Sierra Nevada, Ahora y siempre.

'In Memoriam' de Ignacio Ruiz Prieto, presidente de la Sociedad Obrera 'La Federal' de Moclín

Blog - Foro de la Memoria - Alfonso Martínez Foronda y Francisco José López García - Sábado, 10 de Septiembre de 2022
Una historia que debía ser contada, en homenaje a Ignacio Ruiz Prieto, por Francisco José López García, descendiente del insigne jornalero de Moclín, que fue asesinado, como otros miembros de su familia, también represaliada, y el historiador Alfonso Martínez Foronda, que firman este extraordinario trabajo de investigación.
Imagen tomada por Francisco José López García en el monumento a las victimas fusiladas en las tapias del Cementerio de San José en Granada.
Imagen tomada por Francisco José López García en el monumento a las victimas fusiladas en las tapias del Cementerio de San José en Granada.

A las faldas de la sierra de Moclín y custodiado por el río Velillos, en el paraje conocido como Corcuera, nacía en 1890, en el seno de una familia humilde, Ignacio Ruiz Prieto. Sus padres, Francisco Ruiz Hernández y Josefa Prieto Angulo, como tantas familias de trabajadores del campo, habitaron una pequeña casa –todavía hoy se conservan sus ruinas- que albergó a otros cinco hermanos. Demasiadas bocas para tan poco beneficio. Ignacio supo desde pequeño lo que era ganarse el indigesto pan diario, la necesidad de sobrevivir de los que habían nacido con el yugo para el cuello y, por ello, aunque nació para los golpes destinado, como jornalero, también supo que la pertenencia a una clase contenía valores sociales de compromiso social que les llevaba a rebelarse contra aquella aparente maldición bíblica que los hincaba a la tierra sin más destino que la pobreza eterna. Allá por 1920 conocerá a la que será su mujer, Francisca García Morales, “La Rubia de Mingandres”, así conocida porque vivía en el cortijo del mismo nombre, cercano al paraje de Corcuela. Con ella se casará, se instalarán en una pequeña casa de la calle San Sebastián de Moclín y tendrán dos hijas, Paquita y Josefa. Mientras él sigue de jornalero y ella con el oficio de las mujeres de la época, que entonces se llamaba eufemísticamente “sus labores” o “su sexo”, los acontecimientos políticos previos a la proclamación de la II República envolverán sus vidas, como a la de tantos trabajadores y trabajadoras de la época, que habían iniciado años antes duros enfrentamientos sociales de los que fueron protagonistas los obreros agrícolas.

Imagen cedida por María Francisca García Ruiz, nieta de Ignacio, cuenta como la única imagen existente de su abuelo. Se desconoce el parentesco del resto de integrantes que completan la imagen.

El apoyo a la República fue inequívoco entre las clases populares y, como muestra, la donación económica, que, junto con otros muchos vecinos, hizo Ignacio para la compra de material escolar y mobiliario de la nueva Escuela, que se instauró allá por octubre del año 1932 en Moclín

Y es que la conflictividad social que se produce en España, especialmente desde 1917, derivada de la creciente integración de su economía capitalista en el contexto internacional, generará un progresivo descontento entre los sectores populares y las clases trabajadoras que expandieron conflictos huelguísticos con una virulencia que hasta entonces no era conocida. Los pueblos de Moclín no fueron ajenos a esos movimientos sociales cuyos conflictos fueron protagonizados por obreros agrícolas, los más desfavorecidos. No es de extrañar que la llegada de la II República el 14 de abril de 1931 fuera saludada como el inicio  de una etapa esperanzadora para los sectores menos privilegiados de la sociedad, formados en este término, en su mayoría, por obreros agrícolas. Las transformaciones que se proponían a nivel nacional con el nuevo régimen en sentido democrático y social, intentaban modificar las relaciones de producción, siempre en beneficio de la clase trabajadora, lo que provocó en esta clase la concienciación de que sus derechos deberían ser reconocidos. El apoyo a la República fue inequívoco entre las clases populares y, como muestra, la donación económica, que, junto con otros muchos vecinos, hizo Ignacio para la compra de material escolar y mobiliario de la nueva Escuela, que se instauró allá por octubre del año 1932 en Moclín.

