Inagra en Navidad

Gisèle

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 12 de Septiembre de 2024
Algunos de los violadores de Gisèle Pélicot que han sido identificados en los vídeos de las agresiones.
Recopiladas y difundidas en redes sociales por asociaciones feministas francesas.
Algunos de los violadores de Gisèle Pélicot que han sido identificados en los vídeos de las agresiones.

Hay quien llama a las feministas exageradas y, sin embargo, aún se quedan cortas en sus apreciaciones. Por  desgracia, el tiempo y los hechos cargan de razón sus argumentos e, incluso, algunas situaciones sobrepasan la imaginación de las mentes más abyectas. Se podría pensar que para hacer tanto daño a las mujeres sólo se requiere mucha imaginación pero creo que es imprescindible, además, atesorar ingentes cantidades de odio. Pero no del que denuncian algunos dolientes en las redes sociales porque les han puesto en duda sus sentimientos diversos o inclusivos. No. Me refiero al odio de verdad, el que puede matar y causar tantos daños psicológicos y físicos  que se necesitarían varias vidas para llegar a superar sus secuelas, siempre que la vida se conserve. Y, a la vista está que este odio no interesa erradicarse de una sociedad que continúa educando a los hombres para ejercerlo, en sus distintos grados, contra las mujeres.

Según el material incautado por la Policía, Gisèle – la víctima- ha sido violada 92 veces por 83 asaltantes durante los últimos diez años aunque sólo se ha podido identificar a 51

Estos días se celebra en Francia el juicio contra Dominique Pélicot, un depredador sexual que drogaba a su esposa hasta dejarla inconsciente para que fuera violada por otros hombres mientras él grababa los asaltos. Según el material incautado por la Policía, Gisèle – la víctima- ha sido violada 92 veces por 83 asaltantes durante los últimos diez años aunque sólo se ha podido identificar a 51. Al parecer Dominique, un afable señor de 71 años casado con Gisèle desde hace cinco décadas, con tres hijos en común y siete nietos no dudó en ofrecer a su esposa a desconocidos y disfrutar viendo cómo, una y otra vez, estos hombres violaban a su mujer con la que luego iba al supermercado o a la que daba los buenos días tras levantarse por la mañana después de una noche de horror para ella y de disfrute infinito para él.

Mazan, la localidad situada en la Provenza donde vive el matrimonio cuenta con poco más de 5.500 habitantes y a Dominque no le fue difícil encontrar en la zona hombres interesados en violar a una mujer inconsciente y drogada con los que contactaba a través de un chat. Varones entre 26 y 74 años firmaron un pacto de silencio para agredir a una vecina a la que, la mayoría, no conocía pero cuyo marido ponía en bandeja para ejercer toda la violencia sobre ella sin que se quejara o pudiera reconocerlos después.

Entre los agresores hay bomberos, periodistas, jubilados, concejales, militares, electricistas, artesanos o policías que, tras ser examinados, no presentan ninguna enfermedad. Incluso hay un enfermero que habría sido quien facilitaba a Dominique los fármacos con las dosis justas para conseguir el estado de inconsciencia en Gisèle sin pasarse. No son enfermos, son malos

Entre los agresores hay bomberos, periodistas, jubilados, concejales, militares, electricistas, artesanos o policías que, tras ser examinados, no presentan ninguna enfermedad. Incluso hay un enfermero que habría sido quien facilitaba a Dominique los fármacos con las dosis justas para conseguir el estado de inconsciencia en Gisèle sin pasarse. No son enfermos, son malos.

Hace unos días muchos hombres mostraron un gran enfado porque una experta en violencia machista aseguró que todos los hombres son violadores en potencia. ¡No todos! Se apresuraron a decir con indignación señalando que son esposos, padres, hermanos o hijos de mujeres a las que jamás harían daño. Es posible. Quizá muchos de los 83 hombres que violaron a Gisèle –algunos más de una vez—dirán lo mismo. Otros no pueden porque, entre ellos, hay quien ha violado a su propia hija, a otros se les ha encontrado material pedófilo, otros tienen antecedentes por agresiones sexuales e, incluso, los hay que dicen que creían que estaban formando parte del juego de una pareja liberada sexualmente. No se dieron cuenta de que  la mujer que les estaba proporcionando el placer al que aspiraban estaba inconsciente.

Sólo tres hombres de cada diez a los que Dominique ofrecía a su mujer rechazaron la barra libre de violaciones, pero ninguno puso los hechos en conocimiento de la Policía, ni siquiera con una denuncia anónima

Es necesario desterrar la idea de que los agresores sexuales presentan un perfil físico. Dominique es, en apariencia, un señor mayor normal al igual que la mayoría de los que ya hemos visto sus caras durante el juicio porque Gisèle ha querido que fuera público para que la vergüenza recayera sobre ellos.  ¡Qué valentía la de esta mujer! Una única característica une a todos ellos: son hombres que odian a las mujeres y disfrutan ejerciendo su poder sobre ellas causándoles el mayor dolor posible.

Sólo tres hombres de cada diez a los que Dominique ofrecía a su mujer rechazaron la barra libre de violaciones, pero ninguno puso los hechos en conocimiento de la Policía, ni siquiera con una denuncia anónima. Debe ser que pensaron que eran cosas en las que ellos no debían meterse al igual que ocurre cuando en la vivienda de al lado se escuchan los gritos de las mujeres maltratadas pidiendo ayuda.

Las mujeres empezaremos a creer que no todos son violadores en potencia cuando se rompa la omertá (pacto de silencio) entre los hombres, cuando dejen de encubrirse unos a otros, cuando sean ellos los que denuncien a sus amigos abusadores, cuando paren los pies a los “graciosos” de turno que insisten una y otra vez a quienes les rechazaron al principio de la noche, cuando eduquen a sus hijos para tratar a sus amigas como a iguales, cuando dejen de aplaudir las bravuconadas de los compañeros de trabajo en las fiestas de fin de año en las que el alcohol es el atenuante perfecto para sacar las manos a paseo sin freno. Entonces, quizá creamos que todos no son iguales.    

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.