Líneas rojas
Seguramente la expresión más utilizada en los mentideros políticos desde el pasado 20 de diciembre. Posiblemente la mejor de las tapaderas existentes, que se expresa cuando se carece de argumentos políticos o ideas interesantes que ofrecer ante la compleja situación creada tras las Elecciones Generales y el desenlace de la investidura de la presidencia de la Generalitat catalana.
Aún sin haberse constituido las Cortes (lo hacen el día 13 de Enero) y ya parecen trazadas, a modo de barreras infranqueables, todas las líneas que jamás se superarán, en unas negociaciones entre las fuerzas políticas que, al parecer, jamás se celebrarán, tras unas votaciones que parece que nunca se producirán. Y sin embargo, las votaciones se celebrarán en sede parlamentaria. Y los resultados consecutivos de éstas producirán negociaciones. Y a lo largo de éstas, las líneas se superarán. No puede, ni debe ser, de otro modo. Lo contrario sería, simplemente, la muerte de la política. Y esa es la única línea roja que no se puede traspasar. La única.
Por tanto, dejemos las expresiones rimbombantes, y situémoslas en el contexto "festivo" en el que se han producido. Contexto que ya se acaba. De modo que pasemos a la incontestable realidad. Y ésta no es otra que una generalizada oposición política, social y ciudadana a las políticas desarrolladas y a las actitudes demostradas por el PP en la pasada legislatura, plasmada en un descalabro electoral descomunal, apenas maquillado por el hecho de haber sido la fuerza con más votos, claramente insuficientes a los efectos de considerar validadas sus políticas y sus aspiraciones de seguir en el gobierno.
Y junto a ello, un ansia de cambio político y social, con diversos receptores de la misma, que bien puede sintetizarse en más y mejor democracia, más y mejor libertad, más y mejor redistribución de los recursos, con especial atención a los sectores más desfavorecidos, y todo ello, en un marco de convivencia más flexible que, partiendo de la estricta igualdad de todos y todas, permita y ampare las singularidades que han de convivir.
Siendo ello así, es evidente que, líneas rojas al margen, el mandato popular es avanzar en el encuentro de las posiciones justas, democratizadoras, reequlibradoras y de búsqueda de convivencia. Tiempo hay. Y mecanismos legales. Y procedimientos reglados. Y la voluntad soberana de la ciudadanía. Ante ello, no valen las líneas rojas.