Ignacio Ruiz Prieto, imagen cedida por su nieta María Francisca García Ruiz, es una imagen que su madre Josefa Ruiz pidió que le construyesen a partir de la foto anterior, pues es la única imagen con la que contaba de su padre y pidió a un fotógrafo que el hiciera este montaje para poder tener una foto de su padre asesinado cuando ella contaba con unos diez años de edad.
Estado actual de la casa en la que presumiblemente nació y vivió Ignacio hasta el inicio de su vida marital, cuando se trasladaron al pueblo de Moclín. Las ruinas se encuentran en la falda de la sierra de Moclín, en el valle del Río Velillos, en un paraje llamado Corcuela.

La República nacía en una sociedad polarizada donde el amplio espectro de las burguesías –un dilatado segmento de las clases medias- respondería al avance espectacular de las izquierdas desde el boicot a un régimen que ponía en entredicho sus privilegios seculares

Aún así, la República nacía en una sociedad polarizada donde el amplio espectro de las burguesías –un dilatado segmento de las clases medias- respondería al avance espectacular de las izquierdas desde el boicot a un régimen que ponía en entredicho sus privilegios seculares. Y es que la patronal agraria confrontó, desde el inicio, con la tibia Reforma Agraria y las reformas legislativas en materia laboral. Así, las gestiones para la aplicación de la Reforma Agraria en Moclín fueron infructuosas; las grandes fincas, donde otrora había trabajo, se restringieron las faenas o no se abonaban los jornales de varios meses; muchas fincas quedaron improductivas; no se respetaban las bolsas de trabajo y los patronos contrataban a trabajadores fuera del término municipal o discrecionalmente con tratando a los “paniaguados” o “pegaos” o, en fin, las fincas arrendadas aumentaron las rentas con diversos pretextos. En fin, el paro endémico –en muchos casos se llegaba a hambre física- llevó a muchos trabajadores a entrar en tierra ajena a buscarse el sustento y que recibió el nombre, en el sur, de trabajos al tope, y que viene a significar imposición a la superficie cultivada (y a su dueño) del máximo de trabajo que ésta puede asumir. Consistía en entrar en una propiedad privada, hacer labores no solicitadas por el patrono (pero que no hacía nadie) y luego solicitar el jornal (como los alojados forzosos o los jayaos extremeños). Se prodigaba en los meses donde disminuían las faenas agrícolas, y en particular, cuando no había recolección. Era mucho más eficaz en grupos, porque la presión sobre el patrono (y el altercado subsiguiente) era mayor.

Imagen proveniente del Archivo Histórico Municipal de Mochín que se recoge en el libro de María Isabel Brenes e alt., Historia  y vida en los pueblos de Moclin (1936-1950).

En los anejos de Moclín se crearon varias de ellas y en este pueblo, el 13 de septiembre de 1932, se constituyó la Sociedad Obrera “La Federal” de Moclín en la que Ignacio se integró desde el comienzo y en la que llegó a ser su Presidente en algún momento indeterminado durante la II República

En ese contexto social se crearon diversas sociedades obreras campesinas que fueron, en su mayoría, afectas a la UGT. Así, en los anejos de Moclín se crearon varias de ellas y en este pueblo, el 13 de septiembre de 1932, se constituyó la Sociedad Obrera “La Federal” de Moclín en la que Ignacio se integró desde el comienzo y en la que llegó a ser su Presidente en algún momento indeterminado durante la II República. Y eso, ser la máxima representación de la Sociedad Obrera que confrontó directamente con la patronal agraria de Moclín sería, a la postre, la causa directa de su fusilamiento, de su asesinato. Porque ese era uno de los motivos esenciales del golpe de estado de 1936: la eliminación física de todos aquellos que osaron cuestionar los privilegios de los poderosos de siempre.

Josefa Ruiz García, hija de Ignacio. Imagen cedida por su hija María Francisca García Ruiz.
Paquita Ruiz García, primera de las hijas de Ignacio y Francisca. Imagen cedida por su sobrina Francisca García Ruiz.
Francisca García Morales. Viuda de Ignacio. Imagen cedida por su nieta María Francisca García Ruiz.

