Inagra en Navidad

'Nick Cave persigue esa belleza que solo se percibe tras la pérdida'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 11 de Septiembre de 2024
Nick Cave & The Bad Seeds – 'Wild God'.
Portada de 'Wild God' de Nick Cave & The Bad Seeds.
IndeGranada
Portada de 'Wild God' de Nick Cave & The Bad Seeds.

No es nada habitual que un artista siga manteniendo el prestigio crítico y el interés de los fans en sus nuevas obras después de más de cuarenta años de carrera. Aparte del fallecido Leonard Cohen, ¿de quién podemos afirmar que haya lanzado discos aplaudidos y admirados en cinco décadas diferentes? Quizás Nick Cave sea el único; desde luego, diría que es el único en activo. Además, en los últimos tiempos viene cosechando un mayor éxito comercial que en cualquier otro momento de su trayectoria. Junto a su grupo The Bad Seeds, Cave es uno de los últimos iconos del rock and roll capaces de mover a las masas sin ser un mero legacy act, un grupo que llena estadios por lo que hizo hace veinte o treinta años. Su estilo, su forma de vestir, sus poéticas y violentas letras sobre el amor, la muerte, Dios y la búsqueda de la belleza y la redención, lo han convertido en una figura inconfundible.

Después de los lo que ha sucedido en los últimos años en su vida personal (en especial la muerte de no uno, sino dos de sus hijos), el elemento espiritual de su música ha adquirido un mayor protagonismo que nunca, convirtiendo sus discos en objetos de carácter cuasi religioso

Así pues, un nuevo álbum de Nick Cave es siempre un evento musical. Pero además, después de los lo que ha sucedido en los últimos años en su vida personal (en especial la muerte de no uno, sino dos de sus hijos), el elemento espiritual de su música ha adquirido un mayor protagonismo que nunca, convirtiendo sus discos en objetos de carácter cuasi religioso. Skeleton Tree (2016) y Ghosteen (2019) fueron LPs terribles en lo lírico y minimalistas en lo sonoro, el primero de una oscuridad asfixiante, el segundo más sereno y sintético, en esencia un disco de spoken word con un trasfondo ambient. Su estupendo último trabajo, Carnage (2021), lanzado solamente con Warren Ellis, sin el resto de los Bad Seeds, empezaba a mostrar otro tipo de inclinaciones en lo musical y lo temático. Su segunda mitad seguía siendo morosa y severa, si bien con más apertura a la luz. Las canciones de la cara A, en cambio, tenían un mayor vigor, ya fuera a través de un siniestro blues electrónico, casi industrial, o a través del gospel extático de la gloriosa segunda mitad de “White Elephant”.

En Wild God, el álbum que han lanzado Cave y los Bad Seeds al final de agosto, esta senda expansiva y orquestal se explora en más profundidad. Al menos en sus primeros temas: el single que da nombre al LP, en particular, busca respuestas a las grandes preguntas de la existencia en una auténtica explosión musical con coro, cuerdas y vientos que eleva el alma. En esencia, Cave sigue batallando con la cuestión de cómo el amor y el dolor son las dos caras inseparables de la misma moneda, solo que esta vez está menos subyugado por ese dolor. El “dios salvaje” que protagoniza el tema contesta a las preguntas de los meros mortales diciendo que “empieza con el corazón” y que “no acaba nunca”; está claro que habla de ese sufrimiento inherente a la existencia con el que lleva una década tratando de reconciliarse. Estas mismas notas emocionales son las que evocan “Song of the Lake” y “Frogs”: esta tríada inicial quiere dejarse llevar por la emoción incontenible y la pura belleza de la existencia sin olvidar en ningún momento la oscuridad que late por debajo de la misma, y lo hace con unos clímax instrumentales dignos del space rock de Spiritualized.

Si el disco hubiese sido un EP que concluyese aquí, estaríamos hablando de una obra mayúscula, redonda. Sin embargo, el resto de tracklist se mueve en un terreno menos inspirado

No obstante, la banda abandona esta fórmula acto seguido y apenas la retoma. La cuarta canción, paradójicamente titulada “Joy”, introduce un tono mucho más pausado y sombrío (que recuerda a “Shattered Ground” o “Balcony Man”, de Carnage), con un piano solemne, sintes de fondo y toques de vientos y percusión. De hecho, los dos primeros versos hielan la sangre, dado el contexto: “I woke up this morning with the blues all around my head/I felt like someone in my family was dead”. Pero la canción conduce a un momento de redención, cuando los preciosos coros traen la anunciada felicidad que sigue a la desolación de la pérdida. Si el disco hubiese sido un EP que concluyese aquí, estaríamos hablando de una obra mayúscula, redonda. Sin embargo, el resto de tracklist se mueve en un terreno menos inspirado. “Final Rescue Attempt”, por ejemplo, vuleve a tener unos ropajes más austeros: se construye sobre un ciclo de sintes, un piano y unas cuerdas que conducen a un estribillo algo melodramático, carente de la sutileza para transmitir las múltiples capas emocionales de esas primeras canciones.

“Cinnamon Horses” tiene defectos similares, mientras que “Long Dark Night”, inspirada en el poema “La noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz, es una canción bonita, pero carente del poder de las mejores composiciones del australiano

“Cinnamon Horses” tiene defectos similares, mientras que “Long Dark Night”, inspirada en el poema “La noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz, es una canción bonita, pero carente del poder de las mejores composiciones del australiano. Y los dos últimos cortes directamente bordean la medianía. “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)” es un homenaje a Anita Lane, su excompañera de grupo y examante, fallecida en 2021, y la dulzura de ese homenaje la redime en parte, pero tanto los ritmos programados como los toques de voces fantasmales con auto-tune a lo Bon Iver están totalmente fuera de lugar y generan bastante dentera. Por su parte, “As the Waters Cover the Sea” es una despedida algo perezosa al disco, apenas una pequeña intro de piano, cuerdas y sintes y de pronto los coros que nos acogen de nuevo, pero sin una construcción previa que justifique esa grandiosa aparición divina.

Tras un inicio sencillo y oscuro a medio camino entre el sonido de Skeleton Tree y el de Ghosteen, la banda y los coros gospel irrumpen de golpe y, conforme avanza la canción, aumenta la intensidad de este maremágnum musical, hasta alcanzar cotas verdaderamente espirituales

Solo en “Conversion” vuelven los Bad Seeds a buscar el poder de esos arreglos colosales. Tras un inicio sencillo y oscuro a medio camino entre el sonido de Skeleton Tree y el de Ghosteen, la banda y los coros gospel irrumpen de golpe y, conforme avanza la canción, aumenta la intensidad de este maremágnum musical, hasta alcanzar cotas verdaderamente espirituales. Y es una pena, porque si el disco estuviera un poco más equilibrado, con ese tipo de momentos más repartidos, en vez de todos concentrados al inicio, quizás este mismo tracklist sería más efectivo y podríamos hablar de otra obra maestra de Cave. En cambio, tal como ha quedado finalmente, Wild God es un muy buen disco que pierde algo de fuelle conforme va avanzando hasta llegar ya casi sin fuerza a un final anticlimático. Es decir, el disco sigue la progresión contraria a la que tienen sus mejores canciones. Una pena, desde luego, pero al menos esas canciones tienen el poder de sacudirte de una forma difícil de olvidar.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com