'Doñana, ¿punto de inflexión?'
Hace unos días veía en televisión al portavoz del Gobierno andaluz en Doñana, con la aldea de El Rocío al fondo y unos flamencos en la marisma con agua (aunque muy escasa para esta época); todo estaba muy bien encuadrado, en uno de esos publirreportajes producidos por una empresa privada al servicio del Partido Popular, pero pagada con dinero público, que se enlatan y propagan como si fueran noticias informativas.
En el spot publicitario disfrazado de crónica informativa, el consejero de Medio Ambiente hablaba de las inversiones millonarias destinadas "al cuidado y conservación de esta joya natural" y me produjo una inmensa emoción. Cuando le escuché además hablar de que es consciente del delicado estado del Parque Nacional, “agravado por un contexto de cambio climático del que la sequía es una de las muestras más evidentes”, ya se me cayeron las lágrimas. Era como disfrutar de la escena de la caída de Pablo de Tarso de su caballo cuando iba camino de Damasco.
Es de admirar esta camaleónica conversión de Fernández-Pacheco que ha pasado, de la noche a la mañana, de ser uno de los artífices de una de las mayores amenazas de las últimas décadas a Doñana, a erigirse, a lomos de la propaganda de la llamada Revolución Verde, en el adalid de la defensa de este emblemático espacio natural protegido
Es de admirar esta camaleónica conversión de Fernández-Pacheco que ha pasado, de la noche a la mañana, de ser uno de los artífices de una de las mayores amenazas de las últimas décadas a Doñana, a erigirse, a lomos de la propaganda de la llamada Revolución Verde, (la operación de greenwashing más elaborada que conozco), en el adalid de la defensa de este emblemático espacio natural protegido. Pronto querrá darnos lecciones y nos invitará a conocer las excelencias de la extraordinaria biodiversidad que atesora Doñana y contarnos la importancia, y belleza, de sus ecosistemas para la vida de muchas especies de fauna como el lince, el águila imperial u otras aves invernantes/migradoras. Parece haberlo descubierto esta Navidad. La fe de los conversos puede llegar a ser muy poderosa.
Quizás quieran que sepultemos el acuerdo con el gobierno de la Nación producido a finales de noviembre, in extremis, en el último minuto antes de que nos colaran el gol de la aprobación de la proposición de ley de ordenación de los regadíos de la Corona Norte de Doñana en el Parlamento Andaluz apoyada por el Partido Popular y Vox. En mi memoria quedarán las imágenes de Teresa Ribera, vicepresidenta del gobierno de España y Ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, verdadera impulsora del cambio de posición del gobierno andaluz, con el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno sellando el Pacto, que significaba que ‘alguien’ se envainaba su propuesta estrella que le sirvió para arañar votos en la comarca.
Es evidente que el Acuerdo supuso que pudiéramos estar más tranquilos sobre el futuro de Doñana, pero aquel paseo no era un final sino el principio de un camino, justo en la dirección contraria a la que había emprendido Bonilla et al con el rechazo de la Unión Europea, del gobierno de España, la oposición unánime de la comunidad científica y de todas las principales organizaciones de conservación de la Naturaleza (WWF, SEO-Birdlife y Ecologistas en Acción); el mismo Consejo de Participación con su reputado presidente Miguel Delibes a la cabeza, se había manifestado en contra de la deriva a la que conducía tamaño despropósito.
Esta marcha atrás, que también yo había reclamado desde este blog, constituyó un alivio pero no significa que los problemas estén resueltos ni que el daño infringido se haya reparado por arte de birlibirloque
Esta marcha atrás, que también yo había reclamado desde este blog (Doñana no se toca), constituyó un alivio pero no significa que los problemas estén resueltos ni que el daño infringido se haya reparado por arte de birlibirloque. Una de las consecuencias más graves ha sido que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha retirado a Doñana de la Lista Verde Mundial, creada por esta organización para distinguir a las ‘Áreas Protegidas Bien Gestionadas’, aquellos ejemplos y modelos de gestión de espacios protegidos a seguir en el conjunto del planeta. Un palo en la imagen nacional e internacional que costará reparar. Lo mismo ha ocurrido con nuestra Sierra Nevada en la que los gestores actuales, más pendientes de la estación de esquí y de la Vuelta Ciclista, se olvidaron de renovar la acreditación que con tanto esfuerzo se había logrado en 2014 en el Congreso Mundial de Parques celebrado en Sídney y renovado cuatro años después.
Parece que ahora el Gobierno andaluz se ha aprendido la letra, que ha memorizado un discurso que recita con soltura sobre la necesidad de apostar por un modelo de desarrollo sostenible para el Espacio Natural de Doñana, que supone en primera instancia una especial protección y defensa del Parque Nacional, el corazón de este espacio y el núcleo de la Reserva de la Biosfera que constituye todo el conjunto.
No basta con colocar el apellido de sostenible a toda iniciativa que se plantee
Da gusto escuchar al presidente y al consejero hablar de “proteger la extraordinaria biodiversidad de Doñana, de la mejora de los hábitats incluidos en la Red Natura 2000, de recuperación de humedales o de adopción de medidas de carácter preventivo ante el riesgo de incendios, de obtener sistemas naturales más resistentes ante los escenarios del cambio climático…” Especialmente me entusiasma que parezca que haya calado el mensaje de la necesidad del desarrollo de programas de Educación Ambiental (he oído incluso al consejero de Medio Ambiente utilizar la -ya vieja- expresión “lo que no se conoce, no se valora”), y de una orientación del Uso Público hacia la sostenibilidad, aunque me parecen muy peligrosas las referencias a la potenciación del turismo activo que se han colado en sus declaraciones. No basta con colocar el apellido de sostenible a toda iniciativa que se plantee.
Ahora haría falta que, además de la letra, se aprendan la música, que sientan la emoción de lo que significan esas palabras, que se las crean, porque sin ellas son frases gastadas, cuyo uso se convierte en abuso. Y deben saber que se suman a este carro en un momento en el que algunos de los paradigmas en los que se ha basado la gestión de espacios naturales protegidos están cambiando.
Para acabar haré dos advertencias al gobierno andaluz. La primera es que lo que están descubriendo de Doñana, si de verdad se lo creen y no es postureo, es extensible a toda la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía, que merece mayor atención; vamos que esos principios y directrices de gestión son de aplicación también a Sierra Nevada y la Sierra de las Nieves, al Cabo de Gata, a la Sierra de Cardeña y Montoro, a Cazorla, Grazalema, Aracena y Picos de Aroche...
La segunda es que esta apuesta por el binomio conservación-desarrollo no la resuelve el mercado, requiere de políticas públicas, de inversiones y medidas de fomento que salen de los Presupuestos. La rebaja en las garantías ambientales, el neoliberalismo, la eliminación de impuestos a los más ricos, la demagógica doctrina machacona del ‘dinero en los bolsillos de los ciudadanos’, va en contra de la protección del medio y es incompatible con una transición ecológica justa y con una adecuada gestión de nuestros espacios naturales.
En todo caso, hemos estado mucho tiempo reclamando a la derecha que cambiara su visión de Doñana y ahora, con todas las reservas del mundo, debemos darle un margen de confianza a ver si se dan cuenta que los que iban con el paso cambiado eran ellos y no todos los demás. En todo caso, estaremos vigilantes, muy vigilantes, en Doñana y en el resto del territorio andaluz. Por nosotros y por las generaciones venideras.