Allí permanecieron toda la noche y al día siguiente, en una primera saca –sin que mediase más que una acusación oral- fueron llevados a un paraje cercano y fusilados. Por la tarde, en una segunda saca, se llevaron al resto a otro lugar cercano donde corrieron la misma suerte que los primeros

Sin entrar en los diversos conflictos que protagonizó dicha Sociedad –que va más allá de este artículo-homenaje, la tragedia personal y familiar de Ignacio se inicia con la entrada de las tropas franquistas, es decir, las tropas rebeldes contra la legalidad republicana, en Moclín, a las 11 de la mañana del 4 de octubre de 1936. Inicialmente, esos momentos de confusión entre la población, llevó a muchos habitantes del pueblo a esconderse junto a la ladería del río. Y, aunque a las pocas horas comenzaron a regresar a sus casas, el miedo seguía estando presente por el desconocimiento de las verdaderas intenciones de ese ejército enemigo. Sus dudas comenzaron a disiparse esa misma tarde cuando se producen las primeras detenciones de personas no adictas a la rebelión militar. Bastaba solo la acusación de alguna persona de derechas para que fueran detenidas. Con mucha rapidez, hombres y mujeres, fueron llevados hasta la Plaza del Ayuntamiento, a plena luz del día, y, al poco, conducidos en un camión y trasladados al colegio de Puerto Lope. Allí permanecieron toda la noche y al día siguiente, en una primera saca –sin que mediase más que una acusación oral- fueron llevados a un paraje cercano y fusilados. Por la tarde, en una segunda saca, se llevaron al resto a otro lugar cercano donde corrieron la misma suerte que los primeros.

Una de las primeras fusiladas fue María Encarnación, hermana de Ignacio. Tenía 53 años, estaba casada y dejaba huérfano a un hijo. Parece ser que su culpa, su gran delito, fue que bordó, por encargo, el escudo sobre una bandera de la II República

Una de las primeras fusiladas fue María Encarnación, hermana de Ignacio. Tenía 53 años, estaba casada y dejaba huérfano a un hijo. Parece ser que su culpa, su gran delito, fue que bordó, por encargo, el escudo sobre una bandera de la II República. Entraría en la primera saca y fue obligada a caminar campo a través a un paraje alejado del colegio y, sin testigos, fusilada. Allí fueron enterrados en sendas fosas comunes y nadie pudo recuperar sus cuerpos a pesar de que en todo momento se sabía dónde quedaron enterrados. Hubo que esperar hasta 1980 en que, accidentalmente, tras los movimientos de tierra para la construcción de una almazara en el término de Puerto Lope, se hallaron restos óseos –sin poder determinar el número exacto-, que pertenecían a los fusilamientos de la primera saca en la que salió María Encarnación. Los restos de los vecinos de la segunda saca fueron enterrados en lo que se ha conocido como “La fosa del almendro” y es que, tras el enterramiento de los cuerpos, el dueño de esas tierras plantó un almendro justo encima, para que no se labrara esa zona y se pudieran recuperar los cuerpos en un futuro. Tuvieron que esperar hasta noviembre de 2014, después de78 años, para que fueran exhumados los cuerpos, a través de un equipo técnico formado por Andrés Fernández Martín, María Isabel Brenes Sánchez y Cristóbal Alcántara Vegas, en colaboración con el Ayuntamiento de Moclín.

Imágenes de los trabajos de exhumación en la Fosa del Almendro. Recogidas en el informe que puede encontrarse en el siguiente enlace: "Memoria Exhumación de la fosa común en Puerto Lope. Término municipal de Moclín".

El peso de su conciencia, junto al miedo de las posibles represalias a su familia, fue mayor y, al día siguiente de su marcha,  volverá a su casa pensando –como tantos otros dirigentes obreros- que era inocente porque lo único que había hecho era defender los intereses de los de su clase

Los días siguientes, y tras nuevas delaciones sobre presuntos “izquierdistas”, se sucedieron nuevas detenciones que eran trasladados a las prisiones de Iznalloz y Granada. Ignacio, tras el asesinato de su hermana y en vista de los acontecimientos, quedó sobre aviso, pensando que en cualquier momento vendrían por él, más habiendo sido Presidente de la Sociedad Obrera. Circunstancialmente, una vecina, Adela, que servía en casa de unos “señores” de derechas pudo escuchar cómo, reunidos en la misma, las nuevas “autoridades” locales junto a otros vecinos afines a la rebelión, daban los nombres de quienes serían detenidos en los días siguientes. Y uno de ellos era el de Ignacio. Avisada la familia, terminaron de convencer a Ignacio para que huyese. Y, discretamente, y con solo un pequeño petate salió del pueblo, refugiándose en el paraje de Corcuela, donde había pasado su niñez e infancia. Solo un día, porque su pensamiento lo ocupaba su mujer y sus hijas. Y si el nuevo “régimen” no había tenido contemplaciones con su hermana, ¿por qué su huida no iba a perjudicar a su mujer y sus hijas? El peso de su conciencia, junto al miedo de las posibles represalias a su familia, fue mayor y, al día siguiente de su marcha,  volverá a su casa pensando –como tantos otros dirigentes obreros- que era inocente porque lo único que había hecho era defender los intereses de los de su clase.

