'Ela Minus y FKA twigs: el pop se tiñe de techno'
La música electrónica ha vuelto a ponerse de moda. Más de una década después de la explosión del dubstep (o, más bien, del brostep) y los festivales de EDM estilo Tomorrowland, y una vez pasadas las restricciones asociadas a la pandemia, los sonidos de la electrónica de baile han vuelto a colarse en el mainstream, con el éxito del BRAT de Charli XCX como punto de inflexión en este sentido. Hay personas con más conocimientos del tema que yo que han reflexionado sobre el impacto de esta corriente en el propio género, especialmente en el techno, cuyas versiones más comerciales están comandando el asalto. Pero vale la pena señalar que esto está afectando ya al propio pop, y que el inicio de año nos ha dejado ya un par de muestras bastante evidentes de ello; si bien, en mi humilde opinión, no son ejemplos demasiado positivos.
Esta artista trabaja desde siempre precisamente en la intersección entre el techno y el pop, adornando con sonidos relativamente accesibles inspirados en el tech house sus canciones de pop electrónico
El primer caso es el de la colombiana afincada en Nueva York, Ela Minus. Esta artista trabaja desde siempre precisamente en la intersección entre el techno y el pop, adornando con sonidos relativamente accesibles inspirados en el tech house sus canciones de pop electrónico. Su primer LP, acts of rebellion (2020), me conquistó: sus temas tenían una energía oscura y nocturna que casi los acercaba al post-punk, además de estribillos y ganchos que, pese a ser muy simples, atrapaban desde la primera escucha. La larga espera hasta su segundo álbum terminó el día 17 de enero con el lanzamiento de DÍA, y de inmediato sentí una importante decepción. Tal como indica el título y como puede verse comparando las portadas o los videoclips, este disco pretende ser antitético al primero: hay aquí un intento por encontrar luminosidad que, sin embargo, no termina de dar con la tecla. Frente a la estética tan cuidada de su predecesor, DÍA no tiene una visión tan clara de cómo quiere sonar, no consigue trasladar de ese modo a un lugar y un estado emocional concretos.
Apenas hay melodías y la dicción con que pronuncia sus letras está falta de garra o convicción, lo cual hace que además estas suenen más genéricas
Así, “ABRIR MONTE” inaugura el disco con un ambient bastante rígido, que tarda unos cuantos minutos en coger carrerilla, y desemboca en “BROKEN”, la única canción del conjunto que tiene el mismo punch que temas como “dominique” o “they told us it was hard, but they were wrong”. Por un momento pienso que esos arpegios de sintetizadores brillantes pueden ser el camino para el álbum, pero rápidamente me desengaño: “IDOLS” busca reproducir la energía beligerante de “megapunk” y fracasa, mientras que “IDK” o “QQQQ” se pierden en glitches y sonidos saturados poco atinados que asfixian la mezcla. Algunos temas tienen un diseño sonoro algo más equilibrado, como “I WANT TO BE BETTER” o “UPWARDS”, pero en general el problema de estas canciones es que no hay ni rastro de la capacidad de la colombiana para crear ganchos. Apenas hay melodías y la dicción con que pronuncia sus letras está falta de garra o convicción, lo cual hace que además estas suenen más genéricas. En fin, que para cuando “COMBAT” le da un final medianamente digno al álbum con ese entramado de sintes que crecen en una progresión sutil pero sostenida, ya es demasiado tarde.
Con EUSEXUA, lanzado el viernes pasado, parece haber reconquistado por completo a la crítica, pero en mi opinión es a costa de casi toda la diversión que nos dio su anterior proyecto, a pesar de que redobla la apuesta por la música de baile
No obstante, el caso más relevante es con mucho el de FKA twigs. Tahliah Barnett lleva más de una década construyendo una de las carreras más brillantes que se recuerdan en el art pop, y personalmente considero su debut como uno de los mejores álbumes de este siglo. Con su último proyecto en largo, la mixtape CAPRISONGS (2022), twigs se desmelenó y se lanzó también al baile, dejando atrás la solemnidad de proyectos anteriores en favor de un aire juguetón y probando con sonoridades y estilos de baile populares de distintos lugares del mundo, desde el afrobeats al dancehall. Para mí fue un exitazo, pero fue su proyecto peor recibido, quizás por considerarlo menos “serio” que lo que nos tenía acostumbrados. Con EUSEXUA, lanzado el viernes pasado, parece haber reconquistado por completo a la crítica, pero en mi opinión es a costa de casi toda la diversión que nos dio su anterior proyecto, a pesar de que redobla la apuesta por la música de baile.
No es casual que las canciones que más huella me han dejado sean las que más se alejan de ese intento de maridar ambas estéticas
Inspirada por las raves de techno a las que asistió en Praga hace unos años, Barnett combina en EUSEXUA influencias de distintos subgéneros y épocas de la electrónica, pero el tono general del tracklist es más bien apagado. No hay apenas grandes drops ni momentos de euforia, sino que twigs se lleva los sintes del trance, los pianos del house o la percusión del techno a su terreno de pop majestuoso con ínfulas de profundidad espiritual (el nombre del disco es una palabra inventada por la británica que supuestamente refiere al plano más alto de la experiencia humana). El problema es que esa unión no fluye y los sonidos chocan. No es casual que las canciones que más huella me han dejado sean las que más se alejan de ese intento de maridar ambas estéticas. Por un lado, “Childlike Things” se olvida de toda pretensión de seriedad y opta por unos acordes de piano estilo dance y una melodía chiclosa para introducir un poco de ligereza. De hecho, la canción incluye a la hija mayor de Kanye cantando las alabanzas de Jesucristo en japonés. Aunque sea un poco ridícula, la frescura que aporta es muy bienvenida.
Diría que tiene mucho más éxito con este tema que en sus intentos de hacer hits bailables como “Perfect Stranger” o “Girl Feels Good”, que son correctos, pero no terminan de estallar
Por otro lado, “24hr Dog” recupera dos características esenciales de sus primeros trabajos: el uso de la electrónica para explorar texturas extrañas, en lugar de para reproducir las características rítmicas de géneros conocidos, y las letras incómodas y viscerales sobre la sumisión. Diría que tiene mucho más éxito con este tema que en sus intentos de hacer hits bailables como “Perfect Stranger” o “Girl Feels Good”, que son correctos, pero no terminan de estallar. En parte también porque, siendo sinceros, twigs es una compositora inconsistente, capaz de crear joyas como “cellophane”, pero también de encadenar estrofas y estribillos de lo más grises, y más cuanta más importancia le da a escribir letras “profundas” y menos a cuidar las melodías. Por eso también es bienvenida la clara estructura pop de “Wanderlust”, donde se centra en construir una buena canción y más que en dar con ese sonido techno-pop supuestamente elegante que, la verdad, le quita casi toda la gracia a sus ingredientes primigenios. Además, los cortes más arriesgados tampoco funcionan: “Drums of Death” y “Sticky” intentan aportar la cuota de experimentación, pero acaban por destacar para mal por su disonancia y falta de ideas. En fin, que para mí esta nueva etapa de dominación del mainstream por parte de la electrónica ya ha empezado a torcerse. Veremos qué tal paradas salen las próximas divas que quieran acercarse al éxito de Charli (Lorde, te estoy mirando a ti).