Juan Ferreras
El ultimo tranvía que estuvo durante mucho tiempo en las antiguas cocheras de tranvías.
El funcionamiento del metro parece haber resucitado en la olvidadiza memoria de los granadinos el mejor y más sostenible medio de transporte que la ciudad ha tenido desde el pasado siglo: el tranvía. Precisamente, se cumplen en estos días, concretamente el 14, día de San Valentín, el 46 aniversario de la muerte por sentencia firme del último tranvía de Granada, uno de los más innovadores proyectos de desarrollo industrial del último siglo.
El insustituible, colorista y eficiente tranvía murió por la indolencia de la sociedad granadina que nunca ha sabido responder a los dislates, cacicadas y medidas arbitrarias que han caracterizado el devenir de una ciudad que a fuerza de encerrarse en sí misma ha acabado por fagocitarse. Han sido muchos los sueños, las ideas y los proyectos que han muerto a manos de la inoperante gestión de los sucesivos gobiernos locales
La efeméride, no por relevante, deja de ser objeto de atención por parte de quienes siempre hemos sostenido que la desaparición del tranvía granadino –con 13 líneas, además de la que conectaba a la ciudad con Sierra Nevada, y más de 100 kilómetros- fue uno de los mayores atropellos que ha sufrido la capital de la Alhambra, monumento que también fue destino del servicio de los tranvías granadinos.
El insustituible, colorista y eficiente tranvía murió por la indolencia de la sociedad granadina que nunca ha sabido responder a los dislates, cacicadas y medidas arbitrarias que han caracterizado el devenir de una ciudad que a fuerza de encerrarse en sí misma ha acabado por fagocitarse. Han sido muchos los sueños, las ideas y los proyectos que han muerto a manos de la inoperante gestión de los sucesivos gobiernos locales.
Se ha destruido gran parte del casco histórico, se han aniquilado bulevares, jardines y parques, se han demolido edificaciones y reliquias arquitectónicas de relevancia, todo ello con el visto bueno de la insensibilidad granadina.
Una de esas irreparables defunciones fue la del servicio que prestaban los tranvías eléctricos de Granada, que acabaron en manos del todopoderoso aparato del Estado (como le ocurrió al Tranvía Granada-Sierra Nevada que pasó a Ferrocarriles de Vía Estrecha, FEVE) y de los que apenas queda un trozo de vía, un poste de electricidad y una placa conmemorativa. Gracias a una feliz iniciativa se rescató el tranvía número 3 y su remolque 15, que como testigos vivos del medio de transporte fueron expuestos en el Paseo de la Bomba. Sin embargo, su presencia debía molestar y fueron quemados.
Los restos permanecieron durante varios años en un descampado de la ciudad hasta que la Asociación Granadina de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía ´-Agraft- los rescató y mantiene guardados a la espera de que algún día puedan ser reconstruidos y expuestos de nuevo para que quienes nunca supieron de su existencia conozcan que Granada, como otras muchas y modernas ciudades europeas, tuvo su tranvía
Los restos permanecieron durante varios años en un descampado de la ciudad hasta que la Asociación Granadina de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía ´-Agraft- los rescató y mantiene guardados a la espera de que algún día puedan ser reconstruidos y expuestos de nuevo para que quienes nunca supieron de su existencia conozcan que Granada, como otras muchas y modernas ciudades europeas, tuvo su tranvía. Un tranvía que como muestra la fotografía adjunta recuperada de mi archivo pasó también por una etapa de agonía hasta su exterminio en las viejas cocheras de la carretera de la Sierra.
Con 67 años de vida, el tranvía de Granada, un medio de transporte limpio, cómodo y eficaz, dotó de un encanto especial a la ciudad durante su periodo de funcionamiento. A pesar de la existencia de estaciones, el tranvía paraba a gusto del usuario, donde la costumbre, como se decía entonces. Aquel tranvía prestó un extraordinario servicio desde su inauguración y, además, abrió las puertas a otros proyectos como el que fue sometido a estudio , que con un recorrido de 35 kilómetros pretendía unir la capital con el mismísimo pico del Mulhacén. Solo quedó en proyecto, como otros muchos sueños e ideas que han quedado en papel mojado.
No sabemos qué suerte correrá la demanda de algunos municipios del cinturón urbano para que se amplíe la actual línea y de que se restablezcan algunos recorridos del extinto tranvía. A buen seguro que, en el caso más optimista, dicha reivindicación abrirá los postigos de un tedioso, rebuscado y pintoresco debate que se perpetuará en el tiempo.
Pasará todo y Granada habrá dado, una vez más, muestra de haberse ganado a pulso el manido y, quién sabe, justificado calificativo de Cenicienta
Pasarán los días, los meses y los años, pasarán los gestores que ahora han planteado la referida solicitud, pasará la vida de los ciudadanos y vecinos que tal vez hayan albergado la ilusa esperanza de convertirse en usuarios del virtual transporte. Pasará todo y Granada habrá dado, una vez más, muestra de haberse ganado a pulso el manido y, quién sabe, justificado calificativo de Cenicienta.
Una Cenicienta víctima de la incapacidad e inoperancia de sus “amos” políticos que seguirán lanzando proclamas estériles, argumentos absurdos y perogrulladas que solo servirán para diluir las escasas, pero prometedoras apuestas por dotar a sus indolentes convecinos de unos eficientes y sostenibles medios de transporte públicos. Cualquier propuesta con sentido común que suponga bienestar y desarrollo tendrá que superar el mezquino y ceniciento sentimiento que embarga a la ciudad nazarí, ese que enterró a su río y mató a su poeta, la Granada a la que con tanto acierto definió Carlos Cano, la voz más universal del Sur: “Granada vive en sí misma tan prisionera/ que solo tiene salida por las estrellas…”. Y es que Granada sigue siendo una cenicienta entre sueños y proyectos.