Portada del relato de Francisco José López García, biznieto de Ignacio y en el que recoge la información de su vida y asesinato.

 Fue todo muy rápido pues, sin mediar palabra, lo subieron al camión. De nada sirvieron sus explicaciones sobre su inocencia, ni los lamentos de su mujer, ni se preocuparon de que la escena la viesen sus propias hijas –de 13 y 10 años- y que las dejaría marcadas de por vid

Pasaron unos días sin que sucediera nada hasta que en los últimos días de octubre, un camión militar fue recogiendo nuevos prisioneros en otros anejos y, al llegar a Moclín, procedieron a la detención en su propia casa de Ignacio. Fue todo muy rápido pues, sin mediar palabra, lo subieron al camión. De nada sirvieron sus explicaciones sobre su inocencia, ni los lamentos de su mujer, ni se preocuparon de que la escena la viesen sus propias hijas –de 13 y 10 años- y que las dejaría marcadas de por vida. Sería la última vez que vieran a su padre. El camión se perdió en el horizonte y atrás quedaban su mujer y sus hijas entre la zozobra que les podía deparar el futuro. Se enteraron, poco después, que había sido conducido a la Prisión Provincial de Granada, hacinada de presos políticos. Pero como la esperanza nunca se pierde, a los pocos días, su sobrino Julián, marchó a pie hasta la cárcel provincial, cargando un petate y un colchón para aliviar la estancia en prisión de su tío. Al llegar, se encontró un aluvión de otros familiares que querían hacer lo mismo y, tras una larga espera, el funcionario de la garita, cuando comprobó los datos del preso, le espetó: “¡Puedes marcharte por donde has venido porque el individuo que buscas ya no va a necesitar lo que has traído” y, sin más explicación, dijo: “¡El siguiente”.

Y, al final,  solo el silencio. Nunca sabremos cómo se vive ese fatídico trance entre la vida y la muerte. Luego, maniatados, el enterrador sacaba el papelito con su nombre de su bolsillo y los echaba, como animales, a la fosa común

Y es que, efectivamente, había sido ejecutado en las tapias del cementerio de San José un 31 de octubre de 1936, junto a otros diecisiete presos republicanos. Tenía 46 años. (Inscrito en registro civil de El Campillo (Granada) por el juez Fernández como muerto por “Heridas de armas de fuego” –eufemismo de fusilado- el 31 de octubre de 1936).  (www.granadamemoriahistorica.es). Podemos imaginar que los pocos días que estuvo preso, como tantos otros, esperaba con terror, cada noche, que su nombre no saliera de entre la lista que los asesinos daban cada vez que se producía una saca. Y que, una vez que ocurría el fatídico acontecimiento, sin dar crédito a sus oídos, sus últimos pensamientos fueran hacia su mujer y sus hijas… ¿qué sería de ellas? Difícil ponerse en el lugar de quienes, como él, pasaban por la capilla ante un confesor con más oficio que empatía, luego metidos en un camión camino al cementerio y, al alba, mientras contemplaban el inmenso olivar que se extendía ante su última mirada, maniatados y mirando hacia la tapia donde contemplaban salpicaduras con agujeros de rojo apagado, oían el ruido del sable del oficial saliendo de la funda y sonaba un clic del pelotón de ejecución. Luego, la nada. Solo ellos se llevaron a la tumba sus miedos, su esperanza hasta el último instante de permanecer con vida pensando que todo era un error. Y, al final, solo el silencio. Nunca sabremos cómo se vive ese fatídico trance entre la vida y la muerte. Luego, maniatados, el enterrador sacaba el papelito con su nombre de su bolsillo y los echaba, como animales, a la fosa común.

Partida de defunción de Ignacio, solicitada recientemente al Registro Civil de Granada, por Francisco José López García, biznieto de la víctima.

