Almijara y Sierra Nevada y en el deseo de alcanzar la Sierra de Cazorla, se enmarca su llegada a esta cortijada.
Y lo que encontraron en El Raposo, como precisa Ruiz Esteban, es lo más cercano a la normalidad "después de tantos avatares y pérdidas". "Decidimos quedarnos en un tiempo en aquella zona. Era algo nuevo para nosotros pero aquella situación de quietud y normalidad hizo que nos sintiésemos seguros y cómodos sin bajar la guardia y sin dejar de preguntarnos hasta cuándo se podía mantener aquella tranquilidad". Así lo describía Miguel Salado Cecilia en otro de los testimonios recogidos por Francisco Ruiz Esteban 'Tani'.
Se quedan en El Raposo con pleno conocimiento del encargado y de sus vecinos y durante un corto espacio de tiempo logran vivir más allá de lo que el propio Miguel Salado Cecilia calificó como "inhumano, cruel e infernal" periodo que estuvieron obligados a vivir en el monte
Se quedan en El Raposo con pleno conocimiento del encargado de la cortijada, Claudio Rodríguez Martínez, y de sus vecinos. De esta manera lo contó Salado Cecilia a Ruiz Esteban: "De mutuo acuerdo con Claudio decidimos celebrar una asamblea con todos los vecinos adultos de aquella cortijada donde vivían seis u ocho familias; una noche Pablo, Paco Polopero y posiblemente Ramiro, en un gran salón del cortijo reunidos con todos los habitantes mayores de edad y elpropio Claudio les explicaron quiénes éramos y cuáles eran nuestros propósitos: tratar de continuar hasta la Sierra de Cazorla para evitar ser aniquilados, dado que por la situación en el lugar del que proveníamos era absolutamente imposible mantenernos fuera del alcance de la Guardia Civil, más pronto que tarde podíamos sperder la vida en un enfrentamiento con ellos como venía ocurriendo con demasiada frecuencia".
Y allí quedaron, "sin bajar la guardia" a pesar de que, según el testimonio del propio guerrillero, la relación con los vecinos que habían estado de acuerdo en que allí quedaran "se iba profundizando" y producía en ellos "una sensación de bienestar, armonía y tranquilidad desconocida después de tantos años de guerra y luego en el monte".
En otro de los testimonios publicados, lo explica así Miguel Salado: "Llegamos a El Raposo y durante un corto espacio de tiempo te das cuenta de que el mundo existe, que hay algo más allá del reducido, inhumano, cruel e infernal mundo el en que cual nos habían obligado a instalarnos en el monte, en una constante lucha y permanente huida. Aunque solo fuese de forma temporal y furtiva volví a disfrutar del contacto con la población civil, con la vida misma: saludos, charlas (...) sin olvidar que por encima de nuestros sentimientos estaba nuesetra propio condición de combatientes guerrilleros, donde no había cabida para las emociones, el amor, la amistad, y menos para la intimidad. Pero nuestra condición de seres humanos, la misma que la de los habitantes de El Raposo, estaban siempre presentes y a la más mínima oportunidad brotaban con toda la fuerza a la que nos empujaban los largos años de privaciones".
Sin bajar la guardia por miedo a ser delatados, aunque en este caso concreto llegaría de uno de sus propios compañeros -se atribuye a un guerrillero conocido como Polopero-.
Resalta Ruiz Esteban que el encargado del cortijo, según sus investigaciones y los testimonios recopilados, sí puso en conocimiento del dueño del cortijo, José Carrasco, lo que sucedía. Cuando el grupo cae, el propietario se vería también comprometido y se libró de represalias por la intervención de un hermano, que era cónsul de España.
"Esa gente ha luchado para convertir la España de Franco en Democracia, y eso merece la pena honrarlo", resalta en una conversación con El Independiente de Granada Bart Gruson, presidente del Grupo Memorialista Zenete-Guadix, colectivo que ha organizado actividades en este enclave para recordar la lucha de la guerrilla antifranquista, y uno de sus últimos asentamientos antes de salir de España. Luchadores por la democracia, agrega, "no eran criminales", tenían ideas y "luchaban por una causa justa". Eso, insiste, "vale la pena que lo sepan los españoles".
Tras su paso por El Raposo y otros enfrentamientos como guerrilleros que aún vivirían, "caminaron a pie a Francia", sin nada, atravesando el país, con sus camaradas muertos. Razón de más, opina, para que una placa los recuerde.
Que recuerde, como destacan desde el grupo memorialista, al que fue "el último reducto" de la resistencia antifranquista, y también, a las personas que los ayudaron, pagándolo hasta con su vida. Aquellos vecinos de El Raposo.
No es el único lugar para la Memoria Democrática que reivindica en estas comarcas el colectivo, que recuerda la Azucarera de Guadix, que sirvió como campo de prisioneros; el Caño de San Antón,donde se les encerraba la noche antes de fusilarlos; el cementerio; o la Plaza de las Palomas (Constitución), escenario también de fusilamientos que, en este enclave, eran planteados como escarmiento.
En la imagen de arriba Bart Gruson, presidente del Grupo Memorialista Zenete Guadix, en la de abajo, foto de familia de una jornada celebrada en 2018. Fotos: Grupo Memorialista Zenete-Guadix.
Las consecuencias del apoyo a los guerrilleros
Por la ayuda a los guerrilleros pagó Claudio Rodríguez Martínez, encargado del cortijo. Todos los hombres de El Raposo fueron detenidos y conducidos al Cuartel de las Palmas, entre ellos Claudio.
Así le contó un pastor, vecino de Huéneja a Ruiz Esteban ese momento: "mientras estaba en el campo guardando mi ganado, divisé en el horizonte una fila de hombres, unos treinta o cuarenta, iban en fila india, encabezando la marcha varios guardias civiles y un paisano. Daba miedo". Luego descubrió que eran todos los empleados de El Raposo y los alrededores, detenidos como colaboradores de la guerrilla.
A Claudio le aplicaron la ley de fugas y lo liquidaron, apunta el profesor.
La detención masiva de los hombres de El Raposo, la Rambla, Carches y otros cortijos se produce en agosto de 1952
La detención masiva de los hombres de El Raposo, la Rambla, Charches y otros cortijos se produce, según Francisco Ruiz Esteban, en agosto de 1952. Las consecuencias que podían sufrir atormentaba constantemente a los guerrilleros, como contó Miguel Salado. Sobre todo, teniendo en cuenta que era el único grupo superviviente de la Agrupación Roberto. Con aquellos vecinos se estableció "una relación muy estrecha, con fuertes lazos afectivos, algo que nunca pudimos imaginar en todo el tiempo que permanecimos en el monte, ya que en ninguna otra ocasión tuvimos una relación tan apacible, no era posible por nuestra condición de perseguidos, de enemigos públicos número uno del régimen. Era mucho el afecto que sentíamos por aquella gente, pero no menos enl que sentían hacia nosotros. Los admirábamos por ssu comportamiento y su actitud, y esa admiración era compartida y correspondida".
Para los últimos guerrilleros antifranquistas fueron solo unos meses en El Raposo, los previos a nuevos enfrentamientos, búsqueda de otros destinos, como La Rábita o Lagos, y un acontecimiento final: la huida a pie a Francia. "Pero Francia dónde está?", preguntó en su día Miguel a Pablo el de Motril. "Al norte, detrás de los Pirineos, después de España". Y ese fue su destino.
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Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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