Liberales, según para qué
En aquella lejana España de la fracasada política autárquica, los empresarios del cereal dueños de latifundios, presionaban año tras año para mantener protegido un sector ruinoso y sin futuro en España: el del cultivo de trigo. Para eso habían ganado la guerra, qué puñetas. Si el resto del país tenía que hacer sacrificios que los hiciera. Un trigo autóctono y caro con las fronteras cerradas al exterior, para mayor prosperidad de su negocio, determinó, más que la guerra en sí, aquella década del hambre. A la vez, sin el menor pudor, maniobraban para que el mismo gobierno que prohibía la compra de trigo extranjero, facilitara la importación de maquinaria agrícola, esencial para su actividad. No había coherencia ideológica alguna en aquella política, era mera expresión del interés de un grupo.
Los grupos de interés económico siguen actuando guiados exclusivamente por ese interés y sin atender a la menor coherencia ideológica o de principios económicos. Lo hemos visto estas semanas con algunas de las asociaciones agrícolas de la derecha más reaccionaria respaldando la intervención de los precios del sector agrícola a la vez que reclaman plena liberalización (a la baja por supuesto) de los salarios de los trabajadores
Poco han cambiado las mentalidades en ochenta años. Los grupos de interés económico siguen actuando guiados exclusivamente por ese interés y sin atender a la menor coherencia ideológica o de principios económicos. Lo hemos visto estas semanas con algunas de las asociaciones agrícolas de la derecha más reaccionaria respaldando la intervención de los precios del sector agrícola a la vez que reclaman plena liberalización (a la baja por supuesto) de los salarios de los trabajadores. No es que la reivindicación no sea justa. Lo es. Estuve en las manifestaciones y volvería a estarlo. Es que me rechina que señoros asiduos defensores del liberalismo más salvaje, se lancen a clamar por la protección de su sector con toda naturalidad, sin que se les mueva un sólo músculo de la cara.
Pero no son los únicos. Hemos vivido lo mismo con las justas pero parciales reivindicaciones del sector del taxi frente a la entrada en tromba de las VTCs, de los hoteleros frente a la competencia desleal de las viviendas de uso turístico o de los pequeños comerciantes contra la implantación de grandes superficies que destruyen el pequeño comercio. Sí. Sí a todo pero... ¿Podrían por favor levantar cada uno de estos colectivos la vista de su ombligo económico y preguntarse qué clase de economía quieren y en qué clase de país quieren vivir?
La cuestión es, entonces, que lo que necesitamos es un modelo integral de país y de economía social, que distinga determinadas formas de economía como socialmente rentables y les otorgue ventajas competitivas. Es decir, un modelo de economía social, si no en las antípodas, sí muy alejado del mercado salvaje que preconiza la derecha política, mediática y económica
Todos ellos tienen derecho a proponer barreras frente a un capitalismo salvaje que elimina de la competencia a pequeñas y medianas empresas, destruye empleo y ocasiona un indudable deterioro social. La cuestión es, entonces, que lo que necesitamos es un modelo integral de país y de economía social, que distinga determinadas formas de economía como socialmente rentables y les otorgue ventajas competitivas. Es decir, un modelo de economía social, si no en las antípodas, sí muy alejado del mercado salvaje que preconiza la derecha política, mediática y económica.
Sí. Necesitamos regular más y mejor muchos sectores económicos: el agrícola, el turístico, el del transporte y el del comercio, pero también el laboral, el del alquiler de vivienda, el de los medios de comunicación, la banca y el energético. Algunos, incluso defendemos que algunos de estos sectores sean nacionalizados. Podrá gustar más o menos, pero al menos es coherente.
Lo que no es coherente es hacerse fotos o pretender encabezar manifestaciones que defienden la regulación económica cuando se defiende el capitalismo más salvaje, como hacen los señores de Vox o del PP o algunas ramas de la patronal. O se es liberal, y entonces hay que serlo para todo, también para el negocio propio o se defiende una economía regulada por el estado para el negocio propio, pero también para el resto. Todo lo demás es adscribirse a la ley del embudo, que será muy legítimo, pero no nos pidan entonces al resto que les acompañemos en semejante postura política. Y mucho menos, apelando a una solidaridad que no es compartida. Hablemos de solidaridad. Hablemos de socialismo.