Mas la crueldad de los rebeldes, esos que luchaban por Dios y la Patria -¡qué grandes palabras para corazones tan fríos- no tenía límites. Si habían dejado a dos niñas huérfanas y a una madre sin marido, ahora debían aplicarles otro castigo: dejarlos sin bienes, por pocos que fueran

Mas la crueldad de los rebeldes, esos que luchaban por Dios y la Patria -¡qué grandes palabras para corazones tan fríos- no tenía límites. Si habían dejado a dos niñas huérfanas y a una madre sin marido, ahora debían aplicarles otro castigo: dejarlos sin bienes, por pocos que fueran. Y es que, en el caso de Ignacio, como en el de otros doce o trece mil granadinos, además de ser asesinados o encarcelados, se les llevaba al recién creado Tribunal de Responsabilidades Políticas para proceder a la incautación de sus bienes. Se le abre expediente de responsabilidades políticas por ser miembro del Frente Popular. Un informe de la Guardia Civil de Moclín de noviembre de 1936, a los pocos días de ser fusilado, afirma que “se le considera militante del Frente Popular por haber ejercido el cargo de Presidente de la Sociedad Obrera “La Federal”. El 7 de noviembre de 1936 el Guardia Civil Antonio Jiménez Jiménez se personó en su domicilio, junto a dos testigos, y en presencia de su esposa, procedieron a levantar acta de sus “bienes”. El 10 de diciembre de 1937 aparecen en el mismo expediente número 5 de 1937 los vecinos Alfonso Campos Morales, Ramón Macías Caba, Pedro Prieto Hernández, Antonio Lucena Aguilera, Francisco Rodríguez Sánchez, Ignacio Ruiz Prieto, Juan Sánchez Villodres y José Macías Caba. Según el juez de instrucción “existen indicios racionales de ser culpables de los hechos perseguidos” y se decreta el embargo de sus bienes. Ese mismo día, en la providencia judicial, se afirma que “tenemos en nuestro poder como Depositarios los granos y ganados” de los [vecinos] arriba indicados que están “en paradero desconocido” y que han sido “incautados” porque “existe el peligro de que éstos granos se piquen o deterioren”, sobre todo el trigo, que procede de la cosecha de 1935. Y es que, además, eran cínicos.

Bienes incautados a Ignacio Ruiz Prieto

17 Fanegas de trigo recio.

16 Fanegas de cebada.

3 Fanegas de veza.

5 Cuadros de dormitorio.

1 Cabra negra.

1 Chota negra.

1 Mulo cerrado capa negra mediano.

3 Fanegas de tierra en el pago de los Añajales.

1 Mesa de camilla con brasero.

1 Casa en calle San Sebastián S/N (Con cocina, cuadra y corral en planta baja, más dos cámaras en planta alta).

Todos los aperos de la caballería citada.

(Inventario en Archivo de la Real Chancillería de Granada)

Pero las autoridades fascistas dejaron sin incautar otros bienes –tal era la riqueza de la familia acumulada durante largos años de trabajo- como dos camas, un arca, una mesa de cocina, 5 cuadros, algunos útiles de cocina y, sobre todo, “cuatro fanegas de trigo y 1,5 fanegas de habas” porque “el citado trigo y habas” lo dejan “para la manutención de dos hijas de corta edad que tiene este matrimonio”. Menuda generosidad.

La primera vez que aparece oficialmente su fusilamiento es en un documento de la Guardia Civil de Moclín el 1 de abril de 1942 cuando afirma que “dicho individuo fue ajusticiado por la fuerza Nacional a raíz de la liberación de este pueblo.”

Pero la maquinaria represiva no paraba y, así, el 6 de abril de 1938 volverán a personarse en su domicilio, por orden del juez Beltrán Aledo, para proceder a un recuento de los bienes que le habían sido incautados. ¿Otra vez? Y eso que, en esos momentos, todavía, su esposa no sabía oficialmente el destino de su marido. El 31 de mayo de 1938 el juez instructor decreta la venta de grano embargado a Pedro Prieto Hernández e Ignacio Ruiz Prieto. Todavía el 6 de febrero de 1942 –seis años más tarde de su fusilamiento- el Alcalde, en otro informe, afirmaba que “se ignora su paradero”. La primera vez que aparece oficialmente su fusilamiento es en un documento de la Guardia Civil de Moclín el 1 de abril de 1942 cuando afirma que “dicho individuo fue ajusticiado por la fuerza Nacional a raíz de la liberación de este pueblo.”

Informes del alcalde y jefe Local de Falange de Moclín sobre Ignacio Ruiz Prieto. (Archivo Real Chancillería de Granada, Caja 25942, Pieza 21).

