Juan Ferreras
Un banco en Plaza Larga, inutilizado por la 'decoración' de una terraza.
Escribí en abril del pasado año la primera parte de este post,
"Incivismos en la ciudad compleja", y en
junio del presente año, la segunda parte. Considero que cada día resulta más evidente que en términos generales, la ciudad, o parte de ella, se ha vuelto incívica y que las ciudades, globalmente consideradas, ofrecen episodios que no contribuyen, precisamente, a proyectar una imagen de civismo. Por ello, hoy continúo la reflexión al hilo de que observo que va ganando terreno en nuestro imaginario colectivo granadino, el hecho de que algunos sectores de la ciudad tienen "patente de corso" para desarrollar su actividad, legítima pero claramente molesta para el conjunto de la ciudadanía, o al menos, para otros sectores de la ciudad.
Las habituales mesas y sillas se van complementando con todo tipo de ornatos y motivos incluso arquitectónicos, barreras físicas infranqueables, incluso elementos más propios del mobiliario interior de una cocina. En definitiva, casi una ciudad dentro de la propia ciudad
Hechos que describen a la perfección el grado de incomprensión que se puede alcanzar a la hora de abarcar, con perspectiva, las complejidades de la convivencia ciudadana en el ámbito urbano, por afectar al uso y disfrute del espacio público, algo que me temo que tendremos que defender con uñas y dientes, ante las embestidas "privativas" a las que se ve sometido…
Me refiero, en primer lugar, a la ocupación desmesurada, cuando no abusiva, de nuestras calles, plazas y aceras por terrazas de bares y restaurantes. Las habituales mesas y sillas se van complementando con todo tipo de ornatos y motivos incluso arquitectónicos, barreras físicas infranqueables, incluso elementos más propios del mobiliario interior de una cocina. En definitiva, casi una ciudad dentro de la propia ciudad.
Es evidente que dicha situación requiere una normativa reguladora, en sentido restrictivo y armonizador, acompañada de una decisiva intervención recaudatoria municipal, como la planteada por el actual gobierno, que impulsa un Plan de reorganización de nuestras plazas del casco histórico. Al margen de los procesos previos de debate e información con los sectores implicados, que como siempre habrán sido mejorables, en los que ha primado la atención a las demandas vecinales y el esfuerzo de recuperar el espacio público sin afectar a la actividad económica, sólo cabe calificar de escasamente cívicas, en el sentido de esta reflexión, las reacciones contrarias a la normativa municipal que pretende poner coto a tales desmanes. No se ha proyectado una imagen de civismo, en la línea que desarrollaba en la primera parte de este post.
Otro importante foco de debate lo constituye la proliferación de desfiles procesionales, fuera del calendario específico de esta manifestación, y el evidente nivel de "aguante" que sectores ciudadanos han de soportar al respecto de actividades o hechos que forman parte de la llamada "tradición" de la ciudad, incluso cuando éstos implican una evidente molestia para el conjunto
Otro importante foco de debate lo constituye la proliferación de desfiles procesionales, fuera del calendario específico de esta manifestación, y el evidente nivel de "aguante" que sectores ciudadanos han de soportar al respecto de actividades o hechos que forman parte de la llamada "tradición" de la ciudad, incluso cuando éstos implican una evidente molestia para el conjunto. Ya señalaba en las partes anteriores de estos "Incivismos" que estas molestias cada cual las soporta como considera, pues en eso consiste, la convivencia ciudadana, que cada cual deba soportar, equitativamente, determinados excesos del resto, en aras a dicha convivencia.
Sin embargo, la falta de información, incluso de consideración, que los organizadores de estos desfiles, ofrecen al resto de ciudadanos y ciudadanas, para intentar paliar los perjuicios ocasionados, sólo cabe enmarcarla en una falta de equilibrio a la hora de "administrar" el uso del espacio público, alcanzando la calificación de abuso, pues entramos en la fase de que una parte de la ciudad se impone a la otra, y eso no es convivencia.
Como en el ejemplo anterior, al margen de que el proceso previo de información y debate, sea mejorable, también cabe calificar de poco cívica la reacción habida al respecto de la intención municipal de ordenar de mejor manera dichas manifestaciones, habida cuenta de que éstas se están celebrando fuera de su itinerario y fecha habitual de celebración a tenor del calendario festivo, con todo lo que ello acarrea, pues los mecanismos preventivos municipales al respecto, no pueden ni deben funcionar todo el año.
Las ciudades tienen un problema, porque su esencia es crecientemente compleja. La gestión de esta complejidad exige diálogo, buen gobierno e inteligencia ciudadana. Termino como siempre termino estas reflexiones. Nadie duda de lo perturbadoras que pueden ser ciertas actuaciones en los espacios públicos de la ciudad, y conviene trabajar para disminuirlas, pero no podemos aislar esas manifestaciones de otras muchas que las alimentan, ayudan a que proliferen y, sobre todo, se nutren directamente o indirectamente de ellas. Conviene reflexionar sobre ello. El año pasado, ahora y siempre.
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