'La purpurina de las urnas'
El pasado domingo la ciudadanía andaluza dio el triunfo electoral al Partido Popular con una mayoría contundente que le permitirá gobernar con total tranquilidad durante los próximos cuatro años. Y no es que la última legislatura haya gestionado la comunidad con brillantez y ahora esté recogiendo el fruto de sus éxitos, es que ha concentrado los deméritos de una izquierda que sigue buscando los unicornios para ver si alguno ofrece una explicación plausible a los miles de votos perdidos. Líbrenme las diosas de dedicar este espacio hoy a los sesudos análisis políticos. Para eso ya están los tertulianos y tertulianas que igual hablan del precio de los tomates –usurpando el espacio del ministro de Consumo- que de la prima de riesgo o el desastre del incendio en Zamora.
Esa izquierda que pierde votos a chorros considera también que la prostitución es un trabajo, como otro cualquiera, desarrollado en las rotondas o los clubes de carretera donde miles de mujeres se ven obligadas a ofrecer sus cuerpos esclavizados por unos euros
Hay mucha gente afectada, de una u otra manera, por las veleidades de una izquierda enterrada por toneladas de purpurina que aplaude las excentricidades y mala educación de personas como Samantha Hudson (su nombre real es Iván González) que se permite, con la risa cómplice de Aimar Bretos en Hora 25, llamar perras a las mujeres. También están las familias que luchan por apartar a sus hijos del tsunami queer que induce a los adolescentes a hormonar y mutilar sus cuerpos sanos para alcanzar una meta imposible como el cambio de sexo. Tenemos además a las deportistas que ven comprometidos sus triunfos tras muchos años de entrenamientos y privaciones cuando a sus equipos llegan mujeres sentidas (hombres) que pulverizan las marcas debido a su superioridad física. Alerta se mantienen madres y padres que observan, con estupor, cómo en los centros educativos algunas asociaciones transgénero explican en niveles de primaria que el sexo no existe y que lo importante es cómo se siente cada uno.
Esa izquierda que pierde votos a chorros considera también que la prostitución es un trabajo, como otro cualquiera, desarrollado en las rotondas o los clubes de carretera donde miles de mujeres se ven obligadas a ofrecer sus cuerpos esclavizados por unos euros. Eso sí, siempre los de otras, no los de sus hijas. Los mismos que dicen no estar de acuerdo con los vientres de alquiler pero no dejan sin efecto la instrucción de 2010 por la que se permite la inscripción en el registro de esos bebés comprados en el extranjero y quienes mantienen en la cárcel a María Salmerón por defender a su hija de un padre maltratador.
Sigan diseñando políticas para una minoría (0,1% de la población) y continúen despreciando al 52% a las que llaman ‘personas menstruantes’ Pero recuerden, el feminismo ya no vota misoginia
El brillibrilli le está costando muy caro a esa izquierda asentada en el Ministerio de Igualdad que tiene dificultades para describir qué es una mujer o mantiene abandonadas a las víctimas de la violencia machista mientras hace cosas muy chulas. Sigan diseñando políticas para una minoría (0,1% de la población) y continúen despreciando al 52% a las que llaman ‘personas menstruantes’ Pero recuerden, el feminismo ya no vota misoginia.
Y mientras esto ocurre en la izquierda, que no capta el mensaje y prefiere echar la culpa al poco tiempo de preparación de la campaña (PSOE), el adelanto electoral y el apoyo de los medios al PP (Por Andalucía) o se vanagloria de haber pinchado el globo de la ultraderecha con dos diputados (Adelante Andalucía), no ofrece a las mujeres un mejor panorama la derecha. Es necesario recordar que a la psicóloga Carola López ha sido el PP y Ciudadanos quienes le han abierto un expediente en el que se le acusa de realizar terapias de conversión cuando ella trabaja, únicamente, con mujeres víctimas de violencia.
Lo único de lo que las mujeres andaluzas pueden alegrarse es de haber alejado de las consejerías a la ultraderecha y a esa Macarena que sólo tiene de andaluza las ocho letras de su nombre
Lo único de lo que las mujeres andaluzas pueden alegrarse es de haber alejado de las consejerías a la ultraderecha y a esa Macarena que sólo tiene de andaluza las ocho letras de su nombre. La candidata del partido con nombre de diccionario creyó que ella era mucho para estas tierras del Sur y cruzó Despeñaperros pensando que los ocho millones de almas que habitan esta tierra se arrodillarían ante su paso firme y seguro. Señora Olona, usted no conoce Andalucía. Le sobra altanería y le falta torería para venir a dar lecciones de cómo mover una bata de cola. Se mimetizó con la imagen de aquellas muñecas flamencas que se situaban encima de los televisores en los años 70 y, como ellas, se ha quedado inmóvil y llena de polvo. Andalucía no es un souvenir, ni una colonia que conquistar para sus jefes, ni un peldaño en su carrera política. Y, las andaluzas, saben muy bien lo que es la violencia machista como para que usted venga a hacer luz de gas a un problema que ha acabado este año con la vida de dieciocho mujeres hasta el mes de mayo, cuatro de ellas en Andalucía. Si tiene previsto quedarse aquí – hay grandes dudas al respecto y por eso conserva su escaño en Madrid- sólo le pedimos respeto, el mismo que le ha demostrado el pueblo andaluz durante su campaña electoral.
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