La ignominia no tendrá límites y se le vuelve a abrir otro expediente número 115 en 1942, acusado de nuevo de que “estaba afiliado a la UGT” y que “intervino en robos y saqueos e hizo guardias con armas"

La ignominia no tendrá límites y se le vuelve a abrir otro expediente número 115 en 1942, acusado de nuevo de que “estaba afiliado a la UGT” y que “intervino en robos y saqueos e hizo guardias con armas". Y eso, a pesar de que disponían de otros informes previos que afirmaban lo contrario. Por el ejemplo, el del Ayuntamiento del 20 de abril de 1938, donde se afirma que “observó buena conducta, no fue político, pero perteneció a la Sociedad Obrera de este pueblo” o el que firmaba Antonio Moreno Lucena, Jefe Local de Falange, el 26 de abril de 1938 en el que se puede leer taxativamente que “observó buena conducta” y, aunque reconoce que perteneció a la Sociedad Obrera, afecta a UGT, afirma que “su actuación en ella no fue en ningún momento destacada, sin que interviniese en actos delictivos en este pueblo.” Desde luego, la arbitrariedad del régimen fue una de sus características y los informes contradictorios entre las distintas autoridades franquistas una constante. ¿Qué más daba ya, una vez fusilado y sin juicio alguno, atribuirle posibles delitos a todas luces falsos? Lo único real, que no era poco, es que había sido Presidente de la Sociedad Obrera “La Federal” y que eso fue, en definitiva, su perdición.

El compromiso con su clase, la defensa de los intereses de los trabajadores y la dignidad de los suyos fueron los “delitos” que lo llevaron al paredón. Ahora hace 86 años que lo asesinaron. Pero, aunque se llevaron su cuerpo, su recuerdo y el orgullo siguen intactos entre sus familiares y, mientras les quede memoria, nunca podrán borrar lo más preciado de su legado.

Bibliografía:

  • Exhumación de la fosa común en Puerto Lope. Término municipal de Moclín. https://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/Memoria_Fosa_Puerto_Lop...

  • María Andrade: “El abuelo estaba bajo el almendro”, El Independiente de Granada, 19 de octubre de 2019.

  • María Isabel Brenes Sánchez et all.: Historia y vida en los pueblos de Moclín. 1936-1950, Diputación Provincial de Granada, 2017.

  • Francisco Cobo Romero, “Reforma, revolución y reacción en el campo andaluz. Los condicionantes de la represión franquista”, en El campo andaluz durante el franquismo: de la represión a la lucha por la democracia, en Fundación de Estudios Sindicales y Cooperación, Sevilla, 2020.

  • Francisco José López García, Memoria. Ignacio Ruiz Prieto. Autoedición.

  • Archivo Real Chancillería de Granada, Caja 25848, Pieza 7, Caja 25992, Piezas 21 y 22 y Caja 25829, Pieza 3.

Francisco José López García nace en Los Olivares, Moclín, Granada, el 3 de septiembre de 1987. Desarrolló su formación como Técnico en Mecanizado, saliendo titulado en la promoción de 2006. Desde entonces desarrolla su actividad profesional en una empresa ubicada en Santa Fe –Granada, RODAMA Máquinaria S.L–. Es biznieto de represaliados franquistas y está altamente comprometido con la Memoria Histórica. Resultado de su compromiso es su relato auto publicado: EN LUCHA POR LA MEMORIA – Ignacio Ruiz Prieto.

Alfonso Martínez Foronda es licenciado en Filosofía y Letras, profesor de Secundaria e históricamente vinculado al sindicato CCOO, en el que ocupó distintas responsabilidades, como investigador ha profundizado en el movimiento obrero y estudiantil.

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Este es un espacio para el recuerdo y el homenaje a las víctimas del franquismo.

Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.

En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada. 

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Aquí puedes leer más reportajes de la nueva temporada, la cuarta, del Foro de la Memoria:

Si no tuviste oportunidad o quieres volver a leerlos, puedes leer aquí los reportajes de la tercera temporada del Foro de la Memoria:

Si no tuviste oportunidad o quieres volver a leerlos, estos son los reportajes de la segunda temporada del Foro de la Memoria:

Puedes consultar también los reportajes de la primera temporada del Foro de la Memoria en los siguientes enlaces:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Alfonso Martínez Foronda y Francisco José López García

Francisco José López García nace en Los Olivares, Moclín, Granada. Es biznieto de represaliados franquistas y está altamente comprometido con la Memoria Histórica. Resultado de su compromiso es su relato auto publicado: 'En lucha por la memoria – Ignacio Ruiz Prieto'.

Alfonso Martínez Foronda es licenciado en Filosofía y Letras, profesor de Secundaria e históricamente vinculado al sindicato CCOO, en el que ocupó distintas responsabilidades, como investigador ha profundizado en el movimiento obrero y estudiantil.