Política
Política, unas veces denostada, otras veces alabada, siempre necesaria. Política, en boca de todos, causante oportuna de muchos de nuestros males, culpable buscada a propósito para tapar otras culpas. Responsable siempre también, y a veces casi única, de los avances sociales, de las transformaciones y los cambios que traen felicidad y bienestar.
Política como excusa, política como pretexto, pero siempre política. Vehículo de demandas, mecanismo de soluciones, herramienta para las mayorías. Por tanto, política con mayúsculas, con sentimiento, con honradez. Y con coste, naturalmente. Para que sea política y no un sucedáneo. Para que sea verdad y no engaño. Para que no la intenten ocultar, con fingida indulgencia, bajo el manto de una falsa austeridad. Ahorrar en política es ahorrar en democracia, y a la larga, resulta mucho más cara, a veces gravemente cara.
Pronto estaremos, de nuevo, de campaña electoral. Momento, otra vez, para la política, a pecho descubierto, a voz en grito, a pie de calle. Sin remilgos, con la cabeza alta, buscando el cara a cara. Sin esconderse en una cacareada austeridad, que lo es sólo para algunos, para quienes tienen más dificultad de acceder a la política. Para quienes, incluso, no debería existir más austeridad que la austeridad de la mentira o de la media verdad, esa que puede resultar agradable de escuchar, pero imposible de digerir. Hagamos grande la política a fuerza de política. Y no juguemos a empequeñecerla. Seguro que traería malas consecuencias.