La masculinidad también es una jaula pequeña
Hace unos días volví a ver ‘Paula’, una película alemana del año pasado que refleja lo difícil que resulta desarrollar la creatividad libremente cuando los estereotipos limitan el pensamiento. A principios del siglo XX, esta pintora rechaza convenciones y se revela contra la idea de que lo único creativo que puede hacer una mujer es traer otra vida al mundo y se lanza a explorar un estilo único.
Viéndola, me vino a la cabeza Chimamanda Ngozi Adichie y un pequeño librito donde relata las creencias erróneas y los estereotipos que se tiene sobre la mujer que se define como feminista y cómo definirse como tal podía levantar resistencias y hacerla antipática.
Cuenta cómo veían raro que dedicara su tiempo a lecturas sesudas en lugar de a novelas románticas y que la presuponían infeliz y odiando a los hombres por lo que se apresuraba a explicar que ella era “una feminista feliz a la que la gustaban los hombres”. Todavía recuerdo que levantara suspicacias en alguna pareja que mi casa estuviese llena de cuadros y esculturas de mujeres...
Todavía me resulta gracioso que mis compañeras de trabajo cuando coincidimos en alguna cena me digan que no se imaginaban que fuera tan presumida; como si estas ideas no pudieran defenderse con los labios pintados de rojo, encima de unos tacones o llevando unos pendientes vistosos
También cometo a menudo la equivocación de pensar que algo que a mí me resulta obvio es igual de obvio para todo el mundo y durante un tiempo me dediqué con insistencia a hacer ver cómo pequeños gestos cotidianos ponían de manifiesto el trato desigual y sexista. Cómo me servían a mí la cerveza sin alcohol aunque no la hubiese pedido yo; o pedir la cuenta pero se la daban a él o, incluso después de pagarla yo, le daban el cambio a él; cuando fuimos a informarnos de las prestaciones de distintos coches, la explicaciones no me las daban a mí aunque era yo la que iba a comprarlo; el mecánico presuponía que no tenía ni idea de mantenimiento básico de mi coche... podría seguir.
Lo que se repite se perpetúa y termina pareciendo lo normal; además el que está en la posición privilegiada no va a reparar en aquello que no le perjudica y si cae en ello puede que no quiera perder sus privilegios. Pero como explica Chimamanda, “ la masculinidad también es una jaula muy pequeña en la que encerramos a los niños”.
Una actitud que en mí se tilda de rabiosa, en un compañero puede verse cómo lucha contra algo injusto; si reivindico algo parezco agresiva pero mi compañero sólo estaría reivindicando un derecho. Me molestan los chistes sexistas aunque decirlo me reporte comentarios de mis compañeros en el sentido de que siempre les corte el rollo; odio la expresión “con dos cojones” y las bromas que denotan un pensamiento no igualitario.
Es evidente que somos biológicamente diferentes pero esta diferencia no tiene por qué traducirse en desigualdades sociales; presuponemos capacidades y habilidades como propias de hombres y mujeres cuando llevamos mucho tiempo reivindicando la posibilidad de ejercitarlas y desarrollarlas porque no vienen determinadas genéticamente.
Todavía me resulta gracioso que mis compañeras de trabajo cuando coincidimos en alguna cena me digan que no se imaginaban que fuera tan presumida; como si estas ideas no pudieran defenderse con los labios pintados de rojo, encima de unos tacones o llevando unos pendientes vistosos.
Recomiendo la lectura del libro ‘Todos deberíamos ser Feministas’, de Chimamando porque su lectura es agradable y fácil; sin recurrir a sesudas reflexiones sobre teoría de género nos hace pensar y vernos reflejadas en muchas situaciones cotidianas de las que habla. Y con ella recordar que ... ”la cultura no hace a la gente; la gente hace la cultura”... lo que posibilita cambiarla.
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Y la recomendación musical de este semana: