Gisèle
Hay quien llama a las feministas exageradas y, sin embargo, aún se quedan cortas en sus apreciaciones. Por desgracia, el tiempo y los hechos cargan de razón sus argumentos e, incluso, algunas situaciones sobrepasan la imaginación de las mentes más abyectas. Se podría pensar que para hacer tanto daño a las mujeres sólo se requiere mucha imaginación pero creo que es imprescindible, además, atesorar ingentes cantidades de odio. Pero no del que denuncian algunos dolientes en las redes sociales porque les han puesto en duda sus sentimientos diversos o inclusivos. No. Me refiero al odio de verdad, el que puede matar y causar tantos daños psicológicos y físicos que se necesitarían varias vidas para llegar a superar sus secuelas, siempre que la vida se conserve. Y, a la vista está que este odio no interesa erradicarse de una sociedad que continúa educando a los hombres para ejercerlo, en sus distintos grados, contra las mujeres.
Según el material incautado por la Policía, Gisèle – la víctima- ha sido violada 92 veces por 83 asaltantes durante los últimos diez años aunque sólo se ha podido identificar a 51
Estos días se celebra en Francia el juicio contra Dominique Pélicot, un depredador sexual que drogaba a su esposa hasta dejarla inconsciente para que fuera violada por otros hombres mientras él grababa los asaltos. Según el material incautado por la Policía, Gisèle – la víctima- ha sido violada 92 veces por 83 asaltantes durante los últimos diez años aunque sólo se ha podido identificar a 51. Al parecer Dominique, un afable señor de 71 años casado con Gisèle desde hace cinco décadas, con tres hijos en común y siete nietos no dudó en ofrecer a su esposa a desconocidos y disfrutar viendo cómo, una y otra vez, estos hombres violaban a su mujer con la que luego iba al supermercado o a la que daba los buenos días tras levantarse por la mañana después de una noche de horror para ella y de disfrute infinito para él.
Mazan, la localidad situada en la Provenza donde vive el matrimonio cuenta con poco más de 5.500 habitantes y a Dominque no le fue difícil encontrar en la zona hombres interesados en violar a una mujer inconsciente y drogada con los que contactaba a través de un chat. Varones entre 26 y 74 años firmaron un pacto de silencio para agredir a una vecina a la que, la mayoría, no conocía pero cuyo marido ponía en bandeja para ejercer toda la violencia sobre ella sin que se quejara o pudiera reconocerlos después.
Entre los agresores hay bomberos, periodistas, jubilados, concejales, militares, electricistas, artesanos o policías que, tras ser examinados, no presentan ninguna enfermedad. Incluso hay un enfermero que habría sido quien facilitaba a Dominique los fármacos con las dosis justas para conseguir el estado de inconsciencia en Gisèle sin pasarse. No son enfermos, son malos
Entre los agresores hay bomberos, periodistas, jubilados, concejales, militares, electricistas, artesanos o policías que, tras ser examinados, no presentan ninguna enfermedad. Incluso hay un enfermero que habría sido quien facilitaba a Dominique los fármacos con las dosis justas para conseguir el estado de inconsciencia en Gisèle sin pasarse. No son enfermos, son malos.
Hace unos días muchos hombres mostraron un gran enfado porque una experta en violencia machista aseguró que todos los hombres son violadores en potencia. ¡No todos! Se apresuraron a decir con indignación señalando que son esposos, padres, hermanos o hijos de mujeres a las que jamás harían daño. Es posible. Quizá muchos de los 83 hombres que violaron a Gisèle –algunos más de una vez—dirán lo mismo. Otros no pueden porque, entre ellos, hay quien ha violado a su propia hija, a otros se les ha encontrado material pedófilo, otros tienen antecedentes por agresiones sexuales e, incluso, los hay que dicen que creían que estaban formando parte del juego de una pareja liberada sexualmente. No se dieron cuenta de que la mujer que les estaba proporcionando el placer al que aspiraban estaba inconsciente.
Sólo tres hombres de cada diez a los que Dominique ofrecía a su mujer rechazaron la barra libre de violaciones, pero ninguno puso los hechos en conocimiento de la Policía, ni siquiera con una denuncia anónima
Es necesario desterrar la idea de que los agresores sexuales presentan un perfil físico. Dominique es, en apariencia, un señor mayor normal al igual que la mayoría de los que ya hemos visto sus caras durante el juicio porque Gisèle ha querido que fuera público para que la vergüenza recayera sobre ellos. ¡Qué valentía la de esta mujer! Una única característica une a todos ellos: son hombres que odian a las mujeres y disfrutan ejerciendo su poder sobre ellas causándoles el mayor dolor posible.
Sólo tres hombres de cada diez a los que Dominique ofrecía a su mujer rechazaron la barra libre de violaciones, pero ninguno puso los hechos en conocimiento de la Policía, ni siquiera con una denuncia anónima. Debe ser que pensaron que eran cosas en las que ellos no debían meterse al igual que ocurre cuando en la vivienda de al lado se escuchan los gritos de las mujeres maltratadas pidiendo ayuda.