Incivismos en la ciudad compleja
Diversos analistas y expertos coinciden, de unos años a esta parte, en la idea de que la ciudad, o parte de ella, se ha vuelto incívica. Las ciudades ofrecen episodios que no contribuyen, precisamente, a proyectar una imagen de civismo. Se conocen, y se publican en los medios, fotos de personas que ejercen la prostitución en plena calle; de lugares de recreo de niñas y niños en los que dormitan vagabundos o existen focos de insalubridad; de carteristas aprovechándose de viandantes desprevenidos. Incluso se identifican los lugares en los que se trafica con droga o se desenvuelven las personas "sin techo".
En aras a una necesaria justicia, convendría quizás un mayor esfuerzo por parte de todos en esta labor de denuncia, sacando a la luz episodios menos visibles pero igualmente impactantes. Imágenes de equipamientos sin licencia, de pelotazos urbanísticos, de operaciones financieras que enriquecerán a unos cuantos, de propietarios que cobran alquileres abusivos por viviendas en mal estado, de negocios o pactos turbios, etc. Lamentablemente nuestra sociedad se ceba en lo fácil y en lo más conocido. Y nuestros mapas de incivismo resultan bastante previsibles. ¿Llegaremos a conocer el mapa de la prostitución ligada a los diversos eventos de todo tipo que tantos ingresos proyectan a las ciudades?, ¿Cuando se hará público el mapa de los trabajos en precario o de la sobreexplotación laboral de los inmigrantes irregulares?, ¿En que oficina se consigue el mapa de las instalaciones ilegales que se distribuyen por toda la ciudad, o de las maquinaciones que las originaron?
Las ciudades tienen un problema, porque su esencia es crecientemente compleja, y añoramos lo que también rechazamos. La ciudadanía parece querer más autoridad y coerción normativa, pero también critica el exceso de regulación y de intromisión institucional en sus vidas. Ante ello, hay que reaccionar con inteligencia. Por ejemplo, se pueden mejorar nuestros espacios públicos implicándonos todos en su sostenibilidad social, bien con algunos ajustes urbanísticos, bien facilitando o restringiendo accesos.
Lo que siempre se ha demostrado inútil es responder a la complejidad con la simple respuesta policial. Tampoco contribuye a la solución estigmatizar personas, colectivos o barrios, convirtiéndolos en los chivos expiatorios de nuestras contradicciones y nuestros temores; y mucho menos usándolos como aliviadero de una hipócrita doble moral. Nadie duda de lo perturbadoras que son ciertas actuaciones en los espacios públicos de la ciudad, y conviene trabajar para eliminarlas o disminuirlas, pero no podemos aislar esas manifestaciones de otras muchas que las alimentan, ayudan a que proliferen y, sobre todo, se lucran directamente o indirectamente de ellas. Conviene reflexionar sobre ello. Ahora más